63

Dedicaciones para its_lachama y lulubookssra_ ❤️

NOTA IMPORTANTE: pilas ahí que este capítulo contiene escenas que de repente no son pa' todo público

Tampoco así súper fuerte la cosa, pero bueno. Están avisad@s

—No tengo ni la más mínima puta idea de a dónde lleva esto, pero... —continuó diciendo, gesticulando con los brazos para hacerse entender mejor—. Lo único que sé es que te quiero —Los dejó caer a sus costados—, y creo que nunca he dejado de hacerlo.

Nawebona.

A mí me iba a dar una vaina.

No sé si pueda describirte bien cómo me sentía, porque yo misma no lo entendía en el momento, pero lo voy a intentar. Aquí va...

Por un lado, las piezas parecían estar por fin encajando, tomando forma; todo lo que habíamos pasado juntos comenzaba a tener sentido. Y por un momento, sentí que podía confiar, firmemente, en que todo iba a estar bien. Pero, por otro lado, estaba aterrada; aterrada por la intensidad de mis sentimientos hacia él, por el hecho de que fueran recíprocos, pues quererlo tan profundamente le daba la capacidad de lastimarme de la misma manera, y aunque sabía que nunca lo haría adrede, la última vez casi no había logrado escapar de la gigantesca nube negra en la que me había sumido cuando terminamos. No quería volver a pasar por eso.

Así que, de pana, yo no sabía si reírme o llorar de felicidad, autocachetearme a ver si así terminaba de procesar lo que estaba pasando, pellizcarme por si se trataba de un sueño, quedarme ahí parada como una estatua o salir corriendo despavorida.

Entonces resonaron en mi cabeza las palabras que acababa de decir: "No tengo ni la más mínima puta idea de a dónde lleva esto, pero lo único que sé es que te quiero, y creo que nunca he dejado de hacerlo."

Y tenía razón: yo tampoco sabía dónde acabaría ese camino tan pedregoso que teníamos rato recorriendo, pero si algo tenía claro, era que lo quería, y aunque sabía que en algunos casos el amor no era suficiente para lograr que las cosas funcionaran, no pensaba negarme a intentarlo. ¿Que salía mal y terminaba jodida otra vez? Eso podría pasarme con Luke o con cualquier otro, y no por ello iba a encerrarme en una torre rodeada de alambre de púas para no poder salir jamás y así no arriesgarme a enamorarme y que me lastimaran. Además, si alguien iba a volverme mierda el corazón, prefería que ese fuera él. Estaba lista.

Levanté mis ojos, que desde la confesión de Luke había permitido que se perdieran mirando a la nada por detrás de él, a los suyos.

Las ráfagas de sol que caían en manchitas luminosas sobre el lado izquierdo de su cara, iluminaban de forma dispar sus ojos, más azules que nunca, que me recorrían intentando descifrar mis pensamientos. Podría haberme perdido en ellos una eternidad. La luz hacía que pareciera estar salpicado de gotas de oro, dándole distintos tonos de dorado a su piel bronceada y esos rizos rubios con los que tenía tantas ganas de jugar. Era perfecto, sobre todo porque sabía que, en realidad, no lo era; eso lo hacía aún más especial.

Quería gritarle todas y cada una de las cosas que me estaban pasando en ese momento por la cabeza, pero no hubiera sabido cómo, porque eran demasiadas, desordenadas, contradictorias. Así que simplemente las resumí lo mejor que pude en una oración: —Yo también te quiero.

Las comisuras de sus labios se alzaron en una tierna sonrisa. Parecía querer abrirlos para decir algo, pero una repentina ventisca lo interrumpió, moviendo mi vestido y despeinándonos a ambos en el proceso.

El que tuviera el cabello más corto le supuso una ventaja, pues con un leve movimiento de cabeza ya se lo había acomodado. Yo, en cambio, con un montón de pelos sobre la cara que tuve que escupir fuera de mi boca —cosa que lo hizo reír; una pasando pena como siempre—, me disponía a quitarme la cola baja que antes me había hecho para acomodármela, cuando de repente sentí sus dedos sobre mi piel, y me detuve en seco.

Ahí me di cuenta de que había dejado caer sus zapatos sobre la arena, como si entonces no le importara que se ensuciaran, como si entonces no le importara otra cosa que no fuéramos nosotros dos, para tener ambas manos libres y ocupadas en mí. Yo dejé caer los míos, pues sabía que también las iba a necesitar.

Me apartó los mechones atravesados, pasándolos por detrás de mis orejas con una suavidad impresionante, y cuando ya no estorbaron, con todo y que no le quedaba más excusa para tocarme, no dejó de hacerlo, y me sostuvo el rostro entre sus manos.

Su tacto era cálido, en contraste con el frescor del viento, y aunque fuera muy leve, fue capaz de generarme una serie de escalofríos que fueron bajando por mi espalda hacia el resto de mi cuerpo.

Puse una de mis manos sobre otra de las suyas, al tiempo en que empezaba a acariciarme el cachete con el pulgar, y la hice bajar desde su muñeca por todo su brazo hasta su pecho, para luego subirla por este hasta rodearle el cuello con ella. Acaricié los pequeños ricitos rubios que se arremolinaban en su nuca.

Sin dejar de mirarnos como si no hubiéramos visto una obra de arte mejor hecha en toda nuestra vida, dimos un paso hacia el otro. Yo levanté un poquito los talones y él se inclinó hacia abajo. Tragué fuerte, preparándome para lo que vendría, y entreabrí los labios, acción que él imitó.

Nos recorrimos otra vez con la mirada, y no fue hasta que estuvimos a milímetros, con nuestras narices rozándose, que las bajamos a los labios del otro, y finalmente, después de lo que había parecido una eternidad, los fusionamos en un beso.

Al principio fue tímido, recatado, un simple roce de labios, como el primer beso de un par de adolescentes. Una de las manos de Luke fue trazando un camino invisible por la línea de mi mandíbula hasta llegar a mi barbilla, que sostuvo con la yema de sus dedos, sirviéndome de apoyo para que mi cuello se cansara un poco menos de la posición.

Fue demasiado cuchi.

