08

Dedicación para EstrellasYCorazones

Y volvemos con las dedicaciones a los que más comenten

Así que el próximo cap va dedicado a aquellos que más le metan mano al teclado, ¿sí va?

3 de mayo, 2021
「 Los Ángeles, California  」

—Tatararatata —tarareaba la melodía que acababa de inventar, comprobando con el piano que concordara con los acordes que había pensado—. No. Mejor tarararatatara —repetí el proceso ya como por millonésima vez.

Suena tonto, lo sé, pero la verdad es que para mí era algo bastante serio.

No hace falta que te explique que estaba escribiendo una canción, o bueno, al menos tratando. Se suponía que para mí que llevaba toda la vida haciéndolo debía ser fácil, pero eso díselo a los dos años y medio que llevaba sin poder escribir una mierda de esas por mí solito. Igual yo tampoco lo forzaba. La inspiración es como las ganas de cagar: llegan cuando tienen que llegar, y si se tardan, es porque luego vienen a chorros. Tan sólo me tocaba esperar mi diarrea artística.

Asqueroso, pero cierto.

Seguí balbuceando otro conjunto de "tarararas", no parando hasta que Petunia me obligó con un ladrido.

—No pega, ¿verdad? —le pregunté, arrugando la cara, como si pudiera responderme. Me le quedé viendo por unos segundos, a lo que ella ladeó la cabeza y profirió un ruidito extraño—. Nunca voy a volver a escribir una puta canción en mi puta vida —no me quedó de otra que aceptar mi realidad, volviendo al teclado.

—Eso mismo dijiste de cantar cuando te equivocaste con la letra de Estrellita Dónde Estás en el coro del colegio —dijo una voz a mis espaldas, haciéndome pegar un brinco del susto.

Me di la vuelta, aún con el culo apoyado en la silla y el corazón a mil por hora, para encontrarme a Aleisha apoyada del marco de la puerta.

Menos mal, pensé, aliviado de que no fuera el fantasma que me tenía que visitar por no haber reenviado esa cadena de WhatsApp a todos mis contactos el otro día.

Ya entonces viéndome a los ojos, Aleisha sonrió, añadiendo: —Y mírate ahora, superestrella...

Me reí por lo bajo mientras miraba hacia otro lado, repentinamente tímido por sus halagos.

Aunque, ¿a quién le voy a mentir? En realidad me encantaban. Hacían que mi casi inexistente autoestima asomara del subsuelo.

—Buenos días —la saludé, levantándome de la silla con una sonrisa para empezar a caminar en su dirección, dándome tiempo a admirarla de arriba a abajo.

Aleisha... Uff. Te quitaba el aliento.

Con sólo echarle un vistazo te dabas cuenta de lo perfecta que era, porque es que era perfecta. Tal cual, sin exagerar. Y no sólo perfecta físicamente, sino también como persona. Y no, no le quiero picar una torta.

Alsh era amable, altruista, independiente, educada y déjame decirte que para nada egocéntrica, aunque siempre segura de sí misma.

Aunque bueno, normal. Con ese cuerpo, esa cara y esos ojos suyos, obviamente tenía que ser consciente de cómo todo el mundo se le quedaba viendo cada vez que llegaba a cualquier sitio. No nos mintamos. Lo que la hacía más especial, era que aún sabiéndolo no presumiera de ello.

—Buenas... —la susodicha habló por lo bajo, con una sonrisa pintada en sus labios, llevándome una mano a la mejilla a la vez que yo a su cintura cuando me incliné y la besé.

Los besos de Aleisha eran diferentes a todos los que había probado hasta entonces. Eran largos y cálidos, muy buenos a decir verdad. Reflejaban la experiencia que tenía, y a la vez dejaban una pequeña pista de las veces que la habían lastimado. Te hacían sentir que no estabas solo, y te convencían de que eran la única forma de quitarte el dolor que llevaras dentro, fuera cual fuera. Y aunque tiempo atrás me costara admitirlo, era la pura verdad.

Sí, lo sé; hace muchísimo que tú y yo no hablamos. Quizás se siente algo raro, pero bueno. El punto es que ya volví, y digamos que te tengo que contar unas cuantas cosas, bastantes a decir verdad, pero todo a su tiempo.

Como decía, total que Aleisha y yo nos separamos y nos quedamos viendo al otro con una honesta sonrisa.

Sin así quererlo, mi mirada se dirigió al reloj que adornaba la pared al fondo, por detrás de mi chica, y vi que marcaba las 9:01.

¿Las 9:01? Por alguna razón, sentía que esa hora significaba algo. Quizás... Ay mierda. ¡LAS 9:01!

—¿Qué pasó? —me preguntó Aleisha cuando abrí los ojos como platos y me erguí de golpe.

—Acabo de acordarme de la reunión con Rami y los chicos —le expliqué, separándome de ella para correr hacia el closet y abrirlo en busca de lo primero que encontrara de ropa— en la que tenía que estar hace quince minutos.

Rápido como una flatulencia, cerré el armario y tiré lo que había sacado de este sobre la cama, ya de por sí bastante revuelta. Con la misma velocidad me quité la pijama, dejándola en el suelo, y comencé a vestirme con la otra ropa.

Ah, no, espera. Me detuve un segundo antes de ponerme la camisa para pegar la nariz a mis axilas y comprobar mi estado oloroso. Pasable. Aprobándolo, terminé de ponerme la camisa.

