Capítulo 19.
Esta mañana era especial. Los tres días de viaje a Inglaterra habían acabado, y ahora se hallaban por arribar al puerto de España. Por otro lado, afuera de las ventanas del lujoso cuarto, los destellantes rayos del Sol pegaban al rostro delicado de la rubia. Ésta poco a poco sintió el calor que se hallaba en sus párpados por lo que se dio vuelta al otro lado de la cama para abrir los ojos tranquilamente sin alguna molestia. Quitó de su cuerpo las sábanas que anteriormente la cubrían y se levantó cuidadosamente para no despertarlos, pero ella no era la única que había despertado gracias al Sol sino también Archie.
-Buenos días, Candy. Vaya que hoy despertamos temprano.-pronunció estas palabras para después bostezar.
-Buenos días, Archie. Y sí. ¡Qué loco!.-hizo una leve y casi inaudible risa.
Los dos dirigieron su mirada hacia el Miller quien todavía se encontraba pérdido entre sus sueños. Decidieron comenzar a vestirse y salir a desayunar. Cuando iban a salir de la habitación, afuera de ésta, estaba Cookie esperándolos recostado en la pared.
-Buenos días, a todos. Hoy les tengo unas excelentes noticias: En dos horas estaremos llegando a España.
-¿En serio?.-preguntó Archie sin creérselo.- Los días duran poco cuando navegas.
Asintió. Los dos tenían rostros sonrientes. Después de muchos días de viaje, por fin estarían en España. Todo el día estuvieron en el cuarto platicando y riendo entre risas por todas las tonterías que podía llegar a decir Harry.
-En serio, les juro. Como nunca había viajado en tren ¡eso era lo que pensaba!
-¡Harry! En verdad ¿cómo puedes creer que los trenes se movían por si solos?.-exclamó Archie riéndose.
-No es mi culpa, todavía era un niño pequeño.-se defendió.-¿Y tú qué me platicas, Candy?
La rubia estaba sumida entre sus pensamientos hasta que Archie chasqueó sus dedos cerca de su rostro haciéndola reaccionar. Harry le repitió la pregunta. Candy asintió lentamente mientras pensaba qué podía decirles. No tardó mucho en sonreír.
-Cuando era pequeña solía ser la chica más traviesa de todo el Hogar de Pony. Siempre me subía a los árboles aunque a veces me caía.-sacó la lengua a l vez que pasaba su mano sobre sus cabellos.
-Yo recuerdo que jugaba a las escondidas en el bosque con mi hermano Stear. Era muy divertido.-compartió Archie sonriendo entre labios.
Los tres estaban tan sumidos en sus relatos de cuando eran infantes que no sintieron cuando el barco dejó de moverse. Las pisadas se escuchaban a montón en el pasillo por lo que Archie decidió asomarse para ver qué ocurría.
Cambió su expresión a otra cuando corrió hacia la ventanilla y miró a través de ella un puerto lleno de barcos y gente esperando para abordar. Con su emoción, dejó en claro a los demás que habían llegado a España.
Se miraron entre ellos e inmediatamente empezaron a desalojar el cuarto lo más rápido que pudieron. Al subir, notaron que todos hacían una fila para salir en orden. Se formaron y esperaron su turno.
-¡Ya llegamos! ¡Por favor lleven su equipaje en mano para desembarcar!-. Pidió el capitán.- ¡Tengan cuidado en bajar! Esperamos que el viaje haya sido de su agrado.
Harry logró divisar al capitán y a su tripulación a un costado de la línea de personas, entre ellas estaba Cookie. Cada miembro hacía una reverencia con su sombrero incluyendo el capitán. Luego de esperar por poco tiempo, el turno de despedirse de ellos había llegado. El primero en avanzar hacia ellos fue Cookie quien dio la orden de saludar militarmente a los otros. Se quitó el sombrero y lo colocó en su pecho.
-Espero que les haya gustado el viaje. Ojalá hubiéramos tenido más tiempo para conversar, Señorita White Andrew-. Guiñó un ojo.- Estaré esperando para que nos volvamos a encontrar.
-Lo mismo digo-. Sonrió tiernamente a su amigo.- Espero que en mi regreso a Estados Unidos, estés ahí para verme convertida en toda una enfermera profesional.
-Y ¡tú para verme ser capitán de un barco!.- exclamó emocionado. Volteó a los otros dos chicos e hizo lo mismo.- Me alegro haberlos conocido. Les encargo mucho a Candy. Cuídenla.
-No nos lo tienes que decir. Está claro que lo haremos.-dijo Archie extendiendo su mano para despedirse.- Nos vemos.
-Nos vemos-. Estrechó la mano.
Bajaron del barco con ayuda de las personas que trabajaban en el puerto. El primero en salir fue Harry por lo que ayudó a Candy con su maleta. Ella le sonrió como gesto de agradecimiento por la acción. Caminaron por el muelle hasta llegar a una parada de carruajes. Un señor se acercó amablemente a ellos para ofrecerles transporte lo cual ellos aceptaron. Le indicaron el lugar a dónde iban para comenzar el camino hacia Madrid.
