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Dedicaciones de hoy para ItsShaeee e its_lachama ❤️
Annie y Hallie
Recuerden que las dedicaciones van para quienes más comenten y el número de dedicaciones depende de cuán activ@s estén. Si están full act, maratón
Lo de siempre
Recuerden también que los amo❣️
Aún no he respondido los comments pasados porque ando con datos y no he tenido internet en todo el día, pero los que he leído, me he reído demasiado
Me alegran el día
—CON MÉXICO, COLOMBIA Y VENEZUELA —fue lo primero que escuché cuando, de un segundo a otro, tuve conciencia de que me encontraba acostada en mi cama, con los ojos cerrados y la cobija tapándome poco más que los pies.
No recordaba haber llegado ahí. Quizás se debía a la buena pea que me había lanzado la noche anterior mezclando el vino que me había tomado con Luke y el Bailey's que se habían llevado los muchachos pa'l picnic nocturno, al que no me había podido resistir aún sabiendo los chances que eso me daba de convertirme en Borrachín, que era lo que seguramente había pasado.
Abrí los ojos lentamente mientras Marc Anthony y Gente de Zona seguían cantando que del Caribe éramos ellos y yo desde mi celular.
Te fuiste, me dije a mí misma cuando me di cuenta de la parte de la canción en la que me estaba despertando. Normalmente no pasaba de la primera estrofa, y en esa ocasión había durado dormida hasta el segundo coro. Así habrás tomado. Aunque en realidad no me acordaba que hubiera sido tan así, pues, pero bueno. Yo que tenía súper tiempo sin andar curda por la vida, no me iba a estar regañando a mí misma por hacerlo una vez cada mil años. Total, estaba con mis amigos, gente de confianza, en una isla perdida por ahí; no me iba a estar pasando nada malo.
—Ay chamo —exclamé cuando terminé de abrir los ojos y entró en estos la pepa 'e sol que estaba haciendo, y que se colaba por el ventanal abierto de la habitación—. Maracaibo, ¿eres tú?
—No, no soy yo.
Pegué un brinco del susto, apoyando las muñecas del colchón y semisentándome de golpe. Paseé la mirada por el interior de la cabaña, temerosa, esperando encontrarme la personificación de la capital zuliana en una Chiquinquirá Delgado toda bronceada vestida con el traje típico de Mariangel Villasmil sosteniendo tremenda bandeja de mandocas en una mano, solo para acabar consiguiéndome a Bárbara en su lugar, mirándome desde la puerta también abierta de la estancia.
—Coño, me asustaste, webona —la regañé, ignorando el dolor de cabeza que las luces y el susto habían agravado. Aunque también era mi culpa: al escuchar esa voz que venía como del suelo debí haberme imaginado que la única persona que había en esa isla que podía ser más chichón de piso que yo, era mi hermana. Obviamente no iba a ser Chiquinquirá—. ¿Más o menos qué haces en mi puerta? ¿Andas de guachimán?
Dato curioso: la palabra guachimán viene de una modificación del inglés watching-man, que fue sucediéndose con años y años de torcer el idioma y pronunciarlo mal. Te amo, Venezuela.
—Sí —respondió toda alzaita', aunque por el tono de su voz sabía que estaba siendo sarcástica—. No vaya a ser que la catira se pase pa' acá por la noche diciendo que se le perdió su cama que si le prestas la tuya. —Me recorrió con sus ojos verde oliva, casi castaños, frunciendo el cejo cuando volvió a dirigirlos a los míos. Iba a replicarle a lo que acababa de decir, a ver si me explicaba a qué coño se refería con eso, pero antes de que pudiera hacerlo, añadió:—. ¿Qué pasa que no te has vestido? Estamos todos esperando por ti. Por eso vine a buscarte.
Y en el momento en que aquellas palabras salieron de su boca, me fijé en que llevaba ropa de deporte, y supe que había metido la pata por andar aweboniada, una vez más.
Te explico cómo es la vaina: la noche anterior, cuando estábamos recogiendo las cosas después del picnic nocturno que no habíamos vacilado en la yapla, aquellos se habían puesto a hablar de lo que haríamos al día siguiente. Me acordaba porque ahí aún no me había hecho efecto el alcohol. Sin embargo, no hacía falta alcohol para que yo, como siempre, estuviera perdida en mis pensamientos.
Por ese momento de la noche, estos giraban en torno al correo que esperaba de parte de la agencia —respecto a mi rebeldía con lo de tomarme mis vacaciones cuando a mí me cuadrara y no cuando ellos quisieran—, y, en menor medida, en torno a lo que había estado a punto de preguntarle a Luke en los columpios si no me hubiera salvado la campana. Eso me pasaba por dejarme llevar y no pensar las cosas antes de abrir la boca. Nuevamente, por aweboniada.
