La Libreta

Dicen que nada es lo que parece, que nunca hay que dar por hecho nada, que en la desconfianza hallarás la verdad y esta historia muestra exactamente eso, nada en este mundo es lo que parece.

Diciembre de 2001

—Carlos?, Que te digo, un gran tipo; guapo, inteligente, bondadoso, respetuoso, educado, tranquilo, paciente, pero sobre todo un gran esposo y además... Poeta, aunque aquí entre nos, era mejor esposo que poeta, pero no se lo diga a nadie.

Isabela se expresaba de una forma muy rápida, halagaba a su esposo, pero no había brillo en sus ojos, sus palabras no encajaban con su expresión.

—Amo a ese hombre, desde el primer día que lo vi, sabes... me salvó la vida, si, como un canijo súper héroe, lo recuerdo bien: Iba caminando con mucha prisa, creo que acaba de salir del trabajo, creo por miedo a que me agarrara la lluvia, no sé; pues resulta que dos tipos comenzaron a seguirme, me di cuenta rápidamente, porque yo no soy ninguna tonta, tengo un sexto sentido, desde pequeña papá me lo repetía, ¡a mí nadie me engaña!, por lo tanto, comencé a caminar en zic zac entre la poca gente que iba en la avenida, ya era tarde más de las 8, había muchos charcos ese día, lo recuerdo bien, el punto es que por más que me movía seguían tras mío, entonces, se me ocurrió la gran idea de tomar un atajo, seguro los perdería si me iba por el callejón oscuro, si claro, cuando me di cuenta me habían alcanzado. Me pidieron mi dinero y les di la cartera, pero no les fue suficiente, uno me tomó por la espalda y me apretaba con fuerza el cuello, mientras el otro me comenzó a tocar los senos de una forma grotesca, ¡hazlo, hazlo!, gritaba el que me tenía sometida, el otro parecía motivarse con esos gritos y pasó a meter su mano por mis bragas, eran muy fuertes no podía hacer nada, sin embargo, justo cuando había perdido la fe, se azotó una puerta y un grito los interrumpió: ¡Déjenla en paz, malditos perros!! ¡O...si... hip, no... hip, los voy a... hip, los voy a... hip, matar! Era Carlos, ahogado en alcohol, pero con el cerebro en modo valiente, ante semejante amenaza cualquiera habría retrocedido, y mis victimarios no fueron la excepción, me dejaron y se fueron sin hacerme nada, todo gracias a mi amado Carlos, desde ahí me enamoré de este hombre.

—Que gran historia, siempre he dicho que no hay casualidades y esta historia lo comprueba, ¿y si les pegó muy feo?

Dijo Said un joven, pero audaz detective

—¿Pegó?, ¿quién?, ¿cómo?

Isabela estaba muy distraída.

—¡Carlos!

Replicó el detective

—¿Carlos? Pará nada, a él lo golpearon, lo dejaron casi inconsciente, pedí ayuda, lo llevé al hospital y me quedé a cuidarlo en lo que llegaba su familia, pero como resulta que era un escritor famoso, pues no tenía familia en esa ciudad, ya que andaba dando unas pláticas sobre sus obras. Lo cuidé dos días seguidos hasta que llegaron sus familiares, dos días bastaron para contarnos todo y unir nuestras almas, nos enamoramos.

El detective seguía sintiendo que algo no cuadraba.

—En fin, Carlos es lo mejor que me ha pasado, ¡lo amo, lo amo, lo amo todito!, amo sus ojos, su boca, sus manos, su cabello, su barba, sus lentes; amo que esté delgado como un palillo, amo sus brazos largos, amo su cabello rojizo, amo todo de él... Menos su maldita libreta, ¡la odio!, ¿si te dije no? Si tengo un don es detectar mentiras, ¡a mí nadie me engaña!, desde pequeña me lo decía mi amado papá.

—¿Su libreta, pero que puede tener de malo una libreta?

Preguntó el detective

—¡Odio esa libreta, odio sus hojas amarillentas, odio su pasta hecha de madera, odio su aroma a cedro!... ¡la odio!, pero a él lo amo, recuérdelo bien, anótelo, que quede registrado, nadie lo ama, ni lo amó como yo, pero su maldita libreta ¡ah como la odio!

Lo decía con rencor genuino, esta vez su rostro y sus palabras bailaban al mismo ritmo

—Isabela, ¿que tenía esa libreta por que la odias tanto?

