Prisionero de la realeza
Esta historia no es narrada bajo el vigor y el colorido que caracterizan cualquier lucha despiadada por el trono. Solo es un texto, un pensamiento, un suspiro saliente de los labios de un joven de cabellos dorados prisionero de la realeza.
Damos comienzo con una insidiosa intriga palaciega, donde en una plácida noche se escucha un tema lírico y subyugante que hace que al joven se le erice la piel. Está nuevamente encerrado entre aquellas cuatro paredes y un pequeño pero acogedor balcón que le da unas vistas nocturnas que le permiten respirar un poco, aún así, no es la primera vez que un pensamiento peligroso le surca los mares interiores. Las esposas que lo mantienen encadenado a la gran estructura real cada vez le hacen más daño, y su pizca de esperanza se va desvaneciendo con el paso de las horas, de los días.
Un tintineo le agudiza el oído, puede estar alucinando y es nada más que otro sonido proveniente de las dichosas esposas que chocan al rozarse las manos. Maldita sea, incluso yo me siento encerrado, ¿no lo sentís igual?
Se mueve hacia la cama, dispuesto a cerrar los ojos para encontrarse con las sombras que lo atormentan. Ya no es consciente del tiempo que lleva ahí, posiblemente hayan sido semanas o algún mes; hace más frío cuando sus manos tocan el cristal que lo separa de un mínimo de libertad.
— ¿Cuándo ha cambiado la estación...? —siente que hace mucho que ha dejado de llorar, no recuerda su propia esencia.⠀⠀
La madrugada se vuelve totalmente oscura, a la luna la cubren nubes que se mueven despacio sobre el cielo, y para el joven príncipe es casi imposible ignorar la silueta que se encuentra en uno de los rincones de la habitación.
— ¿Quién eres? —es lo primero que piensa preguntar, aunque ya nada le importa, sea buena o mala persona, está dispuesto a ser llevado—. ¿Sabes? no importa, llévame, cualquier lugar sería mejor que estar aquí encerrado.⠀⠀
Está tan desesperado que es capaz incluso de suplicar a quién se esconde. La silueta no le da respuesta, no sabe si esa es buena o mala señal.⠀
— Supongo que ahora que te lo he dicho ya no es divertido secuestrarme, ¿no? —tal vez va a matarlo, eso es lo que piensa, pues no hay secuestrador que quiera llevarse a alguien que incluso pueda agradecérselo.
— ¿Eres estúpido? ¿por qué querría secuestrarte? —cualquiera puede acabar asustado con esas palabras, pero el joven se tensa, y casi como si estuviera alucinando, comienza a negar con la cabeza.
— No...no no...
— He venido a por ti, Sanji.
Al rubio le cuesta reaccionar por la sorpresa, no tiene la fuerza para bromear con su querido conocido y amigo, pero espera poder abrazarlo para sentir alivio.⠀
— Zo-... —tiene que aclararse la garganta un par de veces, pero la verdad es que no consigue pronunciar del todo el nombre del espadachín.⠀⠀⠀
El peliverde suspira, no soporta ver al cocinero en un estado casi de impotencia, necesita acercarse para verlo a los ojos; tiene claras heridas, aunque parecen casi curadas. Frunce el ceño y un gruñido reemplaza las palabras que quiere decir. Solo hay espacio para las acciones, así que se abrazan, el rubio no tarda en romper en pleno llanto, ahogando los sonidos fuertes para no llamar la atención de su cruel familia.⠀⠀⠀
A venido un demonio a buscarlo, y eso, es lo mejor que le puede haber pasado.⠀⠀⠀
Sigue derramando lágrimas mientras que el espadachín intenta retirarlas para que no le mojen las mejillas a su más preciado compañero. El reencuentro lo tiene en plena alucinación, ahí olvida las discusiones, las peleas y los gritos, porque sí, él nunca lo ha odiado, las peleas no eran más que meras excusas para no poner en evidencia sus sentimientos: mejor no sacarlos a flote, eso pensaban.⠀
Cuando consigue calmarse, todavía se encuentra entre los brazos del supuesto demonio, ¿la verdad? no es capaz de separarse de él después de todo lo que le a ocurrido y el tiempo transcurrido en el que no habían sido capaces de verse. Era algo parecido a los dichosos dos años que los habían mantenido alejados hace tiempo atrás, pero no se compraba.