El punto es que había estado tan absorta en esos temas, que no había escuchado nada de lo que los carajos estos habían dicho, y cuando preguntaron que si estábamos todos de acuerdo dije que sí por seguir al grupo. Por la hora en la que estaba soñando mi alarma y por las pintas que llevaba Bárbara, seguro que tenía algo que ver con hacer ejercicio y pararse temprano, nada de lo cual formaba parte de mis planes esa mañana; no después de mi borrachera.
—Ah, sí, ya voy. Estoy casi lista —le dije a Mayor Monograma, dejando a un lado el dolor de cabeza y el apego al colchón, y me quité de encima lo poco que tenía de cobija. Dudaba mucho que con el frío que hacía en ese lugar por la noche me hubiera acostado con tan poca cobertura; debía de habérmela ido quitando poco a poco a medida que el calor de la mañana empezaba a hacerse con el clima.
—Sí, ya veo —Llevó sus manos a sus caderas y ladeó la cabeza para observar toda ladillada cómo me levantaba con rapidez, apagaba la alarma que había configurado en mi reloj táctil —aunque Michael nos habíamos pedido que dejáramos los teléfonos con Liana, yo seguía necesitando despertarme con La Gozadera como llevaba haciendo todas las mañanas desde hacía años, así que había configurado la vaina en mi reloj inteligente— y me dirigía al baño.
—¿Será que me recuerdas qué era lo que íbamos a hacer? —le pregunté, y una vez allí, le puse pasta a mi cepillo para introducirlo en mi boca con una mano mientras me bajaba los shorts de pijama y la panti con la otra, de un solo tirón. Cero vergüenza, pues se trataba de mi hermana y no me importaba que viera cosas que ya por convivencia había visto mil veces antes, me senté en la poceta al tiempo en que me cepillaba los dientes.
—Vamos a ir en bicicleta por la zona que descubrimos tu amigo el full-tatuajes y yo el otro día —me explicó, sentándose sobre mi cama destendida, cosa que pude ver al estar esta frente a la puerta abierta del baño—. Hay playas bien calidad y una zona de plantaciones.
Terminé de hacer número uno y me lavé, aún con el cepillo en la boca. Luego volví a subirme la ropa interior, aunque dejando caer a mis pies el short y apartándolo a un lado cuando me levanté. Me giré hacia el lavamanos y dejé el cepillo dentro del vasito de vidrio que había junto a este, antes limpiándolo con un chorrito de agua.
—Mi amigo el full-tatuajes —repetí, sonriendo con picardía a la vez que sacaba de la primera gaveta el peine y una de las colas que había metido en mi bolsito de artículos de higiene—. Y ¿cuál de esos tatuajes te gusta más? —Empecé a peinarme lo más rápido que pude, para luego dejar la pieza de plástico sobre la mesa del lavamanos y ponerme la cola—. Ya que supongo que los has visto de cerca.
—Mírala, qué cómica —se burló de mí, entrecerrando los ojos en mi dirección cuando me di la vuelta y me encaminé hacia el closet—. Por muy papi que esté, bastantes problemas tengo yo como para estarme buscando uno más —admitió, parándose de la cama para seguirme al armario—. De paso músico. Son todos tóxicos.
Quise preguntarle cómo ella sabía que La Guaira era lejos, pero no lo hice. Sabía que mi hermana comía en abundancia, solo que bien callada —igual que yo destapando con cuidado la olla de las hallacas en Diciembre—, así que ya me imaginaba la respuesta.
—Si tú eres música también, pajua —le eché en cara mientras abría el par de puertas de madera y empezaba a buscar en su interior bien organizado un top y un legging de deporte. Cuando los conseguí, me aparté del mueble para que Bárbara, tal como sabía que iba a hacer, tomara mi anterior lugar y me ayudara buscándome unos zapatos y unas medias mientras yo me quitaba la camisa de pijama y me ponía la ropa deportiva.
—Sí, y los potes de shampoo son mis únicos y más fieles fans que van a todos mis conciertos en la Ducha Acústica de Baño Monte.
Cerró el armario tras sacar de este unos Skechers y un par de medias blancas. —Y precisamente por eso —siguió—; ya tengo suficiente lidiando con mi toxicidad para estar lidiando con la de alguien más. —Me lanzó las prendas, que cayeron sobre mi regazo, una vez me hube sentado al borde de la cama—. Y ni siquiera me cae bien el bicho este... ¿Cómo era que se llamaba?
