Somos Tus Amigos
Mis amigos y yo vivimos todos juntos en el mismo lugar. Me gusta mucho jugar con ellos, son muy divertidos.
Ellos están siempre conmigo y platicamos todos los días, aunque a veces no me hacen mucho caso porque prefieren hablar entre ellos. Es que ellos ya son grandes, y me dicen que están hablando cosas de grandes que yo no puedo oír, que ya las escucharé cuando sea mayor.
Una vez estaba jugando yo solito en el suelo y ellos se reunieron para hablar, cuando quise acercarme me dijeron que mejor siguiera jugando porque estaban hablando de Damián, y que yo no estaba listo para escuchar de él. Aunque vivimos todos juntos, a Damián no lo he visto muchas veces, sólo unas cuantas, pero él me da miedo, no me gusta jugar con él.
Yo tengo un hermano que se llama Sergio... bueno, él dice que yo soy su hermano. Él nunca me dice que soy un niño, con él puedo jugar mucho y platicar casi siempre. Él es a quien más ven los de afuera, y siempre nos cuenta que pasa cuando se va. A veces, cuando él se va, es Lorena la que se queda con nosotros, pero Sergio nunca me deja solo, él me dice que también somos amigos y que me quiere mucho aunque se tenga que ir, y que cuando sea mayor podré salir con él, que ahora mismo es peligroso.
Lorena es muy diferente a Sergio, ella es más callada y mucho más grande, y casi no juega conmigo, pero sé que le caigo bien porque siempre me cuida cuando Sergio se va. Ella llora mucho. No sé por qué, pero siempre que ella sale la escucho llorar. Una vez dijo algo sobre que su papá entró a su cuarto mientras ella dormía cuando era pequeña, pero yo no entiendo por qué lloraría por eso. Yo quisiera que mi papá entrara a mi cuarto, pero nunca lo he visto.
A Lorena la quieren mucho los de afuera, porque se queda quieta y no les causa problemas, lo único que hace es llorar y a veces habla francés, o eso dice ella, porque yo sólo escucho que dice blablablú, aunque a todos les gusta eso, y dicen que es muy raro que ella sí pueda hablar francés cuando Sergio no puede.
También está Martín, él es un señor muy divertido, puede hacer que su cuerpo se doble y se estire como si fuera de plastilina, y siempre que sale está hablando con las señoras de afuera, dice que quiere que sean sus novias, aunque Rebeca dice que él quiere otra cosa con ellas, pero siempre que le pregunto qué es la otra cosa que quiere nunca me dice nada.
Martín no juega mucho conmigo porque siempre está diciendo que estoy chiquito, y que él no puede jugar porque él es muy grande, creo que tiene como cien años, aunque rebeca me dice que tal vez son sólo cincuenta y tantos. No sé contar hasta cincuenta, pero suena a que es un número muy grande, y tal vez sí sea la edad de Martín.
Rebeca es mi mejor amiga, ella sí juega conmigo siempre. Sergio se va, y Lorena nos cuida, pero Rebeca es más chica, dice que ella sólo tiene dieciocho, tampoco sé contar hasta el dieciocho, pero ella me está enseñando. Cuando ella sale la extraño mucho, los de afuera no la quieren tanto como yo, porque creen que no tiene nada que la haga especial más que ser amiga de Sergio, yo digo que ella es muy especial porque sabe muchas cosas que no quiere decirles a ellos.
Rebeca me dijo una vez que los de afuera le preguntan muchas cosas que ella no quiere responder, por eso ellos no saben que ella dibuja con pintura en el papel. No quiere decirles nada de ella porque le da miedo lo que puedan hacerle, aunque no creo que pase nada malo. Una vez, cuando salió, dibujó algo en la pared, Sergio me dijo que no lo viera porque no estaba tan bonito como sus otros dibujos, pero cuando los de afuera lo vieron se enojaron mucho. Sergio dijo que él lo había pintado, pero mintió.
Por eso yo también miento. No le he dicho a Sergio ni a Rebeca, pero a veces yo salgo, tengo que esperar a que todos se duerman, y es muy difícil, porque casi siempre queda uno despierto, sobre todo Lorena, que se queda llorando en las noches y le grita a su papá que deje de tocarla. Pero si sé que se duermen, entonces salgo.
No he salido muchas veces, y las veces que he salido me siento raro, como si mi cuerpo fuera otro. Me siento más alto y corro más rápido. Por eso me gusta salir, cuando salgo siento que soy un superhéroe, alcanzo a tocar el techo y mi voz se escucha más grande como la de un presidente. Siempre veo a los de afuera, y ellos dicen que les sorprende mucho verme, pero nunca sé por qué. Una vez salí y me encontré con una señora, ella tenía un suéter blanco y me dijo que era mi mamá, le dije que era tonta porque mamá estaba en su casa, y que no era ella. No sé si mi mamá y la de Sergio son la misma, pero de todos modos ella no está aquí.