Esa noche durmieron uno al lado del otro, aquel que pensase que los demonios no tienen corazón, está la mar de equivocado, aquel espadachín no soltó el cuerpo del príncipe en ningún momento, quiso hacerle saber que estaba ahí junto a él, y para él.
Con la entrada del amanecer, se mueve un poco sobre la cama, no sabe en qué momento ha conciliado el sueño para poder dormir. El sonido de pasos firmes por el pasillo le hacen abrir los ojos de golpe. Vinsmoke Judge estaba en casa. El joven se levanta de la cama como resorte y comienza a recoger su ropa esparcida por el suelo. Suelta un leve gruñido de frustración al no poder encontrar su bota izquierda, definitivamente no había tenido ningún cuidado mientras se desvestía anoche. Se puso los pantalones y la camisa de la forma más rápida y silenciosa que pudo. El suelo de piedra se siente frío a sus pies, la madrugada a refrescado. La luz que se cuela por la ventana es tenue, el sol apenas está por salir. Pone mucho cuidado en no tropezarse con nada, si Judge se percata de su despertar, lo molería a palos sin importarle que él fuera su hijo.
Mira a Zoro, quien aún duerme plácidamente en la cama, sus verdosas hebras no están sedosas, se a esforzado mucho por llegar, y el esfuerzo no solo se ve en ese pelo desordenado, anoche tenía los músculos rígidos, contaba con varias heridas por haberse atrevido a escalar hasta la habitación. Todo un tonto dirían algunos, pero se admira.⠀
Los pasos cada vez se hacen más sonoros, el joven no se equivoca, Judge va camino a la habitación, quizás para un desahogo antes de que el sol salga por completo. Rápidamente llama en silencio a quién le acompaña para que busque un lugar donde esconderse, no hay mucho, así que se esconde en el armario. El líder de la familia Vinsmoke no se toma nunca molestias para dar una inspección a la habitación, supone el gentil demonio que estará bien. El príncipe espera que no lo descubran, por lo que toma su postura diaria para que no note ningún cambio.
Un ruido ensordecedor retumba en los oídos del joven— No te habrás atrevido a dormir, ¿no?
Observa con superioridad a su hijo, quien se encuentra parado frente a su única vista de libertad. No quiere escuchar las palabras del monstruo que lo tiene cautivo en ese horroroso lugar, sabe bien que le repetirá una y otra vez que es un fracaso.
— Sigues ahí parado como un idiota. ¿Tu mente a cambiado de parecer? ¿no vas a arriesgarte más por los débiles? —cualquiera diría que casi es un discurso para alentarlo, pero los fuertes pasos que da al interior hacen que el rubio tiemble. No viene para cambiar su trato, una suave y buena mano es algo que nunca va a darle, para Judge, el príncipe no es más que un soldado fallido que estaba lejos de ser perfecto—. Un fracaso, eso es todo lo que eres.
La mano se alza para provocar más sonidos, unos que el espadachín desea no escuchar, pero es imposible dada la situación. Cuando quiere darse cuenta, el rubio está en el suelo, malherido. Se percataba de que Judge a dejado la habitación, el príncipe tampoco recuerda en qué momento a abandonado el cuarto, pero no le importa.
Zoro sale de su escondite, casi olvidando el hecho de que tiene que ser cuidadoso. Gruñe entre dientes y abandona despacio el armario hasta cerrar las puertas detrás suyo para acercarse al cocinero—. ¡Sanji...!⠀⠀
— ...ng-...estoy bien —cuando quiere decir su nombre, el peliverde lo interrumpe al momento en que toma su bandana; no tiene recursos médicos con él, tiene que tratarle las heridas con nada más que su ropa y sus labios.
