Hada oscura

Escrito por: Polillas y arhuert1130

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Sangre, carne desgarrada, el olor de la muerte... Vidas consumidas en un solo segundo, en un rápido movimiento de mi cuerpo. Todo parecía ajeno a mí, como si la sangre que brotaba de mi boca fuera algo normal en mi vida. Como si llevara toda la vida robando el aliento a todos los que se cruzaban en mi camino. Como si nunca hubiera tenido esperanza de otra vida.

Oscuridad, sin luna, sin el ligero haz de luz tranquilizador. Hacía mucho tiempo que no veía más que oscuridad en estas tierras. Solo de vez en cuando, el breve y trémulo brillo de los recuerdos de un mundo mejor. De la esperanza.

Consumido, todo era tierra negra y agua estancada. Toda la vida hacía tiempo que se había ido. Nada que pudiera adivinar lo que había sido este lugar, ni un reflejo del color azul de las aguas, del verde de las hojas y alegre cantar de los pájaros.

Solitaria existencia era la que llevaba durante años, tal vez siglos, viviendo en aquel lugar sin sentir el mínimo remordimiento por arrebatar la vida. Allí estaba, lo que había sido una vez un viajero, ahora nada más que ropas polvorientas. Seguía hambrienta, cada vez había menos visitantes que se extraviaban y se internaban en mi territorio.

Era divertido y triste a la vez, pensar que alguna vez esto fue un próspero lugar, lleno de todo tipo de criaturas mágicas. Ya hacía mucho tiempo que se había tachado de los mapas, con el claro símbolo de peligro. Esperando que el olvido terminara por hacer desaparecer lo poco que quedaba.

Pero claro, nadie contó con que yo sobreviviera.

Piel blanca, ropa mugrienta y alas rotas. Nadie pensó, nadie quiso creer que no se me podía destruir por completo. Que a pesar de perder mis alas, pudiera seguir viviendo, aunque tampoco se le puede llamar a esto vida. Más que nada, sobrevivo, me alimento de sueños, esperanzas de las personas que encuentro.

Aquellos que hace tiempo me lo quitaron todo. Nos lo quitaron todo. Destruyeron mi reino, mi vida y la de mis semejantes. Llevados por el odio y la codicia, arrasaron con todo lo que tocaban. Marchitaban cada planta, cada árbol, cada conexión con la tierra que los creó.

No les importó que el aliento de los sueños, que movía a tantos otros, desapareciera. Solo querían lo que nosotros representábamos, lo que nuestra esencia portaba.

Silencio, eso era lo que ahora llenaba el mundo. Las risas que alguna vez hacían crecer árboles, los chapoteos que creaban nubes llenas de lluvia, el suave caer de las hojas que forma las corrientes de aire... Ahora solo había silencio, un pesado velo que cubría todo y que oscurecía aún más el corazón.

Sabía que me quedaba poco tiempo, que el olvido era una potente arma y solo unos pocos se acordaban de mí. Sentía como mis alas, que caían sin vida a mis espaldas, se desprendían poco a poco de mí. Cada persona que se cansaba de esperar, que me olvidaba, era un hilo menos que daban vida a mis alas.

Había visto como todas las demás hadas se iban oscureciendo, a medida de que la mente humana, que las había creado, las apartaba de su lado. Día tras día, hadas tras hada, sueño tras sueño, me iba quedando sola.

Una reina sin reino. Una corona que había desaparecido hace tiempo. No me quedaba más que un terreno vacío, muerto, y unas alas que solo eran sujetas por un hilo.

Toqué ligeramente aquel brillo luminoso que resplandecía ligeramente en la penumbra, aquel pequeño reducto de magia, de vida.

Pero era cuestión de tiempo, tal vez podría ser mañana, el año que viene o ahora mismo. Pero algún día, terminaría por ser consumida en el olvido que se había llevado a mis hermanas. Y sin embargo... Tenía esa sensación de que aquel hilo era distinto, más fuerte que el resto, parecía irrompible.

No lo era, nada lo es. Y pese a todo, ahí estaba yo, esperando un final que parecía irreversible y sin embargo...

Tenía esperanza, no mucha, pero la tenía. Mientras observaba ese hilo de sueños, aquel pequeño recuerdo de un pasado glorioso, sentía que no estaba rota: que mis alas tenían vida y que seguía alimentando los sueños de los niños.

Yo no había olvidado, tal vez, nunca lo hiciera.

Si me olvidaron, no los culpo por hacerlo. Se olvida todo lo que se cree innecesario, todo lo que para cada quien no tiene importancia. Mis alas rotas lo demuestran, la frágil existencia de un recuerdo que se desvanece de la faz de la tierra, imposible de sostenerlo por más tiempo.

Ahora lo entiendo, nunca fui importante. Fue una simple ilusión, años tras años de creernos algo necesario entre los seres nos llevó a esto, olvidar. La dura verdad choca contra mi cuerpo para hacerme retroceder, darme cuenta de lo que mis ojos nunca quisieron ver.

Ya no soy nada, quizás la esperanza es lo único que me sostiene en este mundo. Marchita, cual flor que perece por el tormentoso inverno, así lo estoy yo; desmoronándome lentamente, deshaciéndome como polvo entre nubes negras.

La oscuridad es donde hallo a mi única amiga, mi consuelo para seguir de pie ante este desesperante camino. Los recuerdos de un pasado bienaventurado van y vienen, delineando pequeñas gotas de agua por mis mejillas. Se siente tan absurdo recordar lo bueno del tiempo, a mejor vida, sosteniéndonos a ellos para no virar y observar el doloroso futuro que me espera.

Aunque, ese futuro también se tiñe de un negro profundo, incapaz de ser realidad. Mi camino es tan corto que la desesperación me consume, desconozco cuál será lo próximo, sin embargo, sé que no hay más caminos que tomar.

Desvanece lentamente el brillo que resplandece, mis ojos están listos para dejar de ver lo que la irónica vida me atraído paso tras paso en la cercanía con la muerte. Ahora lo entiendo, hasta las luces más fuertes pueden desaparecer, y esta ligera luz ya se halla desgastada, oscurecida y consumida, ya solo es cuestión de esperar.

Aquí, en la punta del precipicio que dictará mi fin, es donde he de esperar a que la escasa muerte llegue por mí. Veo como aquella luz desaparece lentamente, siendo acabada por la oscuridad por completo, quitando la poca visión que tengo de mi reducido lugar. Caigo, tan veloz que pierdo el tiempo entre momentos, el abismo en el que veo mi vida desaparecer.

El recuerdo que me sostenía disipa de mis manos, el vacío me llena para obligarme a desencadenar todos los sentimientos suprimidos. Mas no lo haré, mi destino es uno y yo lo afrontaré, elevo mi mano hasta mis mejillas quitando los restos de lágrimas.

...al final, quedar en el olvido será mi desenlace. Desmoronarme entre los recuerdos guardados será mi último aliento y que mis alas se deshagan entre cenizas negras será el ultimátum de mi existencia.

Yo, seré otra marca maldita en la historia. Aquella que se olvida una y otra vez para no desgastar la mirada, el pecado que nadie ha de querer encarnar; soy yo, borrada de la historia que he camino con las demás.

Un último adiós aclamaré para todos y un deseo de buenos sueños me es imposible de contar, porque yo pereceré y las negras pesadillas azotaran el mundo en un abrir y cerrar de ojos. Adiós, y que su amarga existencia zozobre sin un final feliz.


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