26 | Es tarde

26| Es tarde

En aquella solitaria noche, madre e hija se encontraban sentadas frente a una chimenea luego de una dolorosa discusión.

Bastante irónico.

A lo largo de la historia, las chimeneas podían interpretarse como un símbolo familiar, en donde el calor se fusionaba con la unión y protección entre las almas que conservaban un amor inquebrantable.

—Tus palabras me han herido tanto, madre...

Para la mujer de sutiles arrugas, oír aquellas palabras se sintió peor que colocar las manos en un vivo fuego, sin embargo, permaneció contemplando las llamas danzantes de la chimenea.

—Lloro contigo cuando lloras en mis brazos. El corazón me arde de dolor cuando alguien te hace daño. No dudo en darte una mano cuando me pides ayuda y puedo dar mi vida como ofrenda si la tuya peligra.

El dolor era tan palpable en ambas miradas, que no tuvieron el valor de enfrentarse a un contacto visual.

—Tus palabras también me han herido, ¿sabes?—recordó la mujer, esbozando una sutil sonrisa que carecía de gracia, pero de abundante tristeza—. Incluso creo que por momentos me odias.

El odio jamás había cruzado la barrera, y quiso decírselo, pero recordó que ya era muy tarde.

Su madre había fallecido hace dos años atrás, y la joven sólo se encontraba hablando con el producto de su enfermedad.

La esquizofrenia no había dolido tanto para Laurie como en ese momento.

-Andrea Ramos.

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