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Dedicaciones para lulubookssra_ y opalobloom ❤️

Negué levemente con la cabeza, sin dejar de sonreír, al ver que su terquedad llegaba a esos extremos.

Había pensado que me diría que no. De hecho, estaba segura que iba a decirme que no, que él era un tipo serio y que no estaba para experimentos y vaina. Pero me equivoqué. Por lo visto me tenía más ganas de las que creía; no había otra explicación para que no se echara para atrás.

Decidida a llegar hasta el final, pues había sido yo la que lo había retado, me mantuve firme, con mis ojos fijos en los suyos, algo achinados, rasgo que debo decir me gustaba. Era como exótico el carajo.

Total que comencé llevando mis manos a su pecho, el cual sabía que hubiera podido sentir mejor si no llevara dos prendas cubriéndoselo. Fui bajando la mirada a medida que caminaba con mis dedos desde lo que hubiera sido su abdomen hasta sus pectorales, trazando a paso de tortuga una línea por todo el medio de su cuerpo. Ahí, en su pecho, detuve mis manos y las extendí, palmas abiertas, para luego deslizarlas suavemente hacia su clavícula. El cuello de la camisa, más alto que el del suéter, dejaba entrever el tatuaje de la pluma y el de números romanos, en los que ya me había fijado antes, y que me parecían bastante finos, he de decir.

Hice subir mis manos a ambos lados de su cuello hasta reunirse en su nuca, donde el cabello, negro y de una estatura media —ni corto ni largo—, se le arremolinaba.

Hasta ese momento, se había mantenido inmutable, con sus manos atrás en su espalda y su respiración controlada, como si mi tacto no le afectara para nada. Pero entonces, pude sentir demasiado cómo se le puso la piel de gallina. Me dio satisfacción haber provocado ese efecto en él. Sin embargo, sabía que a cualquiera le pasaría si le acariciaban esa zona en específico, y hacer lo que haría cualquiera no era mi cometido.

Me puse de puntillas, y agradecí que mis zapatos deportivos tuvieran una buena plataforma, porque sabía que de otra manera sería imposible llegarle y lo que haría más bien sería pasar pena. Una vez a la altura suficiente, con los dedos enterrados en sus rizos oscuros, le eché un vistazo como el de antes, pero esta vez al revés —de sus ojos a sus labios—. Fui acortando los milímetros que quedaban entre nosotros, con una lentitud casi insoportable, que me obligué a mantener para darle nivel a esa tensión.

Cuando mi boca estuvo a tan solo un mínimo movimiento de rozar la suya, me quedé ahí, estática, cosa que él, preparado ya para la colisión, no se esperaba para nada. Lo supe por cómo entreabrió los labios para recibir el beso que no llegó. Al menos no cuando él pensó que lo haría.

Sonreí con autosatisfacción, y me mantuve así unos instantes, hasta que yo misma no pude soportarlo, cerré los ojos, y lo besé.

Al principio ni siquiera me regresó el beso, pero yo no me desanimé. Él se hacía el de piedra, pues pensaba romperlo con una piedra más grande. Por eso, sin darle más chance de dejarme así, besando la pared, abrí los ojos y me separé un poco, solo un poco, lo suficiente para poder verlo directamente a los suyos a la vez que hacía otro movimiento, más arriesgado que el anterior: morderle suavemente, pero con cierto toque salvaje, el labio inferior.

Ahí ya le dio una vaina y no se aguantó más. Igual de rápido como se prende la luz cuando le das al suiche, en menos de un segundo, había pasado de tener sus manos bien guardaditas tras de sí a recorrerme el cuerpo entero con ellas, con una ferocidad que solo era superada por la del latazo que me zampó al instante.

Quería decirle que yo había ganado, y en algún momento lo haría, pero en ese preciso instante estaba demasiado ocupada probándolo como para querer usar la lengua pa' otra cosa.

Tengo que decir que sus labios eran increíblemente suaves, y tenían un regustico al mojito que habíamos estado compartiendo antes bien sabroso. Por otro lado, lo que sí no eran suaves eran sus manos, que tenían un tacto algo endurecido, cayoso, conferido por el bajo y la guitarra, pero sin perder por ello la habilidad les confería a su vez el piano. Y no sabría explicarte bien por qué, pero me encantaba. De paso que de vaina y no me rasgaban el vestido por la intensidad con la que buscaban de tocar todo lo que había tras la tela de este. Aunque yo tampoco es que me quedara atrás, pues aproveché que la cosa se estaba poniendo fuerte para meter mano en determinados sitios en los que, si fuera por mí, ya las hubiera metido antes.

