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Dedicaciones de hoy para its_lachama y thinxhemmo ❤️

Lo prometido es deuda, y como veo que andas pila, te dejo el cap 40 por aquí

Recuerda que las dedicaciones van para quienes más comenten, y serán 1, 2 o 3 dependiendo de cuán acts estén

Y te tengo una sorpresa: el primer puesto de las próximas dedicaciones (es decir, la persona que más comente en este cap) tendrá algo especial: acceso a una versión alternativa de este capítulo, un poquito bastante diferente a la que terminó siendo

No cambia el desarrollo de la historia, peeeeero... digamos que es "interesante"

No sé, no digo más

—Vamos, pues —le ordenaba Fiorella a los muchachos, parada con los brazos en jarras a las puertas del pequeño gimnasio de la cabaña principal—. Pa' fuera. Nos toca.

—Todavía no son las diez —replicó lo que según mi oído era la voz de Roy. Digo según mi oído porque no podía verlo estando detrás de Crystal y Fiorella, quienes ocupaban todo el hueco que dejaba la puerta abierta. Ser chiquita y sus vainas—. A que no, Ashton.

Ashton, que era el único de los hombres que tenía reloj y supongo que por ello se encargaba de llevar los tiempos, respondió: —En realidad son las diez desde hace rato, pero estaba esperando a que ellas se dieran cuenta y nos vinieran a sacar —Hizo una pausa en la que me imaginé a Roy viéndolo feo, pues luego tuvo que excusarse—. Lo siento, pero no tengo ganas de ir a correr.

Te explico cómo era la dinámica: resulta que ahí todos hacíamos más o menos ejercicio pa' coño, mantenernos saludables, bajar el sedentarismo y controlar esas panzas. En Nueva York, mi edificio contaba con un gym ahí calideishon al que iba tres o cuatro veces a la semana con Bárbara, Fiorella, Luisfer —antes de que se pirara pa' Miami— y Pepe. Mi hermano era el único flojo. El resto de días —sin contar el de descanso que a veces se convertía en los, en plural, pues variaban en número dependiendo de las circunstancias—, me tiraba en una colchoneta en mi cuarto a copiar lo que hacían las youtubers de ejercicio tipo Lilly Sabri, Chloe Ting y esa gente. El punto de toda la paja que te estoy hablando, es que yo con todo lo que tenía que hacer trataba de sacar un momento para ejercitarme, pues, porque de pana me hacía sentir mejor conmigo misma, como que le estaba haciendo un cariño a mi cuerpo. Así no fuera ninguna modelo de Victoria's Secret. Por lo menos pa' poder decir que estaba intentándolo.

Y no era la única; todos los del Camping FijiSOS, incluidas mi hermana y Fiorella —a las que ya mencioné antes— andábamos en esas vibes de la vida fitness. Fitness a la hora del workout, pero a la hora de comer, olvídate.

El peo es que el gym de la cabaña principal era chiquito —aunque bien equipado, eso sí—. Por eso, y porque las carajas teníamos rutinas más o menos parecidas entre nosotras, distintas a las de los carajos, decidimos separarnos por sexos: una hora de gimnasio para ellos mientras nosotras hacíamos cardio corriendo por la playa, y luego una hora de gimnasio para nosotras mientras ellos salían a correr. Al día siguiente rotábamos los horarios y así.

Estando de vacaciones, pararse temprano a hacer ejercicio era como...

Pero bueno. Para ponernos buenos había que hacer esfuerzos.

—Bueno, muevan ese culo —Ranchi los apuró con un aplauso puji-puji, tras el que se escuchó el sonido metálico de los chamos bajándose de las máquinas, y con el cual, ella y Crys entraron en la habitación, por fin dejándome ver.

