Juego de criaturas

Escrito por: Polillas y arhuert1130

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      El lugar. El espléndido lugar al que fuimos llamados todos nosotros; lo mejor de los mejores. Un bosque nos rodeaba, los árboles de colores distintos y de alturas sin igual difractaban la luz del sol de cada puesto. Éramos diez en un círculo blanco, diez puestos representativos a cada invocador y un gran estrado en donde los dioses tomarían lugar. Me quedé en mi lugar sin tomar asiento, no me importaba hacerlo, ni aunque la fatiga me estuviera ganando. Todos estábamos dispuestos, los dioses no hacían acto de presencia aún.

Sonido, ninguno. El canto de las aves desapareció. El azote del viento contra la copa de los árboles cesó. La caída de las hojas marchitas se detuvo. El velo inmaterial que nos separaba nos imposibilitaba ver a los demás, podía ver solo sombras, cuerpos casi amorfos en cada puesto.

Una bella composición musical, una sinfonía de ángeles llamó nuestra atención viendo el estrado donde los dioses se posicionarían. Luces de blanco resplandor cayeron de los cielos, los tres lugares se abrillantaron y los gigantes cuerpos de los dioses aparecieron segándonos momentáneamente.

―Gracias por venir ―la voz del ser miles de veces más grande que nosotros, intervino―. Ustedes, los mejores invocadores, combatirán por gloria. Al igual que siempre, cuando uno cae, otro tiene que ascender. Pelearán por dominar.

El ambiente de hostilidad que desprendía cada puesto se sintió en el ambiente, la tensión se creó con rapidez ante todos. Arreglé el abrigo de mi cuerpo, asegurándome de estar preparada.

―Como el ciclo anual cayó ―nos dijo―, es tiempo de que otro invocador reine. Cada uno de ustedes decidirán si son capaz de hacerlo. Lucharán con lo que su vida valga, la posibilidad de ser los dominadores dependerá de cada uno. Suerte, es lo menos que les deseo. Las reglas están escritas, es hora de que el juego comience.

[...]

Deslicé mi mano hasta las flechas en mi espalda, tomé una entre todas y la coloqué en el encaje de mi arco. Mi objetivo estaba rodeando el lugar, yo me escondía entre las frondosas ramas de uno de los árboles. Apunté a su cabeza, conocía la debilidad de cada invocador, no era buena idea dejarla con vida.

Con la flecha en mano, forcé la empuñadura y halé hasta mi rostro la cuerda. Dirigí por última vez mi objetivo, segura de que el viento no dañaría el sentido y dirección al movimiento. Soltando el aire que había agarrado para concretarme, y con la cuerda y flecha en mi cara, solté dejando que la fuerza de compresión acelerara el ritmo de la flecha y que diera en el blanco.

La trayectoria perfecta de mi flecha de madera mi alivio, la mujer no se daba cuenta de que mi arma se acercaba a ella. La barrera del sonido se rompió a unos pocos metros de salir, en ese mismo instante, el rostro de la mujer se desvió hasta mi flecha dándose cuenta de mi posición.

Me vi por perdida con su mirada en mí...

Con agilidad, intenté alejarme de mi posición sin ver como mi objetivo atrapaba mi flecha. Me adentré en los árboles, saltando de uno a otro con la necesidad de escapar. Aquella que seguramente me perseguía era una invocadora y si no me alejaba de ella, seguro que acabaría con mi vida en un instante.

Escuché cómo los árboles tronaban, la velocidad que estaba obteniendo mi perseguidora superaba la mía. Uno metros de distancia nos separaban, pocos considerando la velocidad que ganaba lentamente la invocadora. Volteé a ver, sin dejar de correr entre los árboles, la invocadora venía corriendo hacia mí por el suelo, detrás de ella, su invocación; un gólem de poco menos la altura de los árboles que los derribaba con solo tocarlos.

Salté de la copa del árbol y caí en mis pies, me apresuré a seguir corriendo sin saber a dónde me dirigía. Corrí sin importarme nada, los sonidos de los árboles cayendo en toda dirección seguro llamarían la atención de los demás peleadores. Los árboles fueron disminuyendo mientras más corría, la distancia entre ella y yo se hacía menos.

―¡No corras mucho, arquera! ―la invocadora me gritó desde lo lejos―. ¡Quedamos solo cuatro y te aseguro que serás la resta en la maldita ecuación para terminar de una vez por todas! ¡Cae, arquera, ya no tienes escapatoria!

No me importó lo que me decía, aumenté mi velocidad con toda la fuerza que me quedaba. Esforcé cada parte de mi cuerpo, y mis piernas ya estaban adoloridas por el viaje. Nunca escaparía de ella, era veloz y su delgado cuerpo la acercaba más a mí. Desconocía quiénes eran los otros invocadores que faltaban, pero, con todo el estrepitoso ruido que hicimos, vendrían en cualquier momento.