En algún momento se me empezaron a cansar los pies, que seguía teniendo en puntillas porque, de lo contrario, no había manera en que pudiera llegarle a su boca. Él debió darse cuenta por la forma en la que me aferré del cuello de su camisa, halándolo hacia abajo a medida que mis talones se acercaban al suelo, negados mis dedos de los pies a seguir sosteniendo todo mi peso. Y al hacerlo, Calum, en lugar de inclinarse hacia mí encorvando la espalda para no interrumpir la sesión de limpieza de garganta, deslizó sus manos de mi retaguardia —en donde en algún momento habían llegado a parar y se dedicaban a hacer de las suyas— a la parte trasera de mis muslos, que agarró con fuerza, usando tal agarre para levantarme.

Yo, al ver lo que pretendía momentos antes de que lo llevara a cabo, lo ayudé pegando un pequeño saltito. Así, gracias a la colaboración ciudadana, quedé con ambas piernas rodeándole la cintura, y él sosteniéndome, primero con sus manos asiéndose de mis muslos, y luego, de una zona más... voluptuosa, en la que habían estado poco antes.

Me pegué más a él, cruzando las piernas por detrás de su espalda, y aproveché que ya no me hacía falta sostenerme con las manos para zafarlas de su camisa y usarlas, en cambio, para quitarme la chaqueta, que dejé caer en el suelo a nuestro lado, con todo y teléfono adentro.

Calum, aunque podría haberme seguido cargando por un buen rato, prefirió llevarnos a ambos hacia una repisita que teníamos detrás. En ella, se disponían varias tablas de surf, una encima de la otra, de forma horizontal, separadas tan solo por los tablones que componían la repisa. No era muy alta, así que, al dejarme sobre la última de las tres o cuatro tablas que había colocadas en esta, quedé más o menos a su altura.

Yo sabía por qué lo había hecho —quería tener las manos libres un momento—, y cuando se separó un poquito de mí para tomarse los bordes de la camisa y pasársela por encima de la cabeza, quitándosela en un solo movimiento, lo único que hizo fue confirmármelo.

Mientras lanzaba la prenda por allá junto a mi chaqueta, lo ayudé a quitarse el suéter que tenía debajo, el cual ya de por sí se había levantado un poco, dejando entrever algunos de los tatuajes de su pecho que me estaban volviendo loca, y que aproveché para mirar de cerca.

Cuando terminó de deshacerse de la camisa, hizo lo mismo con la prenda manga larga, que ya yo había subido lo más arriba que pude, dejándole el pecho al descubierto.

Sin esperar mucho más, volvió a llevar sus manos a mis muslos, esta vez a ambos lados de los mismos, clavando las yemas de sus dedos en mi piel de una forma que me hubiera hasta dolido si no fuera por lo mucho que me gustó. Suena medio a masoquista y todo, pero tenía tiempo que no me agarraban así, con esas ganas... Y coño, lo necesitaba.

Bueno, y eso que estamos hablando de manos, porque si nos metemos en el tema de los besos y te cuento la tremenda metida de lengua que nos estábamos marcando... Nawebona. No íbamos a tener que volver pa'l odontólogo más nunca.

Hood fue de mis rodillas a mis caderas, metiendo sus manos por debajo del vestido que, al ser ceñido al cuerpo, en cierto punto empezó a molestarle, a lo que simplemente lo apartó, subiéndomelo de un solo coñazo hasta que quedó por encima de mi pantie. Aprovechó la posición de sus manos para asirse de mis caderas y acercarlas un poco más hacia sí, de forma brusca, pero con una agilidad arrechísima que le impidió hacerme el más mínimo daño, dejándome casi en el borde de la tabla de surf.

Eso me hizo soltar un quejido en sus labios, que me salió más audible de lo que hubiera querido, consecuencia de la sorpresa que me generó aquel movimiento tan inesperado de su parte. Eso, a su vez, fue lo que hizo que el chico tuviera cierta reacción involuntaria que hasta ese momento había evitado con total éxito. Y créeme cuando te digo que la sentí.

