La curiosidad mató al gato
Relato de Halloween de Aa456d
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"El otoño hace tiempo arribó al hemisferio norte, y con él se anticipó la llegada de una de las festividades más grandiosas que tenemos. Justo ahora, en los hogares se colocan lámparas de calabaza y los niños acuden entusiasmados a las tiendas de disfraces; no existe puesto alguno carente de mercancía o adornos de temporada. Sí, lo han adivinado, muy pronto llegara Halloween..." Leo y releo este párrafo, y entre más lo hago, más me convenzo de que esta introducción es una completa porquería. Confío en que puedo hacer algo mejor, y por eso arranco la hoja del escrito para después convertirla en una bolita.
Detesto estos días festivos, pero sólo porque conlleva a la multitud a ser más exigente con lo que lee; por ejemplo: durante la noche de brujas esperan toparse con artículos terroríficos o espeluznantes, lo que me obliga a esforzarme en demasía. Es cierto, el periodismo es un trabajo muy duro, todos estamos bajo presión y nos sacrificamos por sacar el número a tiempo, nadie duerme apenas. Pero mi sueño por ganar un premio al artículo del año persiste y siempre encuentro la forma de destacarme de entre el resto de mis compañeros.
Algunos periodistas han apostado por redactar sobre la importancia de preservar la tradición y la manera de festejarla, yo por mi parte he de confesar que aunque me tientan esa ideas, no quiero escribir sobre temas tan anticuados. No sé cómo pero, he logrado que mi jefe aceptara mi petición sobre colocar en mi artículo una historia de ultratumba, y como esa idea ha salido de mí, no planeo decepcionarle.
Por eso me hallo aquí, en este pueblo rústico de la Irlanda del Sur; estoy a la espera de captar un acontecimiento perturbador digno de ser contado. Y según los viajeros éste es un lugar perfecto para lograr mi objetivo, a diario se oyen historias sobre fantasmas en castillos, grogochs jugándoles bromas a los habitantes, hadas ocultas en los bosques, y avistamientos de nuestros queridos leprechauns.
Mis expectativas son muy grandes; sin embargo, ya he recorrido más de medio territorio y aún no puedo encontrar lo que busco. Quizá me han visto la cara de estúpido y todo lo que me dijeron hayan sido falsos testimonios. ¡Qué va! Si es así, me veré obligado a olvidar mi honradez y redactar una historia que fluctúe entre la realidad y la ficción; después de todo la gente es muy crédula, incluso podría reducir mi culpabilidad si colocara como título la frase que mi querido tío Aidan decía: "Voy a contarles una historia. No es verdad ni es mentira, pero así sucedió." Sí, mi tío Aidan era todo un loquillo.
Como sea, debo confesar que salir de viaje y descubrir nuevos sitios es un pasatiempo que adoro, así que no todo es tan malo. Mi Irlanda es un país rural, pero este pueblito en especial es demasiado acogedor: Las casas de campo son encantadoras, los monasterios espectaculares y los castillos en ruinas monumentales; además los residentes tan amigables me hacen sentir como si estuviera en casa.
Y ahora que estoy convencido de que no hay nada de relevancia aquí, continuaré mi camino hasta llegar al centro del poblado donde seguramente habrá mayor actividad, después me iré y tendré más tiempo para redactar una historia de terror que les ponga los pelos de punta a los lectores.
En unos minutos llego al centro y, me doy cuenta que en efecto el bullicio se palpa en el aire, es un lugar concurrido pero incluso así es muy apacible, el que la gente viva entre bosques lo hace todo más mágico. Voy de puesto en puesto, observando la mercancía variada y la peculiar manera en la que todo está adornado, y de cuando en cuando voy tomando fotografías con la cámara que llevo colgada al cuello; algunos residentes se han mostrado amables y me han dejado retratarlos también. Cerca de mí se oye una tétrica pero graciosa melodía y, es cuando decido que mis tímpanos se apoderen de mi caminar para guiarme al origen del sonido.
¡Oh, por todas las bellas artes! ¡Qué talentosisimo sujeto es aquel! La muchedumbre al igual que yo nos convertimos en mosquitos atraídos hacia la luz, pero no, no es la amplia gama de luces y colores lo que nos causa admiración ni mucho menos la música tan oportuna... Es aquel hombre con larga cabellera negra que sobresale de entre el gentío arremolinado entorno a su espectáculo, él con su imponente altura y sus marionetas con estatura semejante a la de una persona promedio se llevan aplausos de ovación.
Está proyectando una auténtica obra de arte, donde los únicos protagonistas son esas grandes y bien detalladas marionetas. Entre su repertorio se encuentra una bruja de piel verde, un hombre calabaza, un duende y curiosos figurines de esqueletos. Él con movimientos de sus pálidas manos les da vida propia a sus creaciones, y las mil y un voces que es capaz de hacer me ratifican su talento. No cabe duda, esto merece ocupar gran parte de la memoria de mi cámara.