Sus labios eran súper suaves, tal como los recordaba, dulces, cortesía de la pasta de dientes natural de Laucala, y con un toquecito de sal, cortesía de la brisa marina que a ambos nos pegaba sobre la cara. Se sentían increíblemente acogedores, aunque solo se tratara de un piquito que, como piquito al fin, pronto terminó.

Nos separamos unos milímetros. Yo alcé mi mirada a sus ojos, azulísimos, y él bajó su mirada a los míos, que por el sol que de un lado les pegaba, y que me obligaba a cerrarlos tan solo un poquitito, supongo que debían de verse más claros de lo normal. Nos miramos, como pidiéndonos y a la vez dándonos permiso para comenzar lo que ambos teníamos rato queriendo comenzar, y que hasta entonces se había visto impedido por más razones de las que pudiéramos contar. Y no bastaron más que dos pequeñas sonrisas para saber que ese, por fin, era el momento.

Volvimos a fusionar nuestros labios en un beso mucho más intenso que el anterior, que no tardó mucho en nacionalizarse francés con residencia y todo. Sus manos no tardaron en bajar por mi cuello y clavícula, ejerciendo una leve e incluso placentera presión sobre mi piel para apegarse a esta y no enredarse entre el desorden de mi pelo. Siguieron su camino por mis hombros y mis brazos hasta parar en mi cintura, que rodearon como si fuera suya —y en el fondo tengo que decir que lo era— y acercaron hacia sí, pegándome más a él.

Mis manos, entre tanto, habían llegado a parar entrelazadas en su nuca, jugando con algunos mechoncitos rubios. En cierto punto en el que los dedos de mis pies empezaron a cansarse, me vi obligada a halarlo levemente del cuello de su camisa, aferrándome a él para no verme obligada a bajar los talones y separar nuestras bocas abruptamente.

Al darse cuenta de esto, Luke encorvó más su espalda hacia adelante, para que yo pudiera dejarme caer sin problema, cosa que hice, y no tuviera que estar incómodamente en puntillas. Y funcionó, pero ahora el que estaría incómodo sería él, así que aproveché que mis manos estaban libres para llevarlas a sus costados, rodeándole la cintura, y atraerlo hacia mí mientras daba un paso atrás, trayéndolo conmigo a medida que comenzaba a caminar hacia la cuevita, sin dejar de comérmelo a besos —y lengüetazos, ja weno— en el proceso.

Mi plan era llevarnos bajo el cobijo del abrigo rocoso, y una vez allí, dejarnos sobre la arena, para que la diferencia de tamaño no representara una molestia. Y te preguntarás: ¿por qué no ahí mismito en la playa? Y verga, porque, si íbamos a hacerlo, aunque parecía no haber nadie a los alrededores, y esa parte de la costa tenía toda la pinta de no haber sido explorada antes, me sentía más confiada de desnudarme en un sitio cubierto. Y sí, era consciente de que no estaba cubierto del todo, pues tenía salida a ambos lados hacia la playa, pero bueno, por lo menos me daba la ilusión de que estábamos en privado. De paso que así mejor, porque seguía estando casi tan iluminado como la yapla y de ese modo no nos perdíamos nada.

Mente de tiburón.

Total que mi plan estaba yendo a la perfección, y por las luces cada vez más tenues que se reflejaban sobre mis párpados cerrados podía asumir que ya estábamos llegando bajo la cueva, cuando...

—Nawebona —exclamé cuando caí al suelo tras sentir un coñazo en el tobillo y la consecuente pérdida de gravedad que le siguió cuando me tropecé con una piedra.

—¿Estás bien? —escuché que me preguntaba la voz de Luke con preocupación, después de soltar una exclamación ahogada ante la sorpresa de tenerme en sus manos un segundo y de repente al otro ya no.

Abrí los ojos para encontrarme tirada junto al duro obstáculo que se alzaba entre la arena, la cual, gracias a Dios, había amortiguado mi caída. Había conseguido caer sobre mis codos. Estos me ardían un tanto al haberse raspado con la superficie rugosa, y sentía un dolor agudo en todo el medio del tobillo, donde el impacto, pero tampoco era nada del otro mundo; nada que me fuera a impedir continuar con lo que estábamos haciendo.

—Sip —respondí con firmeza, y ni Luke, que me miraba desde arriba, aún de pie, con los ojos pelados entre la agitación y sorpresa, ni yo, pudimos evitar reírnos del momento, rompiendo por instantes esa tensión tan densa en la que hasta ese momento nos habíamos sumido.

También tengo que decir que la risa venía no solo por mí caída, sino porque de pana era algo que no podía faltar; siempre que nosotros nos besábamos o nos tocábamos más de la cuenta, tenía que pasar una vaina: las cosas se caían, alguno de los dos se daba un trancazo, llegaba alguien... Siempre una verga. Como si la naturaleza quisiera evitar que dos pajuos se reprodujeran.

¿Que nosotros igualito seguíamos con lo nuestro? Sí. Pero ajá; ella nos demostraba que era la que mandaba, y que si le daba la gana podía impedir que lo intentáramos.

L me tendió una mano para que la tomara y la usara de apoyo para pararme, pero yo, como ya estábamos ahí donde quería que estuviéramos —todo lo cubiertos por la pseudocueva que podíamos estar—, aunque sí la tomé, no la usé para impulsarme hacia arriba, sino para atraerlo a él hacia abajo. Primero alzó las cejas y pelos los ojos, cómo ¿qué le pasa a esta chama que me quiere tumbar?, pero al darse cuenta de mis verdaderas intenciones, se rió por lo bajo y se dejó tirar al suelo —y digo "se dejó" porque estamos claros que esta pulga no podría con aquella jirafa a menos que la jirafa pusiera de su parte—, cayendo de rodillas a mi lado. Menos mal que el pantalón que cargaba se veía gruesito, porque si no tremenda raspada de rodillas que se hubiera echado.

Sin dejar de sonreír y mirarnos de vez en cuando y de cuando en vez, Luke se deshizo del morral de Ashton dejándolo a un lado en la arena, al tiempo en que yo me quitaba la cola —o lo que quedaba de ella— y la ponía sobre la piedra que segundos atrás me había hecho caer, como para que así no se me fuera a olvidar después. Tampoco la que contamina la playa.

