50
Dedicaciones de hoy para -jeaaanne , its_lachama y lulubookssra_ ❤️
IN aN iMOshiONaL BLenDAh
(no, no voy a dejar de hablar de BLENDER)
Quizás fue por lo de la noche anterior. Ir a su habitación en ,su momento no me había parecido una mala idea, hasta que a la mañana siguiente me había despertado en una cama ajena sintiéndome extrañamente bien tras haber compartido más tiempo del esperado —y sin duda alguna más tiempo del necesario— con una persona que en cierto momento había sido muy cercana a mí. No hacía mucho, aunque a veces pareciera una época lejana.
Quizás era que temía que estuviera acercándose de nuevo. No sabía si estaba preparada para ello. No al estar tan reciente lo de Luisfer, pues, por mucho que intentara olvidarlo, seguía volviendo a mi cabeza en pequeños recuerdos cada tanto. Teníamos una historia que, aunque hubiera terminado y yo lo tuviera más que claro, seguía siendo importante para mí en muchos sentidos. Igual que mi historia con Luke.
Quizás fue porque, en caso de que estuviera preparada para ser su amiga, y no únicamente su conocida, sin miedo de confundir el presente y el pasado —muy distintos y hasta me atrevería a decir que opuestos—, no podía estar segura de que Luke lo estuviera también. No podía asegurarme de que él no sintiera nada por mí, aunque lo veía muy improbable y hasta casi imposible, así como tampoco podía asegurarme de que él no creyera que yo lo sentía. No quería confusiones. No tenía tiempo ni energía para más confusiones.
Y quizás por alguna de esas razones, o por todas ellas a la vez, aquello que Luke me proponía con tanta naturalidad, con tanta inocencia, me pareció una malísima idea.
—Ya está —fue Fiorella quien habló, interrumpiendo mis pensamientos cuando estos intentaban averiguar cómo decirle que no al catire sin parecer una maleducada por rechazar su compañía—. Así no vas sola, marica.
Intenté buscar las palabras correctas para expresar lo que en verdad quería decir —que no—, pero se me quedó la mente en blanco. Entré como en un bloqueo, y aunque lo intenté por casi un minuto entero —que me pareció más bien una eternidad—, no pude salir de él. Así, no me quedó de otra que responder a las miradas expectantes de todos con un asentimiento y un simple "dale", del que tenía claro que me iba a arrepentir más tarde. Pero no me imaginaba que tanto.
***
Miraba por la ventana, hacia las nubes, el mar turquesa, las manchitas oscuras que en el agua representaban barcos lejanos y en el cielo aves en pleno vuelo... Miraba a todos lados, y a ningún lado en específico. Lo que fuera para tener la mente distraída con algo que no fuera el rubio sentado a mi lado en la avioneta, ni todos los millones de problemas anexos que se escondían tras la pantalla del teléfono entre mis manos.
Poco después de que Liana informara de la llegada del medio de transporte que había pensado compartiría con Fiorella, Luke y yo nos habíamos ido a cambiar —necesitaríamos zapatos y ropa más cómoda si íbamos a movernos por la isla principal de Fiji—, y una vez arreglados para la ocasión, nos habíamos subido a este sin decir nada.
Yo no me encontraba del todo cómoda, especialmente desde que Liana me había entregado mi teléfono para que nos mantuviéramos comunicados mientras estábamos fuera. El celular era un recordatorio de todo lo que me esperaba en cuanto volviera a Nueva York, todas y cada una de esas cosas de las que había querido huir viajando por dos semanas al otro lado del mundo, pero que seguían persiguiéndome sin importar lo lejos que me fuera.
Luke estaba callado también, aunque, a diferencia de mí, no había desbloqueado su teléfono desde que Liana se lo había devuelto. Al menos no que lo hubiera visto.
