Elina, mi sirena favorita
Cada mañana justo antes de entrar a la escuela él se sentaba debajo de un árbol simulando leer un libro con el único objetivo de poder observar a la muchacha poseedora de un largo cabello azabache que lo tenía totalmente cautivado, era en ese momento y a la salida en que podía contemplar su belleza, algo que no podía hacer con más frecuencia debido a que eran de distintas aulas.
Esos dos minutos no eran suficientes y él lo sabía a la perfección. Necesitaba verla más seguido. A veces él pensaba en cambiarse de aula sin importarle dejar a sus amigos, todo por tener a aquella muchacha siempre en su vida.
Él estaba perdidamente enamorado de ella, con lo que más soñaba era con observar sus misteriosos ojos café oscuros a cada instante, besar sus labios gruesos y rosados más de una vez al día, poder juntar sus manos con las de ella.
Muchas veces intentó acercársele mas no pudo lograrlo por su timidez, la que muchas veces le había jugado en contra eso sumado a los comentarios de sus amigos que le aconsejaban no hacerlo debido a la fama que ella había ganado al ser una chica solitaria y sobretodo muy misteriosa. Los rumores sobre ella siempre se basaban en que no era humana, que se comía a las personas para mantenerse bella, que le rezaba al diablo, que realizaba sacrificios humanos con adolescentes para mantenerse fuerte y otras cosas aún peores.
Sin embargo Cristian hizo caso omiso a los comentarios de los demás inclusive a los consejos que sus padres le daban ya que ellos tampoco confiaban en la enigmática jovencita que se había ganado tal fama debido a sus costumbres que eran totalmente diferentes a las de los demás habitantes de la ciudad dejando de lado que ella no era nativa del lugar.
Un martes de febrero a la salida de la escuela, Cristian salió de su aula lo más rápido que pudo para alcanzarla y finalmente poder hablarle. Entre tanta multitud logró divisarla con facilidad, gracias a su largo cabello que bailaba al compás de su caminar, al parecer ella también tenía mucha prisa y eso se notaba por su caminar apresurado.
Incluso ella no se fijó cuando un maestro la llamaba con cierta insistencia.
—¡Fíjate por donde caminas chica extraña! —exclamó molesta Yuridia, la más popular de las chicas del colegio después de chocar sus cuadernos con los de Elina. Ella no se agachó para recoger su cuaderno todo lo contrario esperó que Elina lo hiciera por ella alegando que la culpa no fue suya.
—¡Lo siento! —Se disculpó Elina tratando de recoger tanto sus cuadernos como el de Yuridia. No quería que la rubia arme un escándalo como normalmente solía hacerlo con las chicas que no le caen muy bien.
—¡Aquí está! —dijo Elina amablemente entregándole el cuaderno a Yuridia. La rubia lo cogió con cierta delicadeza y luego lo volvió a tirar al suelo para que Elina lo recogería una vez más.
Elina se sintió mal con la acción de Yuridia pero optó por no pelear y recoger el cuaderno nuevamente. En el momento en que iba a tocar el cuaderno tocó la mano de alguien más, ese alguien no era nada más y menos que su admirador, el chico que estaba locamente enamorado de ella.
Cristian al ver lo ocurrido intentó de igual manera recoger el cuaderno sin pensar que sus manos llegarían a tocarse con las de Elina. En el instante en que sus manos se rozaron, Elina alejó la suya con timidez dejando a Cristian con la oportunidad de recoger el cuaderno que después fue entregado a su dueña, Yuridia.
La rubia popular estaba por marcharse sin omitir una sola palabra pero Cristian la detuvo agarrándola suavemente del hombro.
—¡Espera! —expresó Cristian con seriedad mientras le sostenía el hombro a Yuridia.
—Antes de que te declares tengo que decirte que no me gustan los chicos como tú... —indicó la rubia mirándolo con cierto repudio—. Pero te doy un consejo una chica como ella quizás...solo quizás podría enamorarse de ti. Aunque creo que deberías pensarlo un poco si es ella la que te gusta.
Cristian estaba enojado con Yuridia pero sabía que no podía tratarla mal, eso estaba en contra de sus principios, no era lo que sus padres le habían enseñado a lo largo de su vida así que trató de calmarse.
—No...eso no te iba a decir... —comentó en voz baja Cristian—. Esperaba que aunque sea nos dieras un gracias por haberte recogido tu cuaderno.
—¿Por qué gracias? —cuestionó la rubia—, no fue mi culpa que mi cuaderno se haya caído fue culpa de ella, de esa chica rara que seguramente es pariente del diablo. Yo no tengo porque agradecerle nada.