Tal como había supuesto por el sonido, todos estaban saliéndose de las máquinas o levantándose del suelo, a la vez que recogiendo las toallitas y los termos de agua que se habían traído de la cocina esa mañana. Calum y Luke, además, agarraban sus respectivas camisas, que en algún punto de su rutina se habrían quitado, supongo que por el calorón que hacía. El primero se la puso de nuevo, mientras que el segundo se la echó sobre el hombro.

Inconscientemente, le eché un vistazo precavido al rubio, quien estaba demasiado ocupado hablando con Ashton de cualquier mariquera como para darse cuenta.

No fueron más que unos segundos, pero bastaron para notar que los músculos de sus brazos, sus hombros y su pecho estaban mucho más marcados de lo que recordaba. Luke no era delgado a lo paraulata, y al ser tan alto, eso era algo que le quedaba bien; siempre lo había pensado. Pero entonces que había sacado más papa, y había tonificado el buen cuerpo que ya tenía... Créeme que quise, pero no pude evitar pensar que estaba demasiado bueno. Y no a pesar del pelo alborotado y el sudor que lo cubría de arriba a abajo, sino, por el contrario, más aún gracias a eso.

No era una vaina tampoco que si modelo de Calvin Klein, aunque a mí los hombres así perfectos nunca me habían encantado. Sé que parece coba, pero te lo digo de pana. Yo era una chama normalita, con un culo normal, unas tetas normales, un abdomen normal. Estaba clara que no era fea, pero tampoco era una vaina arrechísima. Así que no iba por la vida pensando que los hombres para ser atractivos tenían que tener los cuadritos marcados y los brazos duros como piedra. Las imperfecciones me gustaban, y fue quizás porque algunas de las que conocía de ese muchacho parecían haberse difuminado bastante con los años, al menos según lo que podía verse a esa distancia, que me sorprendí. Sí, quizás fue por eso, o por la forma en la que en ese instante se rió, con los ojos brillándole y la nariz más perfilada que el coño, de una ridiculez ahí que dijo Ashton y que no alcancé a escuchar.

Y cuando menos fui a ver...

Al darme cuenta de lo que estaba haciendo, quise sentirme horrorizada de mí misma por buza, pues ya estaba excediendo los límites que me había autoimpuesto.

Qué peo con las hormonas, y qué peo con Luke. Yo no sé quién le había dado permiso a él de ponerse más papi de lo que estaba.

Ahí recordé que Aleisha, su novia, era más fitness que el coño. Esa no tenía ni un miligramo de grasa. Con decirte que yo estaba orgullosa de mi cuerpo hasta que me salía en Instagram una de sus tantas fotos mostrando el cuerpazo que tenía la carajita...

El punto es que capaz eso tenía algo que ver. No sé; que tu pareja esté tribuena debe ser una fuente de motivación. Digo debe ser no porque Luisfer no lo estuviera; claro que lo estaba. Pero nosotros éramos gente normal con cuerpos normales, no como la Alicha, con lo cual, cuando estábamos juntos, nunca me había sentido presionada por bajar más de peso ni ir más al gimnasio de lo que ya lo hacía por mi propia salud y bienestar.

Con Luke, en su momento, tampoco, porque, por alguna extraña razón que creo que jamás entenderé, me sentía suficiente para él. Desde que lo conocí, nunca lo había visto como era de esperarse por parte de una fan loca como yo. El hecho de que al principio me cayera mal puede que haya tenido que ver, pero no llegué a sentir en ningún momento que tuviera que gustarle o siquiera caerle bien, a pesar de que se tratara del vocalista o principal de mi banda favorita que siempre había sido mi amor platónico. Simplemente fui yo misma, y me salió bien la vaina, aunque nunca tuve esa intención.

A lo que quiero llegar es que Aleisha no era normal, y que quizás eso había influido en que Luke le metiera más al gimnasio como entonces aparentaba que hacía. Eso podía ser bueno o malo, pero ya ahí no me metía yo porque eso no era peo mío.

