Desamor póstumo
«Mi queridísima Estela:
Fuiste mi gran amor, me cuidaste como nadie y me hiciste el hombre más feliz del mundo. Es por eso que mi última voluntad es que te quedes con todo lo que tengo. Mi gran fortuna te la dejo a vos.
Tras una baldosa floja, bajo tu lecho, donde tantas noches nos amamos, escondí mi último testamento. Preséntaselo al juez. Nadie se lo merece más que vos.
Te deseo que seas muy feliz.
Con amor, Roberto».
Ella no se atrevió a abrir la carta que encontró junto a su puerta. Y decidió quemarla al enterarse del suicidio de su enamorado. Su muerte no le provocó sentimiento alguno, porque nunca lo había amado. Solo era un cliente más.
***
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