El Ascensor

Pasaron muchos años para que volviese a ocurrir. Me sentí extraño volver a hacerlo. Y es que desde el primer día en esa empresa nunca salía a mi hora, ya era común que sea al menos una hora después y así, en este extenuante ritmo, durante años. ¿Vacaciones?, ¡ay, vacaciones!, la última vez que tuve unos auténticos días de reposo fue en mi último año de la secundaria. A pesar de la insistencia de recursos humanos no había tomado las vacaciones que me correspondían.

Solía subir las escaleras hasta el décimo piso donde estaba la oficina donde hasta el día de hoy sigo trabajando, pero en un momento usé el ascensor y no me despedí de las escaleras. Aquel día que tomé el ascensor, dentro estaba una hermosa joven, tenía un vestido que no dejaba mucho a la imaginación, y también se dirigía al primer piso, ya estaba marcado el botón.

Cuando entré, me saludó; le devolví el saludo por cortesía. Luego me preguntó mi nombre, antes que pudiese responder se disculpó por no decir ella primero el suyo, su nombre era Esmeralda. Le dije el mío y se río porque así se llamaba el perro de su amiga, mucho después me di cuenta que no se refería a su mascota.

Le pregunté si tenía planes para la noche, me dijo que iba a salir con sus amigas a comer e hizo énfasis en que solo cancelaría por una emergencia. «Tanta suerte no podía tener en un día» pensé, era suficiente con tener el nombre de una chica hermosa, pero me atreví, después de todo no perdía nada, y le dije si le gustaría ir al cine conmigo (en serio quería ver una película, salí de la oficina con esa idea, aunque tenía en mente ver la película solo).

Ella pareció no dudar, me dijo que sí y casi inmediatamente llamó a sus amigas para decirles que no podía ir. Yo era la tía que estaba enferma. Yo era la emergencia. Yo nunca antes había sido la emergencia.

Lo único que tenía planeado cuando salí de la oficina era ir a ver la película sólo y al regresar a mi casa, escribir una reseña de la misma. No esperaba tener una cita, y menos con una chica tan atractiva, fuimos a comer primero y a conversar para conocernos más.

Me habló de su trabajo, de sus amigos, de su familia, hasta de su mascota. Me habló mucho más de su mascota. Esmeralda trabajaba en el piso doce en el puesto de secretaria, su empresa era pequeña, era su primer día en esa empresa, y no hablaba con nadie aún. Algo raro para ser secretaria, al parecer ese día su jefe no fue, así que no tuvo trabajo.

Estábamos conversando amenamente. Su celular sonó, al comienzo lo ignoró, luego vio quien llamaba, se disculpó y se fue al baño. Llamé a uno de mis amigos más cercanos, con quien además trabajo, para contarle lo que estaba ocurriendo, y empecé por decirle que Esmeralda trabajaba en el piso doce y hoy había sido su primer día, mi amigo soltó el celular, se escuchó el impacto en el suelo, me pareció un poco grosero y de mal gusto hacerme esa broma, cuando volvió a hablar me dijo que no existía un piso doce, el edificio donde ambos trabajábamos tenía solo once pisos, y nuestro piso era el último.

El segundo piso era el piso Z, el tercer piso era el piso dos y así hasta nuestro piso que era el piso once. Mi amigo tenía miedo de que fuera alguien de alguna sociedad secreta o algo relacionado con el gobierno, empezó a formular varias ideas de donde podía provenir mi acompañante, la mayoría de esas ideas surgieron de su gusto por el ocultismo, las sociedades secretas y conspiraciones.

Podía ver cómo se acercaba Esmeralda, y empecé a tratar la conversación con mi amigo como si estuviese hablando con mi madre, diciendo que no se preocupe, que la iba a visitar el domingo en la mañana y despidiéndome de 'ella'.

Cuando Esmeralda llegó le dije inmediatamente que ahora yo iría al baño sin darle opción a responder. Al entrar al baño, llamé a mi amigo de nuevo, este me dijo que el joven que atendía en recepción vio que cuando yo salía del edificio estaba completamente solo. Mi amigo también añadió que cuando el turno del joven empezaba yo estaba saliendo del edificio, y que se comprometió a revisar las cámaras de seguridad.