A pesar de ello, el silencio no estaba compuesto por la tensión que lo había formado la última vez que nos habíamos subido a una avioneta los dos solos —y aquella piloto, que entonces se había enterado de todos los chismes y casi había presenciado la final de boxeo Australia vs. Venezuela—. Podríamos haber seguido así hasta aterrizar, pero cuando intenté dejar los pensamientos estresantes a un lado y después de un largo rato lo logré, preferí hablar y de esa forma distraerme antes de que volvieran a colarse en mi cabeza.
—¿Alguna vez te has lanzado de un acantilado? —le pregunté a Luke a través del micrófono y los auriculares, sin apartar la vista de la ventana, por medio de la cual podía ver, no tan lejos, la isla a la que nos dirigíamos.
—No —me respondió segundos después, extrañado por mi pregunta—. Aprecio mi vida.
—No, vale. —Chasqueé la lengua al ver que no me había expresado bien—. Me refiero a acantilados como esos... —Coloqué un dedo sobre el cristal y señalé un punto a la distancia que creí serviría de ejemplo.
Él estiró la cabeza hacia mí, o más bien hacia mi ventana, dado que por la que había de su lado no iba a poder ver a qué me refería. Agradecí que tuviéramos aquellos aparatos de audio encima, porque sentir su respiración en mi nuca no hubiera sido la sensación más agradable en ese momento.
—Dan hacia el mar —expliqué, aún con la yema de uno de mis dedos sobre el duro material—. Y son altos, pero no tanto. Tampoco tienen rocas debajo. Australia debe tener montones de barrancos así...
—Ah —exclamó, alargando la a, y regresó a su anterior posición, echándose otra vez hacia atrás—. Sí, claro que sí. ¿Tú no?
—No —contesté, intentando pensar en alguna razón para no hacer aquello que había visto tantas veces en las películas de adolescentes ambientadas en zonas de costa. Estuve a punto de excusarme con que en Venezuela había pocos barrancos así, ya que la mayoría de las playas no eran rocosas, pero sabía que era una mentira, porque de haber tenía que haber—. Supongo que siempre me ha dado miedo.
Luke iba a decir algo, pero en ese instante el piloto empezó a comunicarse en fiyiano con alguno de sus compañeros —imagino que de la torre de control—. Luego nos dijo que nos preparáramos para el descenso, ante lo que ambos nos agarramos a nuestros respectivos cinturones sin pronunciar palabra.
***
Mínimo una hora tardamos en aterrizar, bajar de la avioneta y salir del aeropuerto local entre el gentío.
Esa vaina estaba a reventar, aunque era más que nada en la zona del aeropuerto —en cuya área se hallaba, no muy lejos, un centro de alquiler de lanchas—. Ya cuando bajamos por el camino junto a la carretera donde nos había indicado el piloto —la señal era mala y Google Maps no colaboraba—, el bululú fue disminuyendo poco a poco. Seguro se debía a que estábamos en pleno agosto, en temporada alta para el turismo, orientado sobre todo hacia la costa sur de la isla y sus archipiélagos aledaños.
Podríamos haber pedido un taxi al salir del aeropuerto, pero por teléfono era imposible por el mismo tema de la señal, y la cola que había que hacer para poder acceder a ellos en persona era tan larga que se nos hubiera ido toda la tarde esperando, y ya eran casi las tres. Por eso, y porque según el piloto no nos tomaría más de media hora llegar a pie hasta el pueblo más cercano, decidimos lanzarnos a la aventura y echarle bola ejercitando las piernas.
Los primeros minutos transcurrieron en un silencio casi idéntico al que habíamos guardado en la avioneta y luego en el aeropuerto. Los carros que pasaban a gran velocidad por la autopista a nuestro lado no emitían un ruido lo suficientemente alto como para distraerme de mis preocupaciones, siendo una de ellas aquel correo que seguía esperando de la agencia respecto a mi repentina reclamación de vacaciones. Así que empecé a buscar en mi cabeza alguna excusa para iniciar conversación con Luke, ya que quizás así conseguiría desviar mi atención a temas menos serios. Me disponía a abrir la boca para hablarle del calorón que estaba haciendo y agradecer en voz alta haberme puesto un vestido fresquito, cuando él se me adelantó.