Así, sabiendo que estaba prendiéndose demasiado esa verga y yo por supuesto quería que siguiera como tal, me decidí a bajar mis manos, agarrarlo de las hebillas del pantalón y atraerlo hacia mí, halándolo de la cintura, para, ya al tenerlo suficientemente cerca, dirigir mis esfuerzos a desabrochárselo, comenzando por el botón y siguiendo con el cierre.

Estaba por terminar de bajarlo, teniendo para ello que acercarme a una zona peligrosa, cuando, de repente, se separó de mí, dando un paso atrás de un respingo, como si lo hubiera puyado con algo, cosa que sabía que no había hecho. Por eso, y porque hasta entonces sus gestos habían estado cargados de seguridad, como si hacer todas esas cosas conmigo fuera algo que hubiera querido desde hacía tiempo, me extrañó.

Mis manos cayeron en el espacio entonces vacío entre mis piernas, en el que antes había estado su torso. Abrí los ojos como platos para encontrármelo mirándome de la misma manera, con el pelo todo alborotado de tanta mano que yo le había echado y una cara de trance increíble. Se notaba que se encontraba físicamente alterado. Qué bueno estaba, marico. Para comérselo con los dedos.

—B, escucha... —intentó decirme tras los primeros segundos de shock, saliéndole una voz ronca, casi gutural, que lo hizo tener que aclararse la garganta y repetir—. Hay... Hay una chica...

Le costaba pronunciar las palabras; era incluso como si le doliera hablar. Así que, sin esperar a que siguiera torturándose a sí mismo para decir algo que claramente no quería decir, le pregunté: —¿Es tu novia?

Eso era lo único que me importaba: yo no iba a ser cacho de nadie, porque no me gustaría que a mí me montaran cacho tampoco. Nanai. Por lo que, si la respuesta era un , por mucho que quisiera comérmelo ahí mismito —o terminar de comérmelo, mejor dicho—, me pararía, me iría como si nada, y no me acercaría más a él por lo que quedaba de viaje. No había discusión.

—No —respondió rápidamente, como si, por primera vez desde que lo había conocido, temiera lo que yo fuera a pensar.

—Entonces no quiero saber —Negué suavemente con la cabeza un par de veces—. En una semana tú vas a volver a Los Ángeles y yo a Nueva York, y no nos vamos a volver a ver más nunca. Así que, a menos que la quieras...

—No —repitió, como si estuviera recordándose a sí mismo tal cosa.

No sabía quién era la muchacha y tampoco me importaba, pero si hubiera sido ella y lo escuchara decir eso, me hubiera dolido, porque se notaba que lo decía con toda sinceridad. Eso solo podía significar que se había apartado de mí para decírmelo por cortesía, para que supiera que había otra persona y que, en base a eso, tomara yo la decisión de si quería o no seguir con lo que estábamos haciendo, porque se notaba a leguas que él sí quería.

Calum en plan:

—Aprovéchame ahora que puedes —completé la frase que antes había comenzado, mirándolo con una cara que hubiera equivalido a tener escrito en la frente con marcador Sharpie VEN ACÁ Y MÉTEME LENGUA OTRA VEZ. ATT: LA GERENCIA.

Calum respiró profundo, y se me quedó viendo por unos segundos, de arriba a abajo, mientras yo seguía ahí sentada esperándolo. Era como si estuviera visualizando en su cabeza todas las cosas que quería hacerme. Si tan solo tuviera una mínima idea de las que yo quería hacerle a él...

—¿Que te aproveche ahora? —preguntó, con la misma voz medio rasposa de antes que lo que hacía era darme escalofríos aunque no fuera su intención. Comenzó a acercarse lentamente a mí hasta llegar a donde había estado antes, entre mis piernas. Mantuvo la mirada gacha, hacia el escote de mi vestido y luego hacia mis labios, mientras volvía a colocar sus grandes manos sobre mis muslos entonces desnudos y reiniciaba las intensas caricias que había estado depositando en ellos. Luego me miró a los ojos, desde arriba porque con todo y repisa seguía siendo más alto que yo.

Solté un mmjm de labios cerrados, y me disponía a volver a dejarlos sobre los suyos cuando recordé que había otra cosa que tenía que decirle...