Said estaba muerto de curiosidad, como un niño a punto de abrir el regalo de Santa.

—Por dos cosas, primero porque pasaba más tiempo con ella que conmigo, y segundo, porque me la robó, era mi poemario; porque antes escribía, por mero hobby, nada bueno, era algo íntimo y el muy abusivo se la quedó; ahí terminó de conocerme, y lejos de irse, prometió quedarse para siempre a mi lado.

—¿Por qué Carlos habría querido irse?

Inquirió el astuto policía.

—En mis poemas estaba mi historia, era una especie de diario con rimas, y una dama tiene muchas facetas, muchos cambios, muchos fetiches, cosas que dejas atrás y que no es necesario que las sepa el amor de tu vida. En fin, por eso la odio, ¡pero a él lo amo!, ¿te dije que me encanta su forma de expresarse?, ¿que me vuelve loca su forma caminar?, tiene porte, te impone, ¡lo amo!, ¡pero dios sabe cómo odio esa estúpida libreta!

Lo amo tanto que una vez no comí 12 horas, oíste bien, ¡12 horas!, todo por esperarlo para comer juntos; por cierto, también me fascina su forma de comer, no pierde el estilo, siempre usando cubiertos, no sé, es lindo, ¡pero detesto la maldita libreta!, ya pasaba más tiempo con ella.

Nuevamente la ira brotaba de su rostro

—Y entonces... ¿Por qué mató a Carlos?

Interrumpió Said

—Pará qué le miento detective, lo admito, lo maté, ¡pero lo amo!, ¡apúntelo bien!, ¡lo amo! Entiendo que parezca raro, que mis palabras no concuerdan con mis actos, pero tuve que hacerlo. Estaba preparando la cena, una deliciosa pasta, justo la que más le gusta a Carlos, y cuando le hablé para sentarnos a la mesa no me respondió, yo continuaba cortando un poco de lechuga; repetí más fuerte, pero el resultado fue el mismo, no venía, ni siquiera me respondía con otro grito, la verdad, lo confieso, odio gritar y por ende me enfadé, así que grité nuevamente, con más fuerza y nada, solo se escuchaba, aunque muy bajo, las canciones de Queen que tanto le gustan. Como te dije, ya me había enfadado y decidí ir a buscarlo. A veces quisiera que mi padre nunca me hubiera dicho de mi don; ¡a mí nadie me engaña!, soy muy lista. En fin, caminé hacia su estudio, ni siquiera me limpié, me fui con todo y el cuchillo en mano; la música no era tan fuerte, al menos no para que no me escuchara, lo cual me hizo enfadar aún más, abrí la puerta del cuarto de par en par, era un estudio pequeño, solo había un escritorio, un librero que ocupaba toda la pared, dos lámparas de piso y un sofá junto a un ventanal que daba a la calle, y justo en el sofá estaba Carlos, iba preparada para gritar y hacer drama, mas al verlo se me pasó, tenía la mirada perdida y repetía, ¡soy un imbécil, soy un imbécil!, tenía un cigarro en la mano derecha y en la otra se aferraba a una botella de vodka casi vacía, ¿Qué te pasa?, le pregunté intrigada, con la voz entrecortada, yo no soy ninguna tonta y mi maldito don me gritaba que algo muy malo pasaría. Mi amado Carlos no contestó, solo señaló al escritorio, reviré abruptamente y lo único que había, ¿qué crees que era?

—No lo sé, cuéntame por favor

Said estaba cautivado en el relato

¡LA MALDITA LIBRETA!... con su pasta perfecta, con su aroma irrepetible, con sus malditos poemas.

—¿Y qué pasó, porque lo mataste?

Said era la intriga viva

—Por defensa propia, ¡yo no soy ninguna tonta!, se respiraba el instinto asesino de Carlos, me quería matar, eso es un hecho. Le pregunté, ¿qué te pasa? ¿Que tiene la libreta? Y solo dijo: Ya no puedo más, odio mi vida, siempre aparentando ser el hombre intelectual, el gran poeta, el hombre crítico, el gran esposo, el hombre fiel, el escritor intachable... Y veme, en realidad no soy más que un ingenuo, un tonto que vive una mentira, pero además de eso soy un cobarde, el más cobarde de todos, en eso si merezco laureles. Estaba totalmente alcoholizado como en la ocasión en que lo conocí, pero hablaba sin cortes, de forma fluida, con mucho sentimiento y con los ojos ahogados en lágrimas.

