Donde muere el Ulla
Son por miles, no por cientos,
las lombrices enroscadas
que esculpen los berberechos
entre Bamio y Cortegada.
Sus almejas y cangrejos,
bígaros y algunas algas;
también adornan el suelo
del arenal cuando baja
la marea. Y es vivero.
Y la vida es ensalzada.
Se ven subiendo a lo lejos,
camino de Iria Flavia
las dornas con aparejos
y sus velas blanqueadas.
Esas velas que en sus versos
Rosalía mencionaba.
Su corazón iba en ellos
con las gentes que emigraban,
la morriña y los recuerdos
de la tierra que dejaban.
Los santos y los cruceiros
adornan del Ulla las playas
y en Catoira defendieron
torres de Oeste armadas
del vikingo y sarraceno
la ciudad santificada.
La del Santo Jacobeo,
el de la barca empedrada.
Sabed que ese sitio es cierto
aunque parezca patraña.
Juro que, de lo que cuento,
no me he inventado nada.
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