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Activos en la pista ❤️
—Pero antes, tienes que saber que es acerca de Luke.
Coño 'e su pepa, vale. Otra vez ese mamaguevo. Primero la vaina de Fiorella, después la cadenita, y ahora Michael también. Últimamente todo tenía que ver con Lucas Roberto. Le debía estar picando la oreja que jode.
Admito que en el fondo me intrigaba, ¿sabes? El hecho de que de repente había pasado de no tener ni idea de él y lo que había sido de su vida, de haberlo borrado de la mía, a tenerlo presente en cada paso que daba. Peor que pisar un chicle, pues.
Lo que no me cuadraba es que si se suponía que yo hace muchísimo tiempo había decidido que no quería saber más nada de él, y, de hecho, le había exigido a nuestros amigos en común que ni se les ocurriera contarme un coño de la madre porque si no les iba a formar el peo de sus vidas... Entonces, ¿por qué razón, motivo o circunstancia me picaba tanto la curiosidad, después de tanto tiempo? Es que, ¿qué sería lo que había podido pasar que hacía que Michael tuviera tal convicción de que esa podría ser la causa de mi presentimiento?
Coño, ya va. Me volví un culo.
O sea, lo que quiero decir, es que no entendía qué es lo que había pasado tan fuerte que hasta yo me tenía que enterar. De pana que no se me ocurría nada, y era justo eso lo que me preocupaba. En realidad, si tan fuerte era, entonces, ¿de pana querría saber? ¿O me arrepentiría después y tendría que salir corriendo a buscar un pote 'e basura pa' echárselo a mi máquina del tiempo y que Michael Fox me llevara devuelta a un futuro donde seguía feliz y contenta alejada de Luke Hemmings y de todo lo que tuviera que ver con él?
No me veas así, mano. El que entendió entendió.
Por un momento me planteé no pensar y simplemente decir que sí, que sí quería saber, que en cierto modo lo necesitaba; necesitaba saciar esa incertidumbre que me perseguía desde lo de México, esa que había estado acompañando y a la vez agravando aquel presentimiento tan ladilla.
Pero la razón que me quedaba supo actuar rápidamente y recordarme que por mucho que estuviera tentada a lanzarme y seguir mis impulsos sin más, debía pensar en las consecuencias que eso tendría: la respuesta de Mike podría, en lugar de despejar mis dudas, dejarme más —porque ya sabes lo que dicen de que el que aclara oscurece—, y eso me llevaría a estar dándole vueltas al asunto más tiempo, pensando en Luke innecesariamente, sin ningún sentido ni finalidad práctica. En resumidas cuentas, estaría desviando mi cabeza y mi tiempo a cosas que no valían la pena. Además, necesitaba demostrarme a mí misma que no me importaba Luke, convencerme de ello, incluso más de lo que necesitaba saber la verdad.
Así que no, simplemente no podía arriesgarme. Prefería calarme mi vaina y esperar que se me pasara, a empeorarlo todo. Mejor oler la mierda que pisarla.
—Si aún así quieres que... —fue a agregar Mike cuando lo interrumpí amablemente, colocando una de mis manos sobre una de las suyas para que se detuviera.
—Gracias —le sonreí de medio lado—, pero creo que no es lo correcto. No quiero meterme en su vida. No así, no sin su permiso. Y tampoco quiero que él se meta en la mía —expliqué, evitando la mirada desilusionada de Mike. Ahí fue cuando, al desviarla hacia otro lado, me encontré con Fiorella, Calum y el camarero, quienes volvían de la cocina aparentemente satisfechos, a excepción de este último.
—Tranquila. Lo entiendo —apretó mi mano y me devolvió la sonrisa en un gesto comprensivo, que me recordó también por qué era uno de mis mejores amigos.
Para cuando los otros se sentaron con nosotros, Mike y yo ya nos habíamos soltado, lanzándonos una mirada cómplice para no comentar nada de nuestra anterior conversación ante los ahora presentes.
