Ahogada.
El oxígeno se terminaba. Los pulmones ardían como fuego, exigían aire. Intentó bruscamente salir a flote, salir del agua, pero fue en vano.
Los pulmones ardían aún más, se le agotaban las fuerzas. Estaba perdiendo la esperanza. Habían pasado quince, largos, segundos. Vio su corta vida pasarse entre sus ojos.
Tomó las últimas fuerzas que le quedaban, e intentó por última vez levantarse, para salir de la bañera. Pero una mano se lo impidió. Recordó porqué estaba en esa situación, recordó porqué querían asesinarla.
«No debiste haber nacido», había sido la razón por la cual su madre ahora estaba ahogándola.
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