Combarro
Tomé asiento en silencio
en esa ría calmada
tan rodeada de hórreos
y calles que van al agua.
Tú te sentaste a mi lado
cuando dejaste la barca
llena de mar y de sol:
olías a flor mojada.
Tu sonrisa me pidió
acompañarte a tu casa
y yo me deje llevar,
de la mano me tirabas.
Quisiste invitarme a comer
aquello que tu pescabas
y yo, que soy de pagar,
te dije que te cobraras.
Y me miraste a los ojos,
y tus pupilas brillaban,
y te soltaste el pelo
que resbaló en tu cara.
Y esos dientes blanquísimos
que tu sonrisa mostraba
se abrieron con tu vestido
y ya no digo más nada.
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