Juntos hasta el fin de los tiempos
Aquella oscura noche de invierno el frio viento mecía las cortinas de la habitación y un lejano rumor mantuvo inquieto al muchacho, quién se encontraba plantado frente la chimenea observando como las brasas ardían.
Se sentía vacío, como si no perteneciera a aquel lugar. ¿Quién era? ¿Que hacía allí? Se preguntaba el muchacho mientras su mirada se perdía entre las llamas.
-Tristán...- Susurró una voz fantasmal. Una mujer de tez blanca y los cabellos negros como el carbón observaba suplicante al joven. ¿Quién era ella? ¿Por qué lo había llamado así? Se aproximó esperando que ella pudiera hablarle sobre todos los recuerdos que había perdido, pero esta desapareció y el se quedó aturdido sin saber exactamente que es lo que había ocurrido. Su vista fue a parar a un anillo de oro que descansaba en el suelo. Él se agachó y lo depositó en la palma de su mano, lo examinó minuciosamente y decidió ponérselo. El anillo era realmente bonito. Tristán trató de quitárselo peró sus esfuerzos fueron en vano pues no pudo, la muchacha deseaba que lo llevara puesto.
Al día siguiente la joven volvió a aparecer exactamante a la misma hora, parecía disgustada.
-¿Por qué no me has buscado? Dijiste que era para siempre...- Los ojos empañados de la muchacha reflejaban un terrible dolor, Tristán la miraba confundido, no recordaba quién era ella y que es lo que quería de él. Estaba asustado y fascinado por la belleza de aquella criatura. La joven dió media vuelta y se alejó levitando, Tristán no iba a dejarla marchar, debía hayar respuestas.
-¡Espera!- Exclamó el muchacho desesperado, la joven incorpórea hizo caso omiso y continuó su marcha a través del denso bosque, Tristán sentía como su propio corazón latía a un ritmo frenético.
La muchacha se detuvo al llegar al cementerio, delante de dos lápidas en las que se podía leer:
Tristán Palacios Perez 1423 - 1441
Elvira Portillo Zubero 1425 - 1441
Tristán observó la tumba anonadado, no podía creer que estuviera entarrado allí, no podía creer que estuviera muerto. La jovén lo miró triste.
-He venido a buscarte, a llevarte conmigo.- Dijo.
-No puedo estar muerto, simplemente... no es posible.- Contestó incrédulo. Le temblaban las manos y apenas era capaz de pensar con claridad, cuando la muchacha acarició la mejilla de Tristán este recordó todo lo que había sucedido días atrás.
<< Ella estaba preciosa con su vestido blanco, él la esperaba en el altar. Ambos llenos de dicha estabán preparados para vivir una vida juntos, pero aquella felicidad acabó pronto pues el vino que se le servía a los invitados estaba envenenado y poco a poco cada uno de los asistentes murieron agonizando. Recordaba la sonrisa malévola de su hermano, cuyo corazón pertenecía a la misma mujer, jamás la olvidaría. Sus palabras fueron tan cortantes como el filo de una espada. -Si no la puedo tener, nadie lo hará. -Su vista se nubló y caíyó en un sueño mortal del que jamás volvería a despertar.>>
Puso ambas manos sobre el rostro de su amada y derramó una lágrima.
-Amor mío, siempre estaremos juntos, hasta el fin de los tiempos.- Concluyó el muchacho agarrando su mano. Ambos se alejaron por la espesa neblina en un viaje eterno, condenados a vagar sin rumbo.
Algunos afirman haberlos visto caminar juntos por el bosque, otros dicen oír el llanto de Elvira anhelando la perfecta vida de antes. Pero, sin embargo, yo pienso que siguieron caminando durante mucho tiempo hasta que un día encontraron la paz que tanto ansíaban.
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