El rubio, una vez liberado del su carga, se me quedó viendo unos instantes desde su lugar, a casi un metro de mí. Me recorrió de pies a cabeza, desvistiéndome mentalmente con una lentitud y paciencia casi exasperante que triplicó mis ganas de que hiciera con sus manos lo que ya estaba haciendo con sus ojos. No pude evitar morderme levemente el labio inferior imaginándomelo. Lo necesitaba.

Como si pudiera leerme la mente, ahí mismito se inclinó sobre la arena, y apoyando manos y rodillas de esta, fue acercándose a mí hasta que nuestros rostros estuvieron nuevamente a tan solo milímetros. Acercó sus labios a los míos, tanto, que podían rozarse, pero no los besó como esperaba que hiciera, sino que, en su lugar, fue bajando por mi mandíbula y cuello depositando, entonces sí, besos que fueron volviéndose más feroces e intensos a medida que llegaban a mi clavícula. Yo, con todo y que me encontraba cautiva de todas esas sensaciones, aproveché para acomodar bien mis piernas, que habían quedado como apartadas pa' un lado, poniendo una a cada costado del rubio, de modo que su cintura y parte de su torso quedaran presos de mí. Apreté mis muslos a su alrededor, mientras que lo apegaba más a mi pecho con mis manos, ceñidas a sus anchos hombros.

Luke, por otro lado, se apoyaba de la arena con uno de sus codos para no caer sobre mí —que tampoco hubiera estado tan mal—, al tiempo en que bajaba su mano contraria de mi cintura a mi cadera, y luego a mi pierna, hasta llegar al borde del vestido, que se me había levantado hasta la rodilla con la caída. Su boca, que me recorría los hombros con toda confianza, tanta, que incluso había llegado a bajarme las mangas hasta medio brazo usando los dientes —cosa que tengo que decir que fue ufff—, se separó de mi piel repentinamente.

Yo primero me quedé tipo ¿más o menos? porque estaba disfrutando bastante de sus besos y leves mordisqueadas por todo mi pecho. El calor que su tacto me proporcionaba hacía que mi piel se sintiera fría en sus ausencia. Pero luego, cuando levantó nuevamente la cabeza y volvió a dirigir sus ojos a los míos con toda esa adrenalina y esa pureza, me quedé atrapada en ellos y no pude pensar en otra cosa. Al menos hasta que habló, casi en un susurro, con una voz ronca que inmediatamente me hizo sonrojar:

—¿Esto...? —comenzó a preguntarme, al tiempo en que levantaba tan solo un poquito el borde liso del vestido para rozar con la yema de sus dedos la piel que había debajo, de una forma tan delicada que fue casi imperceptible. Igualito consiguió causarme escalofríos—. ¿Te parece bien?

Naguara de caballero, pensé, mientras me daba de todo con esa frase, que por miles de razones había logrado prenderme más que velita en cumpleaños. Así me encanta.

Era su voz, era la suavidad de su roce, era la forma en la que me miraba... Pero, sobre todo, era que en serio se preocupara porque yo estuviera de acuerdo con todo eso. Eso era lo más importante, y hablaba mucho de quién era como persona. Un hombre hecho y derecho. Buen trabajo, suegrita. Veinte puntos.

—Sí... —No tardé en contestarle, pasando mis manos de su espalda a sus hombros y apoyando los talones con más firmeza sobre la arena para arrastrarme unos cuantos centímetros hacia abajo, quedando mi cara de ese modo a la altura del pecho de Luke.

Él bajó su mirada y subí la mía —teniendo también que alzar la barbilla— para no alejar nuestros ojos de los del otro. La dirección de movimiento había hecho que mi vestido se levantara hasta mi pantie por el lado en el que sus dedos rozaban mi pierna, los cuales, a su vez, habían pasado a rozarme la piel de la cadera. Aún así, ese no había sido mi objetivo cuando había cambiado de posición, y Luke se dio cuenta en el momento en el que puse una mano a cada lado de su cintura, las presioné levemente sobre su piel y empecé a moverlas por su espalda en dirección a su pantalón, al que entonces, gracias a que me había bajado respecto a él, sí podía llegarle cómodamente.

Metí mis dedos en el espacio que había entre el borde de su camisa y la correa que le rodeaba la cadera, y una vez en contacto con su piel, los fui introduciendo, palmas abiertas, solo unos milímetros por debajo de la franja de falso cuero y la tela del pantalón. Me gustó notar cómo se tensaba, cómo la piel se le ponía de gallina ante mi tacto, tener ese efecto en él... Aún así, ahí me detuve.

—Y para ti... —le susurré, sin dejar de mirarlo a esos profundos ojos azules que cada vez se veían más vivaces y chispeantes—. ¿Esto...? —Presioné un poco, solo un poco, las yemas de mis dedos sobre la piel que aún no llegaba a pertenecer a su trasero pero que tampoco estaba muy lejos de hacerlo—. ¿Está bien?

Luke tragó saliva, claramente afectado por todo lo que estaba pasando ahí abajo. —Más que bien —encontró las fuerzas para decir, en el mismo tono rasposo de antes—. Mucho más que bien.

Y esa fue la señal para que dejáramos todas las inhibiciones atrás y nos activáramos en la pista como debía de ser. Yo terminé de meter mis manos por debajo de su pantalón y luego también de su bóxer, para hacerme con el par de globos que ese carajito llamaba nalgas. Las apreté como si no fuera la primera vez que lo hacía en mucho tiempo, y él, que en ese momento se dedicaba a trazar una línea imaginaria por todo mi costado, de mi cadera a mi pecho, con la mano que no apoyaba de la arena, me respondió con un leve jadeo, haciéndome saber que la sensación había sido de su agrado. Luego, como si me estuviera devolviendo la agarrada bandida, cubrió una de mis boobies con dicha mano, y le dio unos cuantos apretujones.

