Capítulo único
Randy sabía que los entrenamientos de la resistencia siempre habían sido sus favoritos. Por eso cuando notó que su gemelo los observaba con curiosidad se acercó a preguntarle si quería unirse, ofreciéndole incluso un rifle.
Michael, el líder de la resistencia, estaba expectante por la repuesta. Anthony jamás rechazaría una invitación así, mucho menos si incluía armas en la misma.
—No. Sabes que no sé nada de armas, Randy.
Michael dejó escapar un suspiro de resignación.
Dos semanas habían pasado desde que regresaron a la base, pero él no recordaba. Si continuaba así debía tomar una drástica decisión con respecto a Anthony. Y no quería.
Anthony y él habían empezando con la resistencia. Ambos habían decidido hacer frente a la compañía que tenía dominado a casi todo el planeta. Incluso habían arrastrado a Randy con ellos.
El único doctor en el grupo había dicho que un lugar familiar podría ayudarlo a recordar, pero ¿cuál? Ni siquiera el campo de entrenamiento había funcionado.
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—Tal vez deberíamos hacer lo que quiere y dejar que vuelva a casa —dijo Michael a Randy.
—No podemos hacerlo, Michael —replicó éste—. Cuando recuerde, jamás te lo perdonará. Anthony nunca abandonaría a la resistencia.
—¿Y si no? Admitelo. Ese no es Anthony. Él no quiere estar aquí y no podemos retenerlo.
—No. Se lo debemos. Si no hubiera sido por la bomba que lanzó como distracción para que huyamos no estaríamos aquí.
—Y él no estaría en esta situación. Nos salvó, sí. Y nunca lo olvidaremos, pero...
—Olvidar... —murmuró Randy, interrumpiendolo—. ¡Eso es!
—¿A qué te refieres?
—Intentemos algo más. ¿Recuerdas lo que dijo Robert? —Michael asintió con la cabeza, confundido— Creo que sé cuál puede ser ese lugar.
****
Les fue difícil convencer a Anthony de ir con ellos. Pero terminó aceptando.
Ahora se encontraban en un edificio cuyas instalaciones había sido destruidas en su mayoría, pero aún quedaban algunas en pie.
—No entiendo ¿qué hacemos aquí? —preguntó Anthony.
—En este lugar estuvimos cautivos.
Estaban seguro que era el mejor lugar para que recordara. Ese espacio traía dolorosas memorias para ellos. Pero, en cambio, Anthony no mostró ninguna emoción, hasta que llegaron a la máquina principal.
Era un enorme aparato. Estaba destruido, pero conservaba la mayor parte de su estructura. Era una de las tantas máquinas que usaba Accedia para controlar la mente humana.
Anthony se detuvo frente a ella. Sus ojos azules recorrieron todo el aparato. Apretó los puños.
—¿Recuerdas? —inquirió Michael, esperanzado.
Hubo un corto silencio.
—No —sentenció, sin mirarlo—. Me largo.
Y sin más abandonó el lugar
Resignados, decidieron a irse también. Pero, entonces, una bala pasó rozando la mejilla de Michael. Al parecer aún quedaban agentes de Accedia ahí. Ellos no lo sabían, así que habían ido desarmados. Se resignaron a su mala suerte.
Pero, de repente, manchas rojizas tiñeron la ropa de los agentes que cayeron al piso.
La figura de Anthony apareció detrás de ellos. Tenía uno de los rifles del enemigo.
Michael sonrió. Anthony estaba de vuelta.
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