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Calavera 1

Avancé con pasos vacilantes, sin saber muy bien si estaba preparado para lo que me iba a encontrar. Una ráfaga de viento hizo que me abrazase a mí misma, deseando haber traído alguna especie de chaqueta.

El terreno estaba lleno de plantas marchitas y de aquel tono marrón que indicaba que se acercaba el otoño. Y todo podría haber parecido de lo más normal si no fuese por dos pequeños grandes hechos.

Justo en medio del claro descansaban un par de cráneos sin ningún tipo de piel en ellos. Las cuencas, vacías, parecían mirar al cielo de forma espeluznante y las mandíbulas estaban cerradas a cal y canto con todos los dientes apretados en una sonrisa de amargura. Una corona de flores descansaba mustia en la calavera más grande, por lo que deduje que era una joven. La otra era mucho más pequeña, casi como la de un niño de unos cinco años.La pena y aquel frío que se calaba en los huesos me embargaron durante unos instantes antes de caer en el segundo hecho.Era pleno verano.


Calavera 2

Parpadeé varias veces, impresionado por la luz blanquecina que comenzó a emitir lo que la pitonisa que me había parado en la calle denominaba como "bola mágica".

La adivina pareció removerse al percibir el miedo y la incertidumbre que comenzaba a sentir. Movió las manos de forma teatral ante la bola y su rostro se ensombreció, impidiéndome ver con claridad sus ojos y haciendo que su pelo - morado y a la vez entrecano - resaltase de una manera fantasmagórica.Un viento imaginario movió los aros que tenía por pendientes, alertándome aún más. No recordaba haber visto ninguna ventana en la sala cuando había entrado... ni siquiera había visto lámparas o algo parecido que iluminasen la habitación.Intenté convencerme a mí misma de que aquello era un sueño, pero los labios rosados de la mujer me hipnotizaron mientras oía cómo su voz entonaba alguna canción en un idioma antiguo.

Creo que habría que mencionar el hecho de que no había abierto la boca en todo ese tiempo.No lograba comprender qué ocurría, pero mis piernas no reaccionaban y aquella bruja seguía cantando al compás de una música que no comprendía.

Las luces se oscurecieron más y más.Y yo me perdí en la luz de su bola, sintiendo un miedo que nunca había experimentado.


Calavera 3

Miré hacia donde ella se encontraba anonadado, casi sin poder creer lo que veía. La chica - si aquello se podía llamar así - avanzaba por el lago tranquilamente, sin apenas reparar en el hecho de que su cuerpo fuese grisáceo casi transparente o lo más importante de todo, el agua y las hojas transportadas por el viento traspasaban su ser sin que ella lo notase.

Llevaba una corona de flores ceñida a la cabeza, sosteniendo una larguísima mata de pelo - también grisáceo pero de unos tonos más visibles - que le llegaba por la cintura. No pude evitar fijarme en lo triste que parecía incluso de espaldas.

El reflejo de los árboles en lago - fruto del bosque había a nuestro alrededor - tembló mientras ella avanzaba hacia ninguna parte en el fondo del agua. Me contagié de su nostalgia y me sentí adicto a su belleza singular.Pero en ningún momento pensé en el hecho de que tal vez ella necesitase ayuda. Porque sabía que lo que tenía ante mis ojos no era humano.Ese tipo de belleza humana había dejado de asistir hacía bastante. En aquellos tiempos donde todos éramos inocentes y algo más tontos y vivíamos con ello felizmente. Ella no era otra cosa que un espectro.Un fantasma del pasado que intentaba regresar a casa.Alguien perdido.Y por extraño que parezca, en ese momento me sentí parte de su futuro.


Calavera 4

Todos vacilaron unos instantes al entrar en el recibidor, sin saber muy bien qué camino tomar.A la izquierda, una hilera de ventanas de piedra daban paso a un pasillo algo oscuro, iluminado solamente por la claridad que se filtraba por las ventanas sin cristales. Que era más bien poca.Y a la derecha, inundada por una capa de maleza y enredaderas, unas escaleras daban al piso superior de aquel pequeño palacio abandonado. Los peldaños, gastados por todos los cientos de zapatos que los habían pasado, parecían albergar la misma fuerza que antaño. Todo parecía indicarles seguridad y tranquilidad por aquel camino que desembocaba a saber dónde.El decisión fue unánime y todos acordaron que lo más acertado era ir por arriba.Pobres ingenuos.Una sombra en la distancia se compadeció de ellos, siendo consciente de que a partir de aquel día estarían condenados al tormento eterno.


