El reflejo

Estaba terminando mi turno de noche y como costumbre pasé por la vieja tienda de antigüedades que quedaba en mi ruta, había estado ahí desde que tengo uso de razón y su dueño siempre había sido el mismo. 

Muchas leyendas rondaban sobre él, algunos le temían e incluso cruzaban al otro lado para evitarlo y otros entraban a su tienda por morbo y curiosidad. Personalmente, me era indiferente, mi trabajo era solo cuidar el orden y la seguridad de la ciudad. Mientras no infringieran la ley, no tenía nada que ver conmigo; sin embargo, había algo que siempre atraía mi atención cuando pasaba por ahí. 

Me asomé a la vitrina, pero lo que mis ojos buscaban no estaba ahí, no importaba cuando mirará. 

—Oficial, estaba por cerrar, ¿busca algo? 

Carraspee para disimular que su aparición sorpresiva me había asustado. 

—No, solo me llamó la atención no ver el espejo que siempre pone en la vitrina. 

—Oh, ¿le interesaba el espejo? Pero es una lástima... —dijo viéndose apenado—... Lo vendí, pero si es su destino, él podrá encontrarlo. Descuide. 

Fruncí el ceño confundido por sus palabras, pero decidí ignorarlo, ya sabía por algunos rumores que ese anciano siempre decía cosas extrañas que nadie entendía, debía ser la edad.

Mi radio sonó y agradecí el salir de ese momento incómodo, me despedí del anciano y conteste la llamada. Se trataba de unos vecinos reportando gritos inquietantes en una casa cerca de mi ubicación, así que me reporté para ir. 

Al llegar al sitio, varios vecinos estaban afuera de la casa viéndose nerviosos. 

—¿Qué sucede? 

—Oficial, estábamos a punto de acostarnos con mi esposa y empezamos a escuchar unos gritos desesperados de esa casa, ahí vive una pareja joven con una niña pequeña y tememos que les haya pasado algo. 

—Iré a comprobar, no se preocupen.

Luego de calmarlos, golpeé en la casa, pero nadie salió, no se escuchaba un solo ruido, pero según los vecinos la familia debía estar dentro, por lo que forcé la puerta y entré. 

Las luces estaban encendidas, todo se veía limpió y ordenado, excepto por los juguetes tirados en el suelo. 

—Policía, ¿hay alguien? —Me adentré en las habitaciones sosteniendo mi arma en guardia mientras reportaba mis acciones y ubicación por radio; no obstante, no encontré nada, ni siquiera ruido, el lugar parecía totalmente desierto aparte de mi presencia, pero por alguna razón sentí como si miles de ojos me observaran desde las sombras, era una sensación espeluznante. 

No creía en cosas paranormales, pero no podía relacionarlo con nada más, ya que era el único en la casa, además, que fuera de noche no ayudaba a mi sugestión. 

Convenciéndome de que solo eran ideas mías, entré en la última habitación que me faltaba. Era la de la niña, tenía la típica decoración de princesa llena de juguetes y peluches, algunos libros de cuentos en un librero, pero todo aquello era totalmente eclipsado vi una escena totalmente extraña y escalofriante una mujer joven estaba sentada en la cama sosteniendo un espejo que reconocí de inmediato. Era el mismo espejo de la tienda de antigüedades por el que había preguntado antes. 

La mujer no parecía reaccionar a mi presencia, su mirada estaba perdida en un punto fijo, me acerqué examinarla cuando note que en el espejo mi reflejo se comenzó a distorsionar apareciendo la imagen de una familia en su lugar, todos estaban sonriendo con una sonrisa inquietante y  en el centro estaba la mujer que sostenía el espejo. Aturdido, froté mis ojos en un vano intento de dar una explicación a lo que veía, pero cuando volví a ver el lugar frente a mí estaba vacío. 

—¿Qué...? —Mis palabras se detuvieron cuando una fría y delicada mano toco mi hombro. La temperatura comenzó a descender drásticamente, pero lo que heló mi sangre es que por más que lo intentará mi cuerpo no reaccionaba, era como si estuviera clavado al piso. Tragando el nudo en mi garganta por el miedo, giré mi cabeza y unos ojos rojos como la sangre me devolvieron la mirada.

—Te estábamos esperando.

La voz de la mujer era como miles de voces condensadas en una sola, era estridente como garras sobre una pizarra y fue lo último que escuché antes de me envolviera la oscuridad.

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