Hace mucho que no veo a la mamá de Sergio, la última vez que la vi fue en su cumpleaños dieciséis, ese día le llevó un pastel y le dijo que lo extrañaría mucho, y después de comer el pastel le dio mucho sueño y se fue a dormir, y cuando despertó ya estábamos juntos aquí, pero dice que está bien porque se quedó con todos nosotros. Nosotros somos sus amigos.
Su mamá le decía que no jugara conmigo porque lo podía lastimar, pero cuando Sergio estaba solito en la casa yo le hacía compañía para jugar con él. Sergio me contó una vez que me quiere mucho porque yo llegué cuando su papá se fue, y que yo no lo iba a conocer, pero que eso era mejor. Dijo que yo era su hermano pequeño, aunque ese día los dos teníamos lo mismo. Vi a Sergio hacerse más grande. Cuando nos hicimos amigos él tenía seis años como yo, pero yo no crecí y él sí, no sé por qué, pero yo tengo seis años todavía.
Su mamá tenía miedo porque decía que yo era algo malo, aunque yo nunca le haría nada a Sergio porque lo quiero mucho. La verdad nadie le haría nada malo a Sergio porque estamos aquí porque él nos quiere aquí. Yo vine para jugar con él cuando su papá se fue y su mamá lo dejaba en su casa. Martín vino cuando Sergio se hizo grande y dijo que se estaba convirtiendo en un hombre, Rebeca vino cuando a Sergio le gustaba una niña, yo le decía que eso era asqueroso, pero él se veía muy feliz con ella hasta que también se fue, y Lorena vino cuando ya estábamos aquí, y uno de los de afuera le dijo a Sergio que su mamá ya no vendría a verlo nunca.
Estamos aquí porque queremos a Sergio, por eso no sabía por qué su mamá decía que yo era malo, porque nunca le hice nada, ni tampoco los demás.
Bueno, sólo Damián hizo algo malo, pero no lastimó a Sergio. La verdad es que Damián vino porque quería ayudar a Sergio. Una vez, cuando Sergio era grande uno de los chicos que estaban en su escuela lo golpeó, yo me asusté mucho y quería salir para ayudarlo.
— ¡Quédate adentro, Daniel! —me gritó.
— ¡Que Daniel no existe, estúpido! —le gritó el otro y le pateó la barriga.
El otro chico siempre le decía que yo no existía, y Sergio siempre me decía que me quedara adentro cuando él estuviera cerca porque podría lastimarme y no quería que eso pasara. Pero el otro chico siempre lo golpeaba y le decía cosas feas cuando lo veía. Sergio quería esconderse, pero él siempre lo encontraba. Y el día después de que lo golpeó fue cuando conocimos a Damián.
Damián nos habló desde muy lejos, pero luego se acercó a nosotros.
— Yo te puedo ayudar, Sergio —le dijo—. Pero tienes que dejarme hacerlo.
— ¡Sí! —yo me emocioné—. ¡El otro niño es malo!
— No te puedo dejar. —Sergio tenía miedo—. No quiero.
— Sabes que sí quieres.
Damián hablaba muy bajito, como si estuviera contando un secreto, y se escuchaba muy molesto. Damián venía cada vez que Sergio se enojaba, se iba cuando se le quitaba, pero entonces venía ese otro chico y Damián volvía a decirle que él lo ayudaría.
Un día el otro chico hizo algo muy feo: Cuando estaban por salir de la escuela, el otro chico llegó desde atrás de él y lo empujó. Sergio se cayó se lastimó un brazo, gritó mucho y su muñeca se había doblado para el otro lado. Los otros que estaban en la escuela se asustaron, pero no hicieron nada por él. Por eso yo quise ayudarlo.
— ¡¿Dónde está Daniel ahora?! —le dijo él.
— ¡Aquí estoy! —le contesté yo, y el otro chico se asustó mucho.
Entonces me empezó a doler mucho la mano, me ardía como si me quemara, y empecé a llorar muy fuerte, cuando me vi la mano, vi que también la tenía doblada como Sergio y me asusté.
— ¡Eres un llorón! —se rio de mí.
Me enojé mucho porque yo no era un llorón, y aunque estaba gritando por el dolor, también quise gritarle a alguien:
— ¡Damián! —llamé—. ¡Ven!
