El espejo
Apenas puse un pie en aquella tienda de antigüedades, "El Pasado Olvidado", mi vista no pudo apartarse de aquel espejo antiguo. Con un marco de madera tallada y un brillo misterioso. El olor a polvo y madera vieja me envolvía, pero no me molestaba. Me sentí atraída hacia él, como si fuera una llamada silenciosa.
―¿Le interesa ese espejo, señorita?
La sorpresiva pregunta me hizo saltar del susto y llevé por reflejo mi mano al pecho, donde mi corazón palpitaba acelerado. Me volteé para encarar al culpable, un anciano de baja estatura, con ojos penetrantes y una sonrisa enigmática.
―¡Dios, me asustó! ―exclamé, tratando de recuperar la respiración.
El anciano se rio con su voz rasposa, provocándome escalofríos. Toda su presencia era muy incómoda, pero por alguna razón no me atrevía a irme, como si algo me detuviera en el lugar y sin querer mi mirada volvió al espejo.
—¿Cuánto cuesta?
Mi pregunta hizo que la sonrisa retorcía de dientes amarillentos y desordenados se ampliará en el reflejo del espejo y sus ojos oscuros como dos pozos insondables se clavaron en mí.
—Este espejo es una reliquia que mi familia ha guardado por generaciones. —Mi mirada se apagó con desilusión al escuchar aquello, pero entonces el anciano continuo—: A la espera de Alguien como tú.
Me volteé a mirarlo desconcertada mientras él me apuntaba con su nudoso dedo índice y fruncí el ceño pensando en que quería estafarme con alguna charlatanería.
—No me necesita inventar historias, solo dígame el precio, si lo encuentro justo lo compraré. Hoy nos mudamos a una nueva casa con mi familia y esto se vería perfecto en la sala.
—Tienes buena vista, espero que tu deseo se cumpla —dijo sin inmutarse por mi actitud poco amable con él, en realidad se veía complacido, algo que me pareció muy extraño, igual que sus palabras sin sentido.
Sin querer quedarme más tiempo salí de la tienda con el espejo y tomé un taxi a mi casa. Estaba agotada, hace solo unas semanas nos habíamos mudado a nuestra nueva casa intentando comenzar de nuevo.
Mientras miraba el paisaje que pasaba frente a mis ojos, no podía dejar de pensar en Esteban. Habíamos sido novios desde la universidad y tuvimos a nuestra hija al poco tiempo de salir, lo que me obligó a abandonar mi carrera para criar a nuestra hija. Sonreí cuando el rostro angelical de Sofía vino a mi mente, pronto cumpliría cinco años; nuestro el plan original era hacerle una fiesta; pero entonces descubrí la infidelidad de Esteban...
Fui criada por una madre soltera, odiaba la idea de que mi hija pasará por ello y como Estaban se sentía arrepentido, decidimos mudarnos y empezar en otra ciudad. Mi madre también vino con nosotros para ayudarnos, pero sé que la razón principal es porque se preocupa por mí.
Cuando llegué a casa estaba más agotada de lo normal, pero ver a mi madre jugando con Sofía en el suelo de la sala, me hizo sentir renovada.
―Mamá, hija, ya llegué ―anuncié, acercándome a ellas para mostrarle lo que había adquirido—. Miren lo que compré. ¿No es bonito?
Mi mamá miró el espejo y frunció el ceño. —¿De dónde sacaste eso, Valeria? Parece embrujado.
—¡Ay, mamá! ¿Qué cosas dices? Está lindo, admítelo —insistí colgando el espejo en un lugar visible de la casa. A pesar de que esta estaba amueblada, le faltaba algo de personalidad aún y sentía que ese espejo era perfecto.
Miré fijamente el espejo extasiada, no podía creer que hubiera encontrado una pieza antigua tan bonita a bajo precio, quizás debía ir de nuevo a esa tienda para ver si había más cosas interesantes; estaba pensando en ello cuando vi una sombra extraña moverse tras de mí al mismo tiempo que la temperatura descendió drásticamente como si me hubiera acercado al congelador. Asustada me giré justo en el momento en que Esteban cerraba la puerta y nuestras miradas se encontraron.
