prólogo.

prólogo.

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Hubo un pequeño cambio en el ambiente cuando Isis dejó caer su mano a su costado. Miró a su alrededor, luces brillaban en el cielo, donde todo parecía un juego, una fiesta de celebración, las nubes brillaban en tonos verdes y rojos anunciando peligro.

A la bruja no le importó, una sonrisa serena apareció en su rostro, su corazón estaba débil y la calma se apoderó de sus nervios, perdió las fuerzas pero no la en en algo mejor.

Algo mejor para su hija.

―Esto ya me está cansando.―unos cabellos negros y piel pálida aparecieron sobre sus ojos, la mujer enfurecida aún sostenía la varita.―¿Dónde está ella?

Isis no sintió miedo, repulsión ni odio a la mujer que una vez fue su amiga. La miró a los ojos, todavía había recuerdos en ella de la niña inocente que dejó atrás.

―Nunca la encontrarás.―Isis sonrió, no porque fuera una situación divertida, sino porque confiaba en que ahora su hija estaría a salvo.―No la encontrarás. Ella es quien te encontrará.

Los ojos grises parecían perdidos y luego la expresión del pálido rostro cambio a uno de sorpresa, sabía que ya no quedaba nada que hacer.

―¡Maldición!―el hombre a su lado maldijo, golpeando paredes, derribando cuadros y jarrones decorativos.―¿Cómo puedes hacer esto con tu propia sangre?

Isis levantó ligeramente los ojos y se quedó mirando el montón de rizos que cubrían la parte superior de la cabeza del hombre, sus ojos igualmente grises pero su cabello un poco más claro que el de su esposa.

La mujer se preguntó cómo era esa vida, esa búsqueda incesante de poder, de aprobación de algo que consideraban correcto, sin dudar nunca cuando eran enviados a hacer las peores cosas, y ni siquiera formaban parte del círculo personal del Señor Oscuro.

―Estoy haciendo esto por mi propia sangre.―respondió ella con voz débil pero firme en sus palabras. Sabían lo que decía. Simplemente no querían entender.

Era la primera vez en mucho tiempo que Isis veía a un hombre tan enojado. Él, que siempre fue paciente y obediente a las decisiones de su esposa, ahora parecía una bestia incontrolable.

Isis sabía que no podría sobrevivir a ellos.

―No importa.―la pelinegra volvió a hablar, acercándose sin miedo al ver que la bruja ya no tenía fuerzas para pelear sus propias batallas.―Estaremos listo cuando ella regrese.

El marido se acercó también, con una sonrisa en el rostro, luciendo confiado en la nueva idea de su esposa. Se agachó por un momento y luego se escuchó un golpe afuera de la casa.

Isis sabía quién era. Él estaba allí, había logrado proteger a su hija y ahora estaba de regreso con la esperanza de salvarla. Así de amable y valiente era Darius Grindelwald.

Pero sabía que no tenía sentido, que no había más tiempo para ella y temía que tampoco hubiera más tiempo para él.

―Te vas a arrepentir de esto.―la pelinegra continuó hablando mientras su marido iniciaba un duelo con Darius.

Isis se esforzó por intentar ver los ojos de su marido, tan claros como el agua, por última vez. Fue interrumpida cuando la mujer le sujetó el rostro con una de las manos, obligándola a mirarla.

―¿Me has oído?―parecía enfurecida, pero todavía había algo de humanidad en su mirada. Haría lo que tuviera que hacer, pero Isis sabía que le costaría.―Morirás si no la traes devuelta.

Isis levantó una de sus manos y la colocó delicadamente sobre la mano de la otra en su rostro, aún mantenía su sonrisa pero ya no sentía los músculos de su rostro, solo el sabor a hierro de la sangre en sus labios.

Los ojos plateados seguían sus movimientos con curiosidad y recelo, tal vez a la mujer frente a ella sabía que Isis ya no era una amenaza.

―No la traeré de vuelta.―aseguró Isis sin dejar de mirar a su ex amiga.―Ella regresará sola, cuando sea el momento.

―Esta amenaza no funcionará conmigo.―advirtió, pero se podía ver el malestar en sus ojos claros.―Nada de lo que ese viejo pueda enseñarle la ayudará contra mis muchachos. Serán criados sabiendo sobre el poder y cómo conseguirlo, cuando regrese no habrá forma de ganar.

Isis sabía que la mujer estaba preocupada por su propio futuro y se sentía inmensamente triste por cómo terminaría todo para ella. Isis sabía que no había manera de que ese futuro sucediera, ella lo sabía, pero su amiga no.

―Lo siento por ti.―Isis habló sin malicia en sus ojos azules rodeando tonos de verde. La expresión de la mujer frente a ella pasó de enfurecida a incontrolable, soltó su rostro y se puso de pie.―¡Lo siento por tus hijos, si son como tú!

Darius recibió un golpe en la espalda cuando se giró para intentar mirar a Isis por última vez, estaba cubierto de sangre que no era suya. Y podría haber ganado esa pelea, si no hubiera llegado a la conclusión de que su oponente ya estaba muerto.

Isis vio caer el cuerpo de su marido a unos pasos del de ella, luchó por gatear lentamente hacia él, escuchó la risa de la única mujer que quedaba en pie. No muy lejos, pudo ver al hombre de pelo rizado sosteniendo su rostro cubierto de sangre.

Había un corte enorme en su rostro, ya no había un ojo, Darius tenía talentos de lucha física y la falta de suerte del hombre al pelear con el único amor de Isis era visible.

Así como la mala suerte de Isis fue notable, cuando tomó la mano de Darius, su piel se sentía tan fría como las paredes de hielo. Ella se encogió sosteniendo su mano, llorando por su tormento y no por el suyo, estaba bien con su propia muerte, pero no con la de sus seres queridos.

―Cuando ella regrese, estaremos listos.―susurró la mujer aún de pie como un viejo secreto compartido.―Ella será derrotada.

Isis lo sabía mejor, sabía que el sacrificio realizado esa noche no sería en vano y que el futuro de su hija traería una oportunidad de salvación al mundo mágico, tenía fe, no solo en dioses y magos poderosos, sino sobre todo en Amélia Grindelwald.

―Mi hija no te perdonará.―dijo Isis con toda la seguridad que podía sentir, conocía el corazón de su niña y sabía lo que todo provocaría. tal vez sería mejor no estar ahí para verlo.

―Tu hija no vivirá lo suficiente.―aseguró la mujer.―Ella morirá a manos de mi hijo.

―Él no será como tú.―Isis garantizó.―Él será oro y tu te pudrirás en la oscuridad.

Fue lo último que pudo decir, peor no lo que pensó. Sus últimos pensamientos mientras la maldición imperdonable escapaba de los labios de su antigua amiga como una canción violenta, fueron el rostro de su hija, esos ojos tan claros como el agua tan idénticos a los de su padre.

Esos ojos tan poderosos, ojos de Grindelwald.

+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)

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espero les guste esta nueva traducción<3 pd: me gustaría que voten en los capítulos y dejen al menos un comentario si les gustó. digan NO a los lectores fantasmas.

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