Mi amigo estaba emocionado con el tema, se preguntaba si tal vez habían hackeado el sistema de seguridad; corté la llamada, no podía demorar mucho en el baño. Decidí cortar la cita con Esmeralda, de todas maneras, con lo que habíamos hablado el tiempo se fue volando, estaba convencido que ya no había más entradas para la película.

Al volver donde estaba hablando con Esmeralda, me preguntó con quién estaba hablando antes... si mi madre había muerto hace dos meses.

¿Cómo sabía que mi madre había muerto hace dos meses? fue lo primero que pensé. Todo había sido muy discreto, algunos de mis familiares aún no se habían enterados. ¿Quién es esta mujer? Esa pregunta se repetía en mi cabeza muchas veces. Estuve anonadado sin poder moverme, ella se levantó de la silla y al oído me susurró que me lo iba a explicar todo, pero que necesitábamos salir del centro comercial lo más antes posible. Tomó mi mano y empezamos a caminar presurosos, por la conversación y con todo lo que ocurrió no pude terminar mi empanada.

Al salir del centro comercial, Esmeralda se detuvo. Lo celebré, pues ya estaba agotado; las escaleras eran mi único esfuerzo físico durante el día, sí, mi condición física era patética. Esmeralda se acercó y me preguntó si confiaba en ella; si confiaba lo suficiente como para ayudarla a solucionar un problema que tenía, un gran problema que tenía.

Le respondí que era imposible. Apenas la había conocido hace unas horas, además no podía sacarme de la cabeza como ella podía saber sobre la muerte de mi madre.

Ella me miró directamente y me dijo que pensará un momento, sobre quienes podrían, además de las personas más cercanas a mí, saber sobre la muerte de mi madre.

No tenía idea de una persona en particular, pero por lo menos el Estado sí que lo sabe, ya que había registrado la muerte de mi madre como corresponde. También tenía la idea que quizá era obra de un hacker, aunque no sé con qué propósito porque no ocupaba un puesto importante en la empresa donde trabajo.

Le respondí si acaso ella tenía que ver algo con el Estado, aunque no entendía la razón de pedir la ayuda de alguien como yo.

Me dijo que eso era correcto, que ella era un experimento y por obedecer las órdenes de sus superiores había sido acusada por numerosos delitos. Ella necesitaba escapar del país lo más pronto posible, además, me dijo que mi amigo Jack me llamaría en unos momentos diciendo que no encontraron nada en las cámaras de seguridad cuando estaba saliendo del edificio, que únicamente aparecía yo hablando a solas.

Mi teléfono empezó a timbrar, era Jack. Miré a Esmeralda sorprendido; ella sonrió y me hizo un ademán para que contestase la llamada.

—En las cintas solo apareces tú —comenzó agitado Jack—, desde todos los ángulos de las cámaras de seguridad. Esto no pinta nada bien, eh —dijo esperando respuesta mía—. La mujer de la que hablas tampoco aparece en ninguna toma. ¿Dónde estás ahora? —fue lo último que escuché de él por el celular. Esmeralda tomó mi celular y lo rompió con sus manos con mucha facilidad.

Esmeralda empezó a hablarme sobre mis amigos Tom y Lenny, de la secundaria, quienes ahora trabajaban para el gobierno en algo relacionado con la frontera. Me empecé a asustar cuando me expuso sobre sus traumas de la infancia, sus estudios, sus logros, sus hábitos, sus amoríos y sus fetiches.

Le pregunté cómo el Estado conoce tantas cosas sobre ellos, pero me ignoró.

Esmeralda se me acercó y me dijo que ella no tenía intención de hacerme daño.

—Sólo quiero ser libre... —me susurró.

Le pregunté sobre cómo era posible que ella no apareciese en las tomas de seguridad, le pregunté también si había burlado el sistema de seguridad.

Ella respondió que no había hecho nada, ella remarcó que era un experimento, y que algo ocurrió mal en su última visita al laboratorio donde le hacían pruebas. Aquel experimento consistía en lograr que un individuo tenga la voluntad de hacerse invisible frente a los demás y volver a la normalidad cuando lo desee.