Pensé que lo que había visto era por su culpa y me acerqué a él para saludarlo.
—¿Qué tal tu día? —le pregunté dándole un beso de bienvenida. Esteban giró la cara a último momento y terminó cayendo en su mejilla.
—Agotador, ¿y dónde está mi princesa?
Me quedé en el lugar sola viendo como Estaban sostenía a Sofía y la hacía girar en sus brazos, no podía ver su supuesto cansancio entonces y decir que no me dolía sería una mentira, ya que, en el fondo, sabía que Esteban hacía el esfuerzo de continuar nuestra relación por Sofía y no por mí. Mi mirada volvió al espejo que reflejaba toda la escena y me hacía sentir como una mujer abandonada.
—Valeria.
Salí de mis pensamientos al escuchar mi nombre.
—¿Me llamabas? —pregunté acercándome a Esteban, pero este frunció el ceño y negó. Confundida no pude seguir el tema después de que mi mamá nos llamó a cenar.
Luego de acostar a Sofía y hacerla dormir, volví a la habitación que compartía con Esteban y lo sonriendo mientras veía su celular.
—¿Qué miras? ¿Es algo bueno?
Mi pregunta repentina hizo que Esteban volteara su celular boca abajo asustado, cualquiera podría decir que escondía algo.
—Solo videos tontos, nada importante.
Asentí con una sonrisa, pero no le creía; lamentablemente ya no podía confiar en él.
Ambos apagamos las luces y fuimos a dormir, hasta que una pesadilla me despertó. Sentía que algo me observaba y no podía mover mi cuerpo; había escuchado de la parálisis del sueño; sin embargo, era la primera vez que me pasaba, luche por moverme o gritar mientras que sentía que eso que me observaba se acercaba a mí, el sudor baño mi cuerpo, a pesar de que sentía mucho frío, hasta que por fin logre salir de ese estado.
Mi respiración estaba agitada y sentía mucha sed como si hubiera corrido la maratón. Miré a Esteban que dormía sin enterarse de nada y suspiré, entonces mi mirada fue al celular a su lado.
Decidida, me levanta y alcé su celular, puse su dedo y fácilmente lo desbloqueé. Miré a Esteban cuyo sueño era pesado y revise sus mensajes, no fue difícil encontrar lo que buscaba. Suponía que conmigo ahí no tuvo tiempo de borrar la evidencia, por lo que pude ver sus mentiras; aún hablaba con esa mujer, incluso estaba embarazada de él.
Dejé el celular en su lugar sin saber qué hacer, amaba a Esteban y no quería que Sofía creciera sin su padre presente, pero su frialdad y mentiras me estaban haciendo daño. ¿Por qué no podía amarme como antes? Había sacrificado tanto por él, para estar juntos, pero él buscó a alguien fuera.
Aturdida, salí de la habitación a tomar un vaso de agua para refrescarme; al volver mi mirada fue atraída al espejo, aquello levantó un poco mi ánimo y le sonreí a mi reflejo. Tenía que ser fuerte.
—Valeria.
Al escuchar mi nombre con esa voz familiar miré a mi alrededor y vi a mi madre levantada mirándome.
—¿Qué haces ahí? Me asustaste.
—Yo no soy quien debería asustarte. Estás rara desde que trajiste eso a la casa, sería mejor que te deshicieras de él —señalo al espejo con desconfianza.
—No es por eso mamá —repiqué pensando en lo que había visto antes en el celular de Esteban.
Mi madre me miró críticamente. —Es Esteban.
No fue una pregunta, pero negué. No quería que ella se preocupara. —Vamos a dormir, no te preocupes.
Me iba a dar la vuelta cuando mi madre gritó "cuidado" y se puso delante de mí. Sorprendida vi como sus ojos se atenuaban desplomándose en el piso. Cuando atine a reaccionar era demasiado tarde.