Lo hizo por encima de mi sostén strapless —aunque algunos de sus dedos se colearon por un lado— y con todo y eso, estaba logrando que me diera un cucatsunami arrechísimo. Sin embargo, en cierto punto empezó a notarse que no era suficiente; ambos queríamos más. Además, que la correa de Luke podía ser tan suave y endeble como para dejar mis manos pasar, pero llegó un momento en que la presión que hacía contra su cadera —y ahora contra mi muñeca— empezó a molestarme. Así que sí, había llegado el momento de quitarse toda esa vaina y comenzar con el verdadero juego.

Con una última apretadita, saqué mis manos de su pantalón y pasé a rodear con ellas la correa por ambos lados hasta que se encontraron en la hebilla. Como ya no hacía falta que estuviera tan baja respecto de él mientras me deshacía de la prenda, Luke sacó la mano que tenía bajo mi vestido y la usó para ayudarse con la otra a arrastrarse unos centímetros hacia abajo sobre la arena hasta que nuestras caras volvieron a estar a la misma altura. Pero no se detuvo ahí: ahora con dicha mano libre, fue bajándome el vestido poco a poco, tirando del borde de los hombros que ya antes con su boca me había dejado a medio brazo.

Recorría con sus labios cada centímetro que quedaba al descubierto, como si su mano le estuviera barriendo el camino a su boca. Me besaba, lamía y de vez en cuando mordía —ni tan suave Ositos Cariñositos ni tan salvaje 365 Días— con unas ansias que no jugaban carrito, haciendo especial énfasis en mi pecho, por cuyo valle fue abriéndose paso, dedicándole un rato a cada una de las dos montañas que lo delimitaban. Luego siguió bajando por mi estómago y el camino de la felicidad.

Yo, para ese momento, ya me había deshecho de la correa, zafándosela de los pasadores y dejándola a un lado en la arena. Le desabroché el pantalón y le bajé el cierre con una rapidez que te quedas lococrazy, y aunque no pude hacer mucho más porque para quitárselo del todo tendría que ser yo la que se encontraba arriba, y en ese instante no era así, digamos que sentí cierta reacción de su parte consecuencia del movimiento de mis manos en su entrepierna. Tengo que decir que por mucho que ya lo conociera e incluso lo hubiera vuelto a avistar la otra noche en las duchas, me siguió sorprendiendo en el mejor de los sentidos.

Al haber terminado todo el trabajo que podía hacer ahí abajo por el momento, centré mi atención en su camisa. Ya tenía desabotonados los primeros tres botones, incluido el del cuello, así que solo me tocó quitar unos siete más o menos y zas: listo, papá. Metí mis manos bajo la tela que entonces quedaba mucho más suelta y las posicioné a sus costados, para a partir de allí comenzar a recorrerle todo el pecho bronceado con algo de desesperación. Quería deshacerme de toda esa ropa de una vez.

Acariciándole el cuerpo entero fue deshaciéndome de la camisa, bajándosela por los hombros. Él me ayudó, dejando de tocarme unos segundos, tan solo unos segundos, para que pudiera quitársela completamente pasándola por sus muñecas. Para ello tuvo que dejar de apoyarse de una de sus manos, ante lo que optó por arrodillarse entre mis piernas, aún con el torso inclinado hacia abajo, hacia mí.

Cuando su camisa dejó de estorbar, Luke colocó sus manos a ambos lados de mis caderas, y aprovechando que en esa posición estaba algo más cómodo y tenía más libertad de movimiento, me bajó el vestido de un solo tirón hasta las rodillas, dedicándose a continuación a recorrer con su de la misma forma que antes el camino que había despejado.

Siguió bajando, bajando y bajando hasta que terminó de quitarme el vestido, y no quedó un solo centímetro de mi cuerpo que no hubiera pasado por sus labios.

Hizo la prenda a un lado, y en vez de volver a subir por mi cuerpo repitiendo su recorrido de antes en sentido contrario, me tomó los tobillos las manos y me haló hacia él en un solo movimiento, haciéndome quedar con las piernas abiertas a sus lados, de una forma brusca pero a la vez muy hábil que no me lastimó en lo absoluto, sino que, en cambio, me gustó. Me gustó demasiado más bien. Tanto, que no pude evitar soltar un gemido ante ese placer tan repentino que después me dio penísima. Hasta que recordé que era él con quien estaba. Éramos nosotros dos y nadie más. No tenía de qué avergonzarme.

Acarició mis piernas, partiendo de mis tobillos y llegando a parar bajo mis rodillas. A esa altura, me agarró y me atrajo unos cuantos centímetros más hacia sí, de forma que quedara más abierta ante él y mis caderas más cerca de las suyas, con mis rodillas dobladas a sus costados. Se me quedó viendo por unos segundos con esa mirada de deseo tan arrebatadora que me estaba volviendo loquísima, pero decidió no perder más el tiempo y pasar directamente a la acción.

Volvió a inclinarse sobre mí, fusionando nuestros labios en tremenda lata, incluso mejor que las anteriores. Yo pasé mis brazos por entre los suyos y me abracé a su espalda, clavando mis dedos en su piel con la presión justa. Le rodeé la cintura con mis piernas, apretándolo más contra mí. Hubo cierto movimiento que hicimos que llevó a que el bulto de su entrepierna rozara con la mía, y esa vaina sí es verdad que fue el colmo de los colmos. Nawebona de cucaterremoto, cucatsunami, cucatodo.

Solté un gemido en su boca, aumentando la presión de mis piernas a su alrededor para sentirlo con más fuerza, cosa que lo hizo también soltar uno propio, incluso más alto que el mío. Menos mal que sonaron medio ahogados por nuestro beso, porque si no por allá por la cabaña común debían de haberlos escuchado. Él como que quería que yo me desmayara ahí mismito y no pudiéramos terminar esa verga, porque como si no fuera ya suficiente, tuvo que agarrar y bajar sus caderas de una forma que de pana nawebona...Tito El Bambino estaría orgulloso.

Eso hizo que, por un lado, tuviéramos que separar nuestras bocas para dejar salir la satisfacción, y, por otro lado, que me agarrara a él con más fuerza, clavándole las uñas, y rasguñándole la espalda sin querer.

