iv. The Survey Corpse
CAPÍTULO 4
la legión de reconocimiento
[ Cuartel de la Legión
de Reconocimiento ]
Año 838
PARA REN, entrar en la Legión de Reconocimiento fue como empezar a vivir.
Tenía el cuerpo considerablemente adolorido, pero apenas lo notaba. Cargaba con dos cubos repletos de comida para los caballos, con dificultad, pero ninguna queja pasó por su mente. El aire de la naturaleza era revitalizante, hacía un clima maravilloso y nunca más volvería a pisar su casa. Porque ahora esa era su casa.
—Ren, deja que te ayude con eso.
A su lado, Mike Zacharius agarró uno de los cubos.
—Gracias.
—No me puedo creer que tuvieras la mala suerte de meterte en una pelea.
Ren sonrió, cohibida por el peso de la mentira.
—Ya sabes, cosas de ser una Adler. Acabar con la pobreza, salvar damiselas en apuros... Es mi pan de cada día.
—Que no se te suba a la cabeza —contestó, con una pequeña sonrisa—, sigues siendo una novata.
Del escuadrón que le habían asignado, Mike fue la primera persona que le habló. No la miró con respeto o recelo por culpa de su apellido. Simplemente fue amable con ella, como si fuera una más. Porque, de hecho, lo era. Fuera de las murallas no importaría cuál es su nombre.
Al escuchar unas risas, miró hacia su derecha. Haru y Akane se acercaban hacia ellos junto con otra chica que acababa de ingresar en la Legión. Al estar en escuadrones diferentes, no los veía tanto, y le era inevitable sentir cierta nostalgia al recordar sus días como reclutas. Era consciente de que con el tiempo terminaría adaptándose, pero en ese momento... Sólo quería que las cosas siguieran igual que antes.
—Esos son tus amigos, ¿no?
Volvió a dirigir su mirada hacia Mike.
—Son Haru y Akane —le dijo—. Te caerían bien.
Una vez llegaron hasta ellos, Akane le quitó el cubo a Ren de las manos le dio un rápido abrazo.
—¡Hola, Ren! ¿Qué tal estás? —le preguntó—. Nosotros ya hemos terminado. Te ayudo a llevar esto.
Ella se acercó, haciendo el amago de volver a coger el cubo, pero Haru se puso delante de ella para impedírselo.
—Te dieron una paliza, ¿recuerdas?
Akane frunció el ceño.
—Si no fuera porque Ren los dejó peor buscaría casa por casa hasta dar con esos malditos —afirmó—. Por cierto, soy Akane. Él es Haru. Y ella Hange, está en nuestro escuadrón.
—Mike.
Ren sonrió brevemente al ver a Hange. Llevaba unas gafas que le agrandaban los ojos y su pelo castaño estaba recogido en una coleta alta. No sabría decir qué, pero algo en su aura desprendía un toque particular.
—¡Ren Adler, ¿verdad?! —Sin esperarlo, Hange se acercó hasta ella y le dio la mano, agitándola efusivamente—. ¿Qué es lo que se siente al haberse criado en una de las familias con más poder militar? Casi no me podía creer que tú también estuvieras en la Legión.
—Yo... esto, bueno...
Hange la miraba, con una emoción expectante que se reflejaba en sus iris.
¿Qué se suponía que le tenía que decir? No es como si no se lo hubieran preguntado antes, pero... Esa mirada parecía capaz de detectar cualquier ínfima mentira.
—Familia exigente, padres amargados —interrumpió Haru, con desenvoltura—... una hermana que da miedo...
—Nara no da miedo. —Al escuchar sus palabras, se retractó—. Bueno, puede que un poco. Pero es intimidante, no da miedo.
—Tenías otra hermana, ¿no?
Ren se quedó en blanco durante un instante. Nadie lo notó.
—Hermano. Lo mataron los titanes.
