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Parte 2/2 del maratón de hoy
Las dedicaciones del siguiente capítulo serán a quienes más comenten tanto en este como en el anterior (la suma de los comentarios)
❤️
Después de reencontrarnos con el resto del grupo, fuimos directamente a la cabaña principal a lavarnos en las duchas exteriores para poder entrar ya limpios a disfrutar del almuerzo que los empleados nos habían servido.
Durante ese rato que estuvimos quitándonos la mugre que el laguito y la playa nos había dejado esparcida por el cuerpo, Roy aprovechó que teníamos más o menos la misma altura para dedicarse a echarme jabón sin que yo lo viera. Ya me estaba desesperando porque no sabía de dónde venía tanto jabón si solo me había echado lo necesario, hasta que atrapé al también rubio en situación y me desquité lanzándole el envase a la cabeza. El tema es que se agachó y el pote terminó parando en la cara de Lucía, quien no dudó en devolvérmelo e iniciar una pelea de jabón, esponjas y envases de plástico que llenos golpeaban igual que un ladrillo, más todavía si venían con el impulso de la "fuerza gocha" de Fiorella, como ella misma la llamaba. No tenía ni idea de qué significaba, pero alguna explicación física tenía que tener para doler tanto. Los venezolanos y sus particularidades.
No sé muy bien en qué terminó la cosa, pero independientemente de ello, tenía que admitir que hacía tiempo que no me reía tanto.
Una vez secos, nos sentamos en la mesa que nos habían preparado en el área de la piscina, y durante la comida, cada grupo contó lo que había encontrado: Ashton, Fiorella, Roy, Lucía y yo, lo del lago y la cascada; Calum y Bárbara, una parte alta de la playa que bajaba al mar a través de unas escaleras y un puente de madera, además de la zona de plantaciones donde residen los trabajadores; y, por último, Mike y Crys, una caseta tipo cobertizo llena de juegos de playa, mesa y otras mil cosas más dispuestas a la creatividad de los huéspedes para hacer lo que quisiéramos con ellas a lo largo de nuestra estancia.
Estos últimos dos personajes, la pareja de casados, eran los organizadores del itinerario del viaje, según habían decidido por su propia cuenta, ya que nadie se había mostrado reacio a ello hasta el momento. Eso, sumado a que el dúo había sido el primero en llegar al punto de encuentro tras el episodio de Dora La Exploradora edición Fiji que habíamos vivido durante la mañana, había hecho que, para sorpresa de absolutamente nadie, ya tuvieran todo lo que haríamos por la tarde pensado a detalle.
—Mike y yo le pedimos a los trabajadores que nos ayudaran a poner los juegos en la playa —nos contaba Crystal, moviendo sus manos, que sostenían el par de cubiertos con los que había estado comiendo, para darle más expresividad a sus palabras—. Así que ahora más tarde después de reposar los usaremos para hacer una gymkhana por grupos. Calculen que alrededor de las tres o así.
—Horarios y todo... —dijo Calum, sin levantar la mirada de su plato, del cual extraía una cucharada de ensalada para metérsela a la boca y seguir hablando como si no la tuviera llena—. Cada vez me parece más un campamento —Crys lo miró con cara de poco amigos y él intentó arreglarlo con una torpe explicación, poniendo sus manos en posición de defensa como si así pudiera bloquear la molestia de la chica—. No lo digo por mal, ¿eh? Solo me parece... diferente a lo que había pensado cuando dijeron "viaje a Fiji".
Crystal se limitó a rodar los ojos y no hacerle caso.
—Si te estás quejando de eso mejor ni te digo que había pensado en hacer un concurso de talentos o algo así —habló Michael, haciendo una seña hacia la tarima que se encontraba detrás de sí—. Digo, por algo tenemos eso.
—Tú puro por vernos a nosotras pasando pena —Fiorella fue la primera en replicar, adelantándosele al crítico experto en viajes de Calum, nótese el sarcasmo, a quien se le veían las intenciones de seguir poniendo pegas—. Como todos ustedes cantan arrechísimo y nosotras de vaina y el Pollito Pío...
—Ninguno está obligado a participar en nada —recalcó Mike, colocando su mano sobre la de Crystal, que por la mueca que tenía empezaba a sentirse ofendida ante las quejas—. Nosotros estamos haciendo lo que consideramos que va a ser más divertido para todos, pero no tienen por qué estar de acuerdo —paseó su mirada por cada uno de los presentes, sin alterarse, para luego volverla a su mujer y soltarle la mano que antes había sostenido con la finalidad de continuar degustando su plato—. A fin de cuentas es un viaje largo y cada uno puede hacer lo que le de la gana —se encogió de hombros al tiempo en que le metía un bocado a su comida.