No vayas a creer que soy un asqueroso. Normalmente nunca salía de mi casa sin haberme bañado y haberme puesto decente antes. Son situaciones así las que obligan a las personas a actuar contra su ética.

—Eres un caso —Aleisha negó repetidas veces con la cabeza en mi dirección, mirándome con desaprobación fingida.

—Así me adoras —le recordé, agarrando un par de botas negras del cajón de debajo de la cama y metiendo los pies en ellas a los golpes.

—Sí, sí, mucho de eso—replicó, rodando los ojos con una sonrisa y cruzándose de brazos, aún apoyada del marco de la puerta.

Iba a sacarle la lengua, pero el tono de llamada proveniente de mi teléfono se hizo oír en toda la habitación y me lo impidió.

Me eché sobre la cama para llegarle más rápido a la mesita de noche donde este reposaba, viendo, cuando lo tuve en mano, que se trataba de Ashton. Así, sin más, le contesté. —Ya sé, ya sé —me anticipé al regaño—. No me di cuenta de la hora. Voy volando para allá.

—Lo sabía —habló Ashtonio, escuchándose un poco lejos del auricular—. Michael, me debes veinte dólares.

Y dale con las apuestas. No sé por qué no me sorprendió escuchar eso.

—Voy a colgar —le avisé sin darle más largas, comenzando a remover las sábanas en busca del cargador de mi teléfono cuando vi que solo contaba con un 10% de batería.

—Te iba a decir que Rami está atrapado en un atasco en Downtown, así que aún puedes llegar si mueves el culo —se apresuró a añadir antes de que yo cumpliera lo antes dicho—. Malagradecido.

—Deja el drama —como pude comprobar que el cargador no estaba sobre la cama, me giré hacia Aleisha y moví los labios para preguntarle a voz seca si sabía dónde estaba, haciendo varias señas para que pudiera entenderme—. Michael Clifford te dicen.

—Me ofende tu comparación, Hemmings —exclamó, haciendo caso omiso—. Eso es cruzar los límites.

Aleisha hizo un ademán hacia mi mesita de noche, indicándome que había dejado el cargador en los cajones al terminar de usarlo esa mañana. Yo asentí, agradeciéndole con la mirada. —Sin mí y mis ganas de echarlo todo a perder no podrías seguir apostando por las desgracias que me pasan y caerías en la pobreza, así que no te quejes tanto.

—Eso sí es verdad —no le quedó de otra que estar de acuerdo—. Si mantienes ese nivel de estupidez voy a poder montar mi propio casino antes de lo que esperaba. Tú sólo sigue siendo tú mismo y yo seguiré cobrando.

Rodé los ojos con diversión. —Escríbeme si llega Rami —pedí segundos después, mientras rodeaba rápidamente la cama para llegar a la mesita—. Y considéralo hora de aplicar los mismos dotes de distracción que usabas en el colegio para que nunca te encontraran copiando.

—Llevo años esperando este momento —añadió con dramatismo.

Me reí por lo bajo, agachándome junto a la cama para abrir las gavetas y así empezar a rebuscar entre las mil cosas que tenía tiradas allí. —Te dejo, que me estoy quedando sin batería.

—Ok. Te estoy avisando cualquier cosa —añadió, a lo que respondí con un "perfecto, gracias" y acabé por colgar.

—¿Todo bien? —preguntó Aleisha detrás de mí, una vez hube colgado y dejado el teléfono sobre la cama deshecha.

—Rami no ha llegado todavía —le conté, cerrando el primer cajón al ver que ahí no estaba lo que buscaba.

—Estás de suerte —contestó Aleisha, sonriendo con ilusión según pude ver por el rabillo del ojo—. Deberías comprar un billete de lotería cuando vengas de regreso.

JAJAJAJAJAJAJA. Sobre todo yo.

—Amor —volteé momentáneamente hacia ella con una sonrisa y las cejas hundidas—. Me encanta tu inocencia, pero si nunca gano ni los concursos de Instagram, menos voy a ganar la lotería.

—Nunca lo sabrás si dejas de intentarlo —replicó entre risas, moviendo un dedo en mi dirección como abuela dando consejo—. Quién dice que hoy no es tu día de suerte.

—Mi día de suerte son todos los días porque te tengo a ti —no pude evitar soltar esa frase súper empalagosa mientras volvía a buscar, entonces, en la segunda gaveta. Y no me veas así. No era mi culpa; Aleisha me lo había puesto en bandeja.

—Eres lo máximo —dijo ella con toda naturalidad, esbozando una sonrisa aún más amplia que la de antes—. Que alguien que me diga qué hice para merecerte.

Iba a contestarle con otra frase así súper cursi, pero la euforia que sentí al por fin encontrar mi cargador entre tanto trasto me lo impidió. Aunque tal felicidad no tardó mucho en desaparecer, cuando me di cuenta de que cierta cadena plateada de la que colgaba un dije tricolor se había quedado enganchada al cable blanco. Y como si fuera poco, se podían leer perfectamente al anverso dos palabras que consiguieron que mi mundo tambaleara en un microsegundo: Lucía Rodríguez.

Medio cortico, lo sé, pero bueh

Yo sé perfectamente que me eché fue LA perdida, pero es que estaba en exámenes globales y era un problema entonces bueno

Pero ya volví repotenciada, así que preparen ese booty

Qlq con Old Me, díganme qué piensan

Hasta el próximo cap💕

— Camula

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top