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Nominaciones para
Ang3lica26
loreever y
PaudimarQuiaroII
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Recuerden que estamos haciendo 3 nominaciones + adelanto de momento a los que más comenten 🥰
Para que se activen ahí, si para este domingo llegamos a 200 comentarios, hacemos maratón (es decir, el mismo domingo publicamos el siguiente cap)
—Entonces quedamos así... —decía Crystal, revisando por última vez que cada uno tuviera las llaves de la habitación correcta—. Cabañas dobles: Mike y yo la 3, y Fiorella y Barb la 1. Cabañas grandes: Calum la 2, Lucía la 8 y Luke la 10. Y las dos cabañas pequeñas que nos dieron: Ashton la 4 y Roy la 5 —levantó la mirada del papel que sostenía con ambas manos y la paseó por el grupo mientras todos asentíamos, confirmando ya definitivamente que el reparto había sido bien hecho—. Perfecto.
—Nos vemos mañana —Calum fue el primero en despedirse, disponiéndose a abandonar la habitación en la que nos encontrábamos. Esta era la sala de la preciosa "cabaña común", como la habían llamado los empleados de la isla que nos habían mostrado el lugar, en la que se hallaban televisión, cocina, piscina y todo aquello que las cabañas individuales no tenían. Era como la zona grupal, mientras que las cabañas, con poco más que baño y cama, constituían la zona privada. Se suponía que estas, además, se encontraban con una separación considerable entre sí y rodeadas la naturaleza de la isla para dar esa sensación de que sus ocupantes estaban solos, "sin distracciones ni preocupaciones superfluas", según habían dicho ellos. No sé tú, pero a mí me encantó.
Lo primero que nos enseñaron cuando llegamos fue la cabaña común, y déjame decirte que más bella y lujosa imposible. Era una estructura inmensa, longitudinal, que abarcaba la mayor parte de las vistas de la playa principal —la más grande de las que rodeaban la isla—. El suelo de madera de un color marrón rojizo se extendía por toda la cabaña y continuaba por el amplio porche que rodeaba toda la construcción, colindando con la selva que llevaba a las cabañas individuales por un lado y con la playa por el otro. Como patio trasero teníamos el área de piscina, que contaba con una especie de laguna artificial de aguas cristalinas en la que desembocaba una cascada —supongo que de mentira también— saliente de entre un grupo de rocas grises que, formando una pared de unos tres metros o así, marcaban el final del espacio y el comienzo de la selva. La laguna tenía varios detallitos de lo más cuchis, que hacían que el lugar pareciera de película, como el puente que la atravesaba —con una madera del mismo color que el suelo de la cabaña—, o el par de sillas colgantes que a modo de columpio había puestas cerca de la cascada, o algo tan simple como la iluminación; todo era perfecto. Cabe añadir que aparte de la lagunita, aunque era esta la que se llevaba el protagonismo, había una piscina "infinita" con su yacuzzi y su bar de cócteles. Ah, y por poco olvidaba que, como si todo lo demás ya fuera poco, había también una tarima que parecía mandada a hacer para que los 5Auxilio se encaramaran y nos hicieran un show cualquier día de esos. Qué vaina tan buena. Se me ponían los pelos de punta de solo imaginármelo.
Me gustaría describirte el resto de la isla, pero no puedo, porque los empleados solo quisieron mostrarnos la cabaña común y sus proximidades, alegando que lo demás tendríamos que descubrirlo nosotros mismos, ya que así era mucho más interesante y eso formaba parte de la magia de Laucala Island. Flojera mezclada con labia, vamos a estar claros, pero bueno, bastantes días íbamos a tener para ponernos a investigar esa vaina a lo Dora la Exploradora, así que cero peo.
—Hoy no vamos a hacer nada, ¿verdad? —preguntó Fiorella, agarrando a Calum de la camisa y jalándolo hacia sí para que no se fuera tan rápido.
—Creo que todos estamos bastante cansados —contestó Michael, encogiéndose de hombros—. Yo diría que hoy pasemos el jet lag cada uno por nuestro lado y ya mañana vemos.
—¿No vamos a cenar? —cuestionó Ashton, con el hambre por delante.
—Yo no tengo apetito —Calum le llevó la contraria, con evidentes ganas de irse ya a dormir.
