Confinamiento

Me molestaba ver personas quejándose de estar encerrados en sus casas: unos aburridos, otros extrañaban las discotecas, la escuela, la universidad, qué sé yo.

Agradecí mucho no volver a mi escuela, odiaba a todos allá, odiaba que se burlaran de mí, que los profesores nunca hicieran nada. Estaba feliz de no volver, necesitaba eso, un descanso.

O al menos eso creía. Desgraciadamente el confinamiento hizo que mi tío tuviera que quedarse. Me incomodaba estar en el mismo lugar que él. Siempre me miró extraño, como si quisiera hacerme algo malo, daba miedo; lo peor es que ya no estaba mi madre para alejarlo de mí, y mi padre no le daba importancia a mi miedo hacia él.

Llevaba al menos tres días en mi casa, trataba no estar nunca en la misma habitación con él, pasaba la mayor parte del día en mi habitación y por las noches pasaba el seguro a la puerta. Incluso una noche escuché cómo intentaba entrar.

Sin embargo, mi juego evasivo duró solo eso, tres días. Al cuarto día, ya no quedaba casi comida en la despensa, y mi padre salió a una tienda que quedaba a un par de calles.

-

«Hay una larga fila, voy a tardar unas horas en llegar a casa», me dijo por teléfono.

Mis piernas comenzaron a temblar, el solo hecho de imaginar que estaría a solas con mi tío, me hizo sentir vulnerable.

-¿Quién llamó? -preguntó él.

-Mi papá -mi voz también temblaba.

-¿Y qué te dijo?

-Que no tardará en llegar.

La sonrisa que se dibujó en su rostro me asustó mucho, dio un par de pasos hacia mí, y hasta ese momento pude ocultar mi miedo. Corrí a mi habitación y cerré la puerta con seguro.

Me acosté en mi cama y me cubrí con las sábanas completamente. Pude escuchar sus pasos haciendo crujir la madera. Se acercaba. Comencé a llorar, no sabía cuánto podría aguantar esa vieja puerta.

-¿Por qué corriste así? -dijo luego de tocar la puerta suavemente- ¿Acaso no quieres pasar algo de tiempo con tu tío?

De pronto su voz sonó tranquila y dulce. Sentí que había exagerado al correr así. La culpa me invadió, y decidí abrir la puerta.

Lo que sucedió luego de eso no lo puedo recordar bien, solo sé que estuvo encima de mí, que me tocó, que mis esfuerzos por librarme eran en vano, que no pude evitarlo y que mi vida cambió para siempre.

Desperté al día siguiente adolorida, tenía la mente nublada, no concretaba ningún pensamiento. Sabía qué había pasado, sí, pero no estaba consciente del daño que me había hecho.

Decidí contárselo a mi padre, pero no podía ni siquiera levantarme de la cama. Además no me creería.

Ahora entiendo qué sienten esas chicas de las noticias, y no sé cómo salir de esto. Mi tío lleva dos meses acá, con nosotros, y cada vez que mi padre sale, él lo hace de nuevo, y cada vez peor.

Tengo miedo, estoy escribiendo esto y justamente la puerta se está abriendo, es de noche, mi padre no ha llegado, y no sé qué hac...

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