Todos nos miramos, con los rostros agachados como si estuviéramos de vuelta en el instituto y el profesor acabara de hacer una pregunta que ninguno se había estudiado.
En el fondo sabíamos que Calum tenía razón y estaba empezando a parecer un campamento de verano, pero tampoco nos atrevíamos a criticar nada porque sabíamos el esfuerzo que para el matrimonio significaba haber planeado ese viaje en grupo. Ese era él que no tenía filtro y comentaba lo primero que se le pasaba por la cabeza. Así que no sabíamos bien qué decir. Incluso hubiera llegado a pensar que nos quedaríamos en rotundo silencio por toda la eternidad si Lucía no hubiera tomado la decisión de hablar en ese momento.
—Yo me anoto —se atrevió a ser la primera en opinar—. No vamos a caernos a coba porque hablando claro es verdad lo que dice Calumcio que parece el Camping Rincón Grande, pero eso no tiene nada de malo tampoco. Bastante que me divertí yo en esa vaina de niña. Y todavía tenemos edad para comportarnos como unos carajitos si nos provoca. ¿Cuál es el problema? No seamos tan achantados; ni que tuviéramos ochenta años —se encogió de hombros, hundiéndose un poco más en la silla sobre la que reposaba con nada más que el traje de baño y una toalla cubriéndole parte de la espalda y el pecho, intercalándose con sus rizos morenos aún algo mojados—. Además, todo lo que ustedes han planeado de momento ha salido bien —miró a los esposos un segundo y luego se dirigió al resto de nosotros—, así que yo digo que sigamos dándoles el voto de confianza y dejemos de quejarnos tanto. Y a mí personalmente me sabe a casabe pararme en esa mierda —señaló el escenario de madera con el tenedor que había estado usando para comer, tan malandra como siempre— a pasar pena. Total eso lo hago todos los días sin tarima ni nada. Yo le doy play.
Todos soltaron un par de carcajadas por lo bajo ante lo último que había dicho, porque tenía razón; Lucía si no se estaba tropezando con todo, cayéndose o haciendo cosas raras cada dos segundos no era ella misma. "Pasar pena" era como su marca personal.
Yo no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa al saber que lo que había dicho, usando las palabras adecuadas, había sido del todo acertado: nos había logrado convencer de que podíamos pasarlo bien siguiendo las instrucciones del dúo de organizadores autoelegidos, y que, incluso, ya lo estábamos haciendo. Al menos así me sentí yo, y pude comprobar por las caras que pusieron los demás que ellos también. Y no solo eso, sino que había hecho sentir mejor a Michael y Crystal valorando el trabajo que hacían por entretenernos sin necesidad de mentir. Su asertividad me pareció admirable.
—Yo también me anoto —informé, siendo el siguiente en hablar tras unos segundos de silencio una vez desvanecidas las risas. Todos se me quedaron viendo, pero no tardaron en unirse en un coro de "y yo", "yo también" y derivados, iniciando así una reacción en cadena que concluyó en que todos estábamos de acuerdo, incluido Calum, aunque fuera el último en afirmarlo.
***
—Podría quedarme aquí viviendo para siempre solo por la comida —decía Ashton, frotándose la barriga con ambas manos, estirado sobre su asiento.
—Dígalo ahí —secundó Fiorella, que se chupaba la yema de los dedos con los que había estado comiendo sin decoro.
Ahí fui consciente del avance que había tomado lugar de un día a otro en la relación de esos dos, que recordaba perfectamente no se habían dirigido mirada hacía menos de un año en la boda Mystal y ahora se hablaban y todo. Era sorprendente, aunque lo mismo pensarían los demás acerca de mi situación con Lucía, que la verdad había pasado de números negativos a verdes gracias a la charla de la noche anterior.
Me preguntaba si ellos habrían hablado también, pues sabía de primera mano que tenían un par de disculpas pendientes. Si no lo habían hecho aún, esperaba que lo hicieran pronto. Así, estaríamos todos en paz como solía ser en aquel tour que tanto me gustaba recordar.
Volviendo a la realidad, al ver que todos habían terminado de comer, decidí no esperar a que los empleados vinieran a recoger las cosas y hacer el mínimo esfuerzo de acercárselas a la cocina, lo que para mí no suponía ninguna molestia y para ellos, en cambio, supondría algo menos de trabajo, así fuera una tontería.
Me levanté de mi silla y rodeé la mesa recogiendo cuantos platos pude empezando por el mío, apilándolos unos encima de otros y colocando los cubiertos que cupieron sobre el de más arriba junto a las servilletas que cada uno había usado.
—Espera, te ayudo —se escuchó la reconocible voz de Lucía, quien repitió mi anterior acción con los utensilios restantes y me acompañó a dejarlos en la cocina.