—Si quieren pueden pedir la cena por los intercomunicadores que hay en las cabañas y se las llevamos —explicó una de las trabajadoras, que junto a su compañero nos miraba hasta entonces en silencio desde una esquina de la sala.
—Esa es una excelente idea —opinó la sensación del bloque, dándose la vuelta hacia la salida por segunda vez desde que Crystal había terminado de pasar lista—. Ahora, si me disculpan... —le dedicó una sonrisa falsa a Ranchos y se soltó de su agarre para proseguir a abandonar la sala en dirección a las cabañas, llevándose su maleta consigo.
Un instante después, la habitación se vio cubierta de un murmuro en el que se distinguía algún que otro "adiós", "hasta mañana" y sus derivados. Luego nos dirigimos cada uno a nuestro trocito de privacidad en la densa selva.
Bárbara y Fiorella me ofrecieron dormir con ellas esa noche, y así aprovechar de chismear acerca del susodicho, ya que a lo largo del trayecto con la gente escuchando no habíamos podido comentar nada. Yo me negué amablemente, tanto porque no tenía ganas de hablar del tema como porque el sueño que llevaba encima no me hubiera dejado aunque hubiera querido.
Cuando por fin hallé mi cabaña entre el poco de matas que la rodeaban, estuve como media hora recorriendo mi habitación y descubriendo todas las vainas que tenía. No era solo la cama y el baño, como habían hecho ver los empleados cuando nos explicaron la distribución de los cuartos, si no que además contaba con mi propia sala de estar, que venía con un sofá inmenso que hubiera pensado que era la cama si esta no lo doblara en tamaño, con mi propio minibar, para meterme mis buenas birras si me provocaba, y con mi propio vestidor, como si yo me fuera a quedar a vivir ahí pa' toda la vida. Era una vaina arrechísima. La cama de paso parecía hecha con nubes, porque qué vaina tan rica, y cuando entré al baño, naguara, esa mierda era grandísima, con ducha, tina, peinador, todo. Ya entendía por qué había salido tan caro el viaje. De pana que bien gastados. 20 puntos a los pelilocos por escoger ese sitio.
Después de los primeros veinte minutos que me quedé como procesando que esa vaina tan bella fuera a ser mía por las siguientes dos semanas, me desvestí y me eché una ducha rápida para quitarme toda la mugre acumulada de los últimos dos días —ese y el que había durado el vuelo—. Mis planes eran ducharme y acostarme a dormir, pero el agua parecía haber arrastrado también el sueño al llevarse la suciedad consigo. Por eso, cuando me puse la pijama y me cubrí con las cobijas, por mucho que intenté, no logré quedarme dormida.
Otra vez, el insomnio. Ese carajo no descansaba de pana. Todas las noches venía a visitarme sin falta, haciéndome imposible quedarme dormida o despertándome a mitad de la noche en caso de que lo lograra e impidiéndome volver a la cama después. Yo había supuesto que era el estrés que me tenía así, pero si estando de vacaciones la vaina seguía... Ya no sabía.
Estuve en ese peo como por dos horas, dando más vueltas que un trompo pa' allá y pa' acá a ver si encontrando la posición adecuada lograba conciliar el sueño. Parecía que poco a poco estaba finalmente consiguiéndolo, y de hecho, ya había llegado al momento de...
...cuando de repente me llegó el hambre.
Traté de ignorarla, pero me pasó como cuando tienes ganas de hacer pipí, que una vez que te das cuenta es imposible echarse pa' atrás y tienes que ir a juro. Así que me tocó ponerme los primeros zapatos que pude sacar de la maleta —que no había deshecho todavía—, ya que los deportivos que había usado esa tarde estaban todos mugres, y salir en busca de la cabaña común.
Sabía que podía llamar a los trabajadores por el intercomunicador para que me llevaran algo de picar, pero cuando toqué la pantalla de mi teléfono y vi que era pasada la una de la mañana no quise molestar a nadie. Está bien que uno hubiera pagado por un servicio personalizado y tal, pero eso ya sería abuso de mi parte y coño, no. A fin de cuentas no me costaba nada irme a buscar mi vaina yo solita.
