La señorita y el último asiento

Bienaventurados los que no llevan clases los sábados, pues ellos disfrutan de los más gozosos sueños. Un semestre más donde tengo que llevar cursos los sábados y, para colmo, en la mañana, como vengo haciendo casi toda mi carrera, cursos que no puedo dejar, pues son obligatorios. Y si fuera poco, sólo son dictado en un horario y por un profesor.

El horario de la mañana para alguien que vive lejos de la universidad, en uno de esos distritos donde la prensa solo comunica crímenes, es un martirio. Despertar, salir de la cama, tomar el bus, y además evitar dormirse en clases. Esta maldita rutina me ocasiono un cambio irreparable, pues en domingos y vacaciones despierto temprano.

Un sábado más que me era robado, hurtado, sustraído, despojado por la universidad. Hubo buenos sábados por la mañana, pero no eran por los cursos y esa es otra historia, una historia con nombres y apellidos.

Tenía la sensación que los últimos años la mayoría de fines de semana hacía calor independientemente de la estación y hoy también era uno de esos días, pensé que sería como otro sábado: aburrido y sin sobresaltos, excepto por los saltos provocados por los baches que me acompañan desde mi nacimiento y ese hábito de sentarme al final del bus, y era así, como cualquier sábado jodido en la mañana hasta que subo al bus.

Al subir al bus noto que hay un asiento libre y desde la otra puerta una linda señorita viene acercándose al encuentro del mismo, yo estaba más cerca y pude haberme sentado, pero se lo ofrecí, no voy a mentir diciendo que le cedí el asiento por caballerosidad, pero tampoco pienso anunciar a vivas la sucia verdad; ambos sonreímos, ella se ofrece a cargar mi mochila antes que pudiera posarla sobre el pasillo del bus, volvemos a sonreír, siento que fue más por cortesía que por atracción y que así tenía que ser.

Tiene una sonrisa perfecta adornada por una dentadura blanca y bien cuidada, cual perlas que embellecen su piel canela.

Luego, no decimos nada, no teníamos nada que decir. Pensé decirle que era la primera vez que la veía en el paradero, pero sólo lo pensé.

Minutos más tarde llega el cobrador, uno que ya me reconocía y que siempre que estaba cerca a una chica preguntaba si se cobraba por dos; y hoy fue igual, y como siempre yo me reía, pero la señorita reacciona con asco por la broma del cobrador a lo que los dos quedamos sin habla y el bus se llenó de un jodido silencio que por suerte fue efímero.

Es la primera de todas las chicas que reacciona de esa manera o quizás ya es la segunda o tercera, pero no me acuerdo. Únicamente para precisar, lo que la señorita dijo fue "aj, pe" en un tono de asco exagerado.

Luego del incómodo momento cada quien paga su pasaje. Yo me dirijo a San Marcos y ella, a 'la Cato', ambos hemos pagado mostrando el carné universitario. Mientras que el de ella es bien cuidado; el mío, pues, muy maltratado. Yo apenas estoy reconocible en la foto del carné y ella no ha cambiado nada.

Unos paraderos más adelante la señorita se disculpa conmigo sobre su reacción de asco, le respondo que no es necesario y antes que pudiera terminar de decir algo fui interrumpido por ella para decirme que en el mismo bus estaba un chico que le gusta y ya se ha bajado en su paradero.

«En serio no es necesario. Eso fue incómodo.»

Empiezo a creer que me gusta la señorita, pero de momento sólo me parece atractiva. Le empiezo a hacer un par de preguntas que resultaron ser muy malas.

Le pregunté si el chico en cuestión sabe que le gusta. 'No' es su respuesta, me sentí feliz al escucharlo, pero no lo demuestro y mantengo mi rostro sin mostrar alegría.

Le pregunto ahora si tenía información si es que a él le gusta ella. Una vez más la respuesta es negativa. Opto por no seguir hablando luego de ello, ya tengo la información que deseo. Espero no haberla atormentado con el par de preguntas.

Pasaron otros minutos de silencio que, para mí al menos, ya no eran incómodos, pero era claro que la señorita está ansiosa. Parece que quiere decir algo, quizás si le atormento lo que le pregunté.

La señora que ocupaba el asiento al lado de la señorita baja en un paradero de Los Olivos donde siempre se arma un tráfico horrible, pero que no recuerdo el nombre.

Me siento al lado de la señorita moviéndose ella al lado de la ventana, pues yo bajaré primero, y al terminar de acomodar mi mochila ella empieza a hablar sobre por qué no le había dicho nada a ese chico.

—Es que me pongo muy tímida cuando intento hablar con él, ¿¡por qué demonios tenía que ser tan perfecto!?

—No creo que lo sea.

—Es bueno en los deportes, está en el décimo superior, es muy amable. Nunca podría salir con un chico así.

—No estaría tan seguro. ¿No tiene novia?

—No, desde que lo conocí. Hace unos tres años.

—¿No será por alguna razón?

God only knows.

—¿En serio estás segura que te gustaría salir con él?

Se quedó callada.

Luego, cuando me encuentro apreciando unas palomas sobrevolando un taxi en la avenida Perú me responde sin previo aviso y en medio del tumulto: 'no estoy segura'.

Sonrío y asiento ligeramente con la cabeza, nada más. Decido dar un giro y le pregunto sobre qué asuntos tiene hoy en la universidad, de esa manera sobrellevamos el tráfico.

Ya por la avenida Argentina, no sé qué pasa por mi cabeza, pero le digo que me agrada.

—Bueno, supongo que es algo más físico, no te conozco mucho —agregue.

—No sé...

Qué curioso, hace mucho no me dicen 'No sé'.

—Es normal, no nos conocemos.

—Aunque eres muy bueno escuchando.

—Pero no soy buen deportista ni tampoco estoy en el tercio superior.

Pero eres amable.

—Supongo... bueno, espero verte nuevamente, cuídate.

Me dispongo a dejar mi asiento un paradero antes, por un mercado, cuando la luz del semáforo está en rojo y aprovechar en avanzar despidiéndome de la linda señorita; pero fui detenido, ella toma una tira suelta de mi mochila y me dice llena de timidez: 'No me has preguntado si me gustaría salir contigo'.

Me vuelvo hacia ella y sonriendo le digo: «Antes de ello, permíteme presentarme. Mi nombre es ...».

Sólopuedo decir que hoy ninguno de nosotros irá a clases.

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