4 | Esperanza y desesperación

"Esperanza y desesperación"

La esperanza era débil, menuda, pero a veces, sólo a veces, inquebrantable.

La desesperación, por otro lado, era tan hiperactiva que podría aturdir hasta a el más paciente.

—Calma, calma—repitió esperanza con voz sumamente suave; cosa que irritó a desesperación—. Me estoy acabando por tu culpa.

—¡Déjame!—le gritó—. ¡Estoy harta de creer en ti! ¿No ves que me estoy consumiendo?

Las palabras de ambas emociones desencadenaron una discusión en la que sólo expresaban cómo se sentían, sin embargo, los gritos de desesperación eran los únicos que se oían.

—¡No me sirves para nada!—le reclamó desesperación a esperanza—. ¡Insistes en ver luz en la oscuridad!

Esperanza, a quien no le gustaba alzar la voz, se limitó a guardar silencio un par de segundos.

—Tú tampoco haces mucho, sólo provocas que otras emociones se desencadenen con tu pésimo estado.—dijo esperanza en un murmuro.

—¡Me necesitan! ¡No pueden estar todo el tiempo esperanzados! Además, ¿por qué encadenas a otras emociones?

Esperanza llegó a su límite, y con lágrimas a punto de florecer gritó por primera vez:

—Entonces, ¡¿por qué me quieres encadenar a mí?! ¡¿Acaso no soy necesaria en la vida?! ¡Soy tan necesaria como tú y como las demás!

Desesperación guardó silencio, sorprendida y susceptible de pies a cabeza.

Ese día, comprendieron algo importante: Ambas eran tan necesarias como cualquier otra, pues, sin ninguna, hasta la flor más hermosa se marchitaría.

-Andrea Ramos.

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