Isabela hablaba sin ningún tipo de gesto en particular.

Siempre pensé que todo era ficción, rimas para entretener, un alter ego, pero resulta que todo fue cierto, y lo peor es que nunca hice nada, no fui capaz de hablar, me quedé callado y fui cómplice del mal, pero no, todo fue una mentira, maldita vida, maldita la hora en que te vi, ¡maldita!, ¡maldito!, ya no sé ni que eres...

—Esas fueron sus últimas palabras, nunca antes mi padre tuvo tanta razón, y gracias a dios ese día mi don funcionó mejor que nunca, sabía que estaba a punto de hacerme algo, lo supe porque mientras hablaba apretaba los puños y sus fosas nasales se agigantaban, con el rostro al rojo vivo, se podía ver a Satán en él, y antes de que se decidiera, clavé en su pecho el cuchillo que llevaba en mano. Fue tan rápido, pero lo recuerdo todo claramente.

Terminó de hablar y la bella mujer seguía tan serena como siempre.

—¿Entonces lo mató y ya?, ¿Qué pasó qué hizo después?

Replicó Said

—Eso es obvio, tomé la desgraciada libreta, limpié la sangre de mi mano en sus hojas malditas, fui a la cocina, tomé unos cerrillos y le prendí fuego. Me quedé ahí durante 33 minutos, las pastas tardaron en quemarse; maldita libreta, hasta en su muerte me hizo sufrir, fueron exactamente 33 minutos recordando toda mi vida, 33 minutos de dolores, 33 minutos de pasiones, 33 minutos de sonrisas, 33 minutos de emociones contrapuestas, 33 minutos hacia la libertad; En fin... Eso es lo que pasó detective, como bien sabe, llamé a la policía y esperé exactamente en este sillón.

Nuestra protagonista se escuchaba relajada, como si acabase de tirar todo lo malo que traía consigo, empezaba a mostrarse un pequeño brillo en su boca, digamos que una escueta sonrisa. La mejor palabra para describir su expresión era FELICIDAD, si, con mayúsculas, hasta que Said habló

—¿Entonces lo mató por los poemas?

—¿Los poemas? ¿De qué habla detective?

—Sí, la poesía de la libreta, creo que no le va a gustar, pero mientras platicamos mi gente ya revisó toda su casa, me acaban de informar que afortunadamente su esposo tenía una réplica de su amada libreta.

—¿Qué? ¿Una réplica?

Isabela era un manojo de nervios

—Así es y en ella hay muchos poemas que tienen que ver con usted, como me acaba de contar, ahí está toda su historia.

Nuestra protagonista, empezó a sudar drásticamente, desapareció totalmente la expresión alegre, jovial y tranquila, ahora era un collage de incertidumbre, temblorina y miedo. Mientras su cuerpo hacía lo que se le daba la gana, su mente se había ido, pensaba:

—¿Los poemas?, ¿de qué habla?, no tiene sentido, yo quemé la libreta, no puede existir otra.

Said seguía diciendo cosas sobre la libreta, le dijo exactamente como era la pasta, como eran sus hojas, como era el tipo de letra.

—¿No es posible, cómo sabe eso, no la pudo haber visto antes, qué está pasando maldita sea? ¡¿Cómo puede ser esto posible?!... ¡Ya sé!, este tipo si que es listo, seguro en algún lado hay una foto de la libreta, no sería raro, en muchas entrevistas o firmas de autógrafos, Carlos llevaba la mugrosa libreta, así que es muy probable que eso explique todo.

Sintió que su alma regresaba al cuerpo, y como un as bajo la manga, con el cual estaba segura de ganar la partida, exclamó:

¡ENSÉÑAMELA!

Said respondió:

—Eso no será posible, ya se la llevaron al laboratorio para ser analizada, pero no te preocupes, sé muy bien como es, por ejemplo: En la pasta trasera tiene una frase para ti, creo que dice... "bendito alcohol, bendito seas por siempre, te debo tanto, te debo todo, gracias por las miles de risas, gracias por liberarme el alma; gracias, mil gracias por iluminar mi vida con esta hermosa vela" Además, en cada hoja tiene un corazón negro en la esquina inferior izquierda.