Me di cuenta de lo que había hecho por cómo Luke alzó levemente las cejas, de forma casi imperceptible, como si no quisiera que yo notara que se había sorprendido. Ahí caí en que él aún no conocía ese lado más... drástico —digamos— de mí en lo que a eso respectaba. Con él solía ser la cosa más tierna y delicada del mundo, sobre todo al comienzo de nuestra relación, en gran parte debido a que yo apenas era una principiante, y él se estaba tomando el tiempo y la paciencia de enseñarme todo poco a poco. Ya las últimas veces que lo habíamos hecho, como ya estábamos más que acostumbrados al otro, nos habíamos atrevido a otro tipo de cosas un poco más interesantes, pero casi nada en comparación con lo que tras esos dos años había aprendido, lo que tras esos dos años sabía que me gustaba.

Y no me malinterpretes, pues; ninguna señora Grey. Pero tampoco era la niña inocente que aún estaba aprendiendo.

Y sé también que era una vaina súper equis, pero entendía que lo tomara por sorpresa, porque la Lucía de antes nunca le hubiera dejado marca, y esa rasguñada segurísimo que lo hacía.

—Lo si... —empezaba a disculparme, alejando mis manos de su espalda, aunque en realidad no quería porque tampoco había hecho nada malo, pero ajá, me daba medio penita y vaina.

—No, no —no me dejó terminar, hundiendo las cejas con una sonrisa tímida, más sorprendido aún de que estuviera pidiéndole perdón por esa tontería—. Me gusta. —Me tomó las manos con las suyas y las llevó a donde estaban antes, en su espalda, sin dejar de verme a los ojos—. Me gustas.

Y con esa me partió cual galletica. Ya yo no existía. Ya yo no estaba ahí. Qué arrecho.

Nos mantuvimos la mirada en silencio por unos instantes, hasta que volví a abalanzarme sobre él en otra tremenda lata, volviendo a hi mis dedos sobre su piel al tiempo en que él dejaba a mis manos trabajar solas y llevaba las suyas a mi cintura, tan solo para hacerlas subir con una presión similar por todo mi abdomen, pecho y boobies, apretando, agarrando y haciéndome completamente suya como, en cierto modo, ya era.

Llegó un momento en el que no aguanté más la ansiedad que sentía en todo mi centro; ansiedad por tenerlo lo más cerca de mí posible, por sentirlo del todo, por que me llevara a donde solo él sabía llevarme. No aguantaba más.

—Luke —llamé su nombre en un quejido entre una lata y otra, ante lo que él pasó inmediatamente a besarme la mandíbula y subir por esta con sus labios hasta por detrás de mis orejas, liberando mi boca como para que así pudiera decirle lo que quería—. De pana que ya no puedo más... —Lo hice, interrumpiéndome a mí misma con el gemido que me provocó el que me mordisqueara levemente la oreja—. Lo necesito.

Él se detuvo, levantando su rostro hasta que quedó nuevamente frente al mío, casi que rozándome la nariz con la suya, y paseó su mirada por la mía como preguntándome si estaba segura.

Asentí suavemente. —Te necesito.

Confirmadas mis ganas, pasó sus manos, que ya se encontraban en mis pechos, por la banda del sostén strapless. Llegó hasta donde mi cuerpo se pegaba con la arena, con lo que tuve que levantarme un poco apoyada sobre mis codos, para que él pudiera acceder a la parte de atrás y comenzar a toquetear los enganches de metal para que estos se soltaran. Y cuando estuvieron a punto de hacerlo, me acordé de un pequeño detalle que me obligó a poner una de mis manos sobre otra de las suyas para detenerlo en pleno acto.

Me devolvió la mirada, confundido, cuando se la busqué con mis ojos pelados y mis cejas alzadas.

—¿Tienes...? —comencé a preguntarle, algo embobada por el momento. Me costaba pensar con claridad—. Ya sabes...

Luke pareció entender a qué me refería cuando imitó mi expresión, y eso, a su vez, me hizo saber la respuesta sin que tuviera que pronunciar palabra.

—Mierda... —exclamó por lo bajo, mordiéndose el labio en un intento de contener todos los planes quesúos que en su cabeza tenía y que la falta de esa pieza imposibilitaba—. ¿Tú no...?

Negué con la cabeza antes de que pudiera terminar la pregunta.

Los dos sabíamos que habían otras opciones, pero también sabíamos que no existía pareja más cuidadosa que nosotros en lo que a ese tema respecta. Ya ni siquiera era por las ETS, porque sabíamos que ninguno de los dos tenía nada, y que, en caso de haber adquirido algo en estos dos años, nos lo hubiéramos dicho ya. Con Luke había esa confianza. Pero no nos íbamos a estar arriesgando a parir un muchacho que no teníamos la madurez para criar, que nunca jamás podríamos siquiera plantearnos abortar, y que tampoco soportaríamos tener que dar en adopción. Eso no iba a pasar, a menos que ya fuera cosa del destino y nos tocara ser de ese pequeño porcentaje de casos en los que el condón falla. Ya eso si no era por irresponsabilidad nuestra. Así que como los dos teníamos claro que sin gorrito no había fiesta, no teníamos más nada que hacer. Estábamos jodidos.

Luke soltó un suspiró y me echó un último vistazo, rendido, antes de dejarse caer sobre la arena a mi lado, boca arriba.

—Qué pajuos somos —dije, tirando los brazos, que ya no ocupaban su espalda, en el suelo extendidos sobre mi cabeza—. ¿Por qué coño no vinimos preparados?

—Yo no traje —confesó aquel, viendo pa'l techo de la cuevita, tan dentro y fuera de sí como yo. De pana qué arrechera con nosotros—. Los únicos que trajeron fueron Mike, por razones obvias, y Ashton. Nunca pensé que...

—Yo tampoco —admití, sonriendo de lado al pensar en todo lo que nos había llevado a su punto, cómo había pasado de intentar odiarlo a darme cuenta de que seguía queriéndolo tanto como antes en menos de una semana. Ni en los sueños más locos hubiera imaginado que eso pasaría—. Ya va —Me detuve en seco cuando me fijé en algo que acababa de decir—. ¿Ashton trajo gorritos?