—Lu, yo... —empezó a decir, haciéndome voltear hacia él con un casi imperceptible sobresalto. No esperaba que fuera a hablar en ese preciso instante—. Siento que estés incómoda. Cuando me ofrecí a acompañarte no pretendía.... No quiero que pienses que...
—Ah, pues —lo corté ahí mismito, chasqueando la lengua a la vez que fruncía el cejo y hacía un gesto con la mano como diciéndole que dejara la weboná—. No seas gafo, chico. No estoy incómoda, solo... —Apreté los labios mientras buscaba la palabra correcta, hasta que la encontré—. Distraída. Y no tiene nada que ver contigo.
Eso último había sido, en parte, una mentira. Sí era cierto que una de esas tantas preocupaciones que llevaba encima estaba relacionada con nuestra... extraña situación. Sin embargo, era una cosa ínfima comparada con las demás, así que Luke tampoco tenía por qué saberlo.
—¿Segura? —Me miró de reojo mientras yo respondía con un asentimiento, para luego volver sus ojos al frente, hacia el camino de tierra que caminábamos—. ¿Qué te tiene distraída? —preguntó unos segundos después, con vacilación—. Si no es abuso preguntar —añadió rápidamente, intentando no sonar irrespetuoso, aunque no lo hubiera hecho ni queriendo.
No lo pensé mucho antes de contestar, no fuera a ser que Luke pensara que me lo estaba inventando para no decirle que el problema era él. O algo así. Ese muchacho se hacía demasiadas películas en esa cabeza catira suya, y no quería que el rey de los malentendidos malinterpretara nada porque después ahí sí iba a ser incómodo de verdad y qué ladilla.
—Las vacaciones no están siendo lo que pensaba —fue lo primero que me salió—. Y ya sé que a penas vamos que si por el tercer día, pero no sé... —Solté un suspiro, dejando caer mis hombros y con ellos mis brazos, que hasta entonces había tenido inconscientemente cruzados sobre mi pecho—. Supuse que algo de tiempo apartada del mundo me ayudaría, pero en vez de relajarme no paro de pensar en todo lo que tendré que hacer cuando vuelva a Nueva York. La agencia va a estar molestísima conmigo por abandonarlos esta semana, en poco empiezan las clases otra vez, todavía no he reunido ni la mitad del dinero para el estudio, las redes sociales no las soporto más...
Empecé a morderme la mejilla interna, cosa que me daba por hacer cuando la ansiedad amenazaba con apoderarse de mí. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, me detuve. Lastimarme deliberadamente no iba a quitarme esa sensación de estrés; solo iba a conseguir que me sintiera culpable por andar después con toda la boca rota.
—No quiero volver al estrés que tenía antes —concluí, apartando la mirada hacia los carros que pasaban por la carretera—. Quiero aprender a vivir día a día y no al límite de fecha, pero cada vez que lo intento me da una ansiedad que naguara... Ni que me ponga ochocientas veces In My Blood...
Y fue ahí, cuando volví la vista al camino de tierra y pude notar de reojo cómo Luke tenía su mirada fija en mí, que supe que había hablado demasiado. Me había preguntado aquello por el simple hecho de preguntar, por sacar tema. Seguro que no le importaban ni un mínimo esas vainas. Él tenía sus problemas, y no andaba contándolos por ahí como si fueran los únicos y más importantes, como si el mundo girara a su alrededor. Y luego estaba yo, quejándome como carajita chiquita en cola, cuando me quedaban dos semanas de vacaciones en una isla privada arrechísima con mis mejores amigos por delante. Me sentí demasiado estúpida.
—Lo siento —me disculpé, avergonzada, acariciándome los brazos desnudos y viendo pa'l suelo con full pena—. No pretendía ladillarte con mis mariqueras. Yo...
—No lo estás haciendo —me interrumpió, y me pareció que fruncía sus cejas rubias en una expresión que no supe descifrar bien. Digo "me pareció" porque tampoco es que volteara para comprobarlo.
—Hablemos de otra cosa —insistí.
