Y murió el amor
Se volvieron los dedos aire;
aire
por no tocarnos.
Se tornaron los ojos agua,
lágrimas,
por no mirarnos.
Se viró la memoria olvido
para
no recordarnos.
Y murió el amor un monótono,
frío
y largo invierno,
bajo una helada y pesadísima
daga
de indiferencia,
con todo el afilado y duro
hierro
que díó Vizcaya
clavado en nuestros descubiertos
pechos
por nuestras manos.
Y, sí, se nos murió el amor
como
se muere todo.
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