Los árboles se hicieron nada, desapareciendo de mi visión. Una planicie nos invitó a la entrada y no dudé en seguir, me sentía insegura de hacerlo, pero haría todo por separarme de la invocadora.

Tendía que pelear, de eso no había escapatoria. Llevé mi mano hasta mis flechas, cada uno diferente a la otra, tomé tres de ellas, sin importarme que hacían en especial. Tomé la empuñadura de mi arco con más fuerza y encajé las tres flechas en el lomo, todas directamente a un solo lugar.

Tendría un solo tiro, uno seguro, y si no le atinaba, moriría a manos del gólem y su ama. Apoyé el peso en mis pies, acelerando con más y tiré de mi cuerpo volteando a ver a la invocadora. Dejé que mi cuerpo siguiera por la reacción del movimiento y alisté la cuerda apuntando. La invocadora me sonreía y el gólem la perseguía a pie con pie.

La vi directamente a los ojos, tentándola a seguir su trayectoria hacia mí. Los invocadores se distinguen por su sed de ira, evidente en sus ojos manchados de codicia y excitación. Delineé las flechas hacia ella, al mismo objetivo que los otros, a su cabeza.

Solté la cuerda del arco, y con un plan en mente, libré de mis dedos solo una de las tres y ellas salió con una línea recta hasta la mujer. La flecha cortó la distancia mientras yo descendía del aire mirándolo todo, antes de caer, pude ver lo que supuse había pasado con la primera flecha. El gólem se adelantó y rodeando a la mujer, envolvió sus brazos de roca por todo su cuerpo, protegiéndola de mi flecha.

La flecha se incrustó en su brazo...

Por la abertura de los brazos del gólem pude ver la sonrisa de la mujer, victoriosa de haberla detenido. Sonreí al igual, sacando los dientes con esfuerzo y dolor. Su sonrisa declinó, el sonido del secuenciador de la flecha sonó; una, dos, tres veces. La explosión de la carga de la flecha llenó de humo más de un kilómetro a la redonda. Caí al suelo en mi espalda rodando para frenar la fuerza con la que lo hice.

Me aventuré a levantarme temprano, cuando lo hice, sin dejar el arco de lado, disparé las dos flechas faltantes a los lados laterales de la invocadora y el gólem. El humo negro llenó el lugar ascendiendo hasta el cielo. Me adentré a él, ya habían pasado los pocos segundos en el que veneno funcionaba.

Recorrí una circunferencia plana entre la invocadora y yo buscando las flechas que había tirado. La primera que encontré titilaba de un verde difuso, me puse enfrente de ella y con un corte en mi muñeca, deslicé una gota de sangre hasta el suelo. Corrí de nuevo en busca de la otra, al otro lado de la invocadora que estaría embobada por el veneno que inhaló. Con la segunda flecha hice lo mismo, derramé una gota de sangre y me apresuré a salir del humo que desaparecería en poco.

Llegué al mismo lugar donde había caído, mirando como el viento despejaba el humo; mostrándome a la invocadora y al gólem, atónitos por el veneno. Miraban sin dirección, sin saber dónde estaban o qué había pasado.

En mi lugar, y sin humo alrededor, saqué de mi cinturón el último objeto para terminar, la flecha que definiría mi estancia en el juego. Apoyé la flecha en el arco y halé la cuerda dirigiéndola hacia los dos seres dentro de la circunferencia. Con el último rezo de palabras, disparé la flecha al fin.

―¡No tienes escapatoria!

La flecha siguió una trayectoria recta hasta caer a los pies de la invocadora. Las luces verdes de las flechas laterales se encendieron fuertemente, y di por cerrada la invocación.

El veneno que navegaba por el cuerpo de ambos desapareció, dando razón a la invocadora y al gólem. Una risa estruendosa salió de los labios de la mujer, se reía fuertemente sonriendo ante mí.

―¿En serio?, ¿ni una sola flecha serás capaz de atinarme? ―sonreí con sus palabras, la voz divertida con la que las pronunciaba me hacía sentir ironía. La miré a los ojos, tan directo que podía transmitir cualquier emoción.

Levanté la comisura de mi labio en intento de una sonrisa, y alcé mi mano en su dirección, mostrando la sangre que descendía por el dorso de mis ojos. Sus ojos se abrieron en par y movimientos involuntarios atacaron en su cuerpo.

Sabía lo que hice... una invocación y ella estaba en el sitio de ella, de donde no podría salir.

Su cuerpo se alteró e intentó salir de la circunferencia que había marcado, pero le fue imposible. Golpes a la barrera imposible a unánime con gritos de ayuda y temor. La luz verde de las flechas se apagó y pude dar por terminado todo, cayendo en mis nalgas al suelo. Iba a ver una hermosa escena.

Un temblor sacudió el suelo, la gran circunferencia mostró las runas que había recitado mientras me dirigía a cada flecha. Un último temblor y un grito de la mujer, mi invocación apareció desde la profundidad.