En ese momento Cristian comprendió que era inútil tratar de hablar con ella. Elina recogió sus cuadernos y se marchó a toda prisa, estaba disgustada con la actitud de Yuridia. Su galán al percatarse de aquello fue tras ella dejando a la rubia popular hablando sola, algo que sin lugar a dudas hizo enfurecer mucho a Yuridia, aunque luego se tranquilizó porque no pensaba arrugarse.
Cristian notó como su musa corría con premura a pesar de su aspecto frágil. Ella alzó su cabeza para observar por unos segundos el cielo y pudo notar que estaba a punto de llover, luego volteó a ver si su admirador aun la perseguía, no detuvo su caminar más bien lo aumentó y trató de escabullirse por los callejones de la calle.
Luego se dirigió a la playa hasta llegar al muelle.
—¿Por qué huyes de mí? —preguntó Cristian con todas sus fuerzas sin importar que las personas a su alrededor lo observaran—. ¡No quiero hacerte daño!
Participar en deportes como el atletismo le favoreció mucho, llegó lo más rápido que pudo al muelle de la ciudad. Caminó con lentitud al no encontrar a Elina, la buscó por las palmeras y por las cabañas que estaban cerca.
Las gotas de lluvia empezaron a caer con fuerza por toda la playa empapando la ropa de Cristian.
—¿Dónde estás? —preguntó muy fuerte dando vuelta sobre su propio eje—. No huyas no pienso hacerte daño...nunca lo haría.
—Aún no te puedes marchar Elina... —Continuó hablando Cristian, solo como si estuviera loco. Quizás loco si estaba pero loco de amor por la misteriosa Elina—. Tengo muchas cosas que decirte...tantas cosas que contarte...para mí no eres una chica rara yo no creo en los comentarios de la gente...yo creo en ti.
Él se quedó en silencio por unos cuantos segundos al escuchar como una melodía particularmente seductora se hacía más y más notable con el pasar de los segundos.
—¿Por qué debería confiar en ti? —inquirió Elina desde algún lugar que no logró descifrar Cristian—. Todos me han hecho daño desde que llegué a la ciudad...¿por qué tu serías la excepción?
—¿Por qué? —Realizó la misma pregunta Cristian—, ¡porque te amo! Yo no podía lastimar a alguien que amo y ese alguien eres tú.
Nuevamente un silencio envolvió el ambiente del muelle en donde estaba Cristian esperando volver a verla.
Las olas empezaron a moverse con más fuerza y rapidez hasta que Elina finalmente mostró su verdadera naturaleza. Ella salió del mar exponiendo su cola de sirena dando un gran salto hasta caer a la estructura del muelle transformando su cola a sus dos piernas humanas una vez más.
Cristian quedó sorprendido al descubrir lo que Elina era en realidad, incluso dio unos pasos involuntarios hacia atrás.
La expresión de su rostro también delató su asombro.
—Lo ves... —dijo Elina—, dices amarme pero...¿cómo podrías amar a alguien como yo?
Cristian estaba tan asombrado que no emitió palabra alguna mientras ella hablaba.
—¿Dime cómo podrías amar a un ser tan horroroso como yo? —cuestionó la hermosa Elina acercándose lentamente a él—. Es imposible esa clase de amor no existe, solo es una fantasía, esa cosa solo existe en los libros que tu lees mas no en el mundo real. Incluso mientras te estoy hablando me acerco a ti pero tú retrocedes por el miedo que me tienes y no te sientas mal, ese miedo siempre lo manifiestan las personas cuando ven mi verdadera naturaleza.
Cristian se detuvo al notar que efectivamente estaba retrocediendo.
—¡No! —exclamó Cristian moviendo sus manos de un lado a otro—. Miedo no es lo que siento, amor por ti si lo es...
—Debo admitir que tu verdadera naturaleza me sorprendió un poco... —continuó él mientras la miraba fijamente—. Pero eso solo te hace aún más especial y unica, lo que tanto he buscado en alguien.
—Lo siento Cristian... —expuso Elina cabizbaja—. Así quiera no puedo quedarme. Esas razones no son suficientes, al vivir un buen tiempo en este mundo comprendí que ustedes los humanos son seres llenos de odio, seres que no quieren con buenos sentimientos sino que quieren a los demás a cambio de obtener algo más, siempre buscan su propio beneficio.
—No todos so... —dijo Cristian pero fue interrumpido por una voz masculina que emergió de repente.
