I. El lago
CAPÍTULO UNO: EL LAGO.
'Cuando eres joven dicen que
no sabes nada'.
Aquella mañana estaba despejada, aunque también nubes blancas adornaban el cielo azul. El viento naturalmente más frío de ese día, el tintero caído sobre la mesa manchando todo el pergamino, el niño que sin querer pisó la cola puntiaguda del gato negro y también el canto desanimado de los pájaros, podrían ser un signo de mala suerte para quienes observaban de cerca, con atención, pero la chica de cabello casi blanco no prestó atención a ninguna de esas cosas que prestó atención mientras bajaba las escaleras.
―Llegas tarde.―eso es lo que escuchó de Severus Snape apenas entró a la sala común, hacía frío como siempre allí abajo per a la chica no le importaba el frío, no molestaba a ninguno de ellos.
―¡Buenos días a ti también, Sev!―respondió Amélia dejándole un beso en la mejilla, sonriendo gentilmente incluso mientras él se alejaba de ella, acomodándose la corbata mientras el sonido de sus pasos resonaba por el pasillo y seguían su camino.―No puedes enojarte conmigo ahora, espera hasta después del desayuno.
Él sonrió antes de poner los ojos en blanco, mirándolo por unos segundos algo cambió en su expresión, una frialdad que ya era conocida por todos, pero no por Amélia. Ella le dio una mirada confusa y él comenzó a caminar más rápido, haciéndolos llegar por separado al salón principal donde no se volvieron a encontrar por razones que ni siquiera ella podía entender.
Amélia se preguntó cuándo empezó esto, luego recordó que fue desde la cena misteriosa en la casa Rosier, a la que no estaba invitada, ni había escuchado rumores sobre cómo fue.
Se sentó en la mesa de Slytherin entre Regulus y Marcos quienes sonrieron y le desearon buenos días, pero volvieron a lo que estaban hablando poco después, sonrió al ver a los chicos y terminó volviendo a sus propios pensamientos.
Amélia comenzó a recordar lo cercana que se volvió de Severus en su primer años cuando se conocieron en el tren y, como Lily fue a Gryffindor y Severus no era una persona muy fácil de entablar amistad, estaban juntos la mayor parte del tiempo. A veces, Anne y Blue Ivy se unían a ellos, pero la platinada solía pasar mucho más tiempo con Severus.
Amélia también recordó cuando empezó a hacerse cercana a Marcos; James Potter acababa de tirarle jugo de calabaza y ella, para no dejar que James se saliera con la suya, terminó cambiando de color su cabello a rosa, es decir, que el Gryffindor no apareció en los siguientes meses. Al tercer día de clases, recordó que después de eso los Slytherins generalmente la recibían con una especie de respeto extremo y en el periódico de chismes de la escuela ya la habían llamado "princesa de Slytherin" unas cuantas veces.
Dirigiéndose a Severus, recordó cuando las cosas comenzaron a cambiar en quinto año, cuando las burlas de los Merodeadores comenzaron a volverse serias y peligrosas, también recordó cómo el Slytherin comenzó a alejarse después de la pelea con Lily y luego se aisló más del mundo y comenzó a centrarse en el mundo de la oscuridad.
Grindelwald recordó cuando se volvió cercano a Avery y Mulciber, lo cual siempre molestó a Amelia y Lily quienes sabían que esos dos no eran buenas personas, ella todavía trataba de ser amiga de Severus pero en el fondo sabía lo que pasaría en el futuro, incluso si lo negaba ella misma a toda costa.
―Vamos.―Marcos la sacó de sus pensamientos, ni siquiera se habría dado cuenta de que había pasado el tiempo y la comida seguía intacta en su plato, pero ahora ya no había mucho más tiempo.
―¿A dónde vamos?―preguntó completamente perdida mientras seguía a Marcos y algunos otros estudiantes por los pasillos del castillo. Quizás estaba demasiado distraída y acabó olvidando por completo lo que iba a hacer.
―¿Qué quieres decir? ¿En qué mundo estás? Tenemos clases de Herbología, ¿recuerdas?―respondió Marcos sin mucha paciencia mientras caminaba, Amélia se preguntó por qué su amigo estaba de tan mal humor, pero decidió que sería mejor no preguntar nada.
―Claro que lo recuerdo, idiota.―respondió ella aunque sabía que no tenía idea de qué clase tendría hoy. Llegaron al invernadero y solo entonces Amélia recordó que hoy efectivamente tenía Herbología y que sería con Gryffindor. Qué maravilloso, no podía ser peor.
―Quiero probar algo diferente para este trabajo, mezclar las cosas para explorar mejor sus conocimientos...―dijo la profesora Sprout en voz alta como si pudiera leer sus pensamientos.―¡Encuentren un compañero, rápido, rápido!