―¡Noooooo!

El suelo se partió, y de él, el gusano gigantesco al que llamaba Exalium mostró sus dientes. Salió exactamente de todo el diámetro de la circunferencia y se tragó con su llegada a la invocadora y al gólem.

Tiré mi cabeza al suelo. Dos más y podría descansar una semana entera.

Dudé por un momento si ir a buscar a los últimos invocadores o esperarlos bien oculta, me decidí finalmente por la segunda opción, ya que desconocía cuáles eran sus poderes. Aparte de que moverse en silencio con un gusano de varios metros no era una buena idea. Ordené a mi invocación que se escondiera debajo tierra, mientras yo me subía a un árbol, esperando a mi siguiente contrincante. Con suerte, ambos se pelearían y tendría menos trabajo.

Llevaba unos minutos esperando, cuando el viento empezó a hacerse más fuerte, produciendo un suave rumor al pasar por las hojas. Me puse alerta y observé el claro en busca del invocador, que si mi intuición no me fallaba sería seguramente Viento.

No me moví de mi posición, de todos los guardianes era con el que menos me gustaba luchar. Traicionero, rápido y silencioso. Tan semejante a mí, y la vez, tan distinto.

De pronto, un montón de hojas del suelo comenzaron a flotar, dando poco a poco forma de un hombre. La invocación caminó con pasos rápidos hacia el círculo donde había perecido la otra invocadora y su golem. Recorrió varias veces el hoyo, hasta que tan rápido como había aparecido, se esfumó.

No pestañeé ni un momento, tenía la sensación de que aún no se había ido, esperando un paso en falso por mi parte para terminar conmigo. Nada podía hacer contra un espíritu del aire con mis flechas. Sin embargo, donde había una invocación cerca estaba su creador. Escruté entre los árboles que rodeaban al claro y dejé que mi aguda visión, me ayudara en mi empresa.

Tardé un poco en distinguir al hombre camuflado entre la maleza, parecía buscar algo, seguramente mi presencia. Lo bueno, es que mientras estuviera quieta, sería invisible a sus ojos. No podía arriesgarme a lanzar una flecha, ya que el la apartaría sin ningún esfuerzo. Después de todo, el viento era su fuerte. Sin embargo, tenía un as en la manga.

Me concentré sin apartar la mirada del hombre que buscaba sin descanso, sentía la tierra vibrar levemente por el suave temblor del árbol donde estaba escondida. Él no lo notaría hasta que fuera demasiado tarde, tan atento al menor ruido que pudiera delatar mi posición. No pude evitar esbozar una sonrisa cuando su cara cambio un segundo antes de que la tierra se abriera a sus pies. Ni siquiera pudo esbozar un quejido, el pobre.

Bajé con agilidad del árbol, con la flecha refulgiendo en el arco. Me acerqué con sigilo, aunque sabía que era imposible que hubiera sobrevivido, no solo por la enorme bestia que se lo había tragado, si no porque el silencio volvía a reinar en el bosque. Un montón de hojas eran lo único que había quedado de su invocación, mi gusano asomaba por el túnel mientras esperaba mi siguiente orden. Toque su cuerpo resbaladizo a modo de felicitación, pero me sorprendió sentir una frialdad poco corriente. No era el típico frío húmedo que había en las profundidades de la tierra. No... Se parecía a la muerte.

Entonces caí en la cuenta de que aún no había ganado, y que el plan que había tenido en un principio de esperar y observar, había sido utilizado por un invocador más listo. Más traicionero, rápido y silencioso que Viento, si cabe.

― ¿Qué se siente cuando estás a punto de morir?― escuché sin saber de qué lugar provenía.

― Dímelo tú, Muerte.― le contesté sin molestarme en coger una flecha.

― Así que es cierto, Arquera, tu orgullo es tu peor debilidad.― volvió a hablar aunque esta vez sentí más claro el lugar de procedencia.

―Y el tuyo pensar que no puedes morir...― le repliqué con una sonrisa saliendo de mis labios.

― ¿Qué insinúas? No puedes derrotarme, sea mortal o no, ya no puedes hacer nada. Con un leve movimiento de tu cuerpo, te precipitarás a tu final.― dijo soltando un risa y finalmente confirmé mi sospecha.

―Pobre, pobre Muerte. Tan segura de su inmortalidad cuando ya está muerta.

Hubo silencio, aunque pude percibir la ira a mí alrededor. Antes de desaparecer de aquel lugar, oí una última amenaza por su parte. Después de todo, a nadie le hacía gracia que le recordaran que había perdido, en cuento puso el pie en la competición. Porque solo los vivos podían ganar este juego.

Y Muerte... hacía tiempo que había dejado de respirar

―Tal vez hayas ganado esta batalla, pero tarde o temprano llegará tu hora y volveré para buscarte.

"Y yo estaré encantada de charlar contigo de nuevo" pensé antes de volver junto a los dioses y recibir mi premio.


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