GLORIA
Nunca olvidaré el día cuando coincidí con Gloria por primera vez. Nos habíamos visto antes en la misma peluquería, por la calle, el parque o el colegio, aunque ella lo acabó años antes que yo.
Ella atendía a una señora, lo que me llamó la atención fue su falda corta por encima de la rodilla y ceñida a sus nalgas. Tiene estatura media, morena. Hasta ese momento, yo veía a las chicas como unas compañeras más, sin fijarme en sus cuerpos.
Gloria acabó con la clienta. Ángel, su padre, suele atender a hombres y ella a mujeres. Él le dijo algo que no escuché. Dos hombres más esperaban, yo era el siguiente.
—Siéntate, Pepe.
No pude creer mi buena suerte, desde que me fijé en ella, deseaba que me atendiera. Me regala la más preciosa de sus sonrisas. Me siento y veo sus ojos negros en el espejo.
—¿Cómo te gusta?
Yo no podía quitar la vista de sus ojos y lo primero que pensé fue como los tuyos, dije que muy corto.
—Si te parece, lo corto a máquina.
—Está bien.
Yo tenía los brazos apoyados. Ella empezó a cortar por el flequillo, yo sentía su cadera tocando mi brazo y veía entre los botones de su blusa negra otra prenda blanca. Cuando cortaba por mi sien, arrimaba su cálido vientre. Me excité por primera vez en mi vida.
Nunca antes se me hizo tan corta mi estancia en la peluquería. Pagué, quise darle propina pero mamá me dio el dinero justo. Ella volvió a regalarme su linda sonrisa.
Desde entonces me gusta ir a la peluquería. Aunque casi siempre me tocaba el padre, pero yo disfrutaba mirándola y recordando aquella primera vez.
Conocí a Loli en el primer curso del instituto. Mi atracción por Gloria se iba enfriando. Me gustaba Loli y empezamos a salir juntos.
Un día, por pura casualidad, se repitió lo producido aquella primera vez. Loli y yo estudiábamos el último curso del instituto. Entré solo en la peluquería, nadie esperaba y ambos padre e hija estaban ocupados. Saludé con un buenas tardes.
—Hola, Pepe.
Era Loli, estaba sentada y Gloria la peinaba. Ver tan cerca a las dos mujeres que más me gustan me excitó. Me tocó mi turno y disfruté como la primera vez. Pero Loli se quedó a esperarme.
Acabamos el instituto, gracias a mi padre encontré un trabajo de agente comercial. Se me daba bien. Yo dudaba entre Gloria y Loli. Gloria simboliza el deseo, pero yo nunca le ofrecí salir juntos y me saca tres años de edad. Loli y yo nos casamos recién cumplida nuestra mayoría de edad.
Han pasado cinco años desde nuestra boda, tan poco y cuanto ha cambiado mi vida. Vuelvo a la casa de mi infancia y adolescencia. Mis padres fallecieron en un accidente. Loli y yo discutíamos más que dialogábamos. Ella es una beata que rige toda su opinión por la iglesia. Nunca disfrutamos del sexo. Yo debía hacerlo todo y muy pocas veces me empalmaba. Loli se dio cuenta, aquel día mientras Gloria me cortaba el pelo, de mi atracción por ella; me lo repetía hasta la saciedad.
Vacío la maleta y las bolsas, guardo todo en mi cuarto. Me veo en el espejo, tengo el pelo demasiado largo. Me acuerdo de Gloria. Voy a la peluquería. Está sola esperando clientes.
—Buenos días, Gloria.
—¿Pepe? No hay quien te conozca con barba y gafas.
—Un día que no tuve tiempo para afeitarme, una clienta me dijo que me sentaba bien.
—Pues estaba equivocada del todo. Pareces un treintañero. Voy a afeitarte gratis.
Me siento, ella baja el respaldo dejándome casi tumbado. Disfruto mucho más que las otras veces porque esta vez siento el roce de sus senos, cuando tras de mí rasura mi mentón. No tengo que decirle nada porque ella recuerda perfectamente como me gustaba. Acaba conmigo y veo en el espejo a aquel muchacho de 18 años.
—Gloria, te amo.
—Por favor, Pepe. Quiero vivir mi vida sola, no quiero compromisos. —Siguió hablando para que yo no pudiera responder: —He encontrado otro local cerca de aquí, dentro de poco empezarán la obra. Encontrarás un cartel en la puerta diciendo el sitio. Son diez euros.
Pasa el tiempo, pero mi pelo tarda en crecer. La fábrica de lencería cierra en agosto y todos sus empleados tenemos vacaciones ese mes. Casi un mes antes, veo un cartel en la vieja peluquería, ya cerrada, comunicando la nueva dirección, un número de teléfono y la indicación de pedir cita previa.
