Añoranza

No es que no pudiera comprender el atractivo del alcohol, el evasivo espíritu que nublaba la mente de los que se rendían ante él, quizá era que lo entendía mejor que nadie, por eso lo evitaba. A veces, sin embargo, llegaba a sentirse tentado. Apenas un poco, cuando su cabeza era todo y nada y su corazón parecía demasiado pequeño para contener todos los recuerdos que le angustiaban porque se presentaban inconexos ante él. Se imaginaba a sí mismo de una forma vaga, casi como una sombra escurridiza tratando de adaptarse a la silueta de su acompañante entre el repiqueteo de las copas y un calor demasiado familiar. En alguna ocasión había permitido dejarse ir, una pequeña travesura, risas atrapadas entre los ecos de los barriles; afuera el viñedo, los cristalópteros serpenteando suavemente entre la brisa y el silencio de la noche; adentro, susurros, la pícara camaradería que le hacía reventar el corazón...

"Sólo la prueba".

Los recuerdos se tornaban borrosos y su pecho se estrechaba buscando algo que ya no existía. Diluc suspiró. El alba apenas comenzaba a colarse en el horizonte mientras sus pasos despertaban el rocío elevando aromas familiares. Un peso, que no era el de su arma, aletargaba su caminar. Otra noche más protegiendo Mondstadt. Otra noche más de recuerdos sin sentido. 

¿La botella en su mano? Una tontería.

"Sólo un trago más, ¿qué puede pasar? ¿O es que ya se le subió el vino a la cabeza al señorito?"

Diluc levantó la mirada. El día buscaba revelarse como uno cálido, soleado, con el cielo despejado. Tendría que descansar, cerrar los ojos un par de minutos, recomponerse para no aparentar que había pasado toda la noche en vela sin necesidad alguna. Él mismo no terminaba de darle forma a esa añoranza que no podía nombrar. Para qué. Para quién.

El murmullo de una brisa ligera.

El viñedo apenas a unos metros.

"Creo que se nos ha pasado la mano ja, ja, ja, pero ya que estamos aquí..."

Lo recibió la tranquilidad de una estancia despejada. El jarrón, otro objeto inútil al que estaba amarrado. Aunque más que al objeto, a la persona detrás de él. ¿Cómo era todo antes? Los destellos repiqueteaban amortiguados por una especie de lluvia lejana que adormecía el suelo ablandándolo y haciendo imposible transitar por él. Se había quedado atorado un par de veces hasta llegar a un punto en el que no pudo avanzar más.

"Esta será la última, lo prometo".

Diluc volvió a suspirar. La botella seguía en su mano, cerrada, con el contenido intacto. La sostenía con más fuerza de la necesaria aunque sólo pensaba en deshacerse de ella. En el viñedo sobraban y aún así la había cargado desde Mondstadt deseando beber cada gota pero encontrándose incapaz de hacerlo. Sabía que lo que esperaba no sucedería.

Las gradas rechinaron un poco bajo sus pasos. A esa hora el lugar ya estaba despierto, pero había un entendimiento mutuo, un reconocimiento silencioso y un ritual que se cumplía cada mañana las noches que él avisaba que llegaría a dormir.

"Creo que nos pasamos. ¿Ves por dónde caminas?"

Llegó a una habitación que no era la suya pero que conocía como si lo fuera. Sintió un latir del otro lado, una presencia enorme y magnética que lo tentaba a entrar. Algo parecido a un dolor de cabeza fue ganando fuerza, pero Diluc lo sabía mejor, era otro de esos recuerdos que no visualizaba con claridad pero que sentía tan cerca de su piel como si apenas los estuviera viviendo.

"---Ja, ja, ja, ¿cómo hemos terminado en el suelo?

---No me siento muy yo que se diga...

—¿Diluc?

---Kaeya... "

Diluc colocó su mano enguantada sobre el pomo, tomó un gran suspiro que contuvo hasta que fue capaz de abrir la puerta.

—Despierta —dijo Diluc al tiempo que tiraba la botella de vino sobre la cama.

—Mmm... —se quejó Kaeya—. ¿Qué modales son esos? Y yo que me tomé las molestias de visitarte.

Diluc se deshizo de la chaqueta dejándola olvidada sobre un sillón. La habitación conservaba cierta penumbra a pesar de que la luz ya comenzaba a colarse a través de las cortinas.

—¿Qué es esto? —preguntó Kaeya todavía adormilado.

Era esa sensación tan familiar la que lo obligaba a ser tan seco con Kaeya, esa familiaridad convertida en una extraña mezcla entre terror, rencor y anhelo.

Kaeya al fin distinguió el objeto en sus manos, Diluc se preparó para escuchar los comentarios mordaces que solían prevalecer en sus intercambios, y sin embargo, lo único que encontró fue silencio.

"Apenas había visto la mano ofrecida y sin embargo la tomó. Había algo cálido en ella, y extraño también, pero lo único que pensó fue que el vino le había afectado demasiado y que Kaeya ya se enteraría después.