—¿Qué desean pedir? —nos preguntó a todos el camarero, sacando entonces la libreta que antes le había faltado.
A hartar se ha dicho.
* * * *
—...entonces, cuando vimos que se había dormido, entre los tres levantamos el sofá y lo sacamos sigilosamente de la cabaña —narraba Michael mientras Ranchos y yo lo mirábamos expectantes y Calum sonreía, supongo que acordándose de la vaina.
Habían pasado al menos tres horas desde que Fiorella y yo habíamos llegado al restaurante, aunque eso te lo estoy diciendo ahorita que me pongo a sacar cuentas, porque, sinceramente, en ese momento lo que menos me importaba era la hora. Me había permitido a mí misma olvidar todas mis preocupaciones, y en ese paquete venía incluido el tiempo. Me sentía como en vacaciones cuando se te olvida qué día es, qué mes, si ya pasó Año Nuevo o si ya cayó Maduro. En el fondo, una parte de ti sabe que en cualquier momento se va a terminar y volverás a la realidad, pero mientras tanto, disfrutas hasta el último segundo. En cierto modo, yo me estaba tomando unas vacaciones mentales, lejos del estrés, y así fuera por unas horitas, solo quería divertirme con mis amigos. Todo lo demás quedaba en segundo plano.
En ese preciso instante, me dedicaba a darle vuelticas a mi copa haciendo que los hielos que nadaban en mi Cosmopolitan se sintieran como en un carrusel, a la vez que escuchaba el cuento que nos estaba echando Mike.
Como ese marico habla mucha paja y pa' echar un cuento completo se tarda dos horas, te resumo más o menos de qué iba la vaina:
Érase una vez los 5Socorro de vacaciones de Navidad, en una cabaña que habían alquilado por allá por la zona montañosa de los United, donde hace frío parejo, cae nieve y todo. La Mérida gringa. En aquel castillo de madera, el príncipe Ashtonio se había quedado dormido mientras veían una película que él mismo había sugerido y que de paso era mala con ganas, cuando los mamadores de gallo de sus amigos, los princesos Lukrecio, Miguel y Calumcio, lo sacaron con todo y sofá y lo dejaron durmiendo en plena nevada, sin nada que lo cubriera aparte de la pijama que cargaba puesta. Y así, aquellos riéndose y Ashtonio con la nieve hasta los teque-teques, vivieron felices para siempre. FIN.
Ya hablando serio, si yo lo pasaba mal durmiendo en casa ajena cuando no me daban cobija, imagínate Ashton que su cobija era la nieve... Esito.
—Solo a ustedes coños de pepa se les ocurre abandonarlo a la intemperie. Buscando que le diera una hipotermia al carajo... —dije kike con indignación, tan exagerada y dramática que deberían haberme dado mi Óscar ahí mismito. Aunque en el fondo admito que me estaba riendo de imaginarme a Ashton con la nieve metida hasta el fundillo, cayéndoles a gritos para que lo dejaran entrar en la casa.
—Por supuesto que no lo abandonamos —me tranquilizó el peliloco—. Solo íbamos a esperar unos minutos y lo dejaríamos entrar otra vez —se hizo el ofendido, negando varias veces con una mueca de desaprobación plasmada en los labios—. Qué imagen tan fea tienes de nosotros, Rodríguez.
Yo rodé mis ojos mientras le daba el último sorbo a mi bebida y volvía a dejar la copa sobre la mesa. —Deja el show y termina de echar el cuento, pues —hice un ademán con las manos en su dirección.
—La cosa es que al rato fuimos a buscarlo —me hizo caso, retomando la historia. Érase una vez los 5Socorro: parte II—, pero ya no estaba en el sofá. Le dimos una vuelta a toda la cabaña y ni rastro de Ashton.
—Le dicen el Houdinirwin —soltó Fiorella—. Con razón desapareció de mi vida sin dejar rastro el webon ese.
