¡Me asusté!

-¡Escucha, por favor! No debes morir así, de esta manera. ¡Por favor, despierta, ya!

-Le grité al cadáver que está dentro de la morgue.

Me senté justo frente a él, lo miré fijamente y lloré amargamente. Desesperado, me puse a golpear su pecho, lo tomé de los hombros y lo levanté, para volver a gritarle:

-¡Despierta! ¡No puedes dejarme solo!

Mientras la desesperación consumía mi alma, dos hombres de piel oscura y vestidos de negro entraron a la morgue. Uno de ellos me mira fijamente y yo le pregunto entre lágrimas:

-¿Quiénes son ustedes y qué quieren de mí?

Un gran estruendo se escuchó en el lugar, polvo y tierra caen del techo, en lo que al parecer es la presentación de alguien o algo. Luego del gran alboroto, una voz muy tétrica e intensa se escucha en la morgue:

-¡Franklin Alejandro Cáceres Ramírez, debes acompañarnos al infierno! ¡Debes pagar por tus pecados y tu alma es nuestra!

En ese momento me doy cuenta, de que venían por el alma de Franklin y no podía dejar que se la llevaran. No puedo permitir algo así, imagínense una eternidad en el infierno.

Levanté el cuerpo de la mesa y salí por la puerta principal. Mientras corría, vi cómo los hombres de negro corrían detrás de mí y cuando casi logran alcanzarme, escuché otra voz que preguntó:

-¡Franklin! ¿Deseas huevos fritos y tocino?

Volví en sí y me di cuenta de que estaba en la cocina a punto de desayunar, creo que todo fue un mal sueño. Entonces le respondí a mi madre:

-¡Sí, mamá, quiero huevos fritos con tocino! ¡Por favor, me regalas pan tostado y jugo de naranja también!

Mi madre, cuando me sirve la comida en la mesa, comienza a reírse y yo, extrañado, le pregunté:

-¡Madre! ¿De qué te ríes?

-¡Ves que el infierno no es tan desagradable!

...

Notas del autor:

El infierno es en vida.

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