—Gracias —le dije al tiempo en que los depositábamos junto al lavaplatos.
—A ti —respondió, y cuando la miré con desconcierto mientras echaba las servilletas en la papelera que se encontraba tras una de las gavetas inferiores, explicó:—. Por lo de antes. Pensé que había dicho una estupidez —soltó una sonrisa avergonzada y apartó la vista hacia otro lado, aunque no tardó en devolverla a mis ojos— y que me iban a caer encima. Es más —me señaló con un dedo varias veces al tiempo en que iba dejando plato por plato debajo del grifo, con cuidado de no partir nada—, te apuesto un moco a que hubiera sido así si no hubieras salido a hablar tú también.
La miré como si estuviera exagerando, cosa que me parecía cierta, ladeando levemente la cabeza tras abrir la llave que daba paso al agua para cerrarla segundos después, terminando la tarea que ella había comenzado de remojar la vasija para facilitar su próxima limpieza. —Sabes que nosotros no hacemos eso —junté mis dedos índices y pulgares y moví las manos en una pose zen bastante dramatizada, completamente a propósito para hacerla reír—. Este es un espacio de aceptación.
Ella lo hizo, frunciendo también el cejo y llevándose las manos a la cintura como diciéndome mentiroso con la expresión de su rostro.
No es como que importe demasiado, pero no pude evitar seguir sus movimientos con la mirada y fijarme en cómo el abdomen de la chica se marcaba con cada cambio de posición que hacía. La recorrí con mis iris azules por tan solo una milésima de segundo, intentando que fuera lo más imperceptible posible pues no quería incomodarla —solo tenía curiosidad—, y me sorprendí al notar que no se trataba únicamente de su entonces prieto estómago, sino que sus brazos, piernas, e incluso sus hombros parecían muchísimo más trabajados que como los recordaba, y no de una forma grotesca, sino, por el contrario, totalmente femenina.
Me pareció extraño no haberlo visto antes en el lago cuando todos nos quedamos en traje de baño, pero luego recordé que precisamente había estado intentando no mirarla demasiado ya que sabía que los ojos son débiles y te llevan a pensar cosas que en realidad no quieres pensar. Como he dicho antes, es normal que siguiera pareciéndome atractiva, incluso más con esos últimos detalles que había descubierto, pero tenía que recordarme a mí mismo que las apariencias no lo son todo y que se trataba nada más y nada menos que de mi ex, con la que tenía más claro que el agua que nunca volvería a pasar nada, menos entonces que estábamos llevándonos tan bien, y que, además, ella tenía una persona en su vida que sí tenía todo el derecho a mirarla de esa forma en la que me había pillado a mí mismo haciéndolo. Y aún más importante, estaba Aleisha.
—Si se la pasan metiéndose conmigo —habló Lucía, sacándome de mi ensimismamiento y haciéndome regresar mis ojos a los suyos, deseando que no hubiera notado nada de lo que acababa de pasarme por la cabeza—. Que si pitufina, que si gnomo de jardín, que si enana...
—Bueno, pero tú lo dejas en bandeja también —volví mi chip mental a la conversación de antes, sonriendo de medio lado para disimular.
Abrió la boca, sorprendida, haciéndose la ofendida por mis palabras y cruzando los brazos sobre su pecho para hacérmelo saber—. Coño, ¿qué quieres que haga? Debe ser que yo tengo la culpa de ser... —y se calló cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de llamarse a sí misma, intentando poner su mejor cara de póker, aunque podía ver rastros de risa en sus labios.
—¿Cómo? —me hice el confundido, con todas las intenciones de molestarla de esa forma tan cómica a la que todos estábamos acostumbrados, precisamente de la que ella se estaba quejando—. ¿Enana?
—Habló la Torre Sindoni —rodó los ojos con diversión, no pudiendo evitar reírse por lo bajo, acción que imité al recordar ese viejo apodo que tenía tiempo sin escuchar. Se deshizo de su posición de antes y con un suspiro se giró levemente hacia el área de la piscina, de donde acabábamos de venir, al tiempo en que decía:—. Deja de meterte tanto conmigo y vamos a terminar recoger, que los vivos estos no tienen la más mínima intención de colaborar.
Negué varias veces con la cabeza, disponiéndome a seguirla camino a la mesa cuando me pasó por un lado, depositando una suave palmada amistosa en mi brazo a su paso.
Me detuve en seco por un segundo, pues el contacto me había proporcionado una sensación bastante extraña que no pude ni quise descifrar, y la cual decidí simplemente ignorar y disimular lo mejor que logré, retomando la marcha y haciendo caso a sus palabras.
Los amo ❤️
— Cams
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