—Lu —insistió él también, hablando con firmeza, más de la que recordaba que podía tener su voz—. No lo estás haciendo. Creo que esto es algo de lo que quieres hablar, y yo estoy aquí para escucharte. Sabes perfectamente que no te voy a juzgar. Tú no me juzgaste a mí cuando te hablé de cosas que pasaron hace casi una década —me recordó nuestra charla de la noche anterior, en la que había conocido más del pasado de ese niño que en todo el tiempo que habíamos tenido de relación.
Y ya sé que pretendes que te cuente, pero no te pienso decir nada porque esas son vainas personales de él. Primero me tienes que hacer una oferta apetitosa y después negociamos por la información.
Mentira, Luke. No soy ninguna sapa.
—En cambio, me ayudaste a terminar la única canción que me ha salido al natural en los últimos dos años. Te lo debo. Y no es solo eso: quiero hacerlo —siguió, sin dejar de mirarme con sus pepas azulísimas, aplicándome presión visual como si así fuera a entender mejor su punto—; quiero escuchar lo que tengas que decir, porque me importa.
Ok, está bien...
Ya con esa me convenció.
No es por nada, pero estaba pasado de cuchi ese carajito. Ni Siri me decía vainas así. Si seguía por ese camino me iba a obligar a hacerle una pulserita de la amistad.
—Bueno —accedí, atreviéndome a devolverle la mirada. Y aunque esta todavía iba algo cargada de vergüenza, la mantuve, y dejé salir todo lo que llevaba dentro. O, bueno, casi todo.
***
—Qué arrecho que todo esté en inglés —le comentaba a Lucas Roberto cuando terminábamos de cruzar el puente que atravesaba perpendicularmente el Río Rewa, nombre que saqué de las señales de la rotonda contigua, una de las cuales ponía bien clarito "Rewa River".
Ya estábamos en el pueblo de Nausori, el más cercano al aeropuerto local por el que habíamos llegado. Teníamos en frente la calle principal, delimitada a la izquierda por el río y a la derecha por una hilera de tiendas que se perdían en la distancia. Desde donde estábamos, ya podían distinguirse las letras de varios carteles, con nombres en fiyiano que eran seguidos por su traducción al inglés. Todos contaban con esa misma inscripción, como si fuera una especie de ley.
—Me recuerda muchísimo a Tailandia —mencionó Plastilina Gigante, y cuando estaba a punto de preguntarle si los letreros también los tenían bilingües allí, aclaró:—. Por la estética y por la gente, no por los letreros.
—Verdad que tú fuiste con nuestra mejor amiga Sierra —le recordé, a propósito para joderle la paciencia, alzando las cejas con picardía.
—Sh —me mandó a callar, kike serio, hasta que la media sonrisita de lado que se le escapó lo delató—. No menciones a quien no debe ser nombrada. Es peligroso.
Aquí hablando del pasado... Habíamos estado la mitad del trayecto hasta el pueblo hablando de mis vainas, conmigo quejándome de todo como generación Z que era, y Luke escuchándome con atención y luego intentando hacer las veces de psicólogo. No se le daba mal, debo decir: había conseguido que me desahogara como tenía tiempo que no hacía, desde aquella vez en casa de Fiorella cuando decidí aceptar el viaje que nos había llevado hasta allí, y con palabras positivas y sinceras me había ayudado a quitarme un poco del peso que llevaba constantemente encima. Y se lo agradecía, sobre todo porque sabía que teniendo él tantos problemas acumulados como yo, no debía de ser fácil. Y lo sabía, porque habíamos hablado de ellos también.
Me había contado cómo había pasado de estar en su punto más alto como músico con Youngblood, a sentirse otra vez como un novato. Entendía esa impotencia que sentía: creer que eres bueno en algo, que es lo tuyo, eso que todos saben que se te da bien, y de repente no serlo y encima no saber por qué... Tenía que ser horrible. Me imaginé una situación similar en mi relación con la fotografía, y supe que encontrarme con que eso que se había convertido en una de mis principales razones de existir, de un momento a otro parecía no ser para mí, me destrozaría. Luke era increíblemente persistente, y que siguiera ahí, intentándolo contra viento y marea, porque amaba tanto la música... Era asombroso. Lo admiraba, por eso y por millones de otras razones, y en un intento de que se viera a sí mismo con los ojos con los que yo lo veía, se lo hice saber. Él, con todo y lo nervioso que se puso, pareció tomarse mis sinceras palabras en serio, y por ello me sentí satisfecha.
