Capítulo 21
Archie, al abrir los ojos, no vio a nadie más que él en la habitación. Estaba vacía. Se frotó sus ojos y pudo comprobar que no había rastros de su amigo por ningún lado. Dio un largo suspiro de cansancio. Se levantó de su cómoda cama y se empezó a vestir con la ropa que había encontrado en su mitad del cajón. "¿A dónde habría ido?" Pensó Archie. Sin previo aviso, su estómago rugió de la nada. Sólo se oía el pequeño ruido que venía de él.
Se dirigió a la cocina a revisar si había por ahí sobras de la cena de ayer -que no pudo cenar gracias a Harry-. Efectivamente, no sobraba nada. Hizo una mueca de decepción. Decidió salir nuevamente de la posada para ir por comida a algún restaurante cercan y después ir a abastecerse de nuevo al mercado. El único problema era que éste no estaba muy cerca, sino que se encontraba al otro lado de la ciudad. Tardaría media hora en llegar hasta allá por lo que dejó esto al último en la lista de actividades.
-Maldito Harry, ¿cómo te soportan en casa?-. Bufó tomando las llaves del cuarto para después cerrar bruscamente la puerta.
Se dirigió a la paradas de taxis de la esquina, maldiciendo a su compañero de cuarto. Llegando ahí, se dio cuenta de la larga fila de personas que había en la acera. Espero un buen rato hasta que llegó su turno para tomarlo. Para ese momento, Archie no pensaba en otra cosa que no fuera asesinar a su amigo por no haberle dejado nada para desayunar.
-Sr. Grandchester sale en dos minutos. Prepárese por favor-.
-Gracias. Ya voy hacia allá-. Avisó el actor mientras se arreglaba ante el espejo.
Ésta era su quinta presentación de su exitosa obra. Se sentía preparado para salir al escenario, decidido, a realizar otra presentación magnífica. Dejó en la mesa los papeles y se dirigió al escenario. Sonrió al espejo una última vez para respirar profundamente y presentarse.
La escena que interpretaría ahora era la fiesta en la casa de los Capuleto. Era el momento en dónde conocería por primera vez a la hermosa Julieta, quién era protagonizada por otra actriz. El telón se cerró para dar inicio a la siguiente escena. Se colocó en su posición y dar vida al héroe trágico de la obra.
Al abrirse, la obra prosiguió con todos los espectadores esperando ansiosamente la siguiente parte.
-Si yo profano con mi mano indigna este santuario, mi castigo es éste: ¡mis labios peregrinos se disponen a borrar el contacto con un beso!-. Dirigió su expresión hacia Julieta.
-¡Injusto con tu mano, peregrino
eres, porque ella se mostró devota! No olvides que los santos tienen manos y que se tocan una mano y otra. Palma a palma en el sagrado beso de los romeros en la romería-. Respondió 'Julieta' dulcemente con una pizca de burla en sus palabras.
-¿No tienen labios, santos y romeros?
-¡Sólo para rezar, ay, peregrino!
-¡Entonces, dulce santa, que los labios hagan también lo que las manos hacen! Ellos ruegan, concédeles la gracia y así no desesperen de su fe-. Se acerca lentamente a la actriz.
-¡Los santos no se mueven, aunque otorguen!-. Le pone un dedo en los labios, mientras su rostro trata de unirse a el de él.
Ya se veía el momento llegar. La dulce escena donde los dos amantes se ofrecían su devoto amor. Cuando Romeo prueba finalmente los dulces labios de su amada, Julieta.
Él, aunque haya hecho esta escena varias veces, se sentía raro besar a una persona. El recuerdo de sentir sus labios entrando en contacto con los de su querida pecosa.
-Entonces no te muevas, que mis ruegos van a obtener la gracia que esperaban ¡Ahora por la gracia de tus labios quedan mis labios libres de pecado!-. Besa a la actriz.
-¡Ahora tu pecado está en mis labios!-. Expresó Julieta.
-¿Pecado de mis labios?-. Suspiró aún no convencido.- ¡Que culpa deliciosa me reprochas! ¡Tienes que devolverme mi pecado!
-Besas por devoción...
En ese momento, la conversación entre los dos es interrumpida por la nodriza, quién ha cuidado a la chica desde su infancia. Ahí es dónde Julieta y Romeo se dan cuenta de quiénes son realmente. El telón se baja nuevamente. Y desaparece la escenografía para dar a otra nueva.
Y así la obra continuó hasta dar final a la vida de los novios. Después de la última escena (El último diálogo del Príncipe Escalus), todos los actores se presentaron en el escenario, siendo alagados y ovacionados por el público.
Acabando la obra, todos los actores se dirigieron a sus camerinos a cambiarse. Terminando, cada uno siguío su respectivo camino hacia su hogar o se iban a celebrar entre amigos.
Terry, al contrario de sus colegas, se dirigió a un bar cercano al teatro. Ahí pidió que le sirvieran la mejor cerveza del lugar. Se sentía agotado con la presentación de esta noche. No esperó mucho a que trajeran su bebida. Dejó en la barra el pago y se sentó en una mesa disponible. De su pantalón azul oscuro, sacó su cajetilla de cigarrillos. Tomó uno y lo encendió una vez que éste tocó sus labios.
Inhaló y exhaló el humo del tabaco. Le daba un trago al vaso, para después volver a repetir la misma pequeña rutina. No tardó mucho en darse cuenta que, el cigarrillo le cambiaba el sabor a su bebida, pero no le dio importancia alguna.