—Cal... —estuve por contestar a su pregunta, pero ella siguió hablando sin pararme ni media bola.
—Carlos, Caldo, Calcium...
Se pasó JAJAJAJAJAJAJAJA.
Arrugó la cara, clara en que no la había pegada, pero después hizo un ademán con la mano restándole importancia. —O como sea que se llame el carajo. Me sabe a culo. El punto es que no me cae de maravilla.
Solté una carcajada. —Es Carlos —la "corregí", usando su primera opción, y esperando tener el privilegio de ver la cara de Calum cuando Bárbara lo llamara de esa manera en un futuro que esperaba no fuera muy lejano.
—¿Segura? —cuestionó mi juicio, mirándome con sus tremendas cejas hundidas.
—Bárbara, es mi amigo; ¿cómo no voy a saber? —Rodé los ojos como si la respuesta fuera obvia—. Y me siento ofendida —apliqué la carte de cambio de tema mientras me ponía las medias seguidas de los zapatos—. Yo soy mejor fan que el señor Pantene y la señora Elvive, pues.
—Chama, ¿desayunaste payaso o cómo? —se metió conmigo, aunque en el fondo sabía que se estaba riendo.
Me levanté de la cama de un salto, ignorando su pregunta para formular yo una propia: —¿Cuándo le vas a cantar algo a los muchachos? —Al ver que se disponía a darme una de sus típicas respuesta derivadas del "no", me apresuré en añadir—: A mí me encanta tu música y creo que tienes full talento. Deberías sacar tus canciones a la luz algún día, y sé que una de las razones por las que no lo has hecho es porque todos los que las hemos escuchado somos amigos o familia, y piensas que te lo decimos porque te queremos. Así que, ya que viniste coleada pa' esta ñelda y te encompinchaste con mis amigos, aprovéchalo. Si hay alguien que te pueda confirmar de forma objetiva si esto es lo tuyo o no, son ellos.
Ella se me quedó viendo por un momento, en el que pensé que me iba a reclamar por decirle arrocera cuando lo cierto era que yo le había insistido en que me acompañara —aunque estamos claros que lo hacía por ella—. Y no tenía nada que ver con lo que estábamos hablando, pero ahí, observándola de vuelta, fui consciente de lo poco y mucho que nos parecíamos a la vez.
Por el color del pelo, los ojos —a pesar de que los suyos fueran más oscuros, casi marrones— y la piel, además de la altura, podías adivinar que éramos familia. Pero luego si te fijabas en la contextura —yo era mucho más plana y ella más esbelta—, las pecas, los tatuajes —ambos de los cuales ella tenía de sobra y a mí me faltaban—, las cejas —las mías delgadas y las suyas con más densidad poblacional que Caracas—, podías tener tus dudas. Y si hablábamos de personalidad, ni te digo.
Bárbara era súper segura de sí misma —pa' lo que quería—, era lanzada, directa, terca, malandra y a veces hasta tosca. Yo, en cambio, era algo insegura, torpe, cuidadosa con mis palabras —siempre intentando no ofender a nadie pa' que no me cayeran a palos—, responsable de mis acciones, la típica mamá del grupo, recatada, y en el fondo sifrina, al menos en comparación con ella.
Capaz la razón de ello era que Bárbara, al ser la menor de los hermanos Rodríguez, había evolucionado su personalidad a modo de supervivencia del más apto. Lo entendía porque, teniendo un hermano como Daniel, mi casa era un "o comes o te comen". Y quizás por esa misma razón, ya que Daniel no se había tomado su papel de hermano mayor demasiado en serio, yo lo había asumido en su lugar, tomando gran parte de las responsabilidades que a él le correspondían y haciéndolas mías.
No me malentiendas; Daniel era muy buen hermano. No podría imaginar mi vida sin él. Pero es verdad que jamás se tomaba las cosas con seriedad y criterio lógico. Si no lo hacía entonces, mucho menos cuando éramos niños.
—Mira, mueve ese culo, que arrancan sin nosotras —Bárbara interrumpió mis pensamientos. Se dio la vuelta y empezó a caminar con prisas en dirección a la puerta de la cabaña, ignorando el tema de su música como siempre que salía a relucir.
Aún así, tras una rodada de ojos, lo dejé ir y la seguí. Me di la vuelta y terminé de cerrar el cuadrado de madera detrás de mí, para luego girarme otra vez hacia el camino de tablas que conectaba las cabañas.