Supongo que a ambos se nos daba mejor ayudar a otros que ayudarnos a nosotros mismos.
—A mí me recuerda a Tucacas —volví al tema anterior—. Solo que sin las señoras en su toldito vendiendo empanadas.
Luke me miró extrañado, aunque con una sonrisa, seguro imaginándose la vaina. De pana que un día tenía que llevarme a los 5Socorro pa' los Juanes. Les poníamos unas chancletas con hueco, unos chores rotos, una camiseta abiertota por las mangas con una foto de unas palmeras y unos lentes tornasol falsos, y ya teníamos los avatares venezolanos de Maikol Goldon, Aiston Frederiko, Lukrecio Robelto y Klum Tomás. Cabe destacar que Maikol era el cabecilla del grupo, Klum el de los contactos que les conseguía los trabajitos buenos, Aiston el del transporte, el que manejaba la moto, y Lukrecio el mandado que hacía lo que le decían. Los 5Peligro les llamaban, porque en cinco segundos ya te habían robado el teléfono, el carro y el corazón.
Bueno, ya, pues, volvamos a la seriedad.
—Mira. —Luke señaló una tienda más adelante cuyo letrero ponía "disfraces y complementos de fiesta" en inglés, bajo unas cuantas palabras en fiyiano que supongo significarían lo mismo—. Ahí puede que consigas lo que necesitas.
—Vamos, pues —estuve de acuerdo, y nos encaminamos en dirección al local.
***
—Roberto, tírate un paso —cantaba, sentada en una sillita fuera de los probadores, sosteniendo el teléfono con una mano y palmeando mis muslos con la otra al ritmo de mi propia voz, para darle sazón a la vaina mientras Luke salía modelando un traje de Superman—. Roberto, tírate un paso.
Y así lo hizo, bailando de la forma más ridícula que te puedas imaginar, haciendo que me riera más que el coño. Ya de por sí el disfraz era cómico —estaba diseñado de forma que Clark Kent parecía menos un superhéroe y más el encargado ladillado de una tintorería que se había puesto ropa de los clientes al azar por joder, siendo el toque de gracia unos bóxers de liga gruesa montados sobre unas licras pegaitas', y una S de Superman que parecía más un 5 de 5SOS—, y sumado a las payasadas de Luke... Nawebona de risa.
Igual había estado él cuando había sido yo la modelo de un traje similar, pero de Wonderwoman, que aún llevaba puesto a pesar del calor tras haberme lanzado una sesión de baile guardada en vídeo por el teléfono de Luke.
Entre carcajadas dejé de grabar, para dejar el celular a un lado y llevar mis manos a ambos lados de mi boca a modo de megáfono. —¡Fui fuiuuu! —hice la onomatopeya de un silbido—. ¡Ese papi! ¡Fuera mantequilla pa' derretirme en esa arepa!
Luke se rió de mis piropos tukis. Estaba a punto de responderme algo cuando el carraspeo de la señora de la caja nos interrumpió. Los dos volteamos en su dirección para encontrarnos con la mirada de desaprobación de la mujer, que segundos después apartó para volver su atención al libro que hasta entonces había estado leyendo, como haciéndose la loca pero sin hacerse la loca. ¿Me explico?
Plastilina Gigante y yo nos miramos, queriendo sentirnos apenados pero solo consiguiendo reírnos más de la vaina. Aún así, sabíamos que debíamos irnos, tanto porque de lo contrario la señora nos iba a mandar pa' la mierda ella misma, como porque el tiempo corría y todavía teníamos que comprar las cuerdas de repuesto para la guitarra de Superluke, cantante por el día, superhéroe por la noche.
