Éxtasis

Me duele la cabeza por la noche que tuve ayer, una muy buena, por lo que puedo llegar a recuerdar; bebí hasta que casi llegué al suelo, no puedo creer que ni siquiera vomité un poco.

No recuerdo mucho, sinceramente, pero recuerdo haber tenido una excelente noche. Al quitarme las sábanas de encima, veo unas piernas junto a mí. Cierto, el chico de anoche, un hombre de verdad, justo lo que una chica como yo necesita, algo de rudeza. Un buen polvo, dirían algunos.

Sonrío al ver su rostro, tiene los ojos cerrados, nos divertimos de verdad.

Me paro de mi cama y piso un líquido pegajoso. ¡Qué horror! ¡¿Hasta acá está el desastre?! Tendré que limpiar cuando esté más dispuesta, ahora siento nauseas por los mareos, y la cabeza me está punzando.

Seré amable, no haré mucho ruido para respetar que él sigue ahí, camino un poco hacia donde está mi baño. Una vez dentro, al encender la luz siento que me quema en los ojos, pero me da una especie de recuerdo instantáneo de mí en aquella fiesta, sólo un momento brevísimo: yo bailando al ritmo de las estrambóticas luces que encendían y apagaban varias veces por segundo.

Debí beber demasiado si es lo único que recuerdo de anoche, por lo menos de antes de que el alcohol ahogara mis venas. Trataré de pensar qué más pasó mientras me lavo la cara, me digo. Quiero recordar mejor a ese chico que está en mi cama, porque antes de levantarme, al volver a verlo, casi me no resistí subir sobre él. Tiene el cuerpo de un dios griego, es casi un sueño.

No me miraré al espejo, nunca lo hago. Es como una especie de ritual que tengo, después de haber estado con alguien: No me miro al espejo hasta que, por lo menos, me lavo la cara, la que por cierto, se siente pegajosa al pasar mis dedos sobre mi mejilla, entonces uso agua para retirar cualquier cosa que este cubriéndola, sudor, bebida, o lo que sea que haya en ella.

Lavo mis labios tallando con la mano, y cuando la retiro tiene un bello color rojo carmesí, me encanta usar ese color en mis labios, aunque creo que debí exagerar un poco, porque es muy abundante lo que sale cuando los limpio. De nuevo siento la cara aseada, pura, como si nada le hubiera pasado la noche anterior, y puedo verme ahora.

Mirándome al espejo, descubro mi cuerpo sucio, como si me hubiera revolcado en un chiquero, incluso mi cabello es un desastre, está pegado entre cabello y cabello, duro, más rojo de lo que alguna vez estuvo. Puta madre, será un lio total lavar esta cosa.

Llevo la ropa interior puesta, no soy muy fan de quitarla, antes era blanca, ahora mi sostén está totalmente rojo, casi del tono en que estaban mis labios cuando los lavé. No creo que toda la mugre que tiene se vaya a ir con la lavadora, y llevarla a una tintorería no es opción, qué vergüenza que lleguen a ver algo como esto, pensaran que estoy loca.

Aunque, de igual modo, antes me han llamado así, de hecho Fernando me llamó loca anoche.

¡Eso! ¡Se llama Fernando!

Claro, Fernando el chico de la barra, probablemente el hombre más atractivo al que he llegado a conocer, y sin duda alguna el mejor para cumplir mis exigencias. Miro por el espejo hacia donde está mi cama, ahí está él, con sus ojos cerrados, se ve tan inocente, ¿quién diría que es capaz de hacer algo como lo que hicimos?

Comienzo a recordar bien lo que sucedió, verlo ahí recostado me hacer tener ligeras memorias de lo que viví anoche.

Sí, ya lo veo, salí de mi casa con mi mejor ropa, la chaqueta negra, los jeans ajustados, todos alaban mi trasero cuando los uso, y sólo estaba buscando una cosa al dejar mi casa, así que ese pantalón era perfecto para esto.

Me gusta salir de fiesta por mi cuenta, nadie juzga mi manera de bailar, nadie me detiene si quiero beber, nadie dice si puedo o no ir con el chico que quiero, y lo mejor, nadie me interrumpe cuando voy por la calle, mirando a las parejas besándose, e imaginando que soy uno de ellos.

La chica es mi puesto favorito, si veo una pareja, imagino que soy ella y estoy besando a su novio, que lo toco, que me abraza y me envenena con su lengua. Aunque nunca está mal imaginar ser el chico, tener a una mujer es algo que he hecho pocas veces, y de vez en cuando imagino que soy el chico de la pareja y poseo a la mujer como si fuera mía. A veces ni siquiera me pongo en sus lugares, sino que me imagino uniéndome a ellos, y luego los tres juntos nos perdemos en algún callejón en la ciudad y hacemos las cosas que tanto me excita hacer, y ellos no las llaman locuras, sino que las disfrutan hasta que terminan.