Grindelwald pensó que no debería volver a decir "no podía ser peor", pero la vida siempre encontraba una manera de demostrarle que estaba equivocada.
Miró a Lily y luego a Severus mientras lo desafiaba mentalmente a ver quién se quedaría con Lily, fueron hacia ella rápidamente, pero sin llamar la atención, Amélia sabía que Lily no quería volver a ver a Severus nunca más y eso dejó en claro que ella tenía más posibilidades.―Lily, sé mi pareja por favor.
―No pierdas el tiempo, ella será mi pareja.―Severus habló con cierta autoridad y Lily frunció el ceño al chico que bajó la cabeza, evitando la mirada acusadora de la chica.
―¿Y quién te dijo eso? Porque hasta ahora no la he oído decir nada.―dijo Amélia cruzándose de brazos, consciente de que parecía una niña de once años. Al menos esa escena había divertido a Evans, quien sonrió mirando a Grindelwald.
Snape entrecerró los ojos y luego ambos miraron a Lily, que parecía no saber qué hacer. Cuando la pelirroja estaba a punto de decir algo, Sprout fue más rápida en hablar, pareciendo que quería terminar con eso de una vez.―Señorita Grindelwald, por favor sea la pareja de Potter.
Amélia se giró y miró a su alrededor dándose cuenta de que todos ya estaban con sus compañeros y esperando a que los tres se arreglaran, luego miró a Potter que estaba tan feliz como ella.
―Pero, ¿por qué...?―se detuvo mirando a Severus e imaginando cómo sería para James Potter y Severus Snape ser pareja en clase. Todo lo que cruzó por su mente fue destrucción y asesinato.
Tenía que elegir bien sus batallas, así que renunció a ser terca antes de siquiera comenzar y se dirigió hacia el chico, deteniéndose a su lado y lanzando una mirada mortal a Severus, quien solo la miró con cierta burla. Miró a Marcus y vio que su compañero era Lupin, se maldijo por no haber pensado en él antes, debería haber sabido que nunca ganaría contra Severus y en consecuencia tendría que tener una segunda opción, que estúpida era.
―¿Puedes prestar atención? No quiero tener que hacerlo todo solo.―dijo James con desprecio y la chica pensó en cómo quería pisarle la cara. Amélia nunca había entendido cómo empezó su enemistad, pero ella, al igual que él, nunca intentó arreglar las cosas.
Decidió ignorar al chico y comenzó a prestar atención a la clase, todo iba bien y se disponían a salir del invernadero cuando la profesora Sprout decidió arruinar un poco más el día de Amelia y dijo:―Espero que se hayan llevado bien con la persona que eligieron para ser su pareja, ya que serán su pareja el tiempo que tarden en crecer las plantas designadas.―ella sonrió inocentemente, guardando sus guantes.―Señor Potter, su mandrágora debe estar madura para que el trabajo se considere terminado.
Amélia Grindelwald quería gritar, quería darle un puñetazo a alguien, quería patear la pared como una preadolescente de trece años, pero en lugar de eso le sonrió a la profesora y caminó sola por el pasillo hasta encontrar a Anne y Blue Ivy que parecían mirarla con preocupación. Se preguntó si su odio era tan transparente.
―¿Estás bien?―preguntó la chica más baja, de cabello corto y rubio y ojos marrones, mientras se acercaba, comenzando a caminar junto a la Slytherin.
―Estoy muy bien.―dijo Amélia un poco más agudo de lo que quería, lo que ayudó mucho a demostrar que mentía. Blue Ivy rápidamente agarró su mano, haciéndola abrirla y ver la marca de sus uñas que estaban allí.
―Necesitas lidiar mejor con tu ira.―dijo mientras acariciaba su mano. Amélia se irritó por su comentario. Como si fuera así de fácil. Decidió simplemente negar con la cabeza.
―No tengo problemas con mi ira.―Grindelwald volvió a decir más fuerte de lo que quería y luego respiró hondo, tratando de controlar el sonido de su propia voz para no seguir siendo grosera con sus amigas.
―¿Lo juras?―bromeó Blue Ivy, levantando las manos de Amélia y mostrando sus nudillos lastimados, ella tenía la particular costumbre de pellizcar sus nudillos hasta verlos sangrar.
―Tienes que parar, buscar en serio otra forma de reaccionar ante esto.―dijo Anne tomando sus manos ligeramente y Amélia puso los ojos en blanco, recordaba a Minerva diciendo lo mismo cada vez que hacía algo mal.
―¿Qué quieres que haga entonces? ¡Ya sé! Solo puedo elegir a una persona que me ayude, de hecho, podría haber dicho eso antes porque realmente me gustaría descargar mi enojo problemático con James Potter.―dijo ahora en el tono que quería, se preguntaba si podría golpear a Potter, todos sabían que no lo haría.