El muchacho hizo un gesto con la barbilla hacia mí como diciéndome que nos fuéramos a cambiar, y yo le hice caso, siguiéndolo a los probadores sin antes dejar de sacarle la lengua a la señora mientras no me veía. Por amargada, nojoda. Luke negó varias veces con la cabeza cuando se dio cuenta de mi infantilería, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa.
Cada uno se metió en uno de los muchos cuartitos cuadrados que constituían los probadores, más chiquitos que cajita 'e fósforo, pero no lo suficiente como para impedirle a nadie quitarse y ponerse la ropa. Cuando estaba terminando de cerrarme mi vestido playero en la espalda, me cayó una vaina en la cabeza que más que golpearme lo que hizo fue asustarme que hasta pegué un grito y todo. Nada más con escuchar la risita que sonó después podía imaginarme al responsable, y al quitarme la prenda voladora de encima y ver que se trataba de la capa del traje de Superman, pude comprobar que estaba en lo cierto. Terminé de cambiarme rápidamente y salí capa en mano, poniéndome de puntillas y echando un vistazo por encima de los demás probadores hasta encontrar uno en el que sobresalía una cabellera de rizos rubios sobre la cortina. Ahí mismo fui y le lancé su vaina con fuerza, pa' que fuera serio el marico ese, pero senda sorpresa me llevé cuando se asomó por dicha cortina una mujer alta y catira que facilito podría haber sido la hermana perdida de Hemmings.
No me jodas, pensé, apretando los dientes mientras me calaba la cara de arrechera de la tipa. De las pocas personas que habíamos en esa tienda, justo una tenía de ellas tenía que ser el genderbent de Luke, y encima estar en los probadores también. Es que yo más salada no podía ser. Si no iba pasando pena por la vida no era Lucía Rodríguez.
—Perdón, se me cayó —mentí, poniendo mi mejor sonrisa Colgate...
La mujer rodó los ojos y me devolvió la capa sin más, cero ganas de ponerse a pelear, gracias a Dios. Full pena pero aliviada de que no me hubiera buscado coñazo, salí de los probadores para encontrarme a Luke esperando en la silla en la que yo había estado sentada antes, grabándolo.
—Podrías haber tardado más —me reclamó todo sarcástico, cuando le puse una cara de este mardito y le lancé la capa del coño 'e su pepa.
—Agarra tu mierda —repliqué, pasando a su lado. Él se rió, haciéndome caso y siguiéndome camino a la caja.
Dejamos los trajes en su sitio —era puro por la joda; no nos los íbamos a llevar— y esperamos a que un tipo ahí terminara de pagar una mariquera que había comprado. Mientras tanto, me puse a observar los objetos que tenían expuestos en las estanterías cercanas a la caja, entre estos, una cámara. Era pequeña, en su mayor parte plástica, y con pinta de ser medio chinchurrita, pero había algo en ella que me recordaba a mi primera cámara, una de Barbie marca china que me había ganado de cotillón en una fiesta de carajitos cuando era chiquita, y que siendo tan sencilla había bastado para que empezara a enamorarme de la fotografía. Si tan solo pudiera volver a sentirme así...
Me le quedé viendo sin disimulo, con la mente full flashbacks, hasta que fue nuestro turno de pagar. Me cobraron todo lo que había metido en la cesta —pelucas, lentes y demás complementos que nos iban a servir a Fiorella y a mí para nuestro acto estelar del día siguiente—. Luego me di la vuelta para irme y empecé a caminar hacia la salida, esperando que Luke me siguiera, y sorprendiéndome cuando se quedó atrás. Me detuve y esperé a que saliera, quedándome boquiabierta cuando vi que lo hacía con la cámara encima.
—Ten. —Me tendió el objeto con una mano y extendió la otra hacia la bolsa que yo sostenía con el corotero—. A cambio, tienes que dejarme que te lleve esto.
—Luke, no tenías que... —comencé a decirle al tiempo en que él me quitaba la bolsa de las manos con delicadeza ya que yo no parecía querer dársela.