Ninguno tenía claro si la vaina iba en serio o era jodedera, pero toditos nos reímos, incluida la Ranchos.
—Y al final ¿dónde estaba? —inquirí.
—Había logrado escalar por las paredes y subirse al techo de la cabaña —respondió Mike, sonriendo de medio lado—. Lo encontramos metido en el jacuzzi de la terraza con la ropa puesta.
—El hombre araña, pues —dije echando vaina, aunque hablando claro hubiera lucido el traje. Agárrate, Tom Holland—. Me imagino el peo que les formó, sobre todo ese que es más prende-mecha que el coño.
—Que en qué estábamos pensando, que nunca más volvía a salir con nosotros —enumeró Calum, imitando la voz de Ashton—, que dejaba la banda, que a ver si al próximo baterista le hacíamos lo mismo...
Ashton be like:
Cal se rió para sí mismo, añadiendo: —Y ya al día siguiente se le había olvidado todo.
—Sí es marico —negué repetidas veces con la cabeza—. Díganme que lo grabaron, por favor —agregué, visualizando ya los dólares que nos podíamos ganar montando el vídeo en YouTube.
Ambos negaron con la cabeza.
Entrecerré los ojos, haciendo un ademán de ladilla fingida hacia ellos para seguir la joda. —Sí son maricos ustedes también. Hubiera estado yo ahí y ya nos hubiéramos hecho multimillonarios montando esa vaina en todos lados.
—Ah, pero como nunca vienes con nosotros cuando te invitamos... —habló Mike, encogiéndose de hombros y haciéndose el loco cuando estaba clarísimo que lo que andaba era buscando peo.
Michael tirando la piedra y escondiendo la mano, esperando a ver qué le respondía:
A mí ya empezándome a correr el kerosén por las venas:
—'Tas buscando lo que no se te ha perdido, cham...
—Totalmente de acuerdo. "Más falsa que billete de tres." —secundó Calum, interrumpiéndome, burda de pasado citando la frase que yo misma le había enseñado. El alumno supera al maestro.
Eso me recuerda...
Admito que yo nunca le pude ganar al Sensei.
—Y ¿con quién estoy ahorita, pues? —sin saber si estaba ofendida u orgullosa, intenté defenderme de las ofensas que Calum y Mike me estaban sirviendo de forma gratuita. Y encima dos contra uno. Injusticia, manifestación.
En un primer momento se quedaron callados, acción que tomé como victoria, la cual, además, no dudé en celebrar inmediatamente en sus caras con un bailecito.
—Ah, ¿ven? No tienen nada que decir porque saben que tengo razón.
—Lo de hoy no cuenta porque Fiorella te obligó —salió Mike de repente, haciendo un ademán con una mano que parecía que fuera a rapear. Después se inclinó hacia Calum cruzándose de brazos y poniendo bemba de cochino con cara de que se la estaba comiendo. Cal le copió la pose, pegando su espalda con la del peliloco.
—Lucía —quiso interrumpir la aludida, quien había estado callada los últimos minutos revisando su celular, siendo aquella la primera vez que lo sacaba en lo que iba de noche.
No había rastros de la felicidad que había podido vislumbrar minutos antes en sus ojos, y aunque eso me hubiera preocupado inmediatamente en cualquier otro momento, estaba tan metida en el pleito aquel con Michael y Calum que de pana no le paré.
—Nojoda —me arreché en su lugar, levantándome de mi silla y dándole una palmada a la mesa—. Embuste.
—Igual te damos la oportunidad de redimirte viniendo a Fiji con nosotros —propuso el cizañero número uno, tirando la caña a ver si yo mordía el anzuelo. Rodeó a Calum con un brazo a la vez que este asentía en aprobación de su propuesta, como si me estuvieran vendiendo un producto de esos típicos de los infomerciales que pasaban en Discovery Home&Health por la mañana. Sí, esos que no me dejaban ver mis "martes de cocina" tranquila.