Calavera 5

Observé a la chica con una pena desgarradora, sintiendo empatía por el dolor que sentía pero que callaba con una mirada seria que daba a entender que estaba relajada.Casi parecía estarlo demasiado.

Casi parecía estar acostumbrada de tal manera a ello que ya no le importase demasiado.Y se me quebró más el alma al comprender que eso era lo que ocurría.

Juro que aquella podía haber sido con toda probabilidad, la chicas más inocente que había visto.Largos cabellos rubios, casi blancos, enmarcaban su bello rostro, regalado con unos hermosos ojos azules casi tan tristes como su dolor. Incluso el vestido blanco y sencillo que llevaba hacía que fuese más bonita todavía. Algo increíble.Y lo peor de todo eran las manos que la rodeaban, celosas de algo que nunca podrían tener y que si lo hacían, no lucirían de aquella manera angelical. Pero ella resistía con paciencia a cada tirón de pelo sin emitir ningún sonido por aquellos pequeños labios. Me compadecí y luego comprendí.Aquella chica era un ángel caído del mismo cielo.


Calavera 6

Avancé lentamente por los pasillos de la casa, guiándome únicamente por la tenue luz de una vela y mi memoria. Porque a pesar de que la estructura de aquella casa fuese la misma que la de años atrás, su interior había cambiado por completo.En el recibidor, donde tiempos atrás acostumbraban a haber muebles exóticos con los más exquisitos muebles sólo se percibía una gruesa de polvo y ácaros acumulados por aquí y allá. Lo mismo ocurría con los pasillos, ahora sucios y sin luz cuando antaño habían sido la envidia del pueblo.Me lamenté en silencio, intentando comprender por qué mis padres habían decidido aquel lugar mágico que ahora estaba completamente invadido por arañas, cucarachas y toda clase de suciedad. Era increíble cómo el tiempo nos hacía cambiar.Y para mi disgusto, todo empeoró al entrar en la antigua sala de música donde solían ensayar canciones olvidadas en el piano de cola.

De hecho, llamar sala de música a aquel sitio parecía la más grande de las estupideces.Aún se podía admirar el único ventanal de la sala, que inundaba la habitación con una luz espectral y triste, que me hacía recordar aquellas noche en las que la única forma de ver las partituras era por la luz que proporcionaban la luna y las estrellas. El piano de cola parecía haberse convertido en un grueso árbol descomunal que abarcaba toda la parte izquierda del lugar. Daba la impresión de que el piano hubiese decidido volver a su aspecto natural, volviendo a ser lo que nunca tuvo tiempo de ser.Varios árboles se erguían alrededor de este, intentando crecer por sitios que parecía imposibles.Las losas blancas y cuadradas del suelo me hicieron evocar aquellos tiempos en los que eran mi mayor distracción cuando el aburrimiento o la imaginación me inundaban, haciendo que cada trozo de baldosa fuese un mundo y que cada grieta se convirtiese en lava ardiente.Suspiré, comprendiendo que todo debía de volver a su curso natural. La casa había pertenecido a la naturaleza y siempre lo haría.


Calavera 7

Estuve a punto de soltar un grito de horror en cuanto entré en la habitación y la vi allí, mirando hacia algún punto en la lejanía que yo no comprendía.

- Es-estaba busca-cando el ba-año - tartamudeé, aún con el corazón en un puño.

La mujer ni siquiera se dignó a responder. Sólo miraba a aquel punto en la nada. Deduje que estaba invitada al baile de máscaras que se celebraba abajo ya que su indumentaria era la apropiada. Pero había algo que no encajaba, casi como todo su ser perteneciese a otra época.Su pelo, que a la luz de la luna era de un tono gris mustio, estaba recogido con una especie de flor de tela y algunos mechones se le salían del moño embelleciéndolo el blanco rostro. Sus orejas, que tenían un aspecto puntiagudo, estaban decoradas por unos pendientes sencillos de color negro y una piedra preciosa brillaba colgada del cuello de su vestido, igual de negro que sus pendientes. La máscara que llevaba era tan real que casi sentí la tentación de acariciar su contorno para comprobar si realmente era una mariposa de color ceniza.

Esperé unos instantes más, esperando un pestañeo o un giro de su abanico, también negro.No sé cuánto tiempo pasó hasta que me di cuenta de que la chica estaba, literalmente, petrificada.


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