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Hola again, vale

¿Qué más?

Sí, esto es un capítulo
No, no hay dedicaciones
En esta oportunidad no, pues este cap es más un regalito (por todo el tiempo que me he tardado en publicar) que otra cosa

Es corto, y aunque me planteé hacerlo de una longitud más parecida a la de siempre agregándole próximas escenas, sentía que debía terminar aquí

Quiero que sepan que mucho de lo que escribo es un reflejo de mi vida privada, pequeños fragmentos o detalles; más que acciones como tal, sentimientos

Por eso, en este capítulo hay un tema que llevo tratando prácticamente todo lo que va de libro y que aquí se "resuelve", por decirlo de alguna manera, lo que lo hace en cierto sentido especial

Para no dar más spoiler y echar a perder la cuestión, seguiré hablando un poco de eso en la nota del final

Si leyendo, te sientes identificad@ con algo, así sea solo un poco, nos leemos más abajo

Los comentarios de este cap se sumarán a los del cap anterior para las dedicaciones del que viene (el 28)

En fin, los quiero mucho ❤️

—Pero la tipa esa, ¿qué? —preguntaba Fiorella, mirándome con disgusto desde su puff mientras yo caminaba dando vueltas como un Zhu Zhu Pet por toda la sala del apartamento de mi amiga—. ¿Es bonita acaso?

—No sé, marica —respondí toda acelerada, toda molesta—. No la he visto. Pero ni falta me hace; igualito me da arrechera.

—Bueno, que sea mejor partido que tú dificulto —concluyó—, porque como tú no hay ninguna dijo Nicky Jam.

Cantó eso último en un tono tan pero tan tuky que me detuve y me le quedé viendo con los ojos entrecerrados, a lo que Misión Barrio Adentro me picó el ojo y me lanzó un beso todo exagerado.

—Ya hablando serio —se retractó de su nichería—. Luisfer puede ser muy bello y todo, pero ese con lo aweboniado que es no levanta ni el polvo. Una chama que de pana la de... ¿Tú crees que le va a estar parando?

Volví a verla feo, esta vez con los brazos cruzados sobre mi pecho. —Según esa conclusión magistral tuya, entonces yo ¿qué soy?

Se dio cuenta de su cagada, reconociéndolo con una pelada de ojos.

—¿Una chama que de pana la da? —preguntó, sonriéndome con aquellos dientes pelados como la niña tierna e inocente que no era.

—Muchacha pendeja —rodé los ojos y seguí con mi roadtrip por la sala de Fiorella.

—Bueno, y entonces ¿qué vas a hacer? —inquirió tras un corto silencio en el que se dio la vuelta en su puff y se puso de cabeza como la propia carajita. Hasta que se cayera y se diera su coñazo no iba a dejar la inventadera.

—Exacto —me encogí de hombros—. ¿Qué voy a hacer? O sea. Luisfer definitivamente no va a volver conmigo...

—Chama, de eso tampoco estás cien por ciento segura —quiso corregirme, mirándome todavía boca abajo.

—Chama, sí —insistí—. Tú sabes cómo es él de terco cuando toma una decisión; es casi que imposible convencerlo de cambiar de opinión —así muy light me veías diciéndolo en ese momento, pero cada palabra que salía de mi boca, sabiendo que era cierta, hacía las veces de un puñal ya clavado que yo misma me enterraba más profundo—. Quise creer que yo podía, como la primera vez... Pero hoy me di cuenta de que no es así. Ya no. Si lo hubieras escuchado hablando antes... —me detuve, pasándome ambas manos por la cabeza y con ellas echándome el pelo hacia atrás. No quería llorar. Bueno, en realidad sí quería, pero no iba a permitírmelo. Ya estaba cansada de eso. Tras soltar un largo suspiro y cerrar los ojos por un par de segundos para evitar que el ardor de mi garganta y ojos se convirtiera en gotas, me volteé hacia mi mejor amiga y dije: —Necesito superarlo, Fiore.

Ya estaba. No podía seguir lamentándome por todo lo que había pasado, esperando que volviera y todo fuera tal cual como había sido porque eso definitivamente no iba a pasar. No podía seguir esperándolo cuando él ya estaba pensando en rehacer su camino con alguien más.

Barrio Tricolor se dio la vuelta, imagino que ya con la sangre hasta la coronilla por la posición que tenía, y se sentó derecha. Me miró con una mueca de lástima, y, ladeando un poco la cabeza, habló: —Si con Luisfer tenía que pasar así por algo será —opinó, evitando mirarme directamente—. Estás obsesionada con el trabajo, Lu. Con llegar a determinadas metas que parece que nunca se terminan —se levantó de su cómodo asiento y se fue acercando a mí poco a poco—. Esto lo hemos hablado millones de veces, y yo te dejo tranquila porque al fin y al cabo es tu vida y solo tú puedes decidir qué haces y qué no. Pero ahí puedes equivocarte, y es mi deber como amiga hacértelo saber para que no te pegues un carajazo con la misma punta otra vez.

Coñio, esa frase hecha es nueva, pensé, intentando ser seria entonces que Fiorella lo era, cosa que no pasaba muy seguido que digamos.

Ranchos me puso ambas manos en los hombros —Y ahora mismo lo estás haciendo —me miró de arriba a abajo con cara de preocupación—. ¿Es que no te ves, Lu? Tienes unas ojeras inmensas, el pelo pajoso, las manos con heridas por la resequedad...

—Coño, gracias... —le agradecí, toda sarcástica yo.