—Lucía —volvió a llamarme Barrio Tricolor, buscando de tocarme la mano, cosa que no pudo hacer porque justo en ese momento me crucé de brazos y volví a sentarme de coñazo.
—A mí no me vas a engatusar, chamito —le dejé claro a mi supuesto mejor amigo, más falso que'l coño, negando con un dedo y poniendo cara de sobrada, toda exagerada la niña chiquita.
—¡Coño, Lucía! —no se la caló más Fiorella, pegándome un grito silencioso, si es que eso tiene sentido, que evadió las miradas de quienes estaban cenando alrededor de nosotros—. Voy a montar una piscina de pelotas con las bolas que me estás parando.
Mi mente automáticamente:
Hablando claro no era mal negocio.
Sacudí levemente la cabeza a ver si se me caía la gafedad en el proceso, para luego mirar a Fiorella y preguntar: —¿Qué pasa?
Fiorella se me quedó viendo fijamente, intentando decirme algo con la mirada. Como entendió que yo no entendía, fueron a llamar a otro elefante.
No, mentira. Lo que hizo fue que rápidamente a Calum y a Mike, y acabó regresando sus ojos a los míos. Déjame quieta que hoy estoy comediante. Tiembla, Lovera, tiembla.
Hice una mueca de confusión mezclada con susto, aún perdidísima, y fue entonces que soltó la pregunta. —¿Qué día es hoy?
—Viernes 14 de mayo —respondió Mike, tan perdido como yo—. Bueno, ya por la hora es sábado 15 —se autocorrigió tras echarle un vistazo a su teléfono—. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
Viernes 14, viernes 14..., me repetí mentalmente varias veces, no logrando caer al principio. Empecé a echar cuentas, y verga, de pana que mientras más pensaba menos idea tenía. Caída de la mata y lo demás es cuento.
Pasados varios minutos de estar así:
...mirando a la nada pensando en qué coño era lo que me quería decir Fiorella, decidí rendirme. Iba a volver a poner cara de pendeja confundida, esperando que el Rancho no me metiera un coñazo y en su lugar terminara de explicarme de una vez por todas qué era lo que pasaba, cuando, de repente, todo tuvo sentido.
NA-WE-BO-NA.
Deseé volver en el tiempo, porque de pana y todo que prefería no entender una verga a enfrentarme al sentimiento tan feo y tan arrecho que se apoderó de mí una vez logré unir los puntos de la parte de atrás del yuky-pak y comprendí la situación.
Pelé los ojos y dejé caer mi mandíbula como el genio de Aladdin, en un cara de sorpresa que poco a poco se fue convirtiendo en una de preocupación. Sentí cómo se me bajaba la tensión, con un hormigueo que me recorrió de arriba a abajo y se acumuló en mi estómago, en un doloroso nudo. Como cuando sabes que acabas de cagarla, que acabas de hacer algo que no puedes deshacer, algo que difícilmente puedas arreglar...
Buen. Así mismo.
Con el cejo fruncido y los labios cada vez más curvados hacia abajo, acudí con la mirada a Fiorella, en busca de una solución, o quizás de confort, o quizás de un simple "tranquila" que me hiciera sentir como que no acababa de cometer un error tan arrecho como los de Maduro hablando por cadena nacional. Pero no lo encontré, y en su lugar me topé con un par de ojos verdes que parecían tan alterados como los míos y una mueca de lástima. Lástima hacia mí, irónicamente, siendo yo la culpable de todo.
Eso era: culpable, y me merecía sentirme como tal. Porque no importaba qué tan ocupada hubiera estado, ni qué tantas cosas hubiera tenido en mente aquellos días, eso era lo único que no se me podía olvidar, lo único que no se me podía pasar, y, aún así, era lo único que se me había escapado. Era yo la que se había comprometido a preparar todo, a pesar de sus reiteradas negativas, a pesar de que él insistió en que él podía encargarse, como siempre, hasta que lo convencí de lo contrario. Era yo la que había escogido el sitio. Era yo la que había reservado. Era yo la que había quedado en verse con él hacía más de dos horas... Y también era yo la que se había olvidado del día, de la hora y de toda mierda. Era yo la irresponsable que ni siquiera se había preocupado en avisar que no tenía celular. Era yo la que, en vez de estar aquel día con el chico con el que cumplía nada más que 18 meses de noviazgo, se había ido con sus amigos a echar chismes sobre bateristas que se metían con ropa en jacuzzis.