―Hay otras formas de tratamiento además de hacerte daño a ti misma o a otras personas, ya sabes.―dijo Blue Ivy con cuidado y le entró una galleta a Amélia quien también sonrió y aceptó la galleta, recordando que no había desayunado.
―No voy a ir a terapia, ríndete.―Grindelwald habló y luego decidió cambiar de tema, cansada de los consejos de sus dos bondadosas amigas, que por un momento llegaban a ser molestas.―Mi primera clase sería mucho más fácil si una de ustedes estuviera en Gryffindor, ¿saben?
―¿Gryffindor? ¿Por qué querrías que estuviéramos en Gryffindor?―Anne parecía realmente confundida mientras ordenaba sus libros para que no cayeran en medio del pasillo.
―Tengo que emparejarme con alguien de Gryffindor durante este semestre.―dijo ya irritándose sólo con la idea y más al recordar a su pareja.
―Esto es horrible. ¿Quién es tu pareja?―llegó el turno de preguntar de Blue Ivy.
―James Potter.―respondió desanimada al ver de lejos al chico jugando con sus tres amigos. Idiotas, era todo lo que pensaba de ellos.
―Lo siento mucho.―dijeron ambas, Amélia sonrió y de repente recordó que tenía una clase de pociones, salió corriendo, llevándose a Anne con ella ya que la clase sería compartida con Hufflepuff.
El resto de sus clases transcurrieron relativamente bien, y luego llegó la hora de almorzar, se encontró con Marcos y Regulus que se dirigían a sus asientos habituales. Estaban comiendo tranquilamente y casi no quedaba nadie en la habitación cuando la bebida de Regulus simplemente explotó, mojándolo no sólo a él sino también a Amélia y Marcos.
Los tres levantaron la vista mirando a la mesa de Gryffindor al mismo tiempo, vieron a Peter y James riéndose mientras Sirius parecía confundido pero no disgustado y Remus señalaba la varita que Peter sostenía.―¡Rata asquerosa!―siseó Amélia, sabiendo que no se entendería el juego de palabras.
Dos segundos después, todo lo que había sobre la mesa de Gryffindor había sido destruido, ensuciando a todos los estudiantes que aún estaban allí. Todos miraron sorprendidos, buscando a alguien con una varita en la mano, pero no había nadie más que Amélia con un odio mortal hacia Peter Pettigrew, odio que provocó que un terrible viento invadiera el lugar, provocando que la cristalería se abriera indeseablemente y las copas encantadas se hicieran añicos.
―¡Ya basta, Grindelwald!―la voz fuerte y autoritaria de Albus Dumbledore fue todo lo que hizo falta. El viento cesó y Amélia miró al director, sus ojos llenos de desaprobación quemaron la piel de la chica.
Amélia decidió ignorarlo, ya que el daño ya estaba hecho, volviendo a mirar a la mesa de Gryffindor, vio que Peter tenía unos cortes en el rostro provocados por el vaso que explotó a su lado, miró a James, Sirius y Remus que aún estaban en shock con lo que acababa de pasar. Se levantó y fue hacia Pettigrew.
―Genial que finalmente hayas aprendido a hacer estallar copas, ese es un buen hechizo para uno de primer año.―habló en voz baja para que sólo los cuatro pudiera escuchar, a pesar de que todos los presentes intentaban escuchar.―No olvides Peter, que algunas personas no temen a sus amigos ni a ser expulsados de Hogwarts, algunas personas no tienen a nadie a quien impresionar así que no les importaría ir a Azkaban por usar una de las maldiciones imperdonables en un chico de diecisiete años.
Era mentira, tenía más de la mitas del mundo mágico que impresionar, y sabía que sus acciones ahora solo llamarían la atención sobre el lado malo, pero ellos no lo sabían y eso era lo importante en ese momento.
Pasó junto a Dumbledore sin esperar ninguna reacción de él y luego caminó hacia la oficina, Grindelwald continuó con la cabeza en alto a pesar de sentir la mirada de director todo el tiempo. Esperó a que llegaran a la oficina para poder hablar, esta vez sin filtros.
―Sabes lo que esto te hará.
―No quería hacer eso.―trató de defenderse pero su mentira fue tan clara como la llama de la vela encendida en el fondo de la oficina, el profesor alzó una ceja, no había duda.
―¿De verdad? ¿Qué estabas pensando cuando eso pasó?―él la cuestionó, la incredulidad se escapaba de su voz. La chica bajó la mirada y permaneció en silencio unos segundos.
―Quería que pararan, quería que Peter Pettigrew explotara como esa copa, que James Potter nunca volviera a hablar y que Sirius Black desapareciera para siempre.―respondió con dureza, volviendo a mirar al profesor con odio, no él, sino a los tres chicos de los que hablaba, sus ojos cambiaron de un azul como agua cristalina a un blanquecino brillante peligroso.
