2. Probando tus celos

~2~

Crista

Si David cree que me he olvidado de lo que hizo, está muy equivocado. Nadie se mete con mi libido, yo lo atiendo cuando se me da la real gana. Es hora que aprenda una lección, con los ingredientes adecuados claro está. Un poco de seducción, una víctima y lo más importante, la debilidad de mi marido.

Camina a través del hermoso crucero y puedo oír mis tacos en el pasillo, la decoración es extremadamente de lujo, David ha pensado en todo cuando ha decido elegir el lugar. Ahora debo hacerlo yo, seré mala por un rato nada más. Obviamente me gusta jugar.

Avanzo y llego a otro comedor, el cual tiene un escenario para que las personas vean el show. Aunque ahora es temprano y las mesas están vacías. Este restaurant debe abrir con una gran presentación, interesante. Me pregunto si puedo usar el lugar sin que David me vea. Debo apresurarme si quiero que eso pase. Entonces camino hasta allí y reviso para averiguar si encuentro a alguien apropiado.

La victima.

Pobre hombre, va a sufrir los celos de David en su máxima expresión. Ya que esa es su debilidad, pero también es lo que lo hace peligroso. Celoso y mafioso, mala combinación.

Encuentro al pobre hombre parado en frente de uno de los camarines de las estrellas del show. Perfecto para el papel, morocho, alto, aunque sin los encantadores ojos verdes de mi esposo. Para ser más específica, es el tipo de macho que me atrevería a mirar. Mientras estén atractivos todo bien, son mis gustos después de todo. Claro que ahora nadie se compara con mi marido, pero bueno David también está en los estándares de mi visión altamente exquisita, por algo lo miro con lujuria ¿no?

Doy unos pasos, finjo que se me cae algún objeto y hago que lo busco con un falso pero bien personificado gesto de preocupación.

―¿Se te perdió algo?

Y el pez agarra el anzuelo.

Me giro y cruzo mi mirada con la suya, sus ojos marrones se abren en grande al ver tal belleza, uno de mis mejores atributos. Suspiro y bajo la vista.

―Sí... ―mantengo el silencio hasta que pienso qué responder y él como idiota lo respeta ―mis sueños.

―¿Tus sueños? ―levanta una ceja confundido.

Hago que me río nerviosa.

―Lo siento, hablaba de un medallón que me dejo mi difunta madre ―ojala estuviera muerta la vieja esa ―. El cual representaba mis sueños.

―Ah ―sonríe ―entiendo, ¿y cuáles son esos? Si no te molesta que te pregunte, claro. Si no quieres... ―sube su mano a su nuca y lo detengo, tocándola.

―No me molesta, mis sueños son subir a un escenario y bailar como lo hacia ella, así podría cumplir los suyos también.

―Qué extraña coincidencia, yo haré un show en un momento, estoy seguro que al coordinador no le molestara ¿Te interesa?

Sonrío con confianza, fue más fácil de lo que creí.

―Sí, me encantaría.

Plan en marcha, David no me ha encontrado todavía, pero estoy segura de que pronto lo hará. El técnico de sonido enciende la música, los bailarines se cambian y yo me pongo un vestido rojo hechizante, estoy que deslumbro.

―Gracias Rogelio ―le agradezco al idiota y puedo notar que me observa con lujuria.

Estoy totalmente segura que intentara algo en el mismo escenario y eso es lo que espero, con David presente claro. Voy a probar los celos de mi marido en primera persona y entonces se arrepentirá de haber usado mi debilidad, mi libido en mi contra.

Reviso a través de la cortina cuando ya está por comenzar el número y sonrío cuando visualizo esos bellos ojos verdes, buscándome por todos lados impacientes de observarme. Te llevaras una gran sorpresa David Lovelace, ya verás, nos divertiremos mucho, aunque yo más.

Se abre el telón y la música empieza, debo aprovechar el momento que me toca para que todo salga a la perfección. Cuando eso ocurre, Rogelio me ofrece su mano y damos los primeros pasos al escenario. David gira su vista hasta mí y entrecierra sus intensos ojos. Al principio solo se queda prendado observándome con una sonrisa, después de todo le gusta verme bailar y yo lo hago de maravilla. El problema para él comienza cuando el bailarín me agarra de la cintura y entonces pasa lo que se esperaba, su debilidad, sus celos lo atacan. Frunce el ceño y se queda viendo expectante, su enojo crece de manera acelerada, porque va acercándose mientras sus puños se presionan.