Es capaz que piensas que es una mariquera. Total, con tanto trabajo, tanto estrés y tanta vaina... normal que se me olvidaran las cosas. Pero es que no era la primera vez que dejaba plantado a Luisfer. Con decirte que el día de nuestro aniversario —hablamos de "nuestro aniversario"; no cualquier cita o cumple-mes—, lo había tenido esperando cuarenta minutos como un webon, que hasta las velitas que había puesto se le derritieron. Y así con el cumple-mes 14, el 16, el 17 y ahora el 18. Ya era como una tradición que Lucía la cagara en días importantes. De pana que no pegaba una.
—Tengo que si veinte mil llamadas de toda tu casa, marica —me habló Fiorella, en español, ignorando la pregunta anterior de Mike—. Todos creen que te secuestraron o una vaina así.
—Y ¿él? —inquirí, cagada y preocupada por cómo estaría sintiéndose en ese momento. Una parte de mí quería saberlo y otra parte no.
—También —respondió—. Salió con Bárbara y Daniel a dar una vuelta a ver si te conseguía, porque les pareció muy raro. Que tú siempre que llegas tarde avisas y...
Mientras mis ojos cobraban un tono ensombrecido y vidrioso por culpa de las lágrimas que amenazaban con salir de estos, la voz de mi mejor amiga fue poco a poco cubierta por un zumbido que se apoderó de mis oídos, y entonces dejé de escucharla.
Por un momento tuve la tentación de esconder la cabeza entre los brazos y echarme a llorar ahí mismo, pensando en todo lo que iba a pasar cuando llegara a casa y me encontrara con Luisfer. No quería enfrentarme a su cara de decepción y tristeza, todas juntas en un cejo fruncido y unos ojos oscuros que ya podía imaginar mirándome de una forma tan vacía y a la vez tan cargada de impotencia... Pero quedándome ahí, lamentándome por mis errores, no iba a lograr enmendarlos. Así que me levanté de la mesa, agarré mi bolso y le dije a Fiorella: —Rancho, nos vamos.
Ella sonrió de medio lado, para proseguir a pararse también, erguida, exclamando en un saludo militar: —Sí, capitán Gasparín.
Lo siguiente que hice fue abrir mi bolsito en busca de mi billetera, de la que saqué un billete de dólares que dejé sobre la mesa. —Esta vez pago yo, pero a la próxima ustedes invitan. Ya lo saben.
Con Michael y Calum viéndonos con confusión, sin entender un coño, Fiorella y yo nos disponíamos a abandonar el lugar, cuando yo fui detenida por el primero de estos, quien rodeó suavemente mi muñeca con una de sus manos en un gesto delicado para impedirme huir. —¿Qué pasa? ¿Estás bien? Me estás asustando —dijo, mirándome desde abajo, con la otra mano agarrando fuertemente la silla, acompañando sus palabras con una cara de preocupación increíble.
—No tienes de qué preocuparte —aseguré, volviéndome hacia él y dejando un besito en una de sus mejillas para luego abrazarlo rápidamente—. Me encantó verte. Ahora que llegue a la casa y resuelva el peo te cuento.
Él asintió, no demasiado convencido, pero confiando en mí.
—A ti también te amo, Chinese de mi corazón —me despedí de Calum, lanzándole un beso que me fue correspondido, haciendo como que lo agarraba en el aire y se lo ponía en el corazón. Sí es marico ese muchacho.