Le duele, es obvio. Zoro tiene una expresión afligida, el cocinero no quiere permitir preocupaciones, se acerca, y como si siempre hubiera sido natural en ellos, le coge la mano para dejarle un suave beso en la palma. Tienen permitido verse por unos minutos, pero lo mejor que pueden hacer es estar alerta, al igual que el monstruo dio paso a la habitación, también lo pueden hacer sus otros hijos.
El día se avienta como si no hubiera estado presente, pero la verdad, al príncipe todavía le duelen las heridas. El demonio permanece a su lado, abrazando su cuerpo y ofreciéndole caricias que puedan aliviar su dolor.
Falta poco para que sus amigos actúen—. Dime la verdad, ¿por qué estás aquí? —el príncipe no está bien, cualquier cosa podría y puede pasarle a su compañero.⠀⠀⠀
— Le dije al resto que tenía algo que hacer —puede parecer vago, pero esa fue la verdadera respuesta del peliverde al resto de la tripulación—. Yo, quería saber cómo estabas, por eso.⠀
— Estúpido marimo...
— No soy estúpido.
Casi como si pudiera predecirlo, Robin interrumpe el hermoso momento para darles la señal de que pueden proceder a escapar como han acordado, no quieren enfrentamientos, pero lucharán si deben hacerlo para rescatar a su querido nakama.
Por peligroso que pudiera ser el territorio, y por más que dijeran que una vez que entras, no puedes salir, sus amigos se atrevieron, arriesgando sus vidas para recuperar al príncipe.⠀
Desde ese momento, surcaron de nuevo el mar, sin rumbo, mientras el Capitán le dirigía unas palabras al talentoso cocinero que ya se encontraba a salvo—. Sanji, vamos a casa.⠀
El joven se separó de quiénes una vez fueron su familia, pues el hijo de los Vinsmoke murió hace mucho tiempo en el mar, ahora no era más que el simple cocinero de una gran tripulación. Aquellos que lo amaban estaban con él, y su verdadero padre, se hallaba en alguna corriente del tan ancho mar.
La motivación me lleva a gesticular con las manos, observando con detenimiento a los niños y niñas que se han juntado para escuchar la historia— Y entonces descubrió que los príncipes azules no existían, ni los cuentos de hadas y que sólo él era responsable de escribir su propia historia.
Hago una breve pausa para ver la emoción tras aquellos orbes brillantes que plasmaban la ilusión de los jóvenes.⠀
— Los príncipes destiñen, pero los dragones se alzan valientes para mirar a la muerte a los ojos.⠀⠀⠀
— Pero, señor...
Aquellos muchachos comienzan a soltar opinión tras opinión, hasta que una jovencilla dice algo de gran interés para todos.
— Tiene el mismo color de pelo que el príncipe de la historia...⠀⠀
— ¿Qué? Es verdad. ¡Oye!
Pensaba que debía de responder a una ronda de innumerables preguntas, pero un espadachín grita desde lejos:⠀
— ¡Oi, ero-cook, ya he terminado de cargar todas las provisiones!⠀⠀⠀
Sé que me están esperando, por lo que me levanto de mi asiento para acomodarme las prendas y así despedirme de los jóvenes antes de poner rumbo al barco.⠀⠀⠀
— Bueno, señoritas, señoritos, ha sido un placer. —esbozo una sonrisa al momento en que me doy la vuelta para ir tras aquel musgo verde que todavía me esperaba.
— Pero... ¡s-..señor!, ¿cuál es su nombre?
— ¡Sí, sí! Queremos saberlo.⠀
Dirijo una mano al bolsillo más cercano, y sin detener los pasos, alzo la mirada a los preciosos cielos de azul vibrante.⠀⠀⠀
— Tengo muchos nombres, por ejemplo...⠀
— ¡Cocinero, deja de hacer el vago!
— ¡Ya voy Zoro! Estás impaciente, ¿eh?
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