Despacio

Sí, sostengo tu mano, tu levísima mano,
esa mano traslúcida, que atraviesan los rayos,
esos rayos prestados de tu luz a la luna
y tú aprietas la mía: nuestras dos tibias manos.

Sí, acaricio tus labios, tus suavísimos labios
y consumes mi aliento, mi penúltimo hálito,
que penetra en tu sangre, al igual que penetra
desde el aire el oxígeno, y en tus venas me hallo,

y navego por ellas, y en ellas me deshago,
y te beso por dentro muy despacio y, despacio,
acaricio tu carne, y poseo tu cuerpo,
y tú aprietas mi mano, muy despacio, despacio.




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