Fiorella se despidió también con una mano, lanzando beso parejo al aire. Ella como que creía que estaba cerrando un concierto. Le faltó fue el "¡Gracias, Nueva York!".
Total que así, apretando ese culo —tanto por los nervios como por la cena que ya me estaba haciendo efecto y me estaba dando ganas de cagar—, nos fuimos casi que corriendo del restaurant, esperando que no estuviera todo perdido, al menos para mí.
* * * *
Me bajé voladísima del carro de Fiorella, tirando la puerta sin querer y consiguiendo que el golpe se escuchara hasta en el Ávila.
—Nojoda, ¿será que cerró? —me reclamó sarcásticamente la dueña, aún en el asiento del conductor—. Revisa a ver.
—¡Perdón! —grité para que pudiera oírme desde la acera mientras yo atravesaba la entrada del edificio donde vivía con mis hermanos, mi novio y Pepe. Él siempre por fuera como la guayabera.
En el carro, de camino a la casa, Fiorella y yo habíamos creado un plan para conquistar el área limítrofe, que evitaría que mis hermanos me cayeran a coñazos por andar preocupándolos sin necesidad y que Luisfer me terminara por dejarlo plantado una vez más. En el fondo sabía que eso no iba a pasar, porque si había una persona comprensiva en el mundo, era Luisfer. Y me quería tanto, que aunque me costara admitirlo, no me lo merecía. Él siempre estaba pendiente de mí y de mis vainas, y eso era algo que por mucho que yo intentara, no conseguía que fuera recíproco. No era como si no me importara; por supuesto que me importaba, pero ya me costaba estar al día con mis cosas, imagínate con las de otra persona. Y él lo entendía: entendía que se me olvidaran las vainas —si no, no me hubiera perdonado lo del aniversario, ni las muchas otras veces que le había quedado mal después de esa—, entendía que mis planes cambiaran de un día para otro y que eso afectara los nuestros, entendía que pudiéramos pasar días sin vernos incluso viviendo en el mismo apartamento, que ya no habláramos como antes, que todo fuera un poco confuso y que estar conmigo fuera como una carrera contra reloj porque hasta mis ratos libres estaban cronometrados... Era increíble, pero él lo entendía todo.
Se merecía mucho más que eso, mucho más de lo que yo había estado dándole los últimos meses, y eso fue algo que comprendí camino al ascensor. ¿Cómo era que no me había dado cuenta antes?
Tengo que cambiar, me dije a mí misma mientras pulsaba, muchas más veces de las necesarias, el botón que haría bajar la caja metálica. Tengo que bajarle dos al estrés y anteponer mis prioridades. Luisfer era una de mis prioridades, y el puto estudio de fotografía que quería montar y para el que estaba trabajando tan duro, de repente me pareció una tontería en comparación. ¿Para qué quería algo así si no tenía a mi lado a la gente que amaba?
Una vez abiertas las puertas del ascensor, me metí sin dudarlo ni un segundo y pulsé el número de mi apartamento. Las puertas volvieron a cerrarse, y el ascensor empezó a subir.
Dejé caer mi espalda sobre una de las paredes del cuadrado metálico, que había sido decorado todo fancy para que pareciera cualquier cosa menos eso. Evité el espejo a toda costa, porque no quería verme a mí misma de lo avergonzada que me sentía, así que cerré los ojos y respiré profundo. Cálmate, me repetí varias veces, pero no lo conseguí; mis latidos seguían dándole durísimo en una carrera contra el Rayo McQueen, y mi pierna no dejaba de moverse de arriba a abajo como si estuviera con una máquina de coser. Pa' Project Runway nos íbamos.
Total que, viéndome con los nervios a millón, decidí repasar el plan.