Eso pasó anoche, ya lo recuerdo bien, llegué a uno de esos lugares donde la música suena y las luces marean cuando parpadean, ni siquiera sé el nombre, ese es un dato que siempre ignoro a propósito, yo sólo pago por entrar, y que me dejen ser libre.

Llegué ahí con ánimos, había mucha gente bailando alrededor, casi ni se podía caminar, al pasar entre todos ellos podían tocarte sin querer, yo de vez en cuando me colocaba un poco más cerca para que alguno de ellos rozara alguna parte que me pedía a gritos ser tocada.

Entonces llegué a la barra, pedí una bebida, la que fuera, le dije al hombre barista, y lo que me dio era, en palabras suyas, tan rojo como mis labios, sonreí, aunque internamente pensé que era el comentario más estúpido que había escuchado jamás. Y luego se sentó ahí Fernando, aunque entonces no sabía que ese era su nombre.

Él estaba con un par de chicos más, no pude evitar imaginarlos a los tres en mi departamento, pero no era el momento para hacerlo. Fernando me vio, me sonrió y yo levanté mi copa con lo poco que quedaba de mi bebida. Bebí el resto y la dejé en la barra para bailar.

Estaba sola en medio de la pista, pero eso era lo de menos, sentir la música en recorrer mi cuerpo era la mejor parte, la libertad de poder moverme como me diera la gana, tal vez pareciendo una loca por mover mis manos en el aire y balancearme como si estuviera volando, pero a fin de cuentas, es libertad.

Entonces se acercó un apareja hacia mí, un chico y una chica a los que no les recuerdo los rostros, bailando conmigo en medio, tocándome y moviéndome a su ritmo. El chico pegó su pecho en mi espalda, y se balanceó a mi ritmo esta vez, la chica se acercó tanto que pude oler su aliento, mientras rozaba mis costados con sus manos, o tal vez eran las de él, no estoy segura, pero no era importante.

Fue cuando vi a Fernando a lo lejos, acercándose a nosotros con un par de copas de lo que yo había tomado antes. En el momento estuvo más cerca, no me resistí, le dije a aquella pareja que sería después y caminé danzando hacia él, me pregunté cómo se vería sin ropa, cómo se vería su piel mordisqueada y roja como mi labial.

Bailamos un rato, él se presentó entonces, yo hice lo mismo, pero no le di mi nombre de verdad, le dije que yo era una vampiresa sedienta de sangre, y que él podía ser quien saciara todos mis deseos, eso lo hizo acercarse más a mí.

Aunque me gusta traer chicos a mi departamento, prefiero conocerlos primero, beber un poco, saber hasta dónde están dispuestos a llegar conmigo, y qué tan abierta era su mente para estar con alguien como yo. Por eso, estando en la barra, pregunté a Fernando qué le gustaba hacer, y me contestó cosas que me hicieron sentir que la sangre corría por mi cuerpo, pensando en cómo sería rasgar su espalda.

Fernando dijo que él era capaz de cualquier cosa, que no le temía a nada ni a nadie, y que le gustaban las chicas que sabían lo que querían. Estábamos bebiendo lo que fuera que viéramos a los demás beber, cocteles, tequila o vodka puro, cerveza, de todo, mientras nos convencíamos de a qué lugar iríamos a pasar la noche, y aunque fui tentada con la idea de ir al suyo, al final accedió a ir al mío.

— Ahí es donde tengo mis juguetes —le dije—. Podemos jugar un rato con ellos.

Eso fue suficiente para él, y, con demasiado alcohol en nuestro sistema, pedimos la última bebida antes de irnos, yo pedí lo mismo que había bebido antes, pero no pude tomarlo porque lo derramé sobre mí. Toda mi blusa manchada de la bebida roja, y sentí que mi abdomen también lo estaba. Bueno, las manchas rojas en mi ropa podían justificarse.

Pedimos transporte hasta mi casa. Durante el camino nos besamos hasta dejar de respirar, mordí su labio un par de veces sintiendo su carne con mi lengua, el conductor estaba totalmente incomodo, pero yo estaba muy ebria, me dan ganas de disculparme ahora que estoy consciente de mis acciones.

Llegando a mi casa, estaba tan ansiosa de él que hasta podía arrancarle la piel, ambos queríamos que pasara ya, por eso nos dirigimos sin despegarnos hasta la habitación que uso para guardar mis excentricidades. Él no se dio cuenta al principio de que todas ellas estaban ahí, por eso no lo detuvo.