Así lo hice, teniendo que usar la linterna del celular para llegar, porque las luces guía que antes nos habían iluminado el camino de tierra que unía las cabañas individuales con la común estaban todas apagadas. Supuse que al ser tan tarde y estando todos en nuestras respectivas cabañas, los empleados asumirían que nos quedaríamos así hasta mañana y verían innecesario tenerlas encendidas.
Después de varias perdidas y tres peladas de pata que por poco se convirtieron en caída, encontré el camino correcto a la cabaña común. Ya allí, me puse a pensar en qué podía prepararme. Se me ocurrieron varias ideas a lo MasterChef, pero al final la flojera me pudo y terminé agarrando un par de donas glaseadas que había en la nevera. Prometiéndome bajarlas al día siguiente con una buena rutina de ejercicio, las acompañé de un vaso de jugo de naranja —también sacado de la jarra que reposaba en el refrigerador, supongo que para el desayuno del día siguiente— y me senté en el porche que daba a la playa a degustar mi antojo nocturno.
El paisaje era preciosísimo. Parecía de esos fondos predeterminados que te deja escoger WhatsApp para los chats. De película.
Y no solo era lo visualmente agradable que era, incluso de noche, sino la paz que te transmitía. Yo, que había llegado allí tan arrecha dando por hecho que el viaje que me esperaba iba a ser una ladilla por tener que compartirlo con el susodicho... En mi cuerpito ya no quedaba ni una pizca de esa rabia que antes me había consumido. Alguna vaina rara debía tener el agua de esa isla.
Hablando serio, entonces que lo pensaba, me costaba recordar hasta por qué había estado molesta en primer lugar. Por Luke, sí, pero, exactamente ¿por qué? ¿Qué de él o su presencia podía tener tal efecto negativo en mí que desde que lo había visto había estado de un mal humor que nawebona?
Le di una y mil vueltas mientras me hartaba mi dona, y la única respuesta que conseguí fue que, tal vez, no se tratara de él, sino de lo que él representaba: la época de mi vida que había sido clave para descubrirme a mí misma, donde había vivido el amor, la amistad y la libertad con más intensidad que nunca antes. Y la tristeza también, me recordé. Y la tristeza también.
Sí, era así. Tal vez, ver a Luke después de tanto tiempo no hacía más que recordarme todo lo que había vivido y lo drástico de su final, con todo el dolor que este había conllevado. Un dolor que, ok, me había ayudado a convertirme en la Lucía que entonces era, que me gustaba mil veces más que la pendeja de 19 años que una vez había sido, pero que me había dejado una gran herida que por mucho que hubiera cerrado seguiría teniendo su correspondiente cicatriz en mi corazón, para siempre.
Aún así, eso ya no tenía que ver con Luke, sino con un pasado que los dos compartíamos y que, así como a mí me había marcado, en lo bueno y lo malo, seguro que a él también. A fin de cuentas, la culpa había sido de los dos; no solo suya, no solo mía. Por eso, precisamente, yo creía que lo había perdonado del todo hacía mucho tiempo ya. Pero, si realmente era así, entonces, ¿por qué le dije todas esas cosas cuando estábamos en la avioneta? Si no seguía resentida, ¿de dónde habían salido aquellas palabras de odio? Si yo no lo odiaba, ¿por qué actuaba como si lo hiciera?
Porque tal vez sería más fácil odiarlo, habló mi conciencia.
Ahí pude entenderlo todo.
Odiando a Luke, tomando todo lo que viniera de él como algo malo y por ende rechazándolo de forma automática, me estaba protegiendo a mí misma, evitando mezclar mis sentimientos, cerrando mi corazón completamente a una persona que antes lo había tenido en sus manos por miedo a que lo volviera a dejar caer. Créditos a Carlos Baute y Marta Sánchez por esa metáfora. Son ustedes, muchachos.
