Dejávù.
Caminaba hacia mi casa después de un largo día de trabajo.
Como si fuera un dejávù, recorrí las mismas calles de siempre, y aceleré mi paso en una de ellas, porque despertaba temor en mí. Una luz ténue era lo único que la alumbraba.
Podía sentir a alguien observándome. Intenté no prestarle atención, pero era casi imposible. Por suerte, ya estaba llegando al final.
«¡Auxilio!», gritaron detrás de mí, haciéndome voltear.
Me sobresalté al ver a un joven siendo arrastrado por algo hacia la osbcuridad, pero el verdadero terror me invadió cuando le vi la cara... ese chico era yo.
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