Las personas a su alrededor se apartan, ya que con las que se cruzó primero no tuvieron buena suerte. Uno cayó al suelo, al camarero se le perdieron varios vasos y a otro le pateo la mesa ya que no podía pasar. El guarda se queda observándolo por si pasa a mayores, pero como la gente ya no se le acerca se mantiene al margen.

Yo no le presto atención, sigo bailando con Rogelio. El idiota del bailarín pretende besarme en la última escena, pero obviamente yo no se lo permito, tampoco hay que exagerar con la actuación. Lo que se convierte en un problema cuando insiste, si hubiera sido mi antigua yo, no me hubiera importado, pero ahora soy una mujer casada y fiel, aunque no lo parezca. Lástima que esto se me salió de control, porque el hombre logra unir sus labios con los míos.

Mierda.

El telón se cierra y lo empujo muy enfadada.

―¡¿Cómo te atreves?! ―grito furiosa ―¡¿Cuándo te di permiso?!

―No pretendías que no te pidiera algo a cambio ¿verdad? ―exclama indignado ―y eso no fue nada ―bufa ―además, yo quiero mi otra parte.

Me cruzo de brazos y muestro mis intenciones, sonriendo.

―Claro que lo sabía, pero estás perdido. No soy ingenua, te estaba usando claramente.

―¿Usando? ―levanta una ceja.

―Es un juego entre mi marido y yo, estaba probando sus celos.

―Que ideas estúpidas ¿y dónde está ese ahora?

―Ya vendrá, pero no quieres verlo, se encuentra hecho una fiera ―me giro para irme y me agarra del brazo, así que lo observo ―¿De en serio? No pretendía involucrarte, pero si insistes, llegara y no quieres verlo, te lo aseguro ―me río.

―No inventes cuentos y dame lo que quiero ―me empuja contra la pared ―. Una mujer hermosa no debería provocar así a un hombre, se ve que estás acostumbrada, pero no todos somos idiotas como piensas.

―Cierto, pero tú no calificas del lado de los inteligentes, yo te lo advertí y ahora sufrirás las consecuencias.

―¿Qué consecuencias? ―su mano desciende hasta mí pierna que luego lleva debajo del vestido ―¿Qué podrías hacer tú? ―se relame los labios ―yo pensando que reaccionarias mal y te acabas de excitar, ¿acaso te agrado en realidad? ―se muerde el labio inferior viendo que mi libido me ataca, aunque él no lo sabe, ya que lo ha confundido con aceptación.

―Antes esto me hubiera dado lo mismo ―respiro agitada ―pero ya no lo puedo permitir más.

―¿Qué te haces la que no quieres? ―acerca su rostro al mío ―Si tu cuerpo me está diciendo otra cosa.

―Imbécil, te demandare ―le corro la cara aunque él se arrima más a mí ―no entiendes nada, me las pagaras.

―Vamos belleza, no finjas más, tu piel sabe lo que quiere.

―A mí entre sus piernas, eso quiere ―oigo detrás del hombre ese acento inglés que tanto me enloquece ―eso es lo que desea ―repite ―y yo en este momento quiero matarte ―escucho el seguro de su arma y segundo después Rogelio tiene el revolver en su nuca ―apártate de mi esposa y no sufrirás tanto ―sonríe ―o eso creo ―frunce el ceño cuando este se está tardando ―¿Qué esperas?

―Tranquilo ―reacciona, se aparta de mí retrocediendo y levanta las manos en señal de rendición.

―¿Por qué no hiciste nada? ―me replica.

―Estaba pensando, pero como sabía que venías, solo espere ―refriego mis manos e intento no flexionar las piernas, no pienso parecer estúpida delante de otro hombre ―¿Por qué tardaste tanto? ―me quejo.

―No encontraba la puerta.

―Si ya terminaron de hablar, ¿puedo largarme o qué? ―pregunta Rogelio impaciente.

―¡¡Cállate!! ―mi marido lo golpea con el mango de su arma y cae el suelo, luego lo pisa con su pie para luego apuntarle con su arma ―¿Cómo te atreves a tocar lo que por derecho me pertenece? ―exclama con odio.

―No soy un objeto y ya déjalo ―aclaro ―es solo un idiota.

―Desde ahora yo decido lo que es y lo que no es ―me observa enfadado, aún está alterado por sus fuertes celos ―y eso también va para ti ―dictamina observándome ―desde ahora soy yo quien pone las reglas de este juego ―sonríe con malicia.

No sé lo que está pensando, pero de algo estoy segura, me quiere castigar.

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