3 | El amor de dos almas
"El amor de dos almas"
—¡Oh, mujer! ¿Recuerdas el día en que nos casamos?—inquirió el anciano con nostalgia—. ¡Fuí más feliz que una lombriz!
La dulce Meredith, acostada en su cama, deslizó una mano arrugada por su cabello ceniza y pronto se llevó el dorso a la boca para ahogar una tos. Sangre salpicó su mano y ella no se inmutó, pues la tuberculosis continuaba haciendo de las suyas.
—Hombre, ¿cómo olvidarlo?—respondió la anciana con voz algo rasposa—. ¡Desde que era una adolescente fantaseaba con ese día!
Evan, con un leve nudo en su garganta, tomó asiento muy cerca de Meredith. Los días junto a su amada empezaban a llegar a su fin.
—Sabía que atraparías mi corazón desde que, en lugar de contemplar esa noche estrellada, mi atención estuvo en ti, querida amiga y esposa.—dijo en un susurro, sonriéndole entre lágrimas a Meredith.
Nunca supieron qué responder cuando sus amigos alegaban que ellos representaban el amor verdadero.
Para Evan y Meredith, el amor verdadero se encontraba hasta en el suave susurro del viento. Ellos sólo eran dos almas que se amaron y respetaron desde que sus vidas se cruzaron cuando apenas eran unos niños.
Incluso cuando en una mañana, Meredith agonizaba, ambos estuvieron seguros que ni siquiera la muerte sería un impedimento para continuar amándose.
Sus manos, arrugadas y entrelazadas hasta el último segundo de agonía, lo confirmaron.
-Andrea Ramos.
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