Alma en pena

Relato de Halloween de PhantomWings

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―Venga, Alma. Date prisa o llegaremos tarde―gritó una joven mientras aporreaba la puerta del cuarto de su hermana.

―Ya salgo...―respondió una voz al otro lado, a la vez que se abría la puerta―¿Doy miedo?―Llevaba un largo vestido blanco ceñido a la cintura y el cabello le caía en oscuras ondas sobre la espalda, adornado con una corona de flores. Se había esmerado con el maquillaje: sombra morada y negra en todo el contorno de los ojos y debajo de la nariz, y, alrededor de estos, líneas negras a modo de venas y gotas de sangre falsa, todo ello sobre una base blanca.

―¿De que vas disfrazada?―le preguntó su hermana mayor, que iba toda de negro, con bigotes, cola y orejas de gato.

―De "Alma en pena", ¿lo pillas?―contestó, sonriendo.

―Sí...Bueno, ¿estás ya? Porque vamos a llegar tarde como no salgamos ahora mismo.

―Sí, vamos. Un momento. Sofía, ¿dónde he dejado tu correa?―bromeó Alma, que se puso a buscar por la entrada de la casa.

―Déjate de bromas y sal ya―terció su hermana, mientras abría la puerta de la casa y tiraba de Alma hacia fuera―, que la casa de Aina está lejos y tenemos que ir andando.

Era la noche de Halloween y la calle estaba llena de niños que iban de casa en casa pidiendo caramelos y gente disfrazada. Anduvieron un buen rato, pasando por callejones y evitando las calles principales llenas de gente.

―Me duelen los pies―se quejó Alma, parándose en medio de una avenida que daba a varias calles más pequeñas―. ¿Queda mucho?

―No, ya casi estamos. Pero si te paras y empiezas a quejarte no llegaremos nunca―Alma no se movió―. ¿Tengo que llevarte de la mano como si tuvieses 7 años, en vez de 15?

―No hace falta...Ya voy―Suspiró, puso los ojos en blanco y caminó arrastrando los pies detrás de su hermana, que se internó en uno de los callejones a paso ligero.

―Espera―Sofía se paró en seco―. Creo que nos hemos equivocado. No conozco esta calle.

―Pues damos la vuelta. No sé porque...¡Mira, una casa vieja!―Alma señaló entusiasmada una vivienda al final de la calle, donde no se apreciaban señales de vida, y echó a correr.

―¡Alma,espera!―la llamó Sofía, que corrió detrás de ella.

―Parece muy vieja. Y deshabitada.

Era una gran casa que hacía parecer de juguete a las contiguas. La mayoría de ventanas tenían los cristales rotos, el jardín estaba lleno de malas hierbas, que ascendían por la fachada, pero la luz de la luna le daba un toque mágico. Alma empujó la verja, que chirrió y se atrancó un poco, pero consiguió abrirla y entró al jardín.

―¿Que haces?―preguntó Sofía, incrédula por lo que estaba haciendo su hermana.

―¿No lo ves? Investigar―respondió, como si fuese obvio―.Es una casa abandonada, es Halloween y no hay nadie en esta calle. No se tú, pero yo voy a ver si cazo algún alma en pena.―Señaló su disfraz y su cara y caminó hasta la puerta.

―Alma vuelve. Si hubiese una casa abandonada en esta ciudad, ahora estaría llena de gente―Sofía se quedó en la verja―. Además, ¿no sabes que la curiosidad mató al gato?

―Entonces morirás tú, no yo―sonrió y giró el picaporte de la puerta, que se abrió sin hacer ruido. Miró a su hermana―. ¿Vienes?―Sofía vaciló, pero acabó por seguir a Alma.

Entraron. Olía a cerrado y a humedad. No había muebles, pero el suelo estaba cubierto por una moqueta que en otro tiempo había sido azul aunque ahora estaba cubierta de polvo, en el que se quedaban grabadas las pisadas de las chicas. La única luz era la que proporcionaban las farolas del exterior. Siguieron por una oscura galería hasta dar con unas escaleras que daban al piso superior. En este solo había un corredor lleno de puertas, del que no se veía el final. Alma intentó abrir todas las puertas, sin resultado. Cuando estaba a punto de darse por vencida, pensando que aquella solo era una casa vieja, cuando vio una puerta entreabierta por la que salía una brillante luz blanquecina.

―Mira―dijo, cogiendo a su hermana del brazo y señalando la puerta con la cabeza.

―Alma,vámonos. Esto me da mala espina. En las películas es ahora cuando algo sale de la puerta y mata a alguien.

―Esto no es una película―Alma ya había llegado a la puerta y estaba abriéndola. Entonces algo tiró de ella hacia dentro y cerró la puerta.

―¡Alma!―Sofía corrió hacia la puerta y la abrió de golpe, con el corazón latiéndole con fuerza. Dentro había una mesa con un mantel oscuro y una bola de cristal brillando en el centro. Era lo que producía la luz. Alma no estaba por ninguna parte.

―¡Bu!―algo agarró a Sofía por los hombros, quien gritó y cuyo corazón empezó a latir muy deprisa, por culpa del susto. Se giró y vio a su hermana, aguantando la risa.

―¡No tiene gracia! Pensaba que te había pasado algo―Alma no le hizo caso y se acercó a la mesa―. Te estoy hablando.

―Mira esto―cogió la bola y centró su atención en ella, absteniéndose de todo cuanto la rodeaba―Hay un lago. Un lago enorme y rodeado de árboles.

―Yo no veo nada―declaró Sofía, centrando también su atención en la bola. Una estridente risa sonó por toda la estancia.

―Eso es porque no es a ti a quien busca―dijo una voz desde algún rincón.