A Hange se le oscureció la mirada, comprendiendo la situación. Era la mirada que toda la Legión ponía al oír hablar de ellos... odio, miedo, resentimiento...
—¿Por qué no vamos a almorzar los cinco juntos? —intervino Akane—. Nos lo hemos ganado.
•✦───────────•✧
Tras haber comido entre risas y experiencias personales compartidas, volvieron con sus respectivos escuadrones para realizar las tareas asignadas.
En ese momento, Ren estaba estirando para incorporarse al entrenamiento. Su Capitán le había dicho que no se sobrepasara, por lo que había decidido dejar de lado la actividad física de contacto, como el equipo de maniobras o la lucha cuerpo a cuerpo, pero estaba dispuesta a dar unas cuantas vueltas corriendo.
Sin embargo, se detuvo al diferenciar una figura que avanzaba con paso decidido a pesar de recibir múltiples miradas.
Su cabellera como el carbón, la chaqueta con el emblema de la Policía Militar bordado... Nara Adler destacaba la miraras por donde la miraras.
—Hola, Ren.
—Nara.
Frunció el ceño, suspiró y entrecerró los ojos, como si el sol que avivaba el día le quemara.
—Me he enterado de lo que te ocurrió —le dijo—. Siento no haber estado ahí. —No le preguntó cómo estaba, ni siquiera parecía mínimamente preocupada. Pocas veces se podían percibir emociones en su rostro de hielo—. Papá y mamá dicen que puedes volver cuando quieras. Yo no lo haría.
—Qué tentador.
—Es eso o matarlos y heredar la casa.
Una breve sonrisa apareció en el rostro de Ren.
—¿A qué has venido, Nara?
No le contestó de inmediato.
—Este lugar no está tan mal como me imaginaba.
Se apartó las hebras de pelo que le molestaban en la cara y estiró su cuello con un movimiento vago.
—Vamos a pelear.
Un escalofrío recorrió la espalda de Ren, haciendo que se tensara de inmediato. No le hizo falta mirarla a los ojos para saber que no era una broma de mal gusto.
Habitualmente, pelear con Nara era saber que te ibas a llevar una buena paliza. Lo que variaba era lo mucho que te iba a doler. Por eso, le fue inevitable no comenzar a pensar en su cuerpo agarrotado, que se resentía simplemente al hacer movimientos rápidos.
—¿No tienes a nadie en la Policía Militar que quiera recibir tus golpes?
—Vamos, no seas aburrida —le dijo—. Sabes que en el fondo son unos bebés llorones. Me voy a convertir en una abuela si sólo practico con ellos.
Ren dudaba que fuera así.
—¿Y qué hay de Dante? —le preguntó, en un último intento de que lo dejara estar.
—Otro bebé llorón —contestó, haciendo una breve mueca—. Dice que no quiere atacar a ninguna chica.
—Seguro que te tiene miedo.
Nara dejó escapar una breve carcajada, sincera.
—¡Eso es lo que le dije yo!
Sin embargo, la dureza de su mirada regresó al instante.
—No desvíes el tema.
—¿De verdad tenemos que hacerlo? —preguntó, conociendo la respuesta.
Nara dio un paso hacia ella. Firme, seguro.
—El otro día papá te dio una paliza. —Le dijo. No como una réplica, ni como algo de lo que avergonzarse, sino como la pura realidad—. Ni siquiera pudiste intentar darle un solo golpe —continuó diciendo—. No es tu culpa que los dos sean unos malnacidos, pero eso a nadie le importa. El mundo no es un lugar para los débiles, Ren, y nadie va a estar dispuesto a ayudarte, porque los humanos somos así de egoístas. Cuando caigas, nadie va a tenderte la mano. Te tendrás que levantar por ti misma. Y está claro que no eres lo suficientemente fuerte.
Tenía razón. Claro que la tenía.
Si quería sobrevivir, si quería que Haru y Akane nunca se vieran envueltos con su familia... entonces debía de ser más fuerte. Si ella no los protegía nadie más lo haría.