Pero no, tipo serio; así todo tenía sentido. Lo había estado haciendo inconscientemente desde que lo vi, igual que había hecho en Coachella cuando me escribió y le marqué tremendo visto por miedo a bajar la guardia. No porque creyera que Luke pudiera llegar a gustarme otra vez; dudaba que después de todo eso pudiera volver a pasar, y, además, por entonces yo creía estar enamorada de Luisfer, así que olvídate. Tenía más que ver con que Luke, aún pasado todo ese tiempo, me conocía más de lo que me hubiera gustado admitir: mis equivocaciones, mis arrepentimientos, mis mañas, mis altos, mis bajos... En fin, me había visto desnuda, literal y figuradamente, y me aterraba que una persona que ya no sentía cercana supiera tanto de mí. Me hacía sentir... vulnerable. Y tal vez por eso no había querido tener que enfrentarme a ello, y había tomado la decisión apresurada de odiarlo en su lugar, porque era lo más fácil.
Pero no quería, al menos no entonces que era consciente de ello. Él no era malo, o al menos no solía serlo. Y antes de que llegáramos a nada, había sido un súper buen amigo. ¿Por qué no podría volver a serlo? Total, ya cada uno tenía su vida reconstruida, él con su Aleisha y yo con Lui... Bueno, yo sola, pues, que tampoco tenía nada de malo. Aparte, que sola en el sentido romántico, porque aún con todo seguía teniendo a mis amigos, que eran más buenos y leales que el coño, y de los cuales muchos tenía en común con él. Por eso estábamos ahí, ¿no? Por un viaje entre amigos. Así que, ¿por qué no intentar ser amigos nosotros otra vez?
Admito que me intrigaba. Me picaba la curiosidad por saber quién era ahora. Porque yo había cambiado, mucho, y asumía que él igual. Al menos se veía diferente; debía serlo también. Quería conocerlo, lo suficiente para poder mantener una conversación sin querer caernos a coñazos.
Mientras me terminaba la dona, estaba pensando en que, ya que no podía echar pa' atrás, al día siguiente sí procuraría dejar la amargura y ser la Lucía relajada y payasa de siempre. No sabía si pedirle perdón o no a Luke por las cosas que le había dicho; él me había tratado mal también. Quizás podíamos hacer como si nada hubiera pasado y empezar de cero. Si él quería, por supuesto.
En eso, un ruido a mis espaldas hizo que me sobresaltara. Había sido un ruido mínimo, pero ante el silencio que hacía en aquel porche, solo mitigado por el sonido de las olas al fondo, hizo que volteara instintivamente a mi alrededor, asustada.
Por un momento pensé que me lo había imaginado, hasta que divisé unos rizos rubios que se me hacían bastante conocidos junto al marco de la puerta que daba hacia la sala, y cuyo dueño imaginé estaría escondido detrás. Estaba empezando a preguntarme qué hacía escondiéndose de mí, cuando recordé que horas antes lo había amenazado con caerle a chancletazos si lo veía por ahí. Ups.
Me reí de su mal intento de ocultarse de lo que creía que era una mujer con chanclas dispuesta a lanzarlas.
—No seas gafo, sal —le dije, con el brazo reposando sobre el respaldar de la silla en la que estaba sentada, asomando la cabeza por encima del hombro—. No te voy a pegar.
—¿Me lo prometes? —preguntó en un hilo de voz tras unos segundos de vacilación.
—Te lo prometo —contesté.
¿Sabes qué cosas son infinitas? Los números, las estrellas, y las veces que los niños venezolanos hemos vivido esa misma escena y al final igualito terminamos con la marca de la chancleta en una nalga, o las dos.
Pero como Luke no es un niño venezolano y yo no cargaba chancletas —lo primero que había conseguido sacar de mi maleta habían sido unos zapatos tipo Converse ahí—, cuando el ojiazul decidió darme un voto de confianza y mostrarse, el resultado fue diferente al de un tatuaje con forma de chola.
La luz de la luna, que se reflejaba en el agua del mar, viéndose de esa forma amplificada, estaba además acompañada por el haz que aportaba la linterna de mi teléfono, el cual reposaba boca abajo junto a mi vaso de jugo sobre una mesita que había en el porche. Esa iluminación, aunque era poca, me fue suficiente para poder verlo.
Llevaba puesto un pantalón de cuadros en varios tonos de azul oscuro y una camisa blanca que le servían de pijama, y tenía su mata de rizos rubios algo desordenada, pero no tanto como para acabarse de levantar, lo que me hizo pensar que seguro llevaba rato despierto.