―¿Alma...? Esto no me gusta―Sofía miró a su hermana, pero esta parecía estar en otro mundo.

―Bienvenidas a mi casa―Una anciana surgió de entre las sombras. Llevaba un pañuelo lleno de perlas en la cabeza, que le ensombrecía el rostro enmarcado por el cabello negro y rizado, surcado de canas. Unos aros enormes y dorados adornaban sus orejas―Deja de mirar a tu hermana, su alma está viajando a otro lugar en estos momentos. Ve despidiéndote de ella.

―¿Qué le ha hecho a Alma?

―Nada. Yo solo espero―respondió la anciana―. Dentro de poco, su juventud será mía.

―N-no la entiendo.―Sofía había levantado la vista hacia la vieja.

―Es muy fácil: busco la inmortalidad. Y la única forma de conseguirla es alimentarme del alma joven de chicas como tu hermana. En unos momentos lo entenderás todo―Entonces Alma soltó la bola, que fue recogida por la vieja antes de caer al suelo. A Sofía no le dio tiempo a sujetar a Alma y está cayó con un golpe seco, desmayada― ¡Cuidado! No queremos que se rompa―dijo la anciana entre risas.

―¡Alma!―Sofía se arrodilló al lado de su hermana, con lágrimas en los ojos―. ¿Qué le pasa? ¿Qué le ha hecho? ¡Es usted una bruja!

―Puede. Pero esta bruja no quiere morir. En cuanto tu hermana beba agua del lago, su joven alma irá uniéndose a la mía, haciéndome rejuvenecer. Por desgracia, ella morirá, aunque es por una buena causa. Muchas jóvenes han muerto antes por lo mismo.

―¡NO!―gritó Sofía, al ver que su hermana empezaba a envejecer y la bruja cada vez era más joven. Intentó quitarle la bola a la vieja, pero esta la lanzó hacia la pared con alguna clases de hechizo, y una cuerda le ató las manos y los pies―¡Suélteme! ¡Suelte a Alma!

―Ni lo sueñes. Vuelvo a ser joven y eso es algo que nadie podrá quitarme.

―¡Alma! ¡No bebas el agua!―intentó advertirla Sofía, con la esperanza de que la escuchara.

Desde dentro de la bola, Alma escuchó una voz, y dejó de beber. Al llegar a ese lugar, le había entrado mucha sed, así que intentó calmarla con el agua del lago. Pero esta aumentó cada vez más, haciendo que se sintiese mal. Se levantó y empezó a caminar por la hierba, procurando no pensar en lo seca que tenía la garganta. Gritó, pero no ocurrió nada, así que intentó adentrarse en el bosque que rodeaba el lago. Cuando llegó a la linde el bosque, chocó con algo, como una pared invisible que le impedía el paso.

En la mano de la bruja, la bola tembló. Esta era mucho más joven, solo un poco más mayor que Sofía. Su cabello ahora era negro y su rostro era joven y hermoso, pero seguía ensombrecido por el pañuelo de la cabeza. El rostro y las manos de Alma estaban surcados de arrugas.

La hechicera se sobresaltó al notar el temblor en su mano. Significaba que algo no iba bien. Concentró todo su poder en la esfera. No podía permitir que la chica escapara. No soportaba ser vieja. Al centrar sus poderes en la bola, el resto de conjuros se debilitaron, por lo que Sofía pudo deshacerse de las cuerdas.

Se levantó y saltó sobre la bruja, que no la vio venir. Esta cayó al suelo, pero la esfera seguía en su mano y no se rompió. Sofía intentó quitarle la bola, pero la bruja tiró de su cabello,haciéndola daño y provocando que la soltara. La maga se levantó y le dio una patada a Sofía en el estómago, quien se dobló por el dolor. Volvió a concentrar su poder en la esfera. Sofía fue reptando lentamente, intentando que la bruja no la viera, hasta llegar a sus pies. Le agarró el tobillo y tiró de este con fuerza, haciendo que la bruja cayera de espaldas. Se levantó todo lo rápido que pudo y le arrebató la bola de las manos.

―¡Si!―gritó, eufórica por haber conseguido quitar la cárcel de Alma a la bruja. Y justo a tiempo, ya que la bruja ahora parecía de su edad y Alma ya estaba tan arrugada como una pasa. Alzó los brazos, con la intención de estampar la bola contra el suelo.

―¡NO!―gritó la bruja―. ¡No quiero morir! Por favor...―suplicó.

―No me vengas ahora con clemencia. Has intentado matar a mi hermana. Ha llegado la hora de que le digas adiós a tu larga existencia. Es algo que todos tenemos que aceptar. La muerte siempre acaba llamando a nuestra puerta―dicho esto, lanzó la esfera al suelo con todas sus fuerzas, y esta se agrietó, perdiendo algo de brillo.

La cogió y la estampó contra el suelo hasta que se rompió. De ella salió una forma blanca que fue a parar al cuerpo de Alma, volviéndola joven de nuevo. La bruja era vieja otra vez. Sofía cogió la cuerda con la que había estado atada y la enrolló alrededor de los tobillos y las muñecas de la bruja, impidiendo que se moviera. Esta intentó zafarse, pero era ya tan mayor que apenas tenía fuerzas para respirar.

Alma se despertó y cogió aire. Sofía se acercó a su lado y la abrazó. Alma se separó un poco y sonrió, como asegurando que estaba bien. Le cogió la diadema con orejas de gato a su hermana y se la puso.

―He aprendido la lección. Este gato no dejará que la curiosidad intente matarle de nuevo―Abrazó de nuevo a Sofía y se levantó―¿Nos vamos?

Salieron de la casa. En cuanto cruzaron la verja,la casa desapareció, llevándose a la bruja, su vida y sus ansias de eternidad con ella.


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