Escéptico Incurable (Parte 3)
Después del trabajo fui a ver a don Carlos, el pobre tenía ambas piernas enyesadas, se veía muy agobiado.
—¿Que pasa don Carlos?
Inquirí.
—¿Averiguó algo la policía?
Con desagrado respondió.
—¡¿La policía?!, esos desgraciados son unos cobardes, todos en este pueblo sabemos quién es el maldito "nahual" pero dicen que no hay evidencia sólida para hacer algo.
Su rostro denotaba una rabia insaciable.
—¿Y quién se supone que es?
Pregunté rápidamente
—Un desgraciado que vive cerca del panteón, puedes preguntar en el pueblo, cualquiera te lo confirmará.
Dijo con una seguridad absoluta.
—¿Qué les hace decir eso?, ¿tienen pruebas? o ¿por qué lo dicen?
Pregunté con ansias.
—Una vez mi compadre, Gabriel, encontró un ave negra a punto de entrar a su casa, por suerte, este señor siempre carga un arma y sin dudarlo le disparó, impactando el ala derecha del ave, sin embargo, esta logró escapar, quizás te preguntes, ¿qué tiene que ver esto con el asqueroso viejo del campo santo?, pues aunque no lo creas, días después, se le vio con el brazo vendado.
Dijo muy serio.
—¡Eso no prueba nada, pudo haber tenido un accidente!
Dije casi en son de burla.
—Correcto, pero olvidas que esto es un pueblo muy pequeño y la enfermera que lo atendió, nos contó que llegó con una herida de bala en el brazo derecho, ¿entiendes?, ¡en el maldito brazo derecho, igual que el pajarraco negro al que le disparo mi compadre!, aunque, según él, lo habían asaltado y como puso resistencia le dieron un tiro, pero nadie creyó en eso, ¡por dios!, este pueblo, si algo tiene de bueno, es seguridad, nunca hay asaltos por aquí, desde entonces todos sabemos que él es el chupa niños.
Siendo sincero, su argumento no me convenció en lo más mínimo, aun así, decidí hacerle caso al Sr. Carlos y salí a preguntar a más personas sobre el tema.
Recorrí todo el pueblo y a fin de cuentas, todos creían lo mismo, pero temían decir algo, en verdad les aterraba la idea de que una persona con esas habilidades tomara venganza, sin embargo, la mayoría acusaba al mismo señor.
Ya en casa, me la pase pensando en el tema, decidí que no había pruebas suficientes para decir que "el gringo", como le apodaban por su claro tono de piel (extraño en la comunidad) fuera el culpable, no obstante, cabía la posibilidad, por lo tanto, no hubo más remedio que buscar a este personaje.
A la mañana siguiente, salí de casa con dirección al cementerio, debía preguntarle al "gringo" que había pasado, por qué se decían esas cosas de él
Al llegar, fue un poco difícil encontrar su casa, aunque era la única que estaba por ahí, en realidad estaba casi a 200 metros atrás del panteón, no pegada a este, como todos afirmaban y para llegar había que cruzar el campo santo.
Después de más de 30 minutos de caminata al fin estaba frente a la casa, el día comenzaba a nublarse, no había rastro de viento, solo el barullo de las miles de pláticas entre grillos y ranas; la temperatura se tornaba fría; la casa era de madera, al parecer de un solo piso, rodeada de una cerca mal hecha con trozos de lámina y tablas rotas e iluminada por moribundos focos amarillos. De pronto, salió un señor de unos 60 años, bien parecido, alto y apiñonado, aunque todos decían que era blanco.
—¿Quién es usted, que busca por aquí?
Tenía una voz muy gruesa.
—Me llamo Santiago, soy nuevo en el condado, para no hacerlo perder tiempo, seré muy sincero, vengo porque estoy harto de escuchar lo que la gente dice de usted.
Hablé un tanto desesperado.
—¿Qué es lo que dicen de mí?
Respondió rápidamente.
—Dicen que usted es un monstruo, un brujo, siendo exacto, dicen que usted es el "nahual" que aterroriza a todo el pueblo.
Después de hablar me relajé un poco.
—¿Y usted qué piensa caballero?
Dijo con seriedad absoluta.
—Estoy aquí porque no creo que eso sea cierto, pero escuchar a tanta gente decir lo mismo genera dudas.
Ya estaba más tranquilo, mi sentido común me comenzaba a decir que aquel hombre, no era nada de lo que decían.
—Entonces, solo parece una persona inteligente, ¿cómo pudo creer en esas estupideces?, pero bueno, creo que lo juzgue mal.
Sus palabras lastimaron mi ego.
—Entonces ¿qué pasó?, ¿por qué dicen eso de usted?
La verdad tenía mucha incertidumbre.
—Al parecer, en estas tierras, tener una herida en el brazo, más las calumnias de un viejo loco, es la receta para convertirte en un monstruo, ¿cómo pueden creer algo así?. Soy un médico retirado, muy solitario, por eso piensan que soy raro, que escondo algo, sin embargo, solo me gusta la soledad ¿qué hay de malo en eso? no tengo familia, me la paso disfrutando de la lectura, solo salgo para cobrar mi pensión y por víveres, ¿ves algo malo en eso?
El "gringo" estaba indignado.
—Por favor vete.
Se dio la vuelta y cerró la puerta. Ahora todo estaba claro, no existía ningún "nahual" solo gente asustadiza e ingenua.
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