—Ten cuidado con la... —empezó a decir, no lo suficientemente rápido como para advertirme a tiempo de la gran cesta tejida que se hallaba junto a mis pies, y que acabé llevándome por delante.
No logré poner las manos antes que la cara, y terminé pegando la mandíbula del suelo, mordiéndome la lengua de paso.
—¡Marico! —solté un audible quejido en forma de grosería, que segundos después pude ver que había hecho voltear a los trabajadores que pasaban por ahí.
Era extraño ver trabajadores por la zona de las cabañas, ya que era como el área privada de los huéspedes. De hecho, no había visto a ninguno de ellos por allí en los dos días que llevábamos en la isla. Desde el suelo, me fijé en que los que habían volteado a verme, entre los que reconocí a Aisake —el compañero de Liana que también custodiaba nuestros teléfonos—, llevaban cestas como la que se había atravesado en mi camino segundos antes, solo que llena de ropa y toallas.
—Nawebona de coñazo... —Bárbara apretó los dientes, arrugando la cara ante mi dolor, pero no hizo nada para ayudarme, demostrando una vez más
toda la amabilidad que de vaina y no cabía en ese cuerpo tan chiquito. Nótese el sarcasmo—. No podía faltar.
Aisake le dijo algo a los tipos que lo acompañaban, quienes se alejaron por el camino de madera en dirección a la cabaña principal, y luego empezó a acercarse hacia nosotras a través de este.
—¡Está bien! —le informó Bárbara en un grito cuando aún se hallaba lo suficientemente lejos de ambas como para poder escucharnos en un tono de voz neutral.
Ella lo dijo como para que el tipo no tuviera que perder su tiempo preocupándose por una de mis miles de caídas diarias y pudiera darse la vuelta y seguir con lo suyo, pero a él le entró por un oído y le salió por el otro, e igualito se llegó.
A todas estas, yo me fui levantando, ignorando el dolor de cabeza que seguía latente y que acababa de mezclárseme con el recién adquirido dolor de jeta. Cuando estuve de pie, le eché un vistazo arrechito a mi hermana por no haber mostrado ni el más mínimo interés en ayudarme antes.
—Está bien. No le pasó nada —repitió Mayor Monograma. Eso era exactamente lo que diría cualquier mamá de carajito berrinchero cuando la gente se le quedara viendo después de haberle metido un coñazo por estarle haciendo show en pleno supermercado. O al menos así era antes de que existiera la LOPNA.
—¿Van de salida? —preguntó Aisake, deteniéndose frente a nosotras para luego hacer un ademán con la cabeza en dirección a la puerta.
—Sí —respondimos las dos al unísono, y yo añadí—: ¿Por qué?
—Estamos cambiando las sábanas y toallas de las habitaciones —explicó, sin explayarse demasiado, y se nos quedó viendo como para que nos "desatravesáramos" de la puerta y le diéramos paso.
Nosotras tardamos en captar la vaina. Yo fui la primera en hacerlo, haciéndome a un lado en un paso lateral, y teniendo que jalar a Bárbara de un brazo hacia mí al ver que no se movía de ahí la tragamoscas esa. —Dale, pasa, pasa —dije, ignorando la expresión de molestia que la cejona me dedicaba por haberla jalado con cero delicadeza.
El tipo nos hizo una señal con la cabeza a forma de saludo para después pasarnos por un lado y entrar en la cabaña de la que ambas veníamos como si nada. Barb y yo nos miramos extrañadas por la actitud tan random del carajo.
—Vaina pa' rara —comentó en español—. ¿Tienes los riales' bien escondidos?
—Sí eres desconfiada. Con lo que cuesta esta vaina dudo que esa gente tenga problemas de billullos —la regañé, aunque terminé por encogerme de hombros—. Pero sí. Están bien escondidos.
La miniRodríguez rodó los ojos de forma exagerada y me agarró del brazo tan fuerte como yo la había agarrado antes para apartarla del camino de Aisake, solo que ella lo hizo hacia adelante, retomando la marcha y arrastrándome detrás de sí. —Muévete, que aquellos deben estar hablando la paja pareja de nosotras —Fui a replicar, pero me interrumpió asegurando—. Les voy a decir que es tu culpa. Dalo por hecho.
Dili pir hichi dijo la guitarrita.
¿Qué más? ¿Todos están bien?
Este cap es más sobre la relación de Bárbara y Lucía
Que, por cierto, no sé si alguna vez les dije que los nombres de los personas están inspirados en personas que conozco, hasta la misma Lucía
Es un secreto dijo Plan B
Bueno, vale
Los amo❤️
— Cam
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