El día que empecé mis vacaciones llamé para pedir cita.
—Buenos días, soy Gloria. ¿Has venido antes?
—Aquí no, buenos días. Soy Pepe.
—Hola, Pepe. ¿Cuándo quieres venir?
—Por mí, ahora.
—No es posible. ¿Te viene bien a la 1?
—Sí.
—Debo preguntártelo aunque creo conocer la respuesta. ¿Prefieres a Carlos o a mí?
—A ti. Cortar el pelo y afeitar la barba.
—Entonces a la 1. Hasta luego, Pepe.
—Hasta luego, Gloria.
Me encanta su voz, inspira confianza y picardía. Lástima que aún tuviera que esperar casi tres horas para llegar. Yo pensaba ir a comprar después, pero fui antes.
A la 1 menos cuarto acabé de guardar la compra. Salí, encendí un cigarro y lo apagué en la esquina donde está la peluquería. No tiene ventanas ni escaparate, la puerta no tiene timbre, sino un portero automático con una única tecla.
—¿Pepe?
—Sí, soy yo.
—Te has adelantado. Pasa y espera un momento, no será muy largo.
Entro en la sala de espera. No me siento, me fijo en los detalles de la sala. Frente a la entrada hay dos puertas, la izquierda con una foto de un hombre, supuse que Carlos. La derecha con la foto de Gloria. Entre ellas hay una foto de los dos. En la pared de la entrada y frente a las puertas hay una tarifa de precios, me parecen baratos. Un corte 8 euros, afeitado 7.
—¡Hola Jose!
No puede ser, Raquel. Mi ex cuñada y sin embargo amiga. Me giro a la derecha y respondo al saludo. Está sentada en el sofá, me siento a su lado.
—No te avergüences, Gloria es mi amiga. Ramiro también viene, ella le abre el apetito y se desahoga conmigo.
—¿De qué me hablas?
—¿No sabes nada?
—¿De qué?
—Esto es una peluquería erótica. Carlos y Gloria atienden a sus clientes en ropa interior
Yo voy de sorpresa en sorpresa: de la puerta izquierda sale Loli, mi ex, roja como un tomate al verme. Raquel entra por esa puerta y Loli se sienta en el asiento más alejado a mí. No nos atrevemos a decir nada. Se abre la otra puerta; sale Ramiro, mi mejor amigo antes de mudarnos y marido de Raquel, me saluda y dice que Gloria me espera.
Está más guapa que nunca. Solo diré que viste una falda corta y tableada y una blusa blanca, parece una colegiala. Me da dos besos y pregunta:
—¿Has visto los precios?
—Sí.
—Son para atenderte tal como voy vestida. Por cada ropa que me quito aumento 10 euros, no me quitaré la braga.
—Déjate también el sujetador.
—Siéntate. ¿Empiezo por la barba?
—Vale.
La observo a través del espejo. Se quita la blusa y la falda con su encantadora sonrisa. El cuerpo que siempre imaginé, incluso haciendo el amor con Loli, se acerca a mí con toda su plenitud.
Baja el respaldo, me pone una toalla bajo el cuello. Me enjabona. Sin pedir permiso empecé a acariciarla temiendo que no me dejara. Solo dijo:
—Puse Peluquería Unisex Gloria no solo por mi nombre, quiero que todos mis clientes se sientan como si estuvieran en ella.
Del hombro bajo a los senos.
—Esa es zona prohibida.
Sigo por su espalda, rozo la braga, sigo por dentro con temor de que vuelva a regañarme, no dice nada, bajo entre las nalgas.
—Pepe, te estás acercando demasiado. Te aconsejo que no sigas por si me tiembla el pulso.
Ha terminado de enjabonar y tiene la cuchilla en su mano, me dice:
—Mi proyecto es muy arriesgado, no puedo tener enemigos. Por cada cliente como tú tengo cuatro que no saben nada. Hice una oferta de inauguración, vino mucha gente, entre ellas Raquel. Nos hicimos amigas y le conté mi proyecto. Trajo a su marido y amigos y ya has visto el resultado. Ella sabe que no dejo que me toquen y todos somos felices. He dejado que tú me toques porque no tienes compromiso. ¿Puedo seguir confiando en ti?
—Por completo. Solo te recomendaré como una guapa y excelente peluquera.
Seguimos callados mientras me afeitaba. Yo disfrutaba con su delicadeza, no rasuraba, acariciaba con la navaja. Después se puso detrás de mí, me echó loción y mientras masajeaba sentí el roce de dos bultitos en mi cabeza. Sentí ganas de llegar hasta el final con ella. Esta vez no reprimí la pregunta:
—Perdóname si te ofendo. ¿Hay alguna posibilidad de que. . .?