---No seas peso muerto, Diluc —susurró Kaeya. Diluc no era consciente de que apenas podía levantarse y mucho menos mantenerse de pie.

Volvieron a caer.

—¡Ja, ja, ja!

—¡Shh, shh!

Intentó callarlo, casi por instinto cubrió la boca de Kaeya con ambas manos, pero estas no parecían ser lo suficientemente grandes para evitar que la natural efervescencia de Kaeya se escapara de sus labios. El vibrar de su risa traspasó su piel y plantó una idea en su cabeza. Su pesada cabeza llena de sueños púrpuras y de sensaciones que no estaba preparado para relacionar con Kaeya."

Diluc se sentó al pie de la cama. El dolor de cabeza era más fuerte ahora.

"Le dolía el pecho, aunque no entendía muy bien por qué, se sentía caliente y enorme y de alguna manera angosto al mismo tiempo, como si fuera capaz de dar todo de sí mientras albergaba una única existencia en su interior. Ya no hubo risas, ni quejas, sólo una especie de inocencia que brillaba ante sus ojos con tanta fuerza que comenzaba a desdibujarse —o a desdibujarlo a él— mientras la piel sensible de sus labios encontraba una aceptación y anhelo que rivalizaba con el propio".

—¿Diluc? —susurró Kaeya, su voz sonó ligera, sin malicia ni mordacidad, sin ganas de llamar su atención para enfadarlo y hacerse notar.

Diluc quiso tocarlo. Quiso notar el contraste entre sus manos desnudas. Quiso comprobar si había alguna tan sola parte de él que no había cambiado.

Quiso asegurarse de que era más que un recuerdo.

Pero todo daba vueltas y se dejó ir sobre la cama. Cerró los ojos. Suspiró.

"---No te preocupes, nadie se enterará.

—¿De nada?

—De nada."

Sintió la mano de Kaeya apartándole el cabello de la frente.

—Nunca puedo saber si tienes fiebre o no.

Tenía que levantarse, tenía que irse, si permitía que Keaya lo siguiera tocando sus recuerdos se arremolinarían todavía más y entonces dejaría de encontrarles forma y qué quedaría para él, qué sería de él si lo poco que todavía lo sostenía desaparecía de una buena vez.

—Estoy bien —dijo Diluc, casi lo gruñó.

Kaeya ladeo una sonrisa que Diluc no notó y esa sonrisa creció todavía más cuando volvió a centrar su atención en la botella de vino.

—Recuerdo esta cosecha —dijo Kaeya sin dejar entrever sus intenciones.

Diluc permaneció en silencio y escuchó la botella rozar la superficie de la mesita de noche, la cama se agitó debido a los movimientos de Kaeya.

Había dejado a un lado la perfecta oportunidad para molestarlo durante un buen tiempo, o quizá sólo lo estaba probando.

No quería quedarse para averiguarlo, así que Diluc consideró que ya era hora de marcharse. ¿Cuánto más perduraría esa aparente cordialidad entre ambos? Pero estaba tan cómodo ahí y el dolor de cabeza se hacía demasiado grande como para tomar una decisión.

—¿Ha pasado algo esta noche?

—Sólo quería...

Quería saber si con él sería diferente, si ahí donde otros buscaban el embrujo del vino para olvidar, a él le serviría para recordar con claridad todo aquello que permanecía oculto más allá de las paredes levantadas por su cerrado sentido de justicia.

La cama se agitó un poco y Diluc volvió a decirse que ya era hora de marcharse. Al abrir los ojos, la mirada de Kaeya lo encontró y fue como si el dolor de cabeza se asentara ahora en su pecho.

"Recuerdo esta cosecha", este era un recuerdo reciente y a la vez lejano. El olor de la madera de los barriles, el silencio del viñedo; su cabeza ligera pero más despejada que nunca. Pudo sentir a través de la piel de Kaeya la suya propia, un click que había conseguido mover los engranajes, el palpitar constante de todo su cuerpo. Si se pasaba de copas, ¿qué podría suceder? ¿El recuerdo terminaría de tomar forma o desaparecería para siempre? ¿Qué anhelaba él que pasara?

"No te preocupes, nadie se enterará". ¿Nadie se enterará de qué?, se preguntó Diluc ofuscado por el ahora más insoportable dolor de cabeza.

—Nunca nadie se enteró —dijo Diluc sin ser consciente de sus palabras.

—Aunque ahora ya no importa —sonrió a su vez Kaeya, con tristeza.

Diluc volvió a cerrar los ojos, sintió a Kaeya acurrucarse a su lado, pero qué podía significar eso ahora, aunque se tocaran, lo único que encontrarían sería la añoranza del otro, algo que habían dejado de ser hacía mucho tiempo y que ninguno recordaba con la claridad suficiente para recuperar. 



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No sé, a mí está dinámica de "te quiero pero sufro porque te hice sufrir y ya no te merezco", me gusta un montón xD

Gracias por leer.

Y por los comentarios (?) 

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