—Escúchame, nojoda —me silenció, batuqueándome levemente hasta que se aseguró de que le estuviera parando bolas—. Todo esto es síntoma de estrés, y lo sabes. No hagas como que tú no te has dado cuenta porque sé que sí, solo que lo ignoras. Yo no lo voy a ignorar. No esta vez. Estoy demasiado preocupada por ti como para quedarme callada —me miró a los ojos y gesticuló lo siguiente de forma súper exagerada como cabría esperar de Ranchibirix—. LA ESTÁS CAGANDO —me soltó los hombros, antes aprestándomelos en modo amiga, date cuenta—. Nunca tienes tiempo para nada ni nadie que no esté relacionado con el trabajo o con la universidad. Ni siquiera tienes tiempo para ti misma. Fíjate que ya nunca salimos. Incluso ahorita cuando llegaste aquí lo primero que me dijiste antes de "hola" fue que me ibas a echar un cuento pero que solo tenías media hora para contármelo, porque ahí mismo tenías que ponerte con unas tareas pendientes.

Mentira no era, la verdad. Valga la redundancia. Yo tenía mis horarios súper calculados con breves tiempos intermedios hasta para imprevistos y todo. Mi teléfono estaba full de alarmas y notificaciones de la lista de pendientes.

—Te apuesto un pelo del bigote de Maduro que si te haces el test de Pooh sales conejo —prosiguió, hablando con una seguridad en lo que decía arrechísima—. Y no solo lo digo yo, todos lo hemos hablado y estamos de acuerdo —me dedicó una mirada severa que contrastó perfectamente con sus afirmaciones.

Lo que ella no sabía era que yo ya lo había hecho.

—Necesitas tiempo para ti, para relajarte, disfrutar con la gente que te quiere, o incluso sola si así lo prefieres. Pero lo necesitas —soltó un suspiro—. Y creo que lo de Luisfer ha sido el punto de inflexión al que tenías que llegar para ver todo lo que puedes perder si sigues así.

Así quedé.

Ella soltando todos los trapitos de una así sin más. No se le iban a secar.

Ya tipo serio. Se veía por cómo hablaba que llevaba tiempo queriendo decirme todo aquello, guardándoselo por respeto a mis decisiones propias. Muchas veces, como entre toda la gente que me rodeaba, familia y amigos, Fiorella era la que menos opinaba sobre mi vida, había llegado a pensar que no le importaba, pero siempre terminaba demostrándome lo contrario, como acababa de hacer. Ella, que solía dársela de relajada, de que lo único que sabía era que pa'lante era pa' allá, estaba tan preocupada por mí y mi bienestar como para romper ese esquema y hacérmelo saber sin pelos en la lengua, y eso fue lo que realmente me hizo reaccionar.

Por primera vez en mucho tiempo fui consciente de todo el daño que me estaba haciendo, de esa ansiedad que de tanto tenerla presente ya tomaba como parte de mi vida, como si fuera normal, como si lo fuera el estar todo el día de allá para acá con un cohete en el culo, sin comer, sin dormir, sin realmente vivir.

Sí, lo de Luisfer me había hecho ver lo mucho que mis acciones podían afectar a otros, pero no lo mucho que me estaban afectando a mí, tanto física como emocionalmente. Y en ese momento lo vi todo. Todo lo que me estaba perdiendo, de mi familia, de mis amigos, de mí, de mi propia vida... Todo lo que estaba dejando de lado.

Me sorprendió, pues, por experiencia sabía que la depresión, el pasarse todo el día triste sin hacer nada, causaba estragos las personas como en su momento lo había hecho conmigo. Sin embargo, nunca me había parado a pensar que el estrés, el pasarse todo el día cansado haciendo de todo, también era capaz de tener el mismo efecto.

De repente, todo el peso que llevaba encima, ese que me había acostumbrado a cargar durante tanto tiempo, acabó por derrumbarme.

Lloré. Lloré muchísimo. Como no hacía desde que Luisfer se había marchado. Al principio internamente, luego sobre mis propias manos, y finalmente entre los brazos de mi mejor amiga.

Y, de alguna extraña manera, tras tantas horas, vueltas días, semanas, meses y para entonces ya años de acumular una presión que yo misma había insistido en imponerme... la dejé ir, y me sentí libre.

Bien

Ahora tipo serio

No me voy a poner súper poética tampoco porque ni yo misma sé las respuestas concretas a muchas de mis dudas respecto a este tema, al del estrés

Simplemente quería decirles que yo no soy ni la más inteligente, ni la más pila, ni la mejor en nada. Pero si hay algo de lo puedo estar orgullosa es de todo el esfuerzo que le dedico a cada cosa que hago. Siempre doy (o intento dar) todo de mí, al menos para poder decir que si algo no salió no fue por falta de voluntad. Sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta de lo enfrascados que estamos en conseguir algo, y perdemos de vista todo lo que nos estamos dejando en el camino. Por eso, tenemos que conocer nuestros límites, saber cuándo parar por nuestra salud física y mental.

Así que si sientes que estás viviendo algo parecido, que no tienes tiempo para nadie, ni siquiera para ti, analiza la situación en la que estás y date un momento para pensar en cómo gestionarlo para seguir dando tu máximo esfuerzo sin perderte en el proceso.

Tú puedes.

Siempre recuerda que tu salud y tu tranquilidad van primero.

Y si necesitas hablar de ello aquí estoy

Los amo mucho❤️

— Camila

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