En un instante, las puertas del bar se abrieron dejando entrar una corriente fría, a la vez personas bien cubiertas para no contraer alguna enfermedad. Miró su reloj. Eran las seis y cuarto de la tarde. Finalmente bebió toda la cerveza. La dejó en la mesa junto con algunas monedas como propina. Salió del bar con el cigarro encendido aún.
De regreso, admiraba la noche estrellada que se hacía presente. El olor de cigarrillo se mezclaba con el aire frío y fresco. Cada paso que daba, resonaba en la acera pues habían pocas personas paseando a su alrededor. Las tiendas habían cerrado y lo único que podía ver era la mercancía en penumbras.
Al doblar la esquina, halló el parque principal de la ciudad. A un lado estaba un mercado, la estación de policía, un restaurante típico español y más tiendas de cosas variadas. Caminó un tramo pequeño del parque para poder buscar un lugar libre. Llegó hasta una banca y encendió otro cigarro.
La puesta del Sol se veía claramente entre dos edificios enfrente de él. Daba largos respiros después de probar un poco el tabaco. Antes de cerrar los ojos, apagó el cigarro y lo dejó a un lado. Dejó que el canto nocturno profanara sus oídos para deleitarse y descansar sobre aquella banca. Una sensación de alivio recorría todo su cuerpo haciendo que su relajación aumentara.
Mientras tanto, Archie se disponía a salir con las compras, ya en mano, en dirección a la posada. Se había tardado porque olvidó en la mesa la lista de compras. Tuvo que volver al cuarto por ella pues no tenía buena memoria. Miró hacia sus dos lados encontrando el camino de regreso, pero no hubo éxito. Vio a una persona salir del mercado y se acercó a preguntar. Por suerte de él, la posada en la que él estaba hospedado, era famosa y reconocida por la gente cercana a ésta.
-Si quieres llegar un poco más rápido, puedes irte a través del parque. Aparte es más seguro que andar por las calles oscuras-. Sugirió esperando mi aprobación.
Asintió agradecido. Se despidió cortésmente y tomó la ruta sugerida.
Atravesó la calle y se adentró en el parque. Ya en él, vio todas las farolas encendidas iluminando los cuatro caminos que conducían hacia la fuente central. No había mucho gente cruzando por ahí, pero con saber que era segura no le intuía miedo. No prestó mucha atención a su alrededor. Sólo quería llegar temprano para cocinar un aperitivo ya que era su turno.
-¿Archie? ¿Qué haces aquí?-. Preguntó una voz conocida para él.
Detuvo su paso. Volteó a ver sigilosamente al dueño de aquella voz. Pensó que tal vez podría ser Harry o Candy, pero se llevó una mayor sorpresa al ver quién era. Su asombró lo ocultó rápidamente y sin que todavía diera la cara, cambió su expresión a una amigable.
-¡Hola Terry! ¡Qué alegría verte por aquí!-. Pausó un momento para recapitular todo en su cabeza. Enfrente suyo tenía al famoso actor de Broadway, Terrence Grandchester-. ¿Por qué estás en España, no deberías estar en Inglaterra?
-Igualmente. Vivo temporalmente en España mientras empiezo mi gira por todo Europa. Estoy interpretando a Romeo en la obra Romeo y Julieta-. Hizo una expresión alegre, sus comisuras se levantaron para formar una perfecta sonrisa cerrada al nombrar su papel-. ¡Nos está yendo excelente!
-Me alegro escucharlo, y también de verte por acá. Llegué ayer a España-. Miró las bolsas que traía cargando-. Ya ves, he ido a comprar más comida pues mi compañero de cuarto me dejó sin desayunar y vacía la alacena.
-¿Quieres que te ayude? Parece pesado todo.
-No gracias. Tengo todo bajo control-. Tiró de las bolsas para alzarlas y probar que tenía bastante fuerza para cargarlas-. En fin, ha sido genial verte. Tengo que llegar rápido, no quiero que me asalten.
-Sí, me dio gusto ver un rostro familiar. Antes de que te vayas, te daré la dirección de mi departamento...no sé...para que puedas visitarme o pedirme lo que quieras-. De su bolso sacó un bolígrafo y una hoja un poco arrugada; en ella escribió su dirección.
-Gracias, me hará falta salir de vez en cuando-. Quedó pensativo por un momento hasta lograr recordar lo que quería decirle-. ¡Ah! ¡Es cierto! Quisiera presentarte a mi compañero de cuarto, pero no se encuentra conmigo en estos momentos.
-¿Eh? Descuida. Cuando quieras-. Sonrió-. ¿Podríamos vernos algún día?
-Claro. Estoy libre mañana.
-Igual yo. Mañana quedamos aquí-. Archie asintió moviendo la cabeza-. Nos vemos luego, amigo.
Terry estrechó la mano de Archie. Éste hizo lo mismo. Se paró de la banca y se despidió con la mano. Archie veía como poco a poco la silueta de Terry se desvanecía a lo lejos.
Sonrió para sus adentros y continuó hacia el camino a la posada. Llegando a la entrada, ahí estaba Harry esperándolo. Ésta vez no estaba molesto como la anterior, hoy se mostraba sereno.
-¿Entras?-. Preguntó Archie sonriéndole. Harry asintió riéndose.
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