—Sí —respondió el rubio, extrañado por mi pregunta—. Tenía la esperanza de encontrar una chica que también viniera a vacacionar a Fiji que quisiera acabar con el largo verano que lleva desde lo de KayKay —me explicó, hundiendo las cejas con una sonrisa divertida.

Me reí de la vaina. Ese Ashton, qué perro. Ah, y por si no pillaste lo del verano, se refiere a tiempo sin tirar. Yo lo sé por la canción esta de Caramelos de Cianuro. Dígalo ahí, Asier.

—Y... El bolso que te dio Fiorella... —Decidí dejar la joda de lado y centrarme en lo verdaderamente importante—. ¿No era de Ashton?

Luke volteó a mirarme automáticamente, pensando lo mismo que yo.

Tardamos menos de lo que empieza a oler un peo en levantarnos. Luke logró pararse antes que yo, así que decidí quedarme en ahí sentada y dejar que fuera él el que se llegara hasta el bolso, que antes había dejado tirado no muy lejos de donde entonces estábamos. Así hizo, todo agitado, despeinado, con el pantalón medio bajado y la cantina abierta, hasta tener el objeto el objeto a sus pies, tras lo que se agachó junto a este.

Qué bello era ese marico.

Mientras yo me lo buceaba, abrió la vaina y se puso a buscar en su interior, sacando algunas cosas para facilitarse la búsqueda, entre ellas algunas prendas de ropa, el teléfono de Ashton y un desodorante de bolsillo. Y cuando pensaba que ya nada...

—Bingo —anunció Luke, sacando del fondo una pequeña cajita azul metalizado que sabía perfectamente a qué correspondía.

¡EEEEEEESOOO NOJODAAA! ARRECHITRIPINGUÍSIMO. QUÉ FELICIDAD, NAWEBONA.

Hay que tener en cuenta lo sospechoso que era que precisamente Fiorella tuviera ese bolso, pero dejemos ese tema para más tarde.

—Por fin pegamos una —le dije a Luke, con una sonrisa entre emocionada y nerviosa, sabiendo que ahora es que venía lo bueno.

—Aunque pareciera mentira —me siguió la joda, ni siquiera intentando contener la felicidad que el hallazgo le había proporcionado, mientras volvía a meter las cosas que había sacado de nuevo en el bolso.

—Pero, ya va —nos frené un poco al fijarme en un detallito importante, que podía impedir que a pesar de tener los gorritos se diera la fiesta—. ¿Son de tu talla?

Pensé que Luke lo comprobaría en la caja con algo de miedo de encontrarse con que no era así, pero, en su lugar, hundió sus cejas rubias y sonrió de medio lado en una expresión de relajo. —Sí —me tranquilizó—. Tengo toda la vida con ellos, y créeme que aunque no lo parezca, Ashton...

—No me lo digas —lo detuve antes de que pudiera decir algo que no se me fuera a olvidar jamás. Él se rió de mi reacción, terminando de cerrar el bolso y dejarlo a un lado, justo donde estaba antes, para regresar conmigo cajita en mano.

El corazón se me aceleró al verlo acercarse. Ya era el momento. Sí es verdad que había que recuperarnos un poquito del CVP —corte violento de pata— de antes, pero una vez volviéramos a agarrar calor, que tampoco creía que fuéramos a tardar mucho... Ahí sí venía lo bueno. Bueno, lo bueno no, lo mejor. Uy, muchos bueno. Bueno, equis.

Luke se detuvo a centímetros de mí, le echó un vistazo a la caja para estar seguro de lo de la talla, y con una sonrisa gozona que me tenía loca, la dejó caer en la arena a mi derecha. Se disponía a volver al suelo conmigo, pero yo lo paré antes de que pudiera hacerlo, levantándome hasta estar apoyada de mis rodillas, y poniendo mis palmas abiertas a cada lado de sus caderas.

Me miró desde arriba, y yo alcé la barbilla para poder devolverle el gesto a la vez que cernía mis dedos sobre el borde de tela y comenzaba a bajarla poco a poco por sus piernas. Cuando llegué a sus tobillos, me ayudó levantando los pies de la arena para que pudiera quitarle el pantalón del todo. Lo hice a un lado, dejándolo junto a toda la demás ropa de la que ya nos habíamos deshecho.

Lo siguiente fue el bóxer, cuyo bulto se había reducido un poco desde la última vez que había reparado en este, pero que con el roce de mis dedos por toda esa zona, por no hablar de la cercanía de mi cara, hizo que ahí mismito volviera a su máxima expresión. Repetimos el procedimiento del pantalón con la ropa interior del rubio.

Fui trazando una línea imaginaria por sus costados con la yema de mis dedos, desde sus tobillos hasta sus caderas, que representaba la penúltima parada del trayecto. La siguiente ya te la imaginarás.

No hace falta que te cuente a detalle lo que pasó después, porque aunque sé que lo vas a entender, no te lo voy a explicar. Me da penísima. Yo no narro estas vainas normalmente, así que lo siento, soy principiante. De paso que como Luke lea esto me va a joder si te hablo de las caras que estaba poniendo mientras yo hacía lo mío, como si nunca en su vida le hubieran ma... Ah, ¿viste? No puedo.

Cuando llegamos a la conclusión de mi trabajo, en el que al parecer había sacado la mayor nota posible, Luke me acarició el pelo con una de las manos que habían estado sosteniéndome la cabeza y dándome las directrices segundos atrás, y me limpió los labios con la otra, rozándolos con la yema de sus dedos en un gesto bonito y delicado. Yo en ningún momento dejé de mirarlo con esa picardía y ese deseo, a los que en algún punto se había sumado la satisfacción de provocar en él todas esas sensaciones que había dejado salir por su boca mientras la mía estaba ocupada en otra cosa.

Cuando se vio con las fuerzas suficientes para continuar, puso sus manos sobre mis hombros y me empujó muy suavecito hacia atrás, como para que volviera a tirarme sobre la arena. Lo hice, y él no tardó en llegarse a mi lado, en la posición que habíamos tenido que abandonar antes por falta de medios para continuar.