Al salir de la gran máquina en la que era expuesta; las cámaras no podían verla y nadie en la sala tampoco, sí podían oír su voz, pero no podían verla. Mientras avanzaba por los pasillos sólo tres personas podían verla; pero los demás, no. Había sido despojada como un defecto del experimento, pero a pesar de eso se le encomendó una misión, matar al hijo de un político extranjero. Ella cumplió la misión, pero para su mala suerte una persona pudo verla. El Estado, en aras de mantener en paz las relaciones determinó que Esmeralda debía ser ejecutada.

Este asunto me resultó muy confuso y peligroso. Además, ¿por qué tenía que ser yo quien la ayudara? Pronto Esmeralda se encargaría de decirme el porqué. Ella dijo que no había estado segura si yo había sido capaz de verla. Había pensado en asustarme como si fuese un fantasma. Al final, decidió saludarme y esperaba que yo le respondiese.

—No necesito tu fuerza ni inteligencia —me dijo nerviosa—, necesito tus contactos para poder huir del país. ¡Ellos si tienen la capacidad para ayudarme!

Decidí ayudar a Esmeralda, quizá por la emoción del momento, no he resuelto aún por qué. No iba a ser fácil. Hace años que no hablaba con mis amigos de secundaria. La última vez que había visto a Tom fue en su boda hace dos años, y a Lenny, en el sepelio de su padre hace tres. Tenía entendido que ambos tenían el poder suficiente con el cual podrían ayudarme.

El problema era como iba a tratar de convencerlos sobre esta situación.

Tom vivía con su esposa cerca y llegar a esas horas de la noche hubiese sido muy problemático, así que decidí llevar a Esmeralda con Lenny que vivía solo, aunque su apartamento se encontraba más lejos.

Esmeralda comprendió mi decisión, y luego se disculpó por haber destruido mi celular, me dijo que me lo recompensaría luego que todo terminara.

Notaba algo en Esmeralda... estaba sonrojada, parecía avergonzada, le pregunté si ocurría algo, pero no me respondió.

Tomamos un taxi hacia el apartamento de Lenny. Al momento de subir, el taxista me preguntó por qué estaba parado con la puerta abierta sin entrar. Él no podía ver a Esmeralda así que lo comprendí y entré lo más pronto posible.

El taxista encendió su radio y buscó una emisora con música de los ochenta y noventa, las canciones de la radio parecían sacadas de mi playlist personal. Empezó a sonar una canción de 'Bon Jovi'.

—Esmeralda, ¿te gusta esa canción?

—Si, siempre escuchaba esa canción antes de que me realizaran las pruebas en el laboratorio.

—Joven —interrumpió el taxista—, disculpe, ¿con quién está hablando?

Tenía que mantener todo en secreto, pero no parecer un loco; bueno, era momento de aplicar lo aprendido en el electivo de teatro que había llevado en la universidad, aunque lo reprobé.

—No se preocupe —le respondí—, estoy ensayando mis líneas para una obra teatral.

—Ya veo, pero me parece extraño —dijo con duda y mirando por el retrovisor—, yo voy al teatro habitualmente y no recuerdo que hayas participado en algún espectáculo.

—Apuesto que no esperabas eso —dijo Esmeralda.

—En realidad —respondí nervioso—, es... mi debut la próxima semana.

—¿En serio? —dijo mientras giraba hacia la derecha—, no he visto anuncios nuevos.

—En efecto —respondí más seguro—, porque mi debut será en otra ciudad. Vine aquí para visitar a un amigo.

El taxista asintió con la cabeza y siguió conduciendo.

Al llegar al destino, el taxista me deseo buena suerte para mi falso debut. Le agradecí y le estreché la mano.

Ya con el taxi alejándose, nos dirigimos hacia el apartamento de Lenny. Cuando estuvimos cerca a la puerta se podían escuchar gritos... eran los gritos de Lenny... maldita sea, me había olvidado que los viernes eran un día sagrado para él, pues su instinto masoquista le pedía tener un día para ello. Se escuchaba la voz de una mujer también y el sonido del látigo lastimando alguna parte del cuerpo de Lenny.

Quizá por eso Esmeralda se había sonrojado antes. En ese instante también lo estaba. No había remedio, ya estaba ahí. Tomé aire y toqué la puerta. Me sentía mal por interrumpir, pero necesitaba la ayuda de Lenny.

—¿Quién es? —preguntó mi amigo.