—Hagamos esto rápido.
Colocándose en posición defensiva, recibió el primer golpe. Apretó sus dientes y esquivó otro puñetazo de Nara.
La agarró del brazo por la muñeca y el hombro y, rápidamente, avanzó hasta ella para flexionar sus piernas y saltar, ayudándose para coger más altura apoyándose del hombro por el que la tenía agarrada. Dirigió sus dos piernas hacia arriba, tratando que pasaran entre el hueco del cuello y el otro hombro para realizar intentar inmovilizarla.
Sin embargo, todo su cuerpo pareció gritar de dolor y el impulso que había logrado desapareció. Cayó de espaldas al suelo, mordiéndose el labio para no jadear de dolor.
—El dolor te ha distraído —le dijo—. No dejes que eso vuelva a suceder. Conviértelo en tu propio aliado. Deja que te sirva de recordatorio para actuar aún más rápido.
Su cabeza le tapó el sol.
—Vamos, levántate.
Dio una bocanada de aire y se apoyó en sus codos. Con una mueca de sufrimiento, hizo el amago de levantarse, pero una figura enorme se topó entre ellas dos.
Llevaba la chaqueta de la Legión de reconocimiento. Era alto, rubio y enorme, tapándole por completo el cuerpo de su hermana. La expresión que debería de tener en esos momentos.
—¿Por qué no peleas con alguien que no esté herido? —le dijo, con voz calmada.
—¿Perdona?
Ren tragó saliva, imaginándose la que se le iba a venir encima.
—Oye, no te preocupes —le dijo Ren, apresuradamente—. Es mi hermana. Estamos entrenando.
Cuando se dio la vuelta, lo reconoció. Allí estaba Erwin Smith, soldado modelo, el chico de oro de la Legión... Era casi igual de conocido que el Comandante Shadis por su cerebro tan agudo y empeño. Y estaba ahí, metiéndose en... en algo que definitivamente no le conviene. Ni le importa.
—Ren Adler, ¿verdad? No tienes que preocuparte por nada. Ya no hace falta que sigas luchando. —Volvió a girarse para enfrentarse a Nara—. Pelea conmigo en vez de ella.
—No he venido hasta aquí para eso.
—Puede ser —le dijo, sin perder su tono amable, su voz calmada...—. Pero eres de la Policía Militar. Y ella es de la Legión. Está herida, así que no puede pelear correctamente. Si no quieres que pase a mayores, dejarás tu pelea con ella para otro día. Cuando esté recuperada y sana. Mientras tanto, pelea conmigo o vete a tu casa.
No le hizo falta verla para saber la expresión que estaría poniendo su hermana.
Un silencio tenso los envolvió a los tres.
—¿Por qué no? —terminó diciendo Nara, con algo de resentimiento que no se molestó en ocultar demasiado bien—. No todos los días te puedes batir en duelo con alguien tan popular como Erwin Smith.
Ren se puso de pie, sin acabar de creerse lo que había acabado de pasar.
Nara se movió para poder mirar a Ren.
—La vida no será tan amable como él.
Y era verdad.
Sin embargo, por una vez, había algo más que las palabras de Nara.
Su hermana no era una amenaza, pero... era la primera vez que alguien trataba de protegerla. Aunque fuera por una tontería o por un impulso de insensatez. A pesar de que luego se arrepintiera de su decisión y no volviera a tener ningún gesto parecido con ella, a Ren le daría igual.
Por primera vez, alguien la intentó proteger.
Ni siquiera las palabras de su hermana serían capaces de arrebatarle eso.
¡Hola! ¿Qué tal estáis?
En este capítulo habéis conocido un poco más sobre la relación de Nara y Ren. No la odies, anda ;)
Y bueno, eRwIn.
En fin, decirme qué os está pareciendo de momento. Espero que hayáis disfrutado del capítulo!!
—Wen
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top