Said hablaba con toda seguridad

—¡Maldita sea, si es, si es!, estoy segura que sí, ¿cómo pasó? ¿Dónde quedó mi don? ¿Y si es mentira?, ¿si mi padre me manipuló y no o tengo ningún Don?, ¿y si soy la más tonta de las tontas? Este hombre habla sin titubear, no hay cabida para la mentira en sus expresiones, espera, si... ¡SI, SI! ¡Te amo papá!, sabía que no podías mentirme, ¡si tengo un don!, de eso estoy segura y justo ahora está funcionando, bien decías, "Tú no eres ninguna tonta, escucha bien, no eres ninguna tonta" este imbécil ya sabe toda la maldita verdad, debe estar más loco que yo y está jugando con mi mente, me quiere volver loca, lo disfruta, se divierte, si claro, ¡yo no soy ninguna tonta!, este hombre sabe mi historia, sabe de los asesinatos, sabe de mi cambio de vida, lo sabe todo el muy desgraciado, y se burla de mí, seguro lo está grabando para masturbarse mientras ve como jugaba con mi mente, maldito enfermo, pero no, hoy no, no conmigo, ¡a mí nadie me ve la cara de tonta!, mi padre bien lo decía, ¡yo no soy ninguna tonta!

Mientras Said seguía describiendo la libreta, ella se hablaba a sí misma, su mirada estaba clavada en el detective, pero su mente estaba en otro lado, hasta que...

—¡Ya basta maldito cerdo estúpido!, deja de burlarte de mí, te lo dije, ¡yo no soy ninguna tonta!, como te atreves a tratarme así, crees que te iba a dejar disfrutar tu tonto espectáculo, ya sé que sabes todo y solo te burlas de mí. Dime, ¿te excita ver que reacciones hago?, ¿te excita ver como sudo, como tiemblo?, ¡maldito degenerado de mierda!, ¿si ya lo sabes para qué carajo montas este teatrito?, ¿si ya sabes que maté a las 12, para qué lo haces?, si, fueron 12 perras que me llenaron de cicatrices físicas y emocionales, ¡yo las maté y ningún idiota se dio cuenta, las mate a todas! Tengo 55 años de vida, 35 con testículos entre las piernas y 20 con esta hermosa vagina, de esos 35 años me la pasé matando perras durante 15 y ningún estúpido policía me sorprendió; todo por mi estúpido Carlos, ¡ah como lo amo! pero quién diría que él me terminaría delatando. Mira que hacer una copia de la libreta y guardarla sabiendo que quemaría la otra, que listo, pero que infeliz, es obvio que me quería hundir. Es obvio que si leían los poemas que escribí en esos 15 años descubrirán como las fui matando. Esos poemas malditos narraban mi historia, mis crímenes, mi metamorfosis, la muerte de Dominic y el nacimiento de Isabela. Estúpido detective se te acabó el gozo, a mí nadie me usa de burla, muérete infeliz.

Isabela terminó su confesión escupiendo el rostro del buen Said, el cual estaba en shock. No lo podía creer, estaba frente al legendario asesino serial que nunca fue atrapado; el famoso feminicida de los setentas. El detective estaba feliz, era su día; en la mañana encontró un billete en la calle, ganó al apostarle a su equipo favorito, ganó 3 piedra, papel o tijera y se ganaría un ascenso por purita suerte; ya que ese día ni tenía que haber ido a trabajar, pero su mejor amigo se enfermó y él fue a sustituirlo, fue a comprar algo de comer, justamente a dos calles del lugar de los hechos, por lo tanto, cuando se solicitó apoyo a las autoridades, él fue la mejor opción.

En verdad fue el día de suerte del joven policía, y es que resulta que, en efecto, si había una segunda libreta, pero no decía absolutamente nada de lo que había dicho Isabela, solo era un poemario dedicado a la gran inspiración de Carlos, su bella mujer, no tenía absolutamente nada que incriminara a Isabela.

Se llevaron a la mujer y resultó que antes había sido Dominic Malacara, un asesino serial buscado en los setenta, pero que nunca fue atrapado, esto se confirmó al cotejar sus huellas dactilares. Al cambiar de sexo de una forma perfecta, Dominic enterró su pasado, sus crímenes, sus miedos, después tuvo suerte, mucha, la vida lo puso frente a Carlos y una vida de ensueño, lo demás pues ya lo sabemos, así que como dije en un inicio...

En esta vida, nada, absolutamente nada, es lo que parece.

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