—Es verdad tienes toda la razón Elina —comentó un hombre que repentinamente acababa de llegar al muelle sin que ellos dos se dieran cuenta, ambos estaban concentrados en su propia conversación. El hombre resultó ser el profesor de Biología de la escuela, el mismo maestro que la estaba llamando había logrado encontrarla.
—¡Profesor! —exclamaron de sorpresa Cristian y Elina al mismo tiempo.
—¡Hasta que te encontré! —dijo el maestro Borja apuntando a Elina con su dedo índice—. Me tomo mucho tiempo pero finalmente pude deducir que eras tú. ¿Quién más podía ser? Sino tú la muchacha más callada, la que ocultaba más cosas de lo normal...la que siempre se retiraba del aula a toda prisa, la alumna con buenas notas que por alguna extraña razón nunca ha mostrado a sus padres.
Después de hablar el maestro sacó de su bolsillo una jeringa con la cual pensaba extraer muestras de sangre de Elina.
Ella estaba asustada, dos personas conocían su secreto.
—¡Lo siento Elina! Pero como biólogo debo examinarte, eres un espécimen muy apetitoso por el cual me podrían pagar mucho dinero y así poderme largar de esta horrible ciudad.
El maestro Borja estaba muy decidido con la idea de extraerle sangre además de llevarla a su laboratorio como prueba de que las sirenas realmente existen. El caminó en dirección a Elina con su jeringa lista pero Cristian como alma que lleva el diablo se colocó al frente de él para evitar que le hiciera daño a su amada.
—¿Qué estás haciendo Cristian? —preguntó el maestro molesto por la interrupción de su alumno—, no ves que este es el descubrimiento del siglo, con ella me haré muy reconocido y también muy millonario, que digo millonario me convertiría en billonario o aún más.
Elina estaba tan asustada que no podía siquiera escapar.
—No maestro... —exclamó con seriedad Cristian—, eso está mal, por dinero no se daña a otra persona.
Cristian estaba haciendo todo lo posible para convencer a su profesor y esperaba con mucha fe poder lograrlo.
—Pero si ni siquiera es una persona...que no ves que es una sirena —alegó el maestro alzando su tono de voz. Luego se mantuvo en silencio por uno segundos como si estuviera recordando algo hasta que nuevamente emitió sus comentarios.
—Ya sé porque la defiendes tanto, ella es la chica que siempre dibujas en tu cuaderno de borrador... —dijo el maestro señalando a la atemorizada Elina—. Pero ella no siente lo mismo por ti, lo sé porque también recibe clases conmigo, yo me he percatado como ella observa a otro muchacho más fuerte y más guapo que tú, ese brillo en sus ojos es único, es como si estuviera dispuesta a dar la vida por él.
Aquellas palabras le afectaron de gran manera a Cristian que sentía como si una gran variedad de flechas impactaran a su corazón, se sentía muy mal, estuvo a punto de llorar pero se contuvo y agachó su cabeza.
El maestro al ver como sus comentarios llenos de mentiras le habían afectado a Cristian se sintió victorioso, sabía que ya no tendría más obstáculos para poder capturar a Elina, la sirena que por mucho tiempo investigó.
Camino hacia ella una vez más para atraparla pero se detuvo al escuchar las palabras de la joven sirena.
—¡Esas son mentiras! —exclamó con voz fuerte la caucásica joven— No las crean Cristian, las cosas no suceden de tal manera. Es verdad que hay un muchacho al cual yo observo con un brillo especial en mis ojos, pero ese ha sido siempre tú —hizo una breve pausa, sus ojos se aguaron—. Siempre en mi mente en mis pensamientos has sido solo tú.
Cristian escuchaba atento sus palabras.
—Recuerdo que desde el primer día en que llegué a la ciudad tú fuiste la primera persona a la que miré...—continuaba Elina—, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, ocurrió exactamente hace más de un año después de que decidí alejarme del mundo acuático para empezar a vivir en este mundo, estaba entusiasmada de conocer nuevos amigos, nuevas personas así que nadé hasta este mismo muelle y entonces cuando te vi, un muchacho solo y deprimido, por alguna extraña razón estabas llorando...te veías tan tierno que quise consolarte dándote un fuerte brazo pero sabía que no era el momento exacto. Con el pasar del tiempo me fui relacionando con la gente terrestre esperando conocer su buen corazón pero solo me llevé un gran decepción al encontrar personas con corazones llenos de odio, envidia, desprecio, fue por eso y muchos más cosas por la cual no me acerqué nunca a ti, tenía miedo de que me lastimaras como varios humanos lo hicieron pero me he dado cuenta de que tu sientes lo mismo por mí.