Lo tenía completamente desnudo sobre mí, y eso me estaba volviendo loca. Quería sentir toda su piel chocar con la mía, no dejar ni un milímetro sin tocar, que nos fusionáramos como si fuéramos unos solo. Él también lo quería, y por eso, precisamente, lo primero que hizo fue rodearme el sostén con ambas manos y quitármelo, soltando las piecitos metálicas que lo cerraban, cuando yo levanté un poquito la espalda del suelo para darle paso.

Se me quedó viendo por unos instantes desde ahí arriba, contemplándome como si no lo hubiera hecho nunca antes, como si fuera la primera vez. Sus ojos me recorrían de una forma tan intensa que era casi como si me estuviera tocando, cosa que no tardó en hacer, convirtiendo en suyo todo lo que sus manos presionaban, apretaban, estrujaban y pellizcaban.

Luke me besó otra vez, y fue bajando poco a poco sus besos de mi boca a mis mejillas, y de ahí trazó su camino descendiendo por mi cuello. Respiró profundo mi aroma a Perfumes Factory, provocándome escalofríos mezclados con unas cosquillas sabrositas que verga... Se me erizaron hasta los pelos de la nariz.

Ah, pensaste que iba a decir del culo, ¿verdad? Te pasas, vale.

Total que Luke se entretuvo ahí un momentico, poco a poco desviándose hacia mi clavícula sin dejar de depositar sus suaves besos sobre mi piel, húmeda y seguramente con su toque de sal.

Mis manos subieron de su espalda a sus ricitos rubios, acariciándolos como tanto me encantaba hacer, y al mismo tiempo presionando a Luke contra mí para más intensidad.

Mientras tanto, aquel continuó por mis hombros acompañándose con sus manos, las cuales se posicionaron ambos lados de mi cadera a la vez que sus labios se llegaban hasta mi barriguita. Así siguió por mi ombligo y el camino a la felicidad, y no se detuvo hasta cierto punto.

Paseó sus dedos por la línea de mi bronceado, y como si fuera por accidente, introdujo uno de ellos por debajo de la tela. Luego otro, y otro, y tras entretenerse con el encaje unos segundos, cuando menos fui a ver, mis panties habían desparecido.

Otra vez, como te digo, tampoco me voy a pasar de detallista porque 50 Sombras conmigo. Así que ajá. Sólo voy a decir que ese chamo con esa lengua que tenía sabía hacer muchísimo más que cantar y decir groserías.

Sin dejar de acariciar su cabello, levanté la barbilla hacia el techo de la cueva, mordiéndome el labio como consecuencia de la cantidad de sensaciones que me dieron en ese momento, todas juntas y en el mismo sitio.

No es por ser marginal, pero esa vaina era la cuca sísmica.

Total que el catirrusio también entregó su trabajo bien hecho y también le puse un 20, cosa que le hice saber tanto con los sonidos que salían de mi boca como con las reacciones que tenía mi cuerpo ante sus movimientos. Cuando terminó, tardé unos segundos en volver en mí, y cuando finalmente lo hice, no espere a que se pusiera otra vez sobre mi cuerpo, especialmente porque sabía que esa posición le cansaba, y llevábamos mucho rato así. Esa fue la razón por la que decidí agarrar la cajita a mi lado y sentarme frente a él.

Saqué uno de los muchos cuadraditos de plástico que aún quedaban dentro —la caja no estaba sellada; la habían usado antes—, y se lo pasé a L. Él hizo lo que tenía que hacer, y cuando estuvo todo preparado, me acerqué un poco más, arrastrándome por la arena, y me subí sobre su regazo, pegando mi cuerpo al de Luke como si fueran uno sólo, en la posición más cómoda para ambos.

Mi pecho se fundía con su pecho, mi cadera encajaba a la perfección con la suya; era como si estuviéramos hechos el uno para el otro, salidos de la misma fábrica.

Nos aferramos sin intenciones de soltarnos, yo llevando mis manos a sus hombros y nuca y él abrazándome con sus fuertes brazos bien posicionados en mi espalda, apegándome lo más posible a sí.

Entonces que estábamos completamente desnudos podía sentir cada poro de su piel, algo húmeda gracias al agua marina. Era suave y tersa, tal como la recordaba, pero la forma que tomaba era completamente nueva para mí.

Nuestros cuerpos habían cambiado mucho en esos dos piches años, lo que nos obligaba a redescubrirlos y trazar un nuevo mapa muy distinto al que ya conocíamos. Tampoco era que nos quejáramos, a decir verdad.

Miré a Luke mientras acariciaba los pequeños ricitos rubios que llegaban hasta la parte alta de su cuello, diciendo muchas cosas con tan sólo una mirada para luego callarlas y perderme voluntariamente en esos ojos azules por los que desde hacía años moría. No pude evitar sonreír de medio lado, gesto que él imitó.

Lo besé una vez más, como si su boca fuera el aire que necesitara respirar desesperadamente. Me sorprendió cómo su lengua bailaba al compás de la mía con tanta confianza, a pesar de que sabía que no era la primera vez. Sus besos se sentían tan bien, eran tan familiares y acogedores, que me hacían querer seguir presa de sus labios por el resto de la eternidad.

A mitad de esa serie de latas que nos estábamos marcando, como si pudiéramos leernos la mente, ambos supimos que era hora de empezar con la verdadera acción.

Me levanté un chin, tan sólo lo suficiente, sin separar mis labios de los suyos. Él se aseguró de que estuviéramos bien alineados con una de sus manos. Y luego volví a bajar en un movimiento de cadera, poco a poco convirtiendo este vaivén en constante. Luke también hacía de las suyas, poco a poco causándome una cantidad tan inmensa de sensaciones que no sabía que podían poseerme al mismo tiempo.

Ahí me di cuenta de lo perfectamente sincronizados que estábamos, en ritmo, en intensidad, en movimientos. Básicamente en todo. Nunca antes me había dado cuenta de que esa conexión entre él y yo iba mucho más allá de lo físicamente perceptible cuando se trataba de aquello. Suena extremadamente marico y todo, pero es la verdad. Luke sabía justo lo que me gustaba, cómo y exactamente dónde, y yo también tenía claro cuáles eran sus preferencias. Era simplemente increíble la forma en que conocíamos nuestros cuerpos a la medida, por mucho que los años los hubieran ido cambiando. Siempre íbamos a ser los mismos de aquel otoño del 2018.