—Soy yo, maldito masoquista del gobierno.

Lenny reconoció mi voz y abrió la puerta sin decir más.

—¿Que mierda haces aquí a estas horas? —respondió enojado— ¿Y justo hoy día?

—Tengo un problema —comencé—, me preguntaba si podías dejar pasar la frontera a esta jovencita.

—Hola, mucho gusto —dijo estirando su mano derecha, pero la recogió enseguida porque era probable que Lenny no la viese—, soy Esmeralda.

Lenny me miró un par de segundos y luego habló.

—¿De qué mierda hablas? —dijo impaciente—, ahí no hay nadie. ¿Acaso estas drogándote? —me dijo preocupado.

—Vamos, quizás no la puedas ver, pero sí que la escuchaste, se acaba de presentar.

—Oye, Peter —dijo con seriedad—, no he escuchado nada, ¿en serio no estás drogado?

—¿De qué estás hablando? —me exalté—. Esmeralda está a mi lado.

—Amigo, no veo ni escucho a nadie además de ti.

Quizá Lenny ya sabía sobre Esmeralda y no quería cooperar conmigo. Me sumergí por unos segundos en eso, pero me interrumpió la mujer que acompañaba a Lenny. Se unió a la conversación en la puerta, era la misma con quién fue a la boda de Tom, su nombre era Roxana.

—¿Que pasa aquí? —dijo mientras toqueteaba a Lenny.

—Al parecer mi amigo este drogado.

—No tiene caso —dijo Esmeralda—, deberíamos irnos.

—No, Esmeralda —le repliqué—. Lenny, no estoy drogado —le dije tratando de calmarme.

—¿Quién es Esmeralda? —preguntó Roxana, quien tampoco la veía.

—No me digas que tampoco la escuchaste, dijo "no tiene caso, deberíamos irnos".

—Amigo —dijo arqueando una ceja—, deberías ir al médico.

—Eso mismo —dijo Lenny—, vamos al médico. Ahora mismo.

—Ya sabes la situación de Esmeralda, ¿no? —dije impaciente.

—¿Hasta cuándo seguirás con eso?

—Sé que no nos vemos hace tiempo —dije tratando de calmarme—, pero no pensé que me darías la espalda de esa forma.

—Amigo, creo que mucho trabajo te ha afectado —dijo tratando de acercarse.

—O quizás estás ganando tiempo para que nos intervengan —dije molesto.

Una sirena de policía se oía a lo lejos.

—¡Jódete, Lenny!

Tomé a Esmeralda y salimos corriendo de ahí. Lenny empezó a seguirnos.

«Maldito perro del Gobierno, quizás lo mismo ocurriría con Tom, maldita sea» pensaba mientras andábamos. Tenía otros amigos, pero vivían en otras ciudades. Empecé a cansarme por mi ridícula condición física.

Las piernas dejaron de responder con normalidad, iba cada vez con pasos más torpes, hasta que me caí y Esmeralda se tropezó a mi lado.

Lenny no tardó en alcanzarnos. Me sujeto, me tenía atrapado y como no tenía el físico para hacerle frente me di por vencido. Las sirenas empezaban a sonar cada vez más fuerte... y luego... ¿más bajo?... hasta que el ruido desapareció. Los policías se fueron hacia otra dirección... ¿No estaban tras nosotros? ¿Qué estaba ocurriendo? No entendí nada en aquel entonces.

Lenny se puso de pie y estuvo parado frente a mi mientras yo me sentaba en el suelo, cansado por correr seis cuadras. Esmeralda no quería levantarse, estaba tendida en el suelo llorando.

—¿Estás feliz con que dejen morir a una mujer —le pregunté a Lenny sin levantar la mirada— que solo siguió órdenes del maldito gobierno, y además que nunca podrá regresar a la normalidad?

—No entiendo muy bien lo que ocurre. Te... los ayudaré, pero antes tienes que descansar.

Asentí y me quedé dormido sentado.

A la mañana siguiente, desperté en el departamento de Lenny. Jack estaba ahí también. Lenny al parecer no estaba. Yo estaba echado el sofá. En la mesa del centro de la sala había unas pastillas y unas jeringas.

—Que nochecita has tenido, eh.

—Pasaron muchas cosas —dije incorporándome.

