Vendo mi alma

Hoy he cruzado el Miño
para llevarla.
La vendo en Vila Nova...
regateada.

Puedo venderla al peso,
como toalla,
o en pedazos pequeños
muy fragmentada.

En un puesto en Cerveira
vendo mi alma.
Engañaré al demonio:
¡no vale nada!

Quizá pague el averno
algo de plata
para comprarle rosas
a mi amada.

Las dejaré en su lápida,
muy ordenadas,
entre gotas de lágrima
ya derramadas.

Cuando se fue aquel día,
rayando el alba,
mi alma también murió:
¡no vale  nada!

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