Total que seguimos besándonos hasta que no pudimos más, ya que todas esas sensaciones juntas nos obligaron a hacer otro tipo de cosas.

Yo, por mi parte, tuve que morderme el labio nuevamente para no gritar, aunque al final terminé rindiéndome y dejándome llevar, disfrutando del hecho de que éramos sólo nosotros dos en ese pelaero' 'e chivo. Podía soltar tantos gemidos como me diera la gana sin ninguna preocupación, así que lo hice. Y Luke tampoco pudo ni intentó contenerse mucho tiempo, pues, así que qué tanto.

Tampoco quiero que creas que nosotros éramos unos escandalosos. No, vale. Es sólo que las circunstancias lo ameritaban.

Total que de esa forma estuvimos un largo, largo rato, en el que te puedo asegurar que me sentí como nunca en mi vida.

Es que no era algo mecánico, sino más bien químico. Por eso no fue que tuvimos sexo y ya. Nada qué ver. Hicimos el amor, que es algo totalmente diferente.

Cada vez que su cuerpo y el mío colisionaban era una sensación nueva, más placentera que la anterior. La fricción entre nuestros pechos, sus dedos clavándose en mi espalda y mis manos recorriéndole el pelo eran tremendas añadiduras que intensificaban toda la satisfacción.

Y eso respecto al tacto, porque si hablamos de lo visual te me desmayas y no te puedo seguir contando el beta.

Tipo, tú imagínate el ambiente del atardecer en la playa; los tonos cálidos contrastando con el bronceado perfecto del niño aquel, sus ricitos de oro, los ojos que no podían resaltarle más, y para colmo, la tremenda cuerpa que tenía ese marico.

El cucardio más grande de la historia. Marko estaría orgulloso.

Total que a pesar de que duró bastante, no queríamos que acabase. Pero como era de esperar, al final lo hizo. Los dos sentimos eso, y créeme cuando te digo que nos lo hicimos saber.

Nos fuimos ralentizando hasta detenernos, sin aún separarnos. Cuando el movimiento cesó, el último toque fue un sencillo beso que deposité en sus labios y que fue devuelto a mí en forma de abrazo. Luego hundí la cabeza sobre su cuello, deleitándome con el aroma de su perfume mezclado con el olor a playa.

Ambos estábamos exhaustos, por lo que tuvimos que dejar atrás la anterior posición para acostarnos sobre la arena.

En un principio no dijimos nada; sólo nos quedamos mirando al trozo de cielo que se veía entre las paredes de piedra. Ese fue al atardecer más hermoso que aprecié en mi vida.

Cuando pude recobrar el aliento, me arrastré un par de centímetros hasta llegar a Luke. Fui recibida por sus brazos, que me acogieron sin dudarlo ni un segundo. Reposé la cabeza de su pecho, dejando una de mis manos sobre este.

No dije nada; estaba demasiado alterada físicamente como para siquiera pensar en hablar. Luke aún respiraba con algo de dificultad, pero eso no le impidió romper el silencio. —Soy... —empezó a decir, von la voz ronca y un chin temblorosa, mirando pa'l cielo. Hundió las cejas—. ¿Cómo es que se dice...? Ah, sí —Volvió a alzarlas—. Pajuo. Soy pajuo.

Yo fruncí el cejo, no pudiendo evitar reírme, algo confundida. —¿Más o...? —quise preguntar, pero la voz me salió toda gutural que ni Groot, así que me aclaré la garganta antes de proseguir—. ¿Más o menos? —Me quedé en silencio unos segundos, embobada con el paisaje que se vislumbraba detrás de las piedras—. O sea sí eres, pero ahora ¿por qué exactamente?

Luke sonrió de medio lado por cómo yo acababa de insultarle por debajito de la mesa, pero no se molestó en hacerse el ofendido. Tan sólo se limitó a responder a la pregunta. —Había olvidado esto.

Lo miré extrañada, más confundida que antes. —Así que... esto —hice como que le seguía el juego. Me acordé de Germán respondiendo preguntas de Twitter. ¿Foco? Foooco.

—Esto —Hizo un amplio gesto con la mano que no me acariciaba la espalda y el hombro derecho, como queriendo englobarlo todo; a él, a mí, la playa, todo—. Nosotros. —Dejó su mano caer en la arena nuevamente—. Lo increíble que es.

Qué cuchi, marico. Tan bello mi catire.

Sonreí, repartiendo caricias sobre su pecho, algo sudado, con la yema de mis dedos. —Yo no lo había olvidado —confesé tras unos segundos de silencio—. Y creo que nunca podré hacerlo —Bajé la mirada a la mano que tenía sobre su torso al notar que él la bajaba a mí, buscando mis ojos con los suyos. No quería mirarlo mientras decía eso; me daba demasiada vergüenza—. Es decir, el ochenta por ciento de lo que sé es por ti y... —Me mordí el labio inferior, temiendo lo que podría pensar de lo que estaba por decir, pues podía sonar bien creepy—. De alguna forma siempre vas a ser el referente.

Esperaba que se asustara por lo loca ex obsesionada que me acababa de hacer parecer a mí misma, pero su reacción a mis palabras fue completamente contraria: continuó acariciándome la espalda con una mano, y levantó la otra, que se encontraba descansando en la arena a su lado, para dirigirla a mi rostro, acomodarme el cabello despeinado detrás de las orejas y luego trazar un caminito invisible por la línea de mi mandíbula hasta llegar a mi barbilla y alzarla con suavidad y ternura hacia sí, haciendo que lo mirara a los ojos.

Me analizó como si fuera una obra de arte, la obra de arte más cautivadora de la historia. Era demasiado bello ese hombre, Dios mío.

Poco a poco se fue formando una sonrisa en sus labios, que entreabrió para decir, en un tono de voz súper dulce: —Y no puedo esperar a descubrir ese veinte por ciento.

No digo nada

Los amo❤️

— Cams

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top