Las sirenas sonaron mientras se llevaban el cuerpo inerte; sin embargo, mi mente no podía asumir los hechos. Mi madre estaba muerta.
Miles de preguntas se agolpaban en mi mente sobre lo sucedido y mi mirada se fijó en el espejo. ¿Era el culpable? ¿Realmente estaba maldito?
Me acerqué al espejo y toqué su hermoso tallado, era difícil para mí creer que hubiera algo malo con él; fue entonces que vi unos ojos rojos mirándome y la temperatura volvió a descender. Quite mi mano como si me hubiera escaldado con el corazón alterado.
¿Qué demonios era eso? ¿Por qué esa sensación se sentía tan familiar? Retrocedí asustada, sin quitar la mirada del espejo, cuando en él pude ver la imagen distorsionada de mi madre, parecía atrapada ahí dentro. ¿Cómo era eso posible?
Unas manos se posaron en mis hombros y me hicieron saltar espantada.
—Tranquila, soy yo. ¿Estás bien?
Aquella pregunta era un insulto, ¿cómo iba a estar bien? Pero necesitaba consuelo en ese momento y lo abracé llorando.
—Esteban, eres lo único que tengo, por favor no me dejes.
—No te voy a... —Sus palabras se detuvieron abruptamente y me empujo lejos mientras sostenía su garganta con dolor. Lo miré confundida.
—¿Qué sucede? ¿Por qué me apartas así? —Me acerqué y él retrocedió, entonces noté que su mirada estaba perdida en un punto tras de mí. Al voltear vi nuestros reflejos en el espejo y una sonrisa apareció en mi rostro.
En el espejo, ahora al lado de mamá, estaba la imagen difusa de Esteban como un reflejo esmerilado. ¿Si seguía así estaría con mi madre? ¿Si vivían ahí ya no me abandonarían?
Aquel pensamiento lleno mi mente de fantasías donde viviríamos felices por siempre, como susurros del diablo. La temperatura era cada vez más baja y los ojos rojos detrás de las figuras difusas me observaban, pero ya no tenía miedo. Lo entendía al fin, aquel era un regalo. Mi regalo.
—¡¿Qué haces, Valeria?! ¡No mires esa cosa! Hay que irnos —Esteban dijo con dificultad tomando mi brazo para moverme sin resultados.
—¿Por qué nos iríamos? —dijo con una voz llena de locura por mi recién descubierta felicidad—. ¿No prometiste que empezaríamos de nuevo juntos?
—¡¿Qué tiene que ver eso?! ¡¿No ves que hay algo muy malo en ese espejo?! —Esteban me sujeto de los hombros, pero inmediatamente me soltó y se alejó asustado—. ¿Va- Valeria? Tus... tus ojos...
—Sí, amor. Soy yo, ven conmigo. Vivamos siempre juntos.
Esteban se puso pálido antes de huir en dirección a la habitación de Sofía. Sabía lo que haría, él pensaba abandonarme. Yo no le importaba. Seguro se iría con esa mujer, como prometía en sus mensajes, miles de pensamientos negativos vinieron a mi mente. ¡No!, no podía dejar que nos abandonará, todos debíamos seguir juntos. ¿Por qué tenía que quedar sola?
Mi juicio se nubló y no podía discernir de mis pensamientos, tampoco sabía lo qué hacía, todo a mi alrededor se volvió confuso y borroso como si mirará a través de un cristal sucio y extraño.
—Valeria, al fin llegaste. Te estábamos esperando.
Una voz conocida llegó a mi espalda, unas manos pequeñas se aferraron a mis piernas y otras más grandes a mi mano.
—Tu deseo está completo —una voz rasposa e inquietantemente familiar se escuchó desde un lugar lejano y unos ojos rojos como la sangre brillaron antes de que todo fuera tratado por la oscuridad infinita y el silencio ensordecedor.
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