2. Demostrando sus celos
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Al parecer quien entra es la actual pareja de Aleshka, un tal Yakov. Lo que no entiendo es por qué vinieron desde Rusia hasta aquí a Argentina. Aunque lo que menos comprendo es la razón de que Jean los invitó a estos cuatro. Es como hacer una reunión con el pasado. Se siente la tensión en todo el living, debo acabar con el problema, pero ya. Agarro el brazo de mi pareja mientras los demás toman té y vamos hasta la cocina.
―¿Se puede saber qué haces? ―le digo indignado, entonces él sonríe tranquilo como si no sucediera nada ―¿Te estás burlando de mí? Porque desde ya te digo que no me gusta el chiste ―Bufo y me cruzo de brazos ―¿Cuáles son tus segundas intenciones? Un militar como tú, seguro tiene varias y no me creo eso de arreglar mi amistad con Aleksandr.
―He sido descubierto ―Se ríe.
―Eres tan obvio ―Ruedo los ojos.
Camina hasta mí y bajo los brazos, termina haciéndome retroceder, porque mi espalda choca contra la puerta, la cual da al living en donde están todos.
―¿Qué pretendes? ―Frunzo el ceño.
―Solo quería saber una cosa ―Apoya la mano al costado de mi cabeza, entonces acerca su rostro al mío, despacio y relajado ―tus reacciones ―Roza mis labios.
―¿Qué quieres decir?
Se pone muy serio.
―Todo el tiempo piensas en Nick, y lo he dejado pasar muchas veces, pero siempre me pones en segundo lugar, eso me molesta demasiado.
Está, demostrando sus celos.
―Eso no es cierto.
―Si soy el primero, ¿por qué no lo dices? Continuas dejándome como tu premio de consolación ―Apoya su frente sobre la mía ―. No soy tu amante, soy tu pareja y me está hartando todo esto, haz algo Adrik, porque mi paciencia se está agotando ―Se aparta y abre la puerta abruptamente ―¿Quién quiere más té? ―Se oye más tranquilo, pero cierra de un portazo, así que me sobresalto.
Mierda, se enojó.
De nuevo en el living, me siento otra vez en el sillón, entonces oigo la conversación entre Nick y Aleshka.
La tensión continúa.
―De hecho Yerik ya me perdonó, tú eres el resentido ―La chica sin expresiones toma su té mientras le contesta a mi platónico que frunce el ceño.
Rueda los ojos.
―Mi hermano es demasiado bueno, no sabe lo que dice ―Aleksandr se nota muy enfadado ―. Tú siempre serás una traidora.
―Pueden dejar de hablar en ruso ―se queja Sarah ―no entiendo nada.
―Yo sí ―dice Yakov, el único que está parado, apoya los brazos sobre el respaldo del sillón en el que está sentada Aleshka ―lo resumiré así ―Mira a Nick ―no se justifica una traición, pero a veces se hacen sacrificios para que sucedan cosas mejores, como ayudar a la gente de Proyecto A ―Vuelve a observar a la chica ―tu pareja está hablando del pasado, lo cual actualmente no tiene importancia ―Salta y se sienta al lado de Aleshka ―. Así que por qué no dejan sus diferencias, superan esta mala situación y somos todos felices ―Alza las manos ―¡Yey! ¿Quién quiere fruta? ―Agarra una manzana de la canasta que trajo y la muerde.
La rubia se queda mirándolo hasta que sonríe, lo que sorprende un poco, ya que luego comienza a reír.
―Eres un niño, pero sí, dame una fruta ―Agarra otra manzana como él y la muerde ―. Delicioso ¿Qué? ―pregunta cuando ve que Aleksandr se la queda observando con una sonrisa.
―Me alegra que seas feliz ―confiesa mi platónico.
―Gracias, tú también ―responde ella.
Como que el ambiente mejoro gracias a Yakov.
―¿Todos amigos? ―expresa el que parece frutero, aunque en realidad se nota que es más que eso.
―Estoy de acuerdo ―Nick le estrecha la mano ―todo superado, porque me pareces súper cool ―Se ríe y chasquea los dedos ― y además, tienes mucha razón.