Su ropa me estorbaba, quería ver dentro. Se la quité toda antes de que él tuviera oportunidad de quitarme los pantalones. Tenía el cuerpo más seductor con el que me había topado, y mis labios agradecían que les permitiera sentir el contacto del vello debajo de su ombligo. Su dedo entró en mi boca y yo succioné pudiendo sentir el sabor metálico de su sangre, fue cuando decidí que la diversión de verdad debía comenzar. Quité mi pantalón y me quedé en ropa interior, lo que lo hizo sonreír y chuparse los labios.

Pero al tomar la primera navaja, una vez más escuché lo que tantas veces me dijeron:

— ¡Estás completamente loca! —me gritó.

Pero ya era tarde para él. El alcohol en mi sangre ya estaba reduciendo por la excitación y él seguía tan ebrio como antes, por lo que no fue difícil para mí poder derribarlo en mi cama, lamiendo todas las partes que estaba por cortar.

Comencé con su brazo, él trató de empujarme. Era más fuerte que otros chicos, por eso, cuando jaló mi pelo y me levantó, sentí un nivel de excitación al que no había llegado antes. ¿Cómo se ven los músculos de un hombre con brazos de este tamaño? Me pregunté, y comencé a cortar en su bíceps izquierdo para verlo por dentro. Coloqué la navaja sobre su pecho, cerca de su cuello, para que evitara moverse, y tomé mi tiempo de ver la carne viva sangrando. Lamí el líquido, mientras lo escucha sollozar por lo bajo, y tomé la libertad de meter mis dedos en la herida para sentirlo desde dentro, era duro, tal como esperé. Sus gritos cuando mis dedos lo tocaron fueron casi música, y quise seguir, pero había otros juegos que hacer.

Fernando de verdad trató de defenderse, fue muy rudo en varias ocasiones, eso me hizo desearlo aún más. Quería jugar con todas las partes de su cuerpo, su pecho, sus piernas, cualquier parte de él que haya trabajado como lo hizo con sus brazos, incluso la barba que salía de sus mejillas estaba arreglada, por eso también retiré un poco de la piel para poder ver cómo se veía una barba desde dentro, porque también fue el primer hombre con barba con el que he estado.

Cada parte de su cuerpo que cortaba me hacía sentir más deseosa de que él estuviera dentro de mí, y como ya no tenía suficiente sangre para una buena erección, tomé sus dedos y los introduje en mí, moviendo un poco mis bragas para permitirles acceso. Apunté con el navaja a la parte en medio de esos cuadrados que dibujaban sus músculos para garantizar que movería sus dedos y me haría sentir lo que nadie había hecho.

Entonces exploté de placer, estaba extasiada por su cuerpo, su tacto, sus dedos, sus gritos, y su sangre corriendo por mi cama y manchando las sábanas. Fue el orgasmo más increíble de mi vida, ahora mismo me excita recordarlo. Y para que él pudiera terminar también, decidí que era momento de que expulsara algo, y claro que no podía tener un orgasmo al igual que el mío, así que le brindé un último corte en el abdomen que terminó por liberar lo que llevaba en el interior.

Me dejé caer en la cama, escuchando los últimos gemidos que Fernando pudo soltar antes de detenerse por completo, mojé mis manos con su sangré y las recorrí por mi cuerpo, las piernas, los pechos, incluso me toqué un poco más.

Ya lo recuerdo bien, sí fue la mejor noche de mi vida, mi ropa seguía empapada de sangre, mi cabello estaba pegado por la sangre seca, y la huella de mi pie recorría desde mi cama hasta el baño porque pise su sangre al venir, tampoco saldría fácilmente. No recuerdo haber untado sangre en mi cara, aunque cuando la lavé brotó toda ella.

Sé que será un problema enorme limpiar todo eso, las sábanas, mi ropa, su cuerpo. No sé cómo haré eso, pero por ahora puedo disfrutar de mi mañana aunque tenga una resaca horrenda, y tal vez pueda guardar sus dedos para algún momento en que quiera recordarlo.

No sé si en algún momento mis fantasías de que alguien haga lo que me gusta sin llamarme loca, enferma o algún insulto por el estilo, se cumplirá; no sé si seguiré haciendo esto por el resto de mi vida, porque me quita la oportunidad de encontrarme de nuevo con alguno de ellos, aunque siempre guardo recuerdos de cada uno, nunca es lo mismo que la primera vez que están conmigo.

Supongo que es a lo que me debo atener, ¿no?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top