Ella no terminó de hablar debido a que el maestro le lanzó un dardo tranquilízate que ocultaba entre su vestimenta. Estaba cansado y aburrido de escucharla solo quería atraparla antes de que más personas aparecieran.
—¡Elina! —gritó Cristian al ver como ella caía al suelo con lentitud—. ¿Por qué le hizo eso? Ella no merece ser capturada por usted ni por nadie ella merece ser libre, usted no se la llevará a ningún lugar.
Cristian se acercó a ella y la tomó entre sus brazos mientras no dejaba de mirarla con gran tristeza esperando que despertara pronto.
—Tranquilízate estúpido muchacho solo fue un dardo tranquilizante en un par de horas despertará pero en mi mesa de disección —comentó el profesor acercándose a ellos a paso lento.
—¡No se acerqué! ¡Aléjese! —exclamó Cristian con lágrimas en sus ojos—, no dejaré que usted ni nadie le haga daño.
El educador sumido completamente en su ambición tomó el cabello de Cristian con fuerza para que suelte a Elina, llegó a darle dos fuertes patadas en sus tobillos logrando que la soltara de sus brazos.
—¡Ahora sí! —dijo el maestro que se estaba convirtiendo en una mala persona solo por obtener dinero y fama—. ¡Al fin!
Sostuvo su jeringa con fuerza para luego extraer la sangre pero el amor que Cristian sentía por ella era mucho más fuerte que los golpes que el profesor le había dado por lo tanto lo agarró por la espalda. Forcejeando pudo quitar la jeringa de sus manos para luego lanzarla lo más lejos que pudo y una vez hecho eso lo soltó.
—¡Muchacho tonto! —expresó el maestro agarrando de los hombros a Cristian para luego lanzarlo al mar desde lo alto del muelle—. ¡Si tanto la amas entonces estás dispuesto a morir por ella!
—¡Claro que sí! —aseveró Cristian con confianza—. Moriría por ella tantas veces como sea posible.
—¡Entonces muere! —Dicho lo último el maestro lo lanzó del muelle sin embargo Cristian cayó al mar llevándose consigo al profesor al tomarlo por las mangas de su camisa.
—¡Te amo Elina! —gritó muy fuerte mientras caía al mar. Sabía que probablemente no sobreviviría debido a que nunca aprendió a nadar.
«Si existe otra vida espero amarte como te amé en esta», ese fue su pensamiento antes de cerrar sus ojos. En el momento en que los abrió una vez más, pudo comprobar que no estaba en el mar y mucho menos muerto todo lo contrario estaba en el muelle sano y salvo, eso se debía a que ambos por el amor que se tenían habían generado una conexión telepática por ende Elina escuchó en su mente el pensamiento de Cristian con el cual pudo despertar y dar por terminado el efecto del dardo pudiendo así salvarlo antes de que cayera.
—¡Me salvaste! —preguntó Cristian lleno de emoción mirándola fijamente a los ojos mientras permanecía acostado sobre el suelo del muelle.
—¡Si Cristian! —contestó Elina mirándolo con una gran sonrisa en su rostro—. Si tú estás dispuesto a dar la vida por mí, por esta sirena, yo también estoy dispuesta a darla por ti.
En ese momento ya no pensaban en nada más que en sí mismos, estaban felices de tenerse el uno al otro así que lo que siguiente que pasó entre ellos fue un beso, aquel beso que ambos estuvieron añorándolo por tanto tiempo.
Desde aquel martes de febrero ellos se hicieron novios, poco días después en las noticias se notificó que el maestro Borja había fallecido al caer al mar y chocar su cabeza contra una roca, Elina trató de salvarlo en aquella ocasión mas no pudo hacerlo a tiempo.
El romance de Elina y Cristian continuó de maravilla incluso en la escuela no lo ocultaron y los amigos de Cristian finalmente lo aceptaron al igual que sus padres. Con el tiempo Elina le enseñó a nadar ya que Cristian le contó que la razón por la cual lloraba en aquella ocasión en el muelle se debía a que no podía aprender a nadar mientras que él cada día le dedicaba los poemas que escribía inspirados en el amor que se tenían el uno al otro.
—Hola, espero que les haya gustado el relato, les dejo algunos datos referentes a esta historia:
*El relato fue escrito en el 2018 para el concurso de San Valentín del perfil WattpadRomanceEs.
*Fue de las primeras historias que escribí sobre romance pero como me encanta la fantasía, la protagonista resultó ser una sirena.
*Debo ser sincero no sé qué pensé cuando escribía este relato, es que siento que es muy cliché pero bueno ya está.
*Fue el primer relato que escribí para un concurso de Wattpad.
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