Maravillado estoy por la divertida obra de halloween que mis ojos ven. Pero mi sonrisa se destruye cuando el artista recita sus palabras de agradecimiento. Alguien detrás mío pide por más y el resto iguala sus acciones. ¡Qué tristeza me da cuando dice que no! Veo a la gente depositar dinero en un sombrero y después partiendo con desilusión, sólo unos cuantos decidimos permanecer hasta que el marionetista haya recogido su material. Nervioso, me acerco a él y le cuestiono sobre la posibilidad de dejarse tomar una fotografía, acepta y con una de sus creaciones (un esqueleto con una corona de flores) le retrato.
Después de haberme alejado, una jovencita rubia corre a saludarlo con entusiasmo, y como espectador observo que el alto hombre en un intento por ser amigable, mueve la marioneta de la corona de flores y hace reír a la niña. Yo río también, me causa gracia que la figura del esqueleto sea más grande que ella. Ya debería de haberme ido, pero no, me detengo a escuchar la conversación entre ambos y descubro que el artista le ha invitado a su hogar para convertirla en su aprendiz.
Mi deber como periodista es investigar a fondo las cosas, por lo que también deseo saber cómo el artista lleva a cabo la elaboración de sus obras de arte. Aun así no me atrevo a preguntar si yo puedo ir, por lo que me limito a seguirlos sin que ellos lo noten. Sí, creo que ya he encontrado mi boleto hacia un interesante artículo, escribiré sobre el trabajo del marionetista.
¿Con qué voy a encontrarme? Esa pregunta no deja de dar vueltas en mi cabeza y me centro en demasía en ella, tanto que, hasta el tiempo transcurre más rápido y parecen minutos y no horas las que he gastado para detenerme frente a un castillo en ruinas. Los rayos del sol comienzan a apagarse por lo que intuyo que muy pronto la noche reinará.
Por fortuna han dejado la puerta abierta. Las altas y gruesas paredes llenas de moho y los descuidados jardines me hacen recordar los tiempos medievales. No puedo evitarlo y hago uso de mi cámara en varias ocasiones. Me detengo, el laberinto enrevesado de muros ha provocado que les pierda el rastro. A la izquierda hay un pasillo alumbrado únicamente por la tenue luz que se cuela por las ventanas en forma de arco, y a la derecha unos polvorientos pero fuertes peldaños se elevan; tengo dos posibles caminos y sin embargo de ninguno estoy seguro de a dónde desemboque, los dos conforme uno avanza parecen perderse en la misma negrura.
Sin reflexionarlo tanto, opto por subir las escaleras. Más problemas para mí, ésta me ha guiado a un estrecho pasillo con decenas de puertas de madera en ambos lados. Tal parece que la hilera de portones es infinita. Entro a la primera habitación con algunas dudas que, se convierten en dicha al toparme con la pequeña rubia de tal vez doce años.
Me sorprende también el tiempo que ha transcurrido desde que me vi extraviado, ahora ella ya no posee más sus vestimentas de pueblerina, sino que sobre su delgado cuerpo yace un elegante vestido negro de cuello de tortuga, y de su espalda cuelgan dos brillantes telas azules. Su cabello está arreglado en un complicado peinado y ni qué decir del maquillaje que lleva: una bellísima mariposa azul está plasmada en la mitad de su cara. Está magnífica y creo que ella también lo sabe, pues no deja de mirarse en el espejo.
-¡Ah! Tú eres el periodista que visita el pueblo. ¿Qué haces aquí? -me cuestiona cuando mi figura se ve reflejada en el espejo.
-Vine a investigar más sobre el trabajo del marionetista.
-¿Verdad que es un genio? -Se gira hacia mí-. Me ha mostrado el arte del maquillaje y el disfraz, ahora soy una mariposa.
-Creí que te mostraría la manera en que realiza las marionetas.
-También, es sólo que me causó curiosidad la forma en la que vestía y pintaba a todas sus figuras. Y le pedí que me lo enseñara antes que nada.
-¿Dónde está él?
-Fue a buscar unas herramientas, no sé a dónde -agrega-. Me dijo que lo esperara aquí.
-Iré a buscarlo sino te molesta.
Salgo y me dispongo a entrar a cada una de las habitaciones que hay detrás de las puertas, el interior de la mayoría está vacío y en algunos otros hay material de artesano regado en el suelo. Me aburro de tanto buscar y al final decido que lo mejor es regresar con la niña.
Cuando pongo mis pies de vuelta en la habitación del gran espejo, noto que la chiquilla ya no está, por lo que no me quedan razones para permanecer en este cuarto. Quizá su curioseo le haya obligado a salir a inspeccionar el lugar, y yo haré lo mismo. Bajo las escaleras y esta vez tomo el camino de las ventanas, la noche ya está entrada y no hay más luz que me ilumine, así que sólo camino en línea recta.