Candy estaba muy emocionda por ver todo Madrid y de estudiar en la Academia Saint Clover -escuela de medicina profesional en Europa- porque ésta era la segunda vez que salía de su país. Por otra parte, viendo hacia la ventana, estaba Archie perdido entre sus pensamientos. Lo que ocupaba su mente en ese momento fue lo que Albert le había dicho antes de partir.
-¿Estás seguro? ¿No crees que podría afectarle sentimentalmente?.-preguntó preocupado Archie-. ¿Ya le dijiste?
-No, el problema es que no quiero que piense mucho en ese detalle. Quiero que disfrute su viaje a España.
Archie se veía un poco impaciente. Aquello que le comentó Albert lo había hecho dudar sobre el estudio en España en estos momentos. Está claro, que no quiere que pasé nada pero sabe que no lo puede evitar. Los dos se veían con miradas indiferentes, aunque Albert no intencionalmente.
-¿Qué harás cuándo se encuentren? ¿Eh? Entiendo que Terry sea tu amigo, pero no sabes en qué situación se encuentra Candy ahorita.
-Ya veo. Te contó lo que pasó.
-Sí, era obvio que me iba a contar después de todo soy su mejor amigo.
-No importa si se ven o no, ya le envié una carta a Terry diciendo que Candy irá a estudiar a España-. Suspiró y volteó a ver a los ojos a Archie con su mirada imponente-. Ya es el problema de él si quiere verla por lo que te aconsejo que dejes que las cosas fluyan a su ritmo. Lo que tenga que pasar, pasará.
Esas fueron las últimas palabras de Albert antes de haber salido de su oficina. Archie se dirigió a su habitación sin voltear a otro lado. Abrió sus puertas e indicó a la sirvienta que dejara el cuarto. Se recostó en su cama pensando en todo lo que podría suceder. No es nuevo que esté pensando en esto pues desde hace mucho se ha preguntado lo mismo.
¿Qué pasaría si Candy y Terry se volvieran a ver?
Esa pregunta ocupada toda su mente. De repente aparecían y desaparecían muchas posibilidades de lo que puede pasar. Se dio leves golpes en la frente así como sacudía de un lado a otro su cabeza negando sus pensamientos. Finalmente, volvió a la realidad para poder empezar a guardar su ropa en su maleta.
En las calles calurosas de Madrid, se hallaba un reconocido actor comiendo en un restaurante de comida típica del país. Llevaba un sombrero negro, lentes oscuros y traje informal que combinaba con su atuendo. Tenía el periódico extendido adelante de él miemtras fumaba un cigarrillo de vez en cuando. Leía el nuevo apartado de éste.
"La nueva sensación de Madrid: Romeo & Julieta. Traída desde Inglaterra ha estado causando conmoción entre toda la población española."
Ni él mismo sabía por qué leía con tanta atención la reseña de exitosa obra donde actuaba como Romeo, el amante desgraciado. Se sentía orgulloso de sí mismo, sin que él lo admitiera, pues desde hace mucho ha estado esforzándose para realizar sus sueños.
Pagó su comida y se retiró a su departamento. En el camino, empezó a llover así que tuvo que esconderse debajo de una tienda para refugiarse del agua. Estuvo ahí por más de media hora soportando el frío hasta que paró milagrosamente y siguió su camino hacia su hogar provisional. Al llegar, colgó en un perchero su sombrero oscuro y retiró de su rostro los lentes que lo hacían ver sumamente sospechoso.
-Estoy en casa.
De la nada, aparece un pequeño perro con un largo pelaje color café. Cuando vio a su amo, sus ojos brillaron y empezó a correr hacia él. Terry se agachó para recibirlo entre brazos al cachorro. Luego de unos instantes lo bajó y se dirigió a la sala. Ahí encendió otro cigarrillo. De la mesa cogió la carta que le había mandado Albert anteriormente. Miró de reojo -otra vez- el contenido de la carta. Se detuvo una vez más, en el nombre de Candy, su "Tarzán Pecosa".
-¿Realmente has venido a España?.-preguntó sintiéndose algo melancólico.- ¿O será otra de esas bromas de Albert?
De algún modo, sus ojos no podían despegarse del papel, como si estuvieran concentrados en analizar el nombre de Candy millones de veces. Aunque lo quiera negar, su rubia todavía no dejaba su mente en paz. Todas las noches, sin que él se acordase, soñaba al menos algo relacionado con ella. Su voz siempre se escuchaba en sus pensamientos o cuando repasaba su guión.
-¿Por qué sigo pensando en ti? ¿ Acaso tú eres la que me inculca esta tentación que tengo de ir a verte al puerto? Desearía ir, pero no estoy seguro si es producto de mi imaginación.
Después se centró a ver el resto del contenido. Ahí enfocó toda su atención al nombre desconocido mencionado en la carta. Tenía el presentimiento de algo que podría involucrarlo con él. Se podría decir que le tuvo desconfianza al nombre la primera vez que leyó ésta. Le hubiera encantado haberle preguntado a su amigo de quién era o qué relación tenía con Archie o Candy. Esto hacía que su mente se confundiera más y más.
Su perro se subió al sillón y se recostó a un lado de su amo. Parecía que el comprendía sus sentimientos. Poco a poco empezó a dormirse en sus piernas. Éste notó el sueño de su mascota y lo acarició de su lomo. Estaba cálido su pelaje así que continuó acariciándolo hasta que él también cayera en el sueño.
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