Me dolía demasiado la cabeza, me sentía mareado.

—Estuve recopilando información —dijo Jack, empezó a hablar con bastante seriedad— de los lugares donde estuviste y ninguno de los que te vieron el día de ayer dan fe de que estabas acompañado, siempre te veían solo.

—¡Es por el experimento!

—Cálmate... a decir verdad, nadie además de ti escuchaba a Esmeralda.

—Pero...

—¿Quién crees que podría haber escuchado a Esmeralda?

Demonios, ni siquiera había tomado una sola gota de licor y sentía que tenía la mayor resaca de mi vida. No tenía nadie en mente. Quizás en el centro comercial, pero había mucho ruido. Y luego de eso... Claro, el taxista, él debió escuchar a Esmeralda.

—Jack —le respondí animoso—, el taxista que me llevo hasta el apartamento de Lenny, seguramente él sí escuchó la voz de Esmeralda.

—Él tampoco escuchó la voz de Esmeralda.

—¿No?, pero...

—Peter, ¿Dónde está Esmeralda ahora?

—Pues, no tengo idea —respondí mirando hacia los lados—, seguro que está con Lenny, me dijo que la iba a ayudar.

—Peter, ayer te hicimos unos exámenes, y te aplicamos unos fármacos, los exámenes indican que estabas fuera de tus cabales y estabas alucinando cosas, lo más probable es que es fuese a causa del estrés.

—¿Por el estrés?

—Si, pero lo tuyo fue algo realmente excepcional.

Era lógico, después de todo mi celular era un Nokia, ¿cómo podía esa mujer romperlo con las manos? Me sentía un poco mal por lo incómodo que fue para las personas que vieron mi 'conversación' con Esmeralda, es decir, con nadie en realidad.

Un momento...

—Oye Jack, ¿Y mi celular?

—Un vagabundo vio que lo lanzaste lejos, y luego te fuiste. Cuando hable con él me dijo que ya se había drogado con lo que consiguió por ello.

—Bueno, menos mal toda mi información está en la nube.

—¿Cómo están tus piernas?

—Si creo poder caminar. No te preocupes.

Me sentí aliviado porque todo era a causa del estrés, el problema era ahora liberarme del estrés. Yo sólo quería ver la maldita película.

—No llegaste a ver la película, ¿cierto? —me dijo Jack—, vamos a verla junto con Lenny en la noche.

—Vale, pero antes acompáñenme a comprar otro celular.

La película resultó ser muy mala, al menos para mí. A Lenny y Jack les gustó.

No fui a trabajar un mes, ya me sentía bien en la primera semana, pero hay ciertas ventajas en tener un amigo que es médico.

Hoy ya es lunes, otra vez en la rutina, el mismo bus hacia el trabajo, la congestión vehicular de siempre, la misma ruta desde el paradero hasta la oficina. Saludé al chico de recepción. Me indicó que suba al ascensor rápido, que Esmeralda estaba ahí, me reí y alcancé el ascensor.

En el ascensor, estaba una chica, no era la Esmeralda de mi alucinación, pero era muy hermosa, parecía extranjera. El piso de mi oficina ya estaba marcado. La chica se presentó, había oído sobre mi caso y esperaba que su nombre no resultara molesto para mí.

—Espero que mi nombre —dijo con ternura— no le moleste en el trabajo.

—No pasa nada.

—¡Qué bueno! —dijo con alivio—, estaba preocupada que me odiara por eso. Porque usted me agrada mucho, he seguido su trabajo por años.

No me lo esperaba, entendía que mi nombre salía en los créditos de los programas y videojuegos, pero no sabía que alguien leía eso.

—No hay forma que te odiara por eso, fue mi culpa después de todo —dije avergonzado por su último comentario—, espero que nos llevemos muy bien.

El ascensor se detuvo un piso antes de llegar, las luces se apagaron y empezó a sentirse frío.

En la línea del ascensor, el chico de recepción dijo que tardarían una hora en repararlo.

—Vamos a pasar mucho tiempo aquí —dijo acercándose con voz seductora, apenas nos veíamos por la falta de luz.

—Así parece —dije abrazándola.

Esmeraldase posó lo más cercano que dos cuerpos podían estar y me susurró: "¿Alguna vezlo has hecho en el ascensor?".

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