—Te gané.

Él rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Subió un poco sus manos hasta el borde de mi vestido y lo terminó de levantar, tardándose un poco por lo pegado que estaba a mi cuerpo, para luego dejarlo caer al suelo a nuestro lado.

Me observó detenidamente durante lo que pareció una eternidad, desde mis piernas a mi rostro, pasando entre medias por mi abdomen desnudo, mi pecho —únicamente cubierto por un sostén strapless— y mis hombros pecosos, sobre los cuales se desparramaba mi largo cabello marrón, que para ese momento debía tener vuelto un desastre. Luego, cuando volvió sus ojos a los míos, y antes de que nuestros labios volvieran a colisionar, me susurró, con la misma sonrisa gozona que tanta rabia me daba y tanto me gustaba al mismo tiempo: —Creo que es más bien un empate.

***

—Tienes el vestido torcido —me advirtió Calum mientras pasábamos por debajo de unos árboles a las afueras de la cabaña común—. La línea del costado —me señaló cuando volteé a verlo como si estuviera loco. Yo sabía que me había puesto mi vaina bien—, la tienes por la mitad del culo.

Eché un vistazo por encima de mi hombro, y me di cuenta de que, lastimosamente, tenía razón. No lo admití, por supuesto, pero igualmente me detuve un momento para acomodármelo. Él se detuvo también a esperarme, y una vez comprobé que lo tuviera derecho, seguimos caminando.

—Y ¿qué haces tú viendo pa' allá? —inquirí.

—No es como que me dejes hacer otra cosa —rezongó, refiriéndose a la cortada de nota trifásica megatrambólica de minutos atrás.

Te preguntarás por qué, si la vaina en el cobertizo iba tan bien como te estaba contando...

Pues sí, así era: todo iba de maravilla, estaba gozando una bola y la mitad de la otra. Y hubiera seguido así si no me hubiera dado cuenta, justo cuando estábamos a punto de llegar a esa parte, de que no había gorrito, y por tanto, no podía continuar la fiesta.

Yo no cargaba, él tampoco; ninguno se imaginó cuando hizo las maletas que fuéramos a encontrar a alguien con quien querer usar semejante adorno de hora loca durante el viaje. Y sabía que había otras posibilidades... Pero no me iba a arriesgar; mucho menos con una persona que apenas conocía. Ni siquiera era por miedo al embarazo, sino porque, ¿cómo sabía yo que no me iba a pegar una vaina rara y después a llorar pa'l río? Hasta el que se veía más seriesito podía tener alguna verga, así que, no, no, no. La pinga.

Él por supuesto que lo entendía, pues. No le había hecho mucha gracia, obviamente, igual que a mí, pero ni me chistó, ni me insistió. Y, si te soy sincera, eso me gustó.

Verga, poeta. Ni Chino y Nacho.

Total que, sabiendo que era tarde como para entretenernos buscando una solución, y que tampoco es que hubiera una —los únicos que nos imaginábamos que podían tener condones era el matrimonio peliloco, y no íbamos a ir a pedirles a ellos para que nos vieran como el chico del Oxxo—, nos vestimos a regañadientes y salimos pirados pa' donde estaban los demás.

Yo era partidaria de irme por mi cuenta para que no nos vieran llegar juntos, pero Calum dijo que si hacíamos eso, iba a verse más forzado y todos iban a sospechar, y me pareció que tenía razón.

Ah, y eso sí: antes de irnos de ahí tuvimos que hacer algo respecto al levantamiento de torre de aquel, y no voy a decir qué exactamente, pero te podrás imaginar...

Y bueno, nada. Al final logré lo que quería: dejarlo con las ganas. Aunque me quedé yo con las mías también, por webona, así que a qué costo.

Mi misión en los próximos días sería conseguir gorritos. No me iba a ir de esa ñelda sin haber probado arepa a la australiana. Aunque sabía que Calum era capaz de nadar hasta Fiji capital con tal de conseguir las piezas faltantes pa' completar el rompecabezas, así que tampoco tenía de qué preocuparme. Por lo menos ahora teníamos claro lo que queríamos. O eso creía.

Tengo que reconocer que todo eso había sido una buena distracción, pero ya que por lo pronto había terminado, mi concentración volvía a estar con Lucía y su situación con el susodicho.