―Qué bueno, ya me estaba estresando ―exclama Sarah y su pareja la rodea con el brazo, entonces ella se sonroja ―. Aquí no ―Ríe.
―Yo no hice nada ―Se pone a silbar.
Observo a Jean que ha permanecido callado durante todo este tiempo, solo toma su té mirando como conversan. Ni idea si yo debería decir algo, puedo notar su enojo a pesar de que está sonriendo, como si nada pasara. Al parecer me he dado cuenta recién ahora que varias veces sonríe falsamente, así oculta sus emociones.
Nos despedimos de los invitados de buena manera, ya que el día terminó con risas y reconciliaciones, al menos para los demás.
―¡Jean, déjame entrar al cuarto! ―me quejo forcejando con la puerta.
Abre despacio y solo un poco.
―Tú duerme en el sillón ―me aclara mirándome con el gesto más frío que me haya demostrado alguna vez.
―Delante de todo el mundo estás alegre, ¿y ahora me tratas así?
―Cuando aprendas a distinguir que es lo que quiero, hablamos ―Me cierra la puerta en la cara.
―Jean, no seas así ―Me agarro la nariz porque me golpee.
No me responde, así que voy a la cocina a limpiarme la herida que se me genero recién, abro la canilla y mojo la zona afectada, cierro la perilla del agua, para luego poner un pañuelo en donde sale sangre.
―Así no se hace, debes desinfectar ―Lo veo apoyado en el marco de la puerta, cruzado de brazos, mirándome fijamente. Deja de estar allí y se acerca, toma el desinfectante, lo pone y agarra mi pañuelo ―. Lo siento, fue sin querer ―dice inquieto.
―Yo me lo limpio ―Se lo saco de manera abrupta ―tienes razón de estar enojado, así que no te preocupes por mí.
―Ah, ¿sí? ―Sonríe de repente, aunque esta vez noto que es sincero, no es ninguna sonrisa forzada.
―Sí, te he estado tratando mal, pero estás confundido, no hay primero ni segundo, solo estás tú ―le aclaro.
―Continua ―pide, me saca el pañuelo de la mano y me lo apoya en la herida.
―Aleksandr siempre ha sido mi amigo y no creo que por algún milagro de la vida se enamoraría de mí, y si fuera así, igual no correría a sus brazos.
―¿Por qué? Fresita, él es tu amor platónico después de todo.
―Eso ya paso hace tiempo, solo me parece sexy y ya ―Ruedo los ojos.
―Aprendiste de Yakov ―Se ríe recordando la conversación que tuvimos hoy en la tarde con nuestros amigos.
―Sé ve que tú también prestaste atención ―opino.
―Hay que superar las cosas malas y pensar en las buenas, de hecho ―Deja el pañuelo sobre la mesada y me toma de la nuca ―que solo sea yo quién ronda en tu corazón, me agrada. Podrías ser un poco más cariñoso a veces, así no me haces sentir mal ―Roza su boca con la mía ―solo de vez en cuando, acuérdate de mí ―Me besa y le correspondo.
―No intentes cambiar mi personalidad ―me quejo y se ríe ―¡Oye! ―exclamo cuando me sube sobre la mesada y empieza a desabrochar el botón de mi pantalón.
―No lo hago, me encanta como eres, todo tú ―Sus manos recorren la tela, acariciando mis piernas, llegando hasta el borde, luego lo tironea hacia atrás y tira mi prenda inferior al suelo, mis zapatillas caen también, solo me queda la remera y el bóxer ―¿Retomamos lo de esta mañana?
―¿Lo preguntas cuando ya me quitaste casi la mitad de la ropa? ―Alzo una ceja ―¿Y no te estás olvidando de algo?
―El lubricante y el preservativo están en el cuarto, en un rato los busco ―Une sus labios con los míos ―primero te voy a mimar, fresita enojona.
Me quita la remera y yo desato su camisa, beso su cuello repetidas veces, entonces él hace lo mismo con el mío. Nuestras manos se tocan, acariciándonos el uno al otro. Nos sentimos plenos y nos complementamos tan bien, que no necesitamos palabras para entendernos, sentir nuestros sentimientos y dar paso a todo lo que sigue en esta relación.
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