La idea era que, ya que Bárbara, Daniel y Luisfer habían salido a buscarme por ahí, yo iba a llegarme choleada a la casa, cambiarme y ponerme ropa normal en un pim-pam-pum. Mientras tanto, Fiorella les iba a mandar un mensaje avisándoles que supuestamente me había visto llegar a la casa ahorita que ella venía de rumbear por ahí —la "rumbeadera" era la razón por la que ella, antes, no habría respondido los mensajes en los que le preguntaban por mí—, que me paró y me preguntó que qué me pasaba y que yo le conté que se me había roto el teléfono y que para mandarlo a reparar fue un peo. Así, tendría sentido que hubiera llegado a aquellas horas sin avisar.
Cuando llegaran a la casa, yo fingiría que lo que había dicho Fiorella era verdad, antes amenazando a Pepe —que sería el único que estaría en la casa para cuando yo llegara vestida de fiesta y que sabría que mi excusa del celular era en parte mentira— con sacar a la luz la carta que le había hecho a Bárbara declarándosele. Él creía que la había botado en la basura y para entonces estaría en cualquier vertedero por ahí, pero yo le diría que estaba en mi posesión, aunque en realidad no fuera así. Solo sabía de su existencia porque él me la había leído en busca de consejo cuando aún tenía intenciones de mandársela, pero yo nunca sería capaz de adueñarme de algo así y usarlo en contra de un amigo, menos tratándose de Pepe. Pero bueno, había que hacer como que sí. Ludmila y Ámbar Smith estarían orgullosas de mí.
Reconozco que muy en el fondo, una parte de mí no estaba de acuerdo con ese plan. Al fin y al cabo, ¿qué necesidad tenía de mentir? Pero al mismo tiempo, ¿qué necesidad tenía de hacernos más daño? Si podía evitar que se molestaran conmigo y que anduviéramos todos peleados y de mal humor por los siguientes días, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué no ahorrarnos ese dolor?
La campana que avisaba que el ascensor había llegado a su destino, acompañada de la repentina ausencia de movimiento del mismo, fueron motivo suficiente para salir de mi ensimismamiento. Abrí los ojos y, abiertas —otra vez— las puertas de metal, salí choleadísima por el pasillo, recorriendo aquel laberinto que ya me conocía de memoria hasta poner los pies en la alfombra que recibía a los visitantes con un amable "MARICO EL QUE LO LEA".
Con las manos temblándome, saqué las llaves y abrí la puerta lo más rápido que pude, entrando en la casa y sellando nuevamente la entrada de un portazo. Como no vi a Pepe por ninguna parte, decidí amenazarlo más tarde, y subí las escaleras casi que volando. Reconocí mi puerta entre las cinco que se disponían en un semicírculo frente a una salita que hacía de lobby, y me lancé a ella casi que llevándomela por delante.
Estaba preparada para deshacerme de la ropa que llevaba encima y agarrar cualquier pijama que tuviera en el clóset para reemplazarla. Estaba preparada para impedir que un error —otro error— de mi parte hiciera una mella —otra mella— en la relación que tenía con la persona más importante en mi vida. Y estaba a punto de lograrlo...
Hasta que levanté la mirada, y mis ojos se toparon con la imagen de un Luisfer que, vestido con un elegante esmoquin ya un tanto arrugado y una corbata deshecha, se hallaba sentado en el borde de mi cama sosteniendo aquella cadenita unida a la bandera de Australia, esa que yo, torpemente, había dejado desperdigada ahí horas antes. Horas antes de cometer un simple fallo, que terminó siendo uno de los peores errores de mi vida.
Sé que me he tardado más de lo esperado y también que no he respondido los comentarios del cap pasado
A lo primero, de pana que me ha costado encontrarme otra vez como escritora después de tanto tiempo, pero creo que ya estamos súper mejor, así que ahí vamos
A lo segundo, aunque en breves me pondré a ello, sepan siempre que los leo y me encantan demasiado. Gozo un puyero con sus loqueras
Y bueno, that's it
Recuerden que tenemos un grupo de WhatsApp buenísimo y que estamos para lo que sea
Ah, y he recuperado los viejos stickers de Somos Tú y Yo, por si alguien los quiere
Los amo mucho❤️
— Cami
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