No pude evitar reparar en lo perfecto que parecía con el resplandor de la luna iluminándole el rostro, haciendo que sus ojos se vieran aún más azules y sus facciones parecieran aún más perfiladas.
Estuve a punto de sentirme culpable, horrorizada por haberme pillado a mí misma teniendo esos pensamientos respecto a él, pero luego me di cuenta de que no tenía nada de malo. Luke era bello, al menos a mi parecer. Eso era un hecho. Habíamos salido y, aunque lo nuestro se hubiera acabado, era normal que mi juicio respecto a su apariencia no hubiera cambiado. A fin de cuentas, mucho antes de eso, yo había sido una lukegirl empedernida que a sus trece años cantaba al son de Beside You junto a su póster del Somewhere New EP. Así que ¿qué más daba que siguiera pensando que era buenmozo? Eso no significaba nada. En mi opinión, Michael también lo era, y Calum, y Ashton, y seguíamos siendo amigos. Bueno, con Ashton no, pero ajá, se entiende mi punto.
Por ponerte otro ejemplo: fácil podía decirte que mi hermano era un partidazo —quitándole lo pendejo— y toda la vida me lo había parecido, pero no por eso me gustaba ni nada. Susto con el incesto.
A lo que quiero llegar es que era equis. Qué tanto.
—¿Qué haces despierta? —habló, acariciándose la piel desnuda de los brazos, los cuales tenía cruzados sobre su pecho, supongo que por el frío que hacía.
Yo llevaba puesto un suéter todo abrigadito por dentro —el único que me había llevado a la isla, pues al empacar no había imaginado que hiciera tanto frío—, así que la brisa del mar no me pegaba tanto como parecía que estaba pegándole a él.
—Antojos de media noche —respondí, aunque sabía que la verdad se escondía más allá de algo tan simple—. ¿Tú?
—También —señaló el papel que había sobre la mesita, en el que antes habían estado envueltas las donas que me había comido—. Si las donas te gustaron, deberías probar las galletas —me recomendó, a lo que entendí que había hecho el mismo recorrido que yo por la cocina.
Me reí de la vaina. —Mañana cuando esa gente se levante no va a quedar comida.
—Hubieran madrugado como nosotros —hizo un movimiento de cejas todo loco y sonrió de medio lado. Los dientes le castañetearon en el proceso, y cuando una ráfaga de viento fuerte pasó por la terraza no pudo evitar temblar.
Me dio cosa, y por eso decidí ofrecerle: —¿Quieres mi suéter? —hizo un movimiento de cabeza que tomé como negación—. A mí me va inmenso, así que si es por eso no te preocupes que seguro te queda —insistí al ver que el carajo se estaba congelando todo ahí y capaz le daba era pena.
—Y ¿tú con qué te cubres entonces? —cuestionó, algo más convencido.
—Yo ahorita no tengo frío —hice un ademán con las manos como para darle a entender que no se tenía que preocupar—. Y si me llega a dar te lo pido otra vez y ahí sí te jodiste.
—Entonces voy a tener que decirte que sí —arrugó la frente poniendo cara de sufrido, pero sin dejar de sonreír— antes de congelarme.
Rodé los ojos y negué repetidas veces con la cabeza mientras lo veía con desaprobación por no haber dicho que sí de una si tenía tanto frío, para luego quitarme el suéter con una mano mientras me mantenía la camisa de la pijama abajo con la otra. —Toma —me levanté de mi asiento y se lo tendí en brazos cuando terminé de quitármelo.
No tardó nada en ponérselo, haciendo una mueca de alivio cuando lo tuvo extendido por todo el torso. Con todo y que a mí me iba grande a él le había quedado medio corto en la cintura, pero peor es nada.
—Gracias —sonrió en agradecimiento, y aunque se veía más cómodo volvió a cruzar los brazos al no habérsele quitado el frío todavía—. Oye —llamó mi atención, haciendo que lo viera a los ojos—. No es que me moleste, para nada, pero... Tengo que preguntar: ¿por qué ese repentino cambio de actitud? —hice una expresión que seguramente lo desconcertó, por lo que agregó, explicándose mejor:—. Esta mañana querías usarme de saco de boxeo y ahora eres amable conmigo. ¿Qué cambió?