Mientras, aprovecho para cavilar sobre el contenido de mi nota periodística que, debe estar lista para hoy pues mañana 31 de octubre deberá ser publicada. Mi foco se enciende y ya tengo una idea clara... ¡Maldita oscuridad! Detesto que la inspiración llegue pero no tenga los recursos necesarios para escribir, si fuera todavía de día plasmaría mis pensamientos en la libreta que hay en mi bolsillo. Lo sé, desespero muy rápido.
Oigo unas voces e instintivamente me detengo, gracias a que es de noche y me escondo detrás de un árbol, mi posición no puede ser descubierta. He llegado a uno de los jardines, en el medio se localizan la niña rubia y el artista de más de dos metros sentados alrededor de una mesa de hierro. Aunque es de noche, el estar afuera me brinda mejor visibilidad, y es por ello que percibo que sobre la mesa se hayan algunos instrumentos como martillos, clavos, sogas, pedazos de madera y botes de pintura.
Afino más mi oído y es así como puedo escuchar su conversación:
-Ya estamos listos para comenzar. Pero antes, ¿te gustaría escuchar una historia? Tal vez mañana puedas contársela a tus amigos para que mueran de miedo.
-¿Qué esperas para contarla?
-Bien... No hace mucho tiempo que existía un marionetista como yo, todos adoraban su trabajo y aclamaban el espectáculo que hacía con ellas. Sin embargo, él guardaba un horroroso secreto: ¿Conoces a las criaturas que habitan en el bosque? Pues nosotros debemos mantener el margen con ellas, no debemos hacerlas molestar. Él se creyó muy listo y se adentró a la maleza, de alguna manera se enteró de la debilidad de las criaturas y las atrapó. Muchas fueron presas de sus abominables acciones y terminaron muertas, el porqué, el marionetista elaboraba sus muñecos con los cuerpos de los seres que atrapaba. Ya muertos o incluso con vida, les perforaba sus extremidades y en ellas ataba hilos, después se limitaba a unir éstos a una pieza de madera, finalmente para cubrir su atrocidad, les pintaba y maquillaba de una forma ingeniosa. Y mientras a las personas esto les causaba maravilla, las criaturas guardaban rencor y deseos de venganza... ¿Qué crees que fue lo que hicieron?
-No-no... No lo sé -dice asustada.
-Me pidieron ayuda y yo lo maté. Lamentablemente, lo único que me obligó a convertirme en esto fue mi inmensa empatía hacia esos seres. Yo no buscaba asesinar a nadie y mucho menos disfrutar de sus gritos de súplica. Pero es que no me cabía en la cabeza la razón y el propósito de lo que él hacía, ni siquiera sabía cómo no le era posible sentir pena por ellos. -Su rostro tranquilo cambia por completo a uno malicioso-. Él y toda su especie me enferman, y ahora tú al igual que él sabrás lo doloroso que es ser la marioneta de alguien.
Su revelación y lo siguiente que veo me dejan como piedra, ignoro si se trata de una pesadilla o es la cruda realidad. Teniendo a la pequeña enfrente, el hombre (si es que realmente lo es) comienza a crear hoyos en sus manos con ayuda de los clavos y el martillo, al igual que lo hace con su cabeza y sus pies.
-Alégrate, es para diversión de ellos -expresa el muy maldito.
Me quedo en un estado de shock y siento como mis ojos se humedecen. Los gritos de la chiquilla parecen alertarme y sé que debo escapar del castillo, pero no, ahora más que nunca quiero que esta noticia llegue a oídos de todos para ponerle un alto a este sujeto.
Sin que él lo note, tomo fotografías que seguramente después serán censuradas; pero no me importa, lo mejor es poseer imágenes que avalen lo que escribiré. Y después de lograr mi cometido, me dispongo a irme como alma que lleva el diablo. De toda la admiración que sentía por el marionetista, ya no queda ni un sólo rastro.
Algo me detiene.
-¿Sabes? Los cuerpos humanos siempre se desgastan y expulsan un asqueroso olor, lo que hace que su labor se vea dañada, por eso cada día él va por nuevo material para crear sus figurines. -Me sorprendo al ver al hombrecito verdusco que me está hablando, definitivamente debo estar delirando-. Y esta noche, me place informarte que tú serás parte del espectáculo con temática de insecto.
Es lo último que le escucho decir y de inmediato comprendo que me convertiré en otra pieza de su espantoso juego; increíblemente no tengo miedo. Ahora sé que es cierto lo que dicen: la curiosidad mató al gato. La muerte es el precio que tengo que pagar por haber descubierto la historia que tanto buscaba.
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