—Vi cómo la mirabas —no me dejó continuar, entregándome el aparato casi que contra mi voluntad y cerrando mis dedos sobre él con ayuda de los suyos, que apartó rápidamente antes de que se volviera una situación incómoda—. Sé que no es una Kodak, pero... —Se llevó la misma mano a la nuca y se rascó, mirando pa' otro lado con algo de nerviosismo—. Hace rato me dijiste que a veces sentías que ya no te gustaba lo que hacías. Así no es como yo te recuerdo de aquel tour: estabas todo el día con tu cámara, fotografiando cualquier cosa que veías, te... te encantaba. —Se encogió de hombros y volvió a mirarme a mí—. No quiero recordarte diferente. Estabas enamorada de esto —Hizo un ademán hacia el objeto que entonces yo sostenía—, y quiero que vuelvas a estarlo.
No, marico. A Luke había que coñacearlo pa' que dejara la mariquera. ¿Quién le daba permiso a él de ser tan bello?
Me daba arrechera y todo, porque coño, ¿cómo hacía yo para evitar que me gustara si a cada rato me salía con una vaina nueva, una más bella que la otra? Y no es que me gustara, pues. Cero. Pero ya estaba empezando a dudar de mis facultades de impedir que algo así llegara a pasar en cierto punto si seguíamos por el mismo camino.
Encima una gente que se preocupa por los problemas de uno y para bolas cuando uno dice las vainas, porque tal cual: cuando habíamos tenido la charla paciente-psicólogo antes, le había dicho que a veces no me gustaba la fotografía, después de que durante mucho tiempo había sido que si una de mis fuentes de vida y energía. Y no porque en sí no me gustara, sino porque de tantos encargos y trabajos superpuestos, fechas de entrega y exigencias que iban en contra de mi visión como fotógrafa, había perdido un poco de esa pasión con la que había comenzado. Ah, y él va, se acuerda, y me compra la cámara que además yo había estado viendo sin decirle nada. Es que yo no sabía qué me provocaba más, si meterle un coñazo o un beso. Qué ladilla con ese mamaguevo.
De paso comprándome las vainas, que él sabía que me daba arrechera porque yo no era ninguna mantenida y pa' eso trabajaba. Pero, ajá, marico, el detalle... Es que... ¡Uy! ¡Qué peo contigo, Luke!
—Bueno, pero no me pegues —fue lo primero que me salió contestarle, y al instante quise zamparme senda cachetada a mí misma por lo pajua que había sonado queriéndomela dar de graciosa. Tierra, trágame ya, por favor, pensé para mis adentros. No debo de saber mal. Medio salada, pero sabrosa...
Él al principio se quedó como confundido intentando entender la vaina, porque después de un mini-discurso todo sincero como el que se había lanzado, lo que menos se esperaba era que le saliera yo de payasa. Si embargo, no tardó en relajar la expresión y bajar la mano que seguía hasta ese momento tras su cuello, esbozando una sonrisa de lado. —Qué... ¿pajua, era que se decía?
—Eso, vale, veinte puntos. —Asentí con la cabeza, dándole un empujoncito con el hombro que me respondió con una divertida rodada de ojos. Admito que lo primero que había pensado había sido en darle un beso en el cachete, pero ni me atrevía, ni llegaba. Ya demasiada pena había pasado por ese día como para que Luke me viera también dando brincos pa' llegarle a la mejilla—. Gracias —añadí con un tono más serio, mirándolo con una sonrisa tímida aunque sincera.
Me devolvió el empujoncito, ampliando la sonrisa que ya había en sus labios. —Para eso están los amigos.
Nawebona cómo me chirrió esa vaina en los oídos. De paso sin saber por qué, porque, en realidad, ya podía decir que de pana éramos amigos.
Para eso están los amigos, repetí en mi interior, y no dije nada más.
Yo les estoy diciendo que la cosa se pone fuerte. Yo les estoy diciendo...
Pero ya no digo más
Yini te amo
Los amo a todos❤️
— Cams
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top