—No sé... —balbuceé, un poco abrumada por el cambio de tema—. Creo que... No esperaba verte, en lo absoluto, y menos tener que estar aquí juntos estos días y... Esa fue mi manera de reaccionar —miré hacia otro lado, avergonzada—. Quería odiarte; en cierto modo lo necesitaba —para no tener que enfrentarme a todos los recuerdos y la paja loca, completé en mi cabeza, pero en lugar de decirlo en voz alta me limité a encogerme de hombros—. Yo no soy así. No quiero odiarte. No puedo.
Supongo que te quise demasiado para eso.
Aunque no me gustaba admitirlo, y de hecho no quise hacerlo delante de él, era completamente cierto. Lo había querido tanto, tantísimo, que no podía odiarlo aunque quisiera, aunque intentara.
No quise decírselo tan así, porque coño, me daba pena. Capaz para él lo nuestro se resumía en tres meses de nada, algo súper equis en la vida, cuando para mí había sido algo muy especial; él había sido alguien muy especial. Y la confianza que un día le había tenido, que hubiera bastado para hacérselo saber sin importarme si era recíproco o no, estaba bastante difuminada por el paso los años y todo el tiempo que teníamos sin hablar; y me refiero a hablar así, de verdad, de cosas importantes, no a insultarnos y respondernos con palabras cortantes como llevábamos haciendo todo el día.
El punto es que me daba corte abrirle mi corazón ahí, pues. Y aunque no le había dicho todo lo que pensaba por miedo a sonar demasiado poética y emocional, cuando no me respondió instantáneamente, sino que se quedó callado, mirándome con una expresión inescrutable, pensé que ya la había cagado.
Contrario a como creí que reaccionaría, Luke me dedicó una sonrisa que parecía bastante honesta. —Yo tampoco quiero odiarte —dijo, dejando poco a poco caer sus brazos, que hasta entonces había tenido cruzados sobre su pecho—. Lo siento por cómo me porté contigo antes. Nada de lo que te dije iba en serio. Yo... —soltó un suspiro—. Solo estaba siendo un capullo.
Asentí, aceptando sus disculpas. —Yo también lo siento. Y lo que dije tampoco iba en serio —levanté los pies del suelo en su dirección, para que viera que no llevaba chanclas con las que pudiera haberle pegado aunque hubiera querido.
—Menos mal —se rió—. Aunque déjame decirte que venía preparado.
Fruncí el cejo en una mueca de confusión, ante la que Luke se acercó a la puerta que comunicaba el porche con la sala de la cabaña y sacó algo de detrás de esta. Era una cobija, que se colocó encima de los hombros como si fuera una capa.
La capa de invisibilidad y tal, pensé, cagada de la risa.
—Esa mierda duele igualito te pongas lo que te pongas —le informé, aún riéndome de la seguridad con la que me había mostrado su escudo secreto—. Error de principiante.
—Y ¿cómo haces para que no te quede marca? —preguntó con verdadera curiosidad.
—¿Tú sabes el sol? —él asintió, así que proseguí—. Bueno, allá en Venezuela es tan fuerte porque así te endurece la piel y la hace resistente a las chanclepalizas.
Por eso es que en Maracaibo pega más, porque las coñizas son más arrechas y ante más sol, más protección.
Me vas a decir que no tiene sentido mi hipótesis científica, ¿ah?
Luke metió la mano en el bolsillo del pantalón de pijama y sacó su celular. Luego lo desbloqueó y se lo llevó al oído. Así, a lo loco.
—¿Qué haces? —le pregunté, confundida.
—Estoy llamando a Harvard para contarles tu teoría —me hizo señas como para que guardara silencio mientras lo atendían, pero junto a su oreja aún podía verse clarito que seguía encendida la pantalla de inicio.
Rodé los ojos, y aunque intenté, no pude evitar reírme de sus gafedades.
Épale
¿Cómo están? Espero que bien
¿Ya vieron ATDMV? ¿Qué opinan?
Y también algo que nunca pregunté porque esa gente montó canción y yo calladita... ¿Qué les pareció 2011 y el 5SOS Show?
La canción es que si mi favorita de los 5Ayuda de momento. Me encanta demás. Y yo me mié con el show; no digo más
Los amo❤️
— Cams
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