Cuidado con lo que deseas
Salir a correr puede ser muy saludable, pero deja de serlo cuando te persigue una turba de fanáticos desquiciados, que quieren una parte de ti.
Mientras trataba de recuperar el aliento sin dejar de correr, se maldijo por haberse visto tentado por aquella insufrible tortuga voladora, que lo atosigó durante veinte minutos seguidos para que le pidiera un deseo.
Al final, se lo había pedido solo para que se callara; pensó que ser famoso podía ser divertido. Pero el maldito quelonio, que era experto en tergiversar los deseos de la gente, lo volvió una celebridad. Y ahora no lograba librarse de la horda de imbéciles que lo perseguían, cada vez más cerca, gritando y aullando.
Tenía que correr más rápido o lo alcanzarían. Se tomó una selfie cual corredor de San Fermín, retratando a las bestias que le pisaban los talones y, luego de poner música en su celular para amenizar la carrera, apuró el paso. De entre todos los lugares para huir, eligió un precipicio. Solo podría bajar volando.
Completamente rodeado y con las pocas fuerzas que le quedaban, deseó tener alas para poder escapar...
A la tortuga voladora se le iluminaron los ojitos: ya tenía un reemplazo para sus vacaciones.
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