Me preocupaba, y me debes odiar ahora mismo por metiche. Ah, claro, porque yo sí podía ir tranquilita a meterme mano con el chino bello este pero no iba a dejarla a ella matar su queso con el rubio gafo aquel. Sé que lo parece, y que debes pensar que soy una carajita webona que está buscando lo que no se le ha perdido, que quién dijo mojón pa' que saliera Bárbara a flote... Lo sé, créeme que lo sé; pero ni tú, ni Luke, ni nadie que no fuéramos Pepe, Fiorella, Luisfer, Daniel y yo, ni siquiera mis papás, la vieron cuando estuvo destruida, vuelta mierda, irreconocible, y tuvo que levantarse de los escombros de su relación con ese rubio gafo. Se había perdido a sí misma; todos la habíamos perdido. Ya no tenía a mi hermana, y aunque había intentado recuperarla de todas las formas posibles, nada funcionaba, y había estado a punto de creer que nada funcionaría jamás. Gracias a Dios, estaba equivocada.

Sé que Lucía ha echado su cuento, pero verlo, estar ahí, presenciar en primer plano cómo se desvanece tu persona favorita y se convierte en alguien que ni ella misma reconoce, sentir cómo la pierdes y que todos tus intentos por hacer algo al respecto sean en vano, es una cosa muy diferente.

Así que no voy a juzgarte y a decir que no sabes lo que es ver a la persona que más amas en el mundo en una situación así, porque puede que lo sepas incluso más que yo, pero te pido que tampoco me juzgues a mí por querer impedir que algo como eso pudiera volver a pasar.

Solo necesitaba hablar con ella, le dijera o no lo de Luisfer —todo dependía de lo que él me contestara, si es que lo hacía—. Ya después, si quería seguir lanzándose al peligro que representaban los brazos del rubio, al fin y al cabo, era su vida. No podía obligarla a entrar en razón, pero al menos lo iba a intentar. No me importa si por eso soy la mala de la película. Lo siento, pero no lo siento.

Ahora, volviendo a lo que estábamos...

—¿No y que no te iban las creídas? —le pregunté a Calum, full irónica, una vez terminamos de subir el porche y atravesar la sala de la cabaña común para comenzar a rodear la laguna artificial, en dirección a la zona de la tarima.

Sonreí a modo de burla ante el suspiro ladillado que soltó, contenta de haberlo desacreditado tanto antes. No pensaba dejar de echárselo en cara.

—Si sigues con esa nos van a descubrir —replicó, poniendo el primer pie sobre el puente de madera, conmigo caminando justo detrás—. Ah, es verdad —hizo como que había recordado algo. Más mentiroso. Como actor de pana que era excelente músico—: que eso es lo que tú quieres. ¿O no es así, escandalosa?

—Cállate que tú no es que seas el más sigiloso —Fui a mirarlo feito, y cuando levanté la vista para hacer tal cosa, encontrándome primero con su espalda, vi que tenía la etiqueta de la camisa por fuera, así que apuré un poco el paso para acercarme más a él, y cuando estuve lo suficientemente cerca, me puse de puntillas y se la acomodé sin decirle nada al respecto—. Y ahora sí: ya estamos llegando; vuelve a fingir que no me soportas.

Se dio la vuelta levemente para averiguar qué estaba haciendo yo, y cuando me vio alejar mis manos del cuello trasero de su camisa y volver a bajar los talones para seguir caminando detrás de él, lo entendió, con lo cual volvió a voltearse, sin más. —Eso no lo tengo que fingir.

—Así me gusta —tuve que susurrar esa última frase, ya que, al bajarnos del puente, estábamos demasiado cerca de los demás y, aunque todos estaban centrados en Lucía y Fiorella en el escenario, nos podían escuchar—. Por fin estamos de acuerdo en algo.

Me dedicó una sonrisa hipócrita súper fingida que yo le devolví. Y, sabiendo que por dentro estábamos cagados de la risa, hicimos como si no fuera así y nos sentamos en la mesa de antes, como si nada hubiera pasado.

Bueno, vale

Ya terminó este pov

No sé si te gustó tanto como a mí me hubiera gustado que te gustara (valga la redundancia), pero aquí está

Los amo❤️

—Cam

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