Entonces ya no sentí que me dolía la mano. Y dejé de llorar porque vi a Damián levantándose. Damián estaba sonriendo muy feo, y los demás lo vieron y tenían miedo. Entonces Damián habló bajito y dijo que no era un llorón. Y se lanzó sobre el otro chico. El otro chico era muy grande y volvió a aventar a Damián al suelo, y quiso golpearlo otra vez, pero Damián se levantó y lo golpeó con el puño en la cara, y el otro chico se cayó al suelo. Entonces Damián tomó una piedra grande del suelo y le pegó al otro chico con ella en el pie. El otro chico gritó muy fuerte, y Damián le pegó en la rodilla y se le dobló. Luego Damián le pegó en la barriga y le salió sangre de la boca al otro chico. Los demás gritaban muy asustados, pero empezaron a gritar más fuerte cuando Damián llegó hasta la cabeza del otro chico.
Sergio me dijo que no viera, que no debía ver eso porque yo era muy chico, pero escuché que Damián golpeó muchas veces algo, y se escuchaba como una sandía siendo aplastada, incluso podía escuchar el jugo de la sandía cuando volvían a aplastarla. Rebeca me dijo que me daría algo de sandía cuando llegáramos a casa si prometía no ver qué estaba haciendo Damián. Y Martín no decía nada, sólo estaba viéndome para estar seguro de que no hacía trampa.
No sabía por qué los demás gritaban tan feo si sólo estaban jugando con sandías, pero cuando un adulto salió de la escuela todos corrieron y ya no los escuché. Vi a la directora de la escuela tratar de no gritar, mientras le decía a Sergio que se detuviera. ¡Qué tonta! pensé, porque Sergio estaba conmigo, el que estaba ahí era Damián.
Me acuerdo que después de eso nos llevaron en una patrulla, Damián ya se había ido, Sergio me decía que me llevarían a conocer a los policías porque a mí me gustaban mucho. Cuando llegamos vi a muchos de ellos por todos lados y estaba muy emocionado, hasta que nos llevaron a un cuarto gris con una mesa en medio.
Sergio me dijo que esta parte era muy aburrida, que mejor me fuera a dormir para que no tuviera que ver todo eso, Rebeca me llevó a acostar y me cantó para que me durmiera, y ya no desperté hasta que ya estábamos otra vez en la casa de Sergio. Ese día era su cumpleaños, y su mamá le llevó un pastel azul que tenía los nombres de todos nosotros.
Luego nos volvimos a dormir, y cuando despertamos estábamos en este cuarto blanco. Ya después de muchos días aquí una de los de afuera dijo que ya no vendría la mamá de Sergio, y por la noche escuchamos a Lorena llorando por primera vez, y desde entonces ella está con nosotros.
Al principio tuvimos que quedarnos aquí adentro mucho tiempo, yo me aburría mucho porque no había mucho que hacer, pero Sergio siempre me contaba cosas graciosas de cuando salía para ir con los de afuera, decía que tenía que entrar en una máquina para que vieran su cerebro y que le daban pastillas diferentes por si se sentía triste o enojado. De vez en cuando salía alguno de los demás y los de afuera tenían que ver sus cerebros también.
No había visto a Damián desde hace mucho tiempo, y como nos estábamos portando muy bien, los de afuera nos dejaron salir si nos acompañaba alguien más. Cuando salimos fuimos a un parque lleno de gente graciosa con vestidos blancos, pero entonces uno de ellos se hizo popó frente a nosotros y se la lanzó a Sergio. Él se enojó mucho, y Damián apareció de nuevo. No pude ver qué estaba pasando, porque Lorena y Sergio me dijeron que era cosa de grandes, pero los de afuera se enojaron mucho con Sergio y nos llevaron adentro otra vez.
Hemos salido un algunas veces, pero ya no hemos ido al parque, sólo a un cuarto más grande con la gente graciosa, a veces, cuando Sergio se enoja mucho Damián regresa, pero entre los demás tratan de hacer que no haga nada, y me piden que me aleje de él.
Damián me asusta mucho, parece un monstruo, y cada vez que él viene tenemos que volver al cuarto pequeño donde nos atan las manos con una camisa, por eso no quiero verlo nunca.
No nos hemos portado mal en mucho tiempo, tal vez pronto podamos volver al parque, los de afuera dicen que también podemos salir de aquí si controlamos a Damián y visitamos una terapa con un sicatra de vez en cuando, yo no sé qué es eso, pero todos se ven muy felices por eso. Sergio está por cumplir veintiún años, tal vez nos dejen salir para su cumpleaños, eso sería muy divertido.
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