—Solo lo hago con quien me gusta de verdad y nunca al principio.
—¿Cuántas veces tendré que venir?
—Comprenderás que no te lo diga. Si es por el dinero, puedo atenderte vestida. Por eso puse precios baratos. Verás que sigo siempre la misma rutina. Si notas un detalle que sale de esa rutina, sería la señal.
—Vendré cada miércoles a las 10 para afeitarme. ¿Hace falta que te avise?
—No.
Mientras me cortaba el pelo me preguntó por mis gustos, aficiones y opiniones. Tuve la impresión de pasar por un examen.
—Creo que así te sienta bien, ¿qué te parece?
—Corta más.
—Pillín, aún no quieres irte.
—Lo que no quiero es tener que peinarme.
—Cogeré la maquinilla.
Todo lo bueno acaba pronto. No pude creer que estuviera casi una hora con Gloria. Se vistió y me cobró 35 €.
—¿Aceptas propina?
—Solo si crees que no me estás comprando. Me enteraría.
Le di 5€. Me acompañó a la salida y dijo:
—Pepe, ha sido un placer. Eres todo un caballero. Hasta el miércoles.
—Hasta el miércoles, Gloria.
Deseé besar sus preciosos labios, pero ella solo me besó en las mejillas. Salí a la calle con la impresión de haber encontrado el amor de mi vida, pero no estaba seguro de ser yo el suyo.
Los tres miércoles siguientes me atendía vestida, nada cambió en su rutina, se limitaba a rozarme y dejarse acariciar, no me acerqué a las zonas prohibidas. El último miércoles creí que no le gustaba, tengo grabado en la memoria todo lo que dijo el primer día. Perdí toda esperanza.
Mientras me cobraba le dije:
—La próxima semana vendré el jueves 30, es mi último día de vacaciones.
—Ven a las 8 de la tarde.
Por fin llegó el día. Me recibe con el trato de siempre. Cuando estoy tumbado, noto algo nuevo: me pone parches en los ojos. ¿Será esta la señal? Estuve un rato que me pareció eterno sin verla ni sentirla. Mi esperanza aumentaba, hoy es el día, ella quiere que recuerde mi último día de vacaciones. Se arrima mucho más, ya no son simples roces, sino pleno contacto
Ella empieza a enjabonar y yo a acariciar, no encuentro ropa, ni siquiera sujetador. No puedo creer lo que me pasa, me deja acariciarlo. Nunca sentí nada tan suave, no tiene ni un pelo. Me enjabona la nariz.
—Perdóname, no he podido resistirlo.
—No pasa nada, solo era la brocha.
Fue lo único que hablamos hasta que acaba de enjabonar. Ella no quiere distraerse hablando. Todo va in crescendo, cada momento es mejor que el anterior. Me quita los parches, nunca vi nada tan bello. No necesita sujetador, sus pechos están firmes.
—Los parches están húmedos. ¡Qué sensible eres!
—Te amo, Gloria.
—No te precipites. No quiero hacerte daño, solo quiero que disfrutemos hoy. Yo también tuve pareja, la diferencia contigo fue que no llegué a casarme. Me prometí que jamás tendré pareja.
—Gracias de corazón. Me estás diciendo que no quieres compromiso.
—Exacto, ¿estás ofendido?
—Ni mucho menos.
Disfruto en silencio mientras me afeita. Si disfruté las cuatro veces anteriores, esta no sabría calificarla. Es como comparar Tubular Bells con la Novena de Beethoven. Para mí Mike Oldfield es el mejor músico vivo y la Novena la mejor música de todos los tiempos.
Cierro los ojos para disfrutar solo con el tacto. Siento la plenitud de sus pechos en mi cabeza y la suavidad de sus manos masajeando mi cara. Dejo de sentir sus manos y en su lugar siento sus labios besándome toda la cara y por último al revés sobre mis labios.
—No está bien que yo lo diga, pero es el mejor afeitado que he hecho.
Me desabrocha la camisa y me da besitos donde descubre. Afloja el cinturón y desabrocha el pantalón, tira de él quitándomelo. Me quita el slip y juguetea con sus labios y lengua.
Yo no estoy quieto, mi objetivo es lo que en cuatro veces no pude ver ni tocar.
Lo que me costaba tanto con Loli, es fácil desde que noté que estaba desnuda, permanezco así todo el rato. No me hace esperar más y lo que antes fueron unas simples lágrimas se convierten en un llanto por el placer que jamás antes había sentido.