Falta de respeto, muchachita, me dije cuando mis pensamientos se desviaron al tema Aleisha, y caí en cuenta de que estaba velando bistec masticado. Y encima no había sido como ay, qué lindo, qué cuchi, sino más tipo coño, qué bueno está.

Bueno. Ya va. No nos caigamos a coba; vamos a estar claros que esa no era la primera vez que me pasaba desde que habíamos llegado a la isla. Yo te conté, pues. Lo que pasa es que, por lo menos, al día anterior, que estuvimos todos en traje de baño, yo, consciente de que los ojos son una vaina seria, hice todo lo posible por no mirarlo mucho. En primer lugar, para que no se sintiera incómodo; suficiente tenía ya con mis manos inquietas que no dejaban de soltar muestras de afecto indeseadas por su parte —o al menos así las sentí hasta el abrazo aquel, que ya como que rompió la barrera de la incomodidad—. Y, en segundo lugar, porque aunque una es de mente fuerte, no quería arriesgarme a confundir sal con azúcar y empezar a pensar vainas que definitivamente no eran. Por eso, yo me había mantenido lo más bizca posible cuando lo tenía cerca, por mucho que en el fondo tuviera ganas de echar un vistazo. Por curiosidad, pues.

Pero entonces era diferente. No tenía esa sensación constante de que debía mantener la mirada alejada de él, y por eso me descuidé cuando me salió descamisado sin previo aviso. ¿Por qué? ¿Qué había cambiado?

Capaz el abrazo, pensé. Y sí, quizás era eso. A fin de cuentas, me había agarrado desprevenida, emocionalmente confusa y casi desnuda. No había sido cualquier cosa.

Pero tú bien que se lo devolviste, me recordó mi subconsciente. También tenía razón en eso, y la verdad que no me arrepentía, porque aparte de que en cierto modo lo necesitaba, había sido ese gesto el que había logrado que me sintiera del todo cómoda a su lado, sin preocuparme qué pudiera pensar de mí; ahora sí tenía claro que no podía ser nada malo. Y parecía recíproco, al menos según la nulidad de tensión que había podido notar entre nosotros los minutos siguientes, y luego durante la cena.

Aún así, sabía que había sido un movimiento arriesgado de parte de ambos. En ese momento no pude ni procesarlo porque tenía un revoltijo de emociones referentes al pasado ahí mezcladas, agridulces, impidiéndome pensar con claridad. Me habían tenido buena parte de la noche despierta, encompinchándose con el insomnio para ladillarme. Eso y la indigestión, porque la comida de la cena buenísima pero full especias, y ese estómago maracayero-neoyorquino mío aguanta es comida chatarra, no vainas naturales.

Ya a la mañana siguiente, había decidido olvidarme del tema, porque, al final, todo pertenecía al pasado, y quería que se quedara ahí. Como yo estaba clara en que una aventura no siempre es más divertida si huele a perico... digo, peligro, si los recuerdos amenazaban con pasearse por mi cabeza, me recordaba: una gente que me lastimó, una gente que ya no conozco bien, una gente con la que estoy reiniciando una amistad, una gente que vive lejos, una gente con novia, y cualquier pizca de nostalgia se me pasaba, sobre todo con la última entre aquella lista de razones para no seguir dándole vueltas.

Lo que pasa es que bueno, las hormonas son una vaina seria y Yolanda que es buza y media no pudo evitar que se le fueran los ojos esa mañana en el gimnasio. Y como ella no sabe a sal, para nada, los dejó en el mismo sitio demasiado rato y el catirrusio se dio cuenta, volteando para encontrarse conmigo observándolo tipo:

Qué peo con Luke. Él es pajuo un día y al otro pila, y justo ese día cuando no me convenía, me había tocado el pila. Qué ladilla.

Ya nos agarraron, le informé al resto de las Lucías que vivían en mi cabeza, pa' que se enteraran del chisme. Eso nos pasa por andar buceándonos los tequeños. Descaradas.