Parecía haber dicho lo que el profesor temía escuchar, mientras este palidecía, Amélia pensó que moriría allí mismo, comenzó a planear un escape o cómo sería su vida por haber matado a Dumbledore con solo palabras, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el profesor se levantó y tomó dos tazas de té, que por el olor Amélia reconoció como manzanilla. Bebió esperando que realmente se sintiera más tranquila, el profesor volvió a sentarse, mirándola nuevamente.
―Necesitas aprender a controlar toda tu ira, Amélia.―dijo y Amy casi podía escuchar a Blue Ivy hablar, puso los ojos en blanco mientras se acomodaba en el sillón y sostenía sus rodillas.
―Lo estoy intentando, profesor, le juro que estoy mejorando. Pero esos cuatro...―Amélia buscaba una palabra para describir todo lo que los chicos la hacían sentir, no encontró ninguna.―... bueno, son ellos.
―Suenas como la profesora McGonagall hablando.―Dumbledore se reía mientras hablaba y Amélia frunció el ceño , el profesor parecía tapar todo lo que hacían los merodeadores y ella se preguntaba si podía verse en ellos o algo así.
―¡Profesor!―intentó recordar la primera vez que ella y Albus Dumbledore tuvieron una conversación espontánea. Amélia tenía ocho años y empezaron a burlarse de unos tontos en la calle mientras comían helado de un sabor peculiar.
―Lo siento, hablaré con ellos. pero no los tomes demasiado en serio, son sólo cuatro niños haciendo un lío y además, en ninguna de las ocasiones fuiste tú el verdadero objetivo. Creo que en realidad estás en el lugar equivocado en el momento equivocado.―dijo sonriendo un poco, Amélia sabía que él estaba recordando la misma escena que ella en ese momento.
―Eso no justifica lo que le hacen a mis amigos, profesor.―Grindelwald tomó otro sorbo de té y asumió una posición sería y autoritaria. A Dumbledore le asustaba lo mucho que la chica podía ser tan diferente y al mismo tiempo tan similar a Gellert.
―Tienes razón, Amélia, como dije antes, nosotros nos encargaremos de ellos.―habló finalmente y Amélia supo que lo peor que les pasaría a los chicos sería detención.―Pero insisto en pedirte que busque otra manera de lidiar con tu ira.
―Bueno, si eso es todo lo que quería decir, me iré.―interrumpió antes de que él sugiriera algún club de ajedrez mágico, ella se movió, tratando de levantarse pero terminó siendo interrumpida por el profesor.
―Esa chica que viste allí no es la misma Amélia que defiende lo que cree de la misma manera que defiende a sus amigos.
―Eso es exactamente lo que estaba haciendo esa chica.―Amy se defendió nuevamente, intentando demostrar su disgusto por la última declaración del profesor.―Estaba defendiendo a mis amigos y a mí misma, alguien tiene que hacer eso.
―¿Amenazar con maldecir a un chico de diecisiete años?―la miró levantando una de sus cejas, Amy levantó un poco la cabeza, tratando de ignorar la pregunta sin saber qué responder.―La persona que vi allí se parece mucho más a Gellert Grindelwald que...
―No soy Gellert Grindelwald.―la chica se defendió mientras intentaba controlar las ganas de irse y dejar al viejo hablando solo. No es mala idea, pensó.―Y sé que no soy como él y no me importa si usted o cualquier orea persona en el mundo mágico piensa lo contrario, soy completamente consciente de todas mis acciones y no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Si en este momento me parezco a él, esto sólo probará que compartimos la misma sangre, y no que algún día intentaré dominar el mundo porque, lo crea o no, ¡no tengo ningún interés en esa droga!
Hubo todo un minuto de silencio donde Dumbledore la miró fijamente y los latidos del corazón de Amélia Grindelwald pasaron muy rápidos a tranquilos como un lago. Sólo entonces el profesor se levantó, se acercó a la niña y le apartó el cabello plateado de la cara.
―Eso era todo lo que necesitaba oír, Amélia.―sonrió, luciendo orgulloso y Amélia desistió de esa conversación, saliendo de la habitación sin decir nada más.
Salió del castillo corriendo hacia el jardín hasta encontrar a Severus al borde del lago, se sentó a su lado y apoyó su cabeza en el hombro del chico, sin importarle su posible disgusto.
Para su sorpresa, el moreno la envolvió en sus brazos y ocultó su rostro en la ropa oscura y raída de su amigo, la confusión se apoderó de ella cuando intentó alejarse porque no podía respirar y él no se lo permitía.
―No hagas esto más difícil.―su voz parecía ya no pertenecer a Severus. Después de eso, nunca volverían a ser los mismos.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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