La empujo hacía atrás para que descansara sobre mí. Se da la vuelta para besarme.
—Yiyi. Prométeme que esta no será la última.
—Prometo que estaré siempre dispuesto para ti. ¿Te lo ha dicho Ramiro?
—Fue Raquel. También sé que lo pasaste mal en el instituto porque descubrieron que ya no te gustaba.
—Antes de conocerte me habría enfadado con ella. Ahora me gustaría que me llamaras así cuando estemos a solas. Flor.
—Te lo prometo. ¿También Raquel te dijo mi apodo?
—Sí.
—Solo dejaré que tú me llames Flor, pero siempre a solas.
Nos lavamos el uno al otro. Nos vestimos, ella con otra ropa.
—Gloria, ¿qué te debo?
—¿No ibas a llamarme Flor?
—Separemos el placer del negocio. Gloria es la peluquera.
—Gloria no quería cobrarte y Flor cree que te estaría comprando.
—Jose cree que sería egoísmo pagarte solo el afeitado o nada. Yiyi cree que te compraría pagando.
—Temo herir tu sensibilidad no cobrándote.
—Sigamos separando. ¿Crees que Flor y Yiyi están en paz?
—Sí.
—Ahora Jose debe a Gloria el afeitado y Gloria no quiere cobrarlo. Entonces Yiyi invita a Flor a cenar, ¿aceptas?
—Encantada. ¿A quién se le ocurrió la idea?
—No me líes, por favor.
Reímos, nos abrazamos y besamos. Mientras cerraba la peluquería me pidió que no cenáramos en el barrio.
—Conozco un restaurante fuera de Madrid que sirven las ensaladas más grandes y ricas que he probado. Podemos compartir una y pedir un segundo.
—Me gustan las ensaladas.
Durante el viaje no abrió la boca, pensé que no quería distraerme. Durante la cena solo hablamos de ésta, pero hablaba en un tono melancólico. No era la misma de siempre. Después del postre decidí ir al grano.
—Flor, ¿qué te pasa?
—Prefiero no decirlo aquí.
—¿Pago y hablamos en el coche?
—Vale.
Fuimos al coche, le abrí la puerta y entré por el otro lado.
—Yiyi. Antes tenía las ideas claras y un proyecto por el que luchar. Me iba estupendo. Ahora tengo que decidir entre tú y el proyecto. No sé que hacer.
Se puso a llorar, besé sus lágrimas y sus labios.
—Flor, no tienes que abandonar nada. Es tan simple como hacer que los sentimientos no influyan en el trabajo. —Se enfadó:
—¿Cómo puedes verlo tan fácil? ¿Crees que podré desnudarme delante de Ramiro u otro? Yiyi, te amo.
—Flor, ¿sabes cuál es mi trabajo?
—Sí, vendedor a comisión.
—He tenido disgustos y problemas. He perdido a mis padres. Cuando entro en la tienda de un cliente los dejo fuera. Cuando me separé creí que no podría seguir adelante, me veía como un fracasado. También lo dejé fuera. He salido adelante. Las dificultades son para superarlas, no para hundirse.
—Yiyi, ¿no te importa que me siga desnudando?
—Pensaré que nadie ha conseguido lo que yo.
—¿Y tú qué sabes? —Su tono volvió a ser pícaro, se estaba animando.
—Acabas de decirme que me amas.
—¿Nos quedamos aquí toda la noche?
—No. ¿Quieres conocer mi casa?
—Vamos.
Ya en casa preparé dos tés con canela.
—Yiyi, ¿sabes que la canela es afrodisíaca?
—Por eso la he puesto. ¿Te ves capaz de continuar con la peluquería?
—Me veo como una actriz ante el papel más difícil de su vida.
—La vida es un teatro. Tenemos que interpretar papeles que no encajan con nuestra personalidad, y casi siempre por causa de otros. Voy a ayudarte, conmigo puedes ser Gloria o Flor. Pero cuando yo no esté tienes que ser Gloria, la de las ideas claras, la que lucha por su proyecto, la pícara y la que enamora a todos.
—Gracias. ¿Quieres enseñarme tu casa?
—Tiene poco que ver. Era justa para tres. Aquí está el servicio.
—¡Qué antiguo!
—Pensaba reformarlo, pero siempre lo dejaba por otra cosa.
—Lo reformaremos.
—En esta habitación dormía yo, ahora duermo solo aquí.
Pasamos a la habitación grande.
—¿Esta era la cama de tus padres?
—Sí. La conservo por si invitaba a alguna chica. Está sin estrenar por mí.
—Y no pienso salir de ella hasta que amanezca, por lo menos.
Nos desnudamos entre besitos.
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