Atrapada con las manos en la masa, mi primer impulso fue apartar la mirada, avergonzada. Hasta roja PDVSA me debí haber puesto; te lo aseguro. Pero al instante regresé mis iris verdes a los suyos azules, sin pena alguna.

Te preguntarás: Lucía, ¿eres marica? Pero no, no soy, solo que me puse a pensar que cuál era el peo si lo estaba mirando, y comprendí que no había ninguno. Que yo sepa él no tenía acceso a mis pensamientos como para saber que lo estaba analizando de esa forma; podía estarle viendo un moco facilito. Así que, ¿qué coño? Si apartaba los ojos pa' otro lado y me hacía la loca era más evidente, con lo cual opté por obviar la marcha chavista de mis cachetes y sonreírle de laito' como si nada, metiéndome en mi mejor papel de gente inocente mente sana que no se bucea a su ex.

Él me devolvió el gesto, aunque algo confundido, y empezó a acercarse a mí. Estuve a punto de volver a entrar en pánico, pensando que se había percatado de la exploración submarina de antes, cuando me fijé en que los demás hacían lo mismo, pues iban de salida y yo me encontraba junto a la puerta.

Qué pajua, habló mi subconsciente. Y tú ya sudando frío.

Me sentí como la gente que ve que viene alguien a saludarlo y lo saluda de vuelta pero resulta que no era pa' ellos sino pa'l de atrás.

—¿Nos vemos a la una para almorzar? —preguntó Mike, dirigiéndose a todos, al tiempo en que le ponía una mano en el hombro a Crystal en un gesto cariñoso al pasar a su lado.

Ella asintió, respondiendo por todos.

En eso, Luke, que me pasaba por un lado en su recorrido de salida, hizo un movimiento con una mano cerca de su nariz así tipo guácala, hacia mí, como si la Yolanda oliera a violín.

Abrí la boca, kike indignada —aunque lo que estaba era nerviosa JAJAJAJAJAJAJAJA. Qué pendeja—, y gesticulé en su dirección la palabra WEBON sin llegar a hacerla audible. Él se rió por lo bajo, negando varias veces con la cabeza, pero siguió de largo, cruzando la puerta y yéndose con los demás.

Solté la respiración que no sabía que estaba conteniendo y dejé caer mis hombros hasta entonces tensos.

De vaina, volvió a opinar mi conciencia. De vaina pasas pena por buza. Así que webona tú.

Y tenía razón. Otra vez.

****

—¡A la una! —se escuchaban las voces de los muchachos desde la sala de la cabaña común—. ¡A las dos! —se prepararon—. ¡A las tres! —Y le siguió un fuerte splash, que tras atravesar el marco del ventanal que abierto daba al área de piscina, pude comprobar que había sido provocado por el cuerpo de Michael al impactar con el agua, una vez fue lanzado a esta por los cuatro pares de brazos que lo habían estado sosteniendo de pies a cabeza cerca del borde antes de dejarlo caer.

Al ver y oír las risas de los cuatro tremendos —Ashton, Roy, Calum y Luke—, e incluso la del agravado Michael al salir del agua, a pesar de haber caído de platanazo, no pude evitar sonreír yo también.

Por andar de aweboniada viéndolos, no me di cuenta cuando se le cayó un inflable de estos que son como un tubo de goma que flota, ya fuera a Fiorella o Bárbara, que eran las que cargaban los juguetes de agua y en ese momento se tiraban a la piscina con —casi todos— estos mientras Crystal y yo íbamos caminando con las toallas de Raimundo y todo el mundo en dirección a las tumbonas. El punto es que no vi la vaina caer al suelo delante de mí y lo pisé como pajua que era, resbalándome, y dándome tremendo coñazo en el cóccix. Lo bueno es que con todo y lo gafa, reaccioné lo suficientemente rápido para levantar los brazos, que sostenían algunas de las toallas, y de esta manera evitar que tocaran el suelo de parquet en imitación de madera que rodeaba la piscina. Por lo menos.

Cuando escuché el ¡Lucía! ¿Estás bien? de Crystal en lugar de un coro de risas, supe que los demás no me habían visto, y lo agradecí internamente. No quería que añadieran otra situación vergonzosa al repertorio de burlas.

Me levanté como si nada hubiera pasado, calándome el dolor de culo e intentando no hacer muecas que lo demostraran. —Todo fino.

Crystal me miró de arriba a abajo, poco convencida, pero decidió no pararle y retomar la marcha. Yo la seguí hasta las tumbonas, donde dejamos las toallas.

Mientras la peliloca se recogía el pelo en un moño para evitar que se le mojara al entrar al agua, pues según ella el cloro de la piscina te lo dañaba, yo me quité las chanclas y me desamarré el pareo que llevaba anudado en la cintura, dejándolo junto a las toallas. Sin esperar a Crys, que parecía estarse tomando su tiempo en hacer el moño perfecto porque ella o fancy o nada, me llegué hasta el borde de la piscina y me senté, metiendo los pies en el agua para comprobar la temperatura antes de pensar en meterme. Yo normalmente me tiraba y ya, pero desde la carrerita que nos habíamos echado esa mañana bajo aquella pepa e' sol, tenía la piel como más sensible. Probablemente me había insolado.

Estaba viendo desde una esquina cómo Michael y Bárbara se peleaban por un inflable de unicornio, otaku versus uniceja, cuando de repente sentí un jalón de pata que me hizo pegar un grito del susto, a la vez que mover las piernas en como si fuera el motor de una lancha vía Playa Sur para quitarme de encima lo que sea que fuera que estuviera agarrándome el tobillo.

Una vez no sentí más la presión alrededor de mi pie, vi cómo salía del agua el responsable de aquella: cómo no, Lucas Roberto.

—Joder con la ninja —dijo mientras se estrujaba los ojos para luego abrirlos tras echarse el pelo rubio y mojado hacia atrás. Entonces me di cuenta del manchón rojizo que le cubría buena parte del cuello, y asumí que le había metido senda patada en mi intento por librarme del falso monstruo de la piscina—. No te bastaba con lo de la torcedura.

—No seas tú tan marico —defendí mi inocencia, aunque estaba clara por su expresión de diversión que me estaba chalequeando—. Tú sabes perfectamente que no te empujé. Y lo de ahorita... Nadie te mandó a dártela de mano pelúa jalándome las patas. Eso te pasa por inventor —Pelé los ojos en su dirección, inclinándome un poco hacia abajo con cara de autosuficiencia y disfrutando del único momento de mi vida en el que iba a estar más alta que él—. Que por cierto —me erguí nuevamente, pasando de ser Bellota a Burbuja de un segundo a otro al convertir mi expresión amenazadora en una amigable—. ¿Cómo está tu tobillo?

Se rió un poco de aquella transformación mía al estilo Patricia, y luego contestó: —Bien. Solo un... —Pero de repente se calló.

No entendí por qué hasta que me hizo señas para que hiciera silencio y volteara hacia atrás. Seguí sus órdenes y me encontré con que Crystal, quien se había acercado al borde de la piscina cerca de mí, estaba a punto de ser lanzada al agua por Michael, que de un momento a otro había pasado de pelearse con Bárbara a acechar a su esposa.

Crystal, ni pendiente perrocaliente, se acercaba cada vez más al borde, al tiempo en que Michael se acercaba más a ella por la espalda. Yo dije nada, divorcio, porque sabía perfectamente que a Crystal no le iba a hacer nada de gracia que le mojaran el pelo, y ya me los imaginaba arrechos el resto del viaje, cuando...

Losti

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Si siguen activ